lunes, 17 de diciembre de 2012

La Misión 2012 - El relato (por Bernando Frau)

La Misión 2012 – 12 de noviembre de 2012


Sediento, dolorido, hambriento, reventado,
con ampollas enormes maldecir su suerte.
Sentirse solo, vital, difunto, fuerte,
lesionado, valeroso, orgulloso y acabado.

Hallar en La Misión la propia senda,
sentir que nunca estuvo uno más vivo.
Tocar la gloria, beber leyenda,
sentirse satisfecho, saberse un obsesivo.

No darse por vencido ante un calambre
Olvidar lo sensato, amar el daño.
De toda caída levantarse.

Creer que la vida en la carrera cabe
Dejar el chupi, los choris, la manada.
Ser misionero es esto. Quien lo probó lo sabe.

Estos versos que escribí para una edición anterior de La Misión continúan plenamente vigentes. La décima edición de esta competencia, una de las más duras de la Argentina si no la más dura, volvió este año a Villa La Angustura,(800 msnm) sur de la provincia de Neuquén, Patagonia Argentina. “la villa”, como se la conoce en forma abreviada, está sobre la orilla norte del lago Nahuel Huapi, en cuya orilla sur está ubicada la más conocida internacionalmente ciudad de Bariloche.
 
La villa sufrió mucho los últimos 18 meses, a consecuencia de la erupción del volcán Puyehue, en junio de 2011. El Puyehue queda al otro lado de la frontera, en territorio chileno, y la villa fue la ciudad Argentina más afectada. Toneladas de ceniza volcánica se abatieron durante semanas y meses sobre sus calles, su gente, sus techos y sus autos. Todo era gris, todo quedó enterrado. La foto adjunta muestra cómo estaba la esquina céntrica de VLA.

Muchos no tuvieron la espalda económica para aguantar y abandonaron la localidad. Los lugareños se abocaron durante todo este tiempo a limpiar y limpiar y hoy la villa luce espléndidamente, pues la ceniza ha terminado siendo una suerte de fertilizante que ha potenciado la vegetación, haciéndola explotar en una fiesta de verdes, amarillos y violetas.

La carrera es lo que se llama una ultramaratón de montaña. Consta de unos 155 km y unos 7550 mt de desnivel vertical acumulado (DVA). Comenzó el miércoles 12 de diciembre al mediodía (o sea el 12-12-12- a las 12). El pronóstico del tiempo era muy malo los días previos pero mejoró mucho faltando pocas horas para el comienzo de la competencia y no terminó por suerte siendo un inconveniente serio.

Corrí toda la carrera, desde la línea de largada a la de llegada con Claudio Rosso y Sergio Moya. Yo lo había conocido en serio a Sergio el La Misión 2011, cuando nos hicimos amigos. Hasta entonces era solo un nombre más en una lista de distribución. Esto mismo pasó con Claudio este año. La relación que se establece en dos o tres días de total convivencia en la montaña genera un vínculo muy sólido. El primer obstáculo o cerro fue el Bayo (1750 msnm en la cumbre, aunque no hicimos cumbre, llegamos cerca pero no a la cumbre), que pasamos en horas de la tarde. Mucho viento y frío, pero tolerable. A la noche llegamos al segundo cerro, el O´Connors (1870 msnm). Este fue muy duro, con nevisca, viento y muy baja temperatura. La carrera estaba muy señalizada, tal vez haya sido –y sin tal vez- la más señalizada que he corrido en mi vida. Este es otro cambio importante que ha tenido esta competencia y que no a todos agrada por igual. Pasó de ser una carrera de orientación a una del tipo “tubing”, o sea, unas en la que se entra en una punta y se sale en la otra sin posibilidad alguna de extraviarse, algo que siempre ocurría inexorablemente al menos una vez durante la carrera. Uno normalmente considera que una carrera está muy bien señalizad si estando en una marca, puede divisar la siguiente. Esto ya es 100 % señalización. Pues en esta carrera yo llegué a contabilizar siete marcas observables desde aquella en la que estaba parado, o sea, muchísimas. La Misión espira a posicionarse como la carrera hermana del Ultra Trail del Monte Blanco, su versión sudamericana. Por eso la eliminación de la orientación y el agregado de cantinas de las que luego hablaremos.

