sábado, 22 de diciembre de 2018

LA MISION 2018 - Nieve, granizo, viento y montañas para el mayor de los disfrutes

Los orígenes


Corría el año 2011. Pablo Lapaz me convenció de ir a correr La Misión en San Martín de los Andes, sobre 160 kilómetros, competencia que se hacía allí y no en su lugar habitual de Villa La Angostura, como consecuencia de las cenizas del volcán Puyehue que habían cubierto gran parte de la zona. Un par de correcciones: “correr” no, debería decir “peregrinar”; y “me convenció” tampoco, debería decir que tuvo la excepcional iniciativa de invitarme a vivir una vivencia alucinante.

A esa experiencia exitosa –donde conocí a Jean Paul Beauvois y Pablo Chichotky, que me “salvaron” la carrera-, le siguieron otras tres más, la última de ellas en 2015 que debería considerar “abandono” en el kilómetro 100 –aunque también estuvo llena de aprendizajes a partir de errores inconcebibles para alguien con mi edad y experiencia en esa competencia-, y un paréntesis hasta este año. En febrero se agregaron las distancias de 200K y 110K, con lo cual se completó una oferta interesante.

La Misión es una carrera de montaña con un formato único, inigualable, un verdadero clásico para los extraños sujetos que participamos de este desafío. Más que una carrera, es un largo peregrinaje sobre distancias de 110, 160 o 200 km, en un máximo de 80 horas, en forma autosuficiente y en contacto con la naturaleza en su versión más pura y dura, en la maravillosa y espectacular zona de Villa La Angostura.​
Ninguno de los finalistas de este desafío, vuelve como la misma persona.

Recuerdo que en 2011, me traje una remera que dice: “I run La Misión. My name is Gladiator”, que me pareció un excelente resumen. Es que tiene un formato “espartano”, en el sentido que se trata de una versión absolutamente rústica, en régimen de autosuficiencia, en las condiciones que la naturaleza ofrezca durante el tiempo de competencia, absolutamente diferente a otras competencias de trail de montaña en la región (como pueden ser Patagonia Run o El Cruce, que considero “cajetillas” -en tono de broma- por las comodidades que ofrecen).

¿Qué se necesita para completar La Misión? Sin dudas, muy buen estado físico, pero fundamentalmente mucha fortaleza mental y templanza para los momentos críticos, que siempre se presentan. No se requieren habilidades especiales. ​Pese a que se denominan “cerros” (algún día entenderé la razón, espero), se suben montañas pronunciadas con piedras y nieve, se atraviesan zonas de bosque cerrado y sucio con enormes árboles caídos, se cruzan arroyos y ríos permanentemente, se trepan piedras, se recorren valles interminables, se transita por caminos vehiculares durante varios kilómetros, y no se suspende por mal tiempo. ¿Por qué no la considero una “carrera”? Porque es posible completar el recorrido caminando, durmiendo las tres noches durante un tiempo razonable para llegar a la meta.

Esta 14º edición de La Misión volvió a Villa la Angostura, después de hacerse en febrero en San Martín de los Andes. “Llegar es ganar”, reza el eslogan del desafío, y vaya si resulta justificado. El director de la competencia, Jorge “Guri” Aznárez, es un excelente conocedor de cada rincón de la zona, y cuenta con un equipo de colaboradores realmente excepcional, lo cual asegura un formato único.

El recorrido transcurre por siete grandes valles: Cajón Negro, Ujenco, Bonito, Cataratas, La Negra, Minero y Ragintuco; el Mallín de las Nieblas y el Col Tres Nacientes, y por la cumbre de los Cerros Bayo, O`Connor, Piedritas, Buol y Newbery.

Me decidí a participar por 5ª vez, y se sumaron David Vega, Alejandra Isabella y Pablo Lapaz, con quienes compartí la experiencia. También Susana Castro hizo su debut exitoso, además de Diego González, Mari Cervini y César Roig, que fueron desde nuestro Uruguay. En Buenos Aires encontré a Federico Sivila –con quien he compartido carreras en las sierras de Córdoba- y Damián Benghiat, y allá compartí con varios amigos “misioneros”: El Gaita Gallego, Fede Sánchez Parodi, Jorge Javier Aguirre, Marcelo Maciñeiras, Fontova, Marcela Barale, los amigos de “Berni” Frau Francisco “Pachi” Somoza y Sergio Moya, los brasileños del grupo de Xandâo… ¡Qué me van a hablar de fortuna! Si a veces me siento como Roberto Carlos, cantando “Eu quero ter, um milhâo de amigos…”

Tomé la decisión de cerrar el año deportivo con este desafío, así que con tiempo más que suficiente hice una reserva para hasta 6 personas, en el Hostel La Angostura, bastante céntrico y repleto de corredores, ya que también Paola y Martín pensaban ir. El ambiente del hostel, es espectacular ya que a toda hora se “respira” el aire de la competencia, se encuentran amigos de años anteriores, se recuerdan anécdotas, se intercambian comentarios y se comparten comidas, en un clima de camaradería.

La previa

Viajamos el martes 11, y dadas las combinaciones de vuelos, fui el primero del grupo en llegar a destino -aproximadamente a las 18.30- junto a los amigos argentinos Damián y Federico. Fuimos directamente al Centro de Convenciones a chequear el equipamiento obligatorio y retirar el kit (ya encontré a José “Clavo de Hierro”, al “Colo” Kuryluk, “Tere”, “Vero” Astete y al “Guri” Aznárez), para posteriormente ir al hostel, donde me instalé a esperar a mis compañeros (llegaron a las 22.00, después de alguna demora en el viaje en bus como consecuencia de un control de la policía en el ingreso a la Villa, donde bajaron a Espinosa ya que los perros detectaron alguna sustancia extraña en su equipaje…).

El miércoles 12 fue aprovechado para hacer algunas compras, solucionar los últimos aspectos logísticos y tratar de descansar en la tarde. A las 20:00 fuimos a la charla técnica, para compartir el clima festivo y los últimos detalles del recorrido. Con el N° 58 -mi edad- registrado en la mochila y en las dos bolsas de aprovisionamiento que iban a los puestos del arroyo Estacada -Km86- y Cerro Bayo -km 148-, completé todos los preparativos. Es mentira que se puede descansar la noche previa.

La competencia

Después de un desayuno generoso servido a las 7:30 gracias a la amabilidad de la gente de Hostel La Angostura, a las 9:00 del jueves 13 entregamos las bolsas de aprovisionamiento en El Mercado, desde donde largó la competencia a las 10:00 después de las últimas instrucciones del Guri y la cuenta regresiva. Allá salimos con nuestras mochilas a la espalda de entre 7 a 8 kilos, en un día algo nublado, para transitar un kilómetro por el costado de la ruta, y posteriormente ingresar a nuestra izquierda por un sendero vehicular y comenzar a subir hacia el Cerro Bayo. Ya al final del ascenso, empezamos a ver vestigios de nieve, una leve llovizna que se transformaba en un fino granizo, y el viento que empezaba a soplar. Llegué a la cumbre -1754 msnm- en 2 horas 30 minutos (10 kilómetros de competencia), casi siempre acompañado por Ale, Fede, Damián y Susana. Ya con viento más fuerte, hicimos el corto filo del Bayo para cruzar hacia el Colorado y bajar al Cajón Negro -1450 msnm-, momento en el que recordé alimentarme, así que comí uno de los sandwiches que llevaba.

Encaramos el impresionante ascenso al Cerro Buol -complicado, con muchas piedras sueltas, nieve y pendiente pronunciada-, donde el rigor del clima se hacía sentir. El viento soplaba más fuerte, con granizo que se asemejaba a un bombardeo con alfileres... . El largo filo con un desnivel de unos 100 metros entre un extremo y otro (forma una especie de cuerno) estuvo bastante más complicado de lo imaginado. Cuando nos detuvimos con Alejandra para que se abrigara, nos superaron los uruguayos Diego González y Mari Cervini, con su “vamo'Uruguay”.

Ya en plena tarde, empezamos a bajar desde los 1850 msnm del Buol hacia el Col Tres Nacientes (1490 msnm), por zonas con muchísima vegetación. Empecé a sentir que mi estómago no estaba bien... otra vez. Sentía que me había alimentado correctamente, pero tenía dificultades hasta para ingerir líquidos. Así se lo hice saber a Alejandra, quien a cada rato me sugería comer algo. Lo intentaba, pero no conseguía tragar. Bordeamos el arroyo Cataratas para seguir bajando hacia el camino vehicular que lleva a Villa Traful, donde llegamos alrededor de las 21.30 (39 kilómetros de competencia, en 11 horas 30 minutos, una hora 30 minutos más de lo previsto en mi plan. 
Alejandra me pasó una Buscapina, y apenas la ingerí, terminé vomitando. Únicamente líquidos, pero claramente estaba teniendo dificultades -una vez más-, que me complicaron a partir de allí. El camino se hizo largo, ya con linternas frontales encendidas, para llegar al gimnasio de Villa Traful a las 23.30, con una llovizna un poquito más sostenida. No pude comer, limitándome a tomar agua. Allí encontramos a Pablo Lapaz, quien me ofreció Sertal para solucionar mi malestar.

Durante el descanso -4 horas, el tiempo previsto- sentimos llover fuerte, y los comentarios entre la enorme cantidad de corredores, era que estaba nevando en la cumbre del Piedritas. A las 3:30 de la madrugada y después de tomar un té de boldo, retomamos el camino para cruzarnos con Fede Sánchez Parodi que también subía. Salimos abrigados y con capa de lluvia, pero la noche estaba despejada, así que casi enseguida paramos a quitarnos el exceso. El largo ascenso desde los 820 a los 1830 msnm, nos llevó unas 3 horas, tiempo en el cual el tiempo volvió a descomponerse, lo que impidió disfrutar de la excelente vista que hay en esa cumbre. Con llovizna, granizo y viento fuerte, atravesamos el filo del Piedritas, para encarar el descenso también muy pronunciado, hacia el río Minero, que siempre corre