Pese a esto, nosotros tres nos perdimos en la cumbre del O´Connors. Y cometimos un error tremendo, que pudo habernos costado muy caro: no dejamos a nadie –éramos una docena de corredores extraviados juntos- quieto, parado, en la última señal encontrada. Esto hizo que a las tres de la madrugada y con frío tremendo deambuláramos sin rumbo por la montaña con el riesgo de hipotermia que esto implica. Pero de alguna manera alguien divisó una señal y retomamos el camino. (las señales son reflectivas, se ven de noche). Durante el tiempo en que estuvimos perdido yo me caí aparatosamente llevándome puesto (argentinismo por “arrastrar en la caída”) a otro colega. Sergio temió lo peor, me contaría luego, perdidos y con un fracturado. Pero mi cuerpo ya es de goma y no pasó nada, aparte del papelón, claro, y el obligado pedido de disculpas al colega.

Algo más ocurrió en el O´Connors. Antes de iniciar el ascenso hay un puesto de control, donde había fuego y donde muchos dormían. Nosotros nos alejamos del fuego para evitar el efecto “aburguesamiento” que el confort produce. Pero como subir de noche solo una montaña como esa es complicado, los representantes de la organización allí presentes juntaban a los corredores solo con algún grupo antes de iniciar la subida. A nosotros nos “adjudicaron” a uno, de nombre Ariel, a quien extraviamos en el ascenso. Se imaginará Ud. el enorme complejo de culpa que nos agarró a los tres. Por suerte, nos lo encontramos más adelante en la carrera, sano y salvo. Este párrafo le permitirá a Ud. amigo lector, valorar cabalmente lo que paso a contarle: dos corredoras y amigas, Ximena Bertie y María Belen Rodriguez atravesaron el O´Connors solas. Entiéndame bien, cada una por su cuenta, en total soledad. Cojones, tío, que tienen algunas mujeres, que son capaces de hacer lo que yo no osaría.

Yo debo confesarlo algo de mi vida privada para que Ud. entienda cabalmente lo que sigue. Yo duermo de 21.30 a 6.00 todas las noches, prácticamente sin excepción. En vacaciones llego a dormir 10 hs non stop. Mis dos amigos, Claudio y Sergio duermen menos y por tanto querían aprovechar esa condición para ganar tiempo no durmiendo en dos ocasiones como yo hice el año pasado y como hace una gran cantidad de corredores, sino solo una vez. Esto implicaba pasar de largo la primera noche. Separarme de tan buenos compinches hubiera sido un enorme error por lo que me propuse dominar la somnolencia. Ud. no se hace una idea de cuan dura fue la batalla contra las ganas de dormir, batalla que libré desde las 21.00 hasta aproximadamente las 6.00 del día siguiente. Pero lo logré. Yo nunca había pasado más de 24 hs corriendo sin dormir. Y precisaba superar esa marca si quería volver al Ultra Trail del Monte Blanco (UTMB), como pienso hacer en agosto, pues en esa carrera uno debe correr 40 hs sin dormir. Claudio y Sergio me permitieron descubrir que sí, que puedo hacerlo y es una de las muchas cosas que tengo para agradecerles. Así como que se hayan bancado el paso atontado, titubeante que yo tenía cuando el malvado diablillo del sueño parecía que iba a vencer la batalla.

A las 5.30 de la mañana del jueves 13 llegamos a la primera de las dos cantinas que hay en la carrera. En estas cantinas le venden a uno hamburguesas –que no compramos- y le entregan una pequeña bolsa con comida que uno se haya mandado a sí mismo. Yo tenía allí frutas, comida liofilizada, barras, geles, Gatorade en polvo, jugo de naranja y alguna cosa más. Comimos eso, tomamos unos cafés y seguimos sin dormir. Amanecía para entonces y allí me vino lo que sería mi último ataque de sueño. Le dije a Claudio y Sergio que lamentablemente iba a tirar mis huesos en una parada de colectivo –en ese tramo se andaba por carretera asfaltada- pues no daba más. Al momento de ingresar a la parada cambié de idea y seguimos juntos, supongo que porque el angelito sensato que todos llevamos dentro consiguió convencerme.

Al final de esta jornada encaramos el cerro Piedritas (1800 msnm), donde las condiciones meteorológicas no eran malas en lo que respecta a temperatura o lluvia –no hacía frío ni llovía- pero donde el viento era muy fuerte, con rachas que podían voltearlo a uno si no usaba adecuadamente los bastones para fijarse al suelo com cuadrúpedo. Estimo que tenían 100 km/hr sin exagerar. Recién al otro lado del Piedritas encendimos nuestras linternas, y ya se veía el hermoso lago Traful cuya orilla estaba la segunda cantina. En esta sí paramos a dormir. Aquí cometimos el segundo gran error (el primero fue el extravío en el O´Connors). Dormimos 3.5 hs lo que no está mal ni es exagerado en demasía (2.5 también hubieran estado ok) pero nos detuvimos un total de 6 hs lo que significa que pusimos 2.5 hs para cenar antes de dormir y desayunar luego de levantarnos. Demasiado tiempo, todo eso se puede hacer en una hora.

En todo momento, usando los datos de la tabla impresa de tiempos que llevaba Sergio y la información de mi GPS así como la unidad de procesamiento de mi marote, yo calculaba la distancia recorrida y la faltante al próximo destino, y les informaba el “ETA” (Estimated time of arrival) a donde fuera que estuviéramos apuntando en ese momento. Ocupar la cabeza haciendo cuentas es un pasatiempo que suelo usar .

En la cantina de Traful se produjo una situación que luego se repetiría en la calle en VLA y en el hotel donde me alojo. Desconocidos se me acercaron para agradecerme lo que –decían ellos, me cuesta creer sea cierto- habían aprendido de mis mails sobre temas de carreras de aventura. También encontramos varios corredores también ignotos para nosotros, usando la planilla de tiempos que preparamos con Sergio Moya. Para qué le voy a mentir, todo esto fue una caricia a la autoestima y una sensación de satisfacción difícil de describir en palabras.

Partimos de Villa Traful en la tercera y última jornada. Aquí lo destacable fueron los interminables cruces de río de agua fría que tuvimos, que entumecían los pies, y cerca del final el ascenso al cerro Buol (1800 msnm), en cuya cumbre había un filo muy castigado por viento y nevisca. Yo había olvidado mis guantes de montaña en la cantina de Traful,-luego los recuperé- por lo que la travesía por el filo del Buol pintaba mal. Surgió allí la generosidad de Claudio que me prestó sus guantes finos –él como otros corredores lleva dos pares, uno de sky grueso y otro más fino para ponerse debajo de los anteriores- Él me dijo que eran sus guantes de back up, pero en realidad eran parte de su equipamiento de protección contra el frío que generosamente cedió para disminuir el frio que iban a enfrentar mis manos.

Al otro lado descendimos al Cajón Negro que conduce a la ciudad de VLA, donde llegamos luego de 52.22 hs. Poco antes de llegar comenzó a llover, algo que no nos afectó para nada a nosotros tres. Pero esa lluvia fue tormenta en la montaña y muchos estaban allí aún. Esos la pasaron peor, pero nosotros no tuvimos condiciones meteorológicas terribles. Mi equipo siendo uno de los más livianos de la carrera, si no el más liviano, respondió magníficamente bien, nunca pasé frío serio, nada que me pusiera en riesgo de hipotermia. La mochila, la linterna, la bolsa, todo fue de diez. The perfect gear como me gusta llamarlo a mí. Llegamos en la posición 122 de 377 corredores que partieron (32 percentile) y en la posición 11 de 57 en la categoría (19 percentile). Abandonaron 113 corredores (30 %)

Los podios de las categorías así como los dos generales, tuvieron esta vez una nutrida presencia de extranjeros, síntoma de que la carrera está ganando presencia en el mundo. Norberto Gonzalez, amigo de muchos de nosotros, se convirtió en el único septuagenario en haber completado esta carrera (tiene 71 años, ya la había completado el año pasado). Entre los resultados de mis amigos más cercanos, el más notable fue el de Eduardo Arroyo, que se metió entre los de elite, terminando en la posición 24 de la general con 34 hs. La mejora de Eduardo respecto del año pasado es tan tremenda que francamente no creo tenga paralelo en ningún otro corredor.

Faltando unos 50 mt para nuestro arribo a la linea de llegada tomamos una pose adecuada para que las fotos salieran lindas, algo que los fotógrafos notaron y por lo cual nos sacaron decenas de fotos. Entre ellas hay, claro, varias de los tres llegando orgullosos al fin de la odisea. Pero yo no elegí ninguna de esas fotos para concluir estas líneas sino la que sigue. Porque esas fotos hablan de gloria. Esta que incluyo, en cambio, habla de equipo.





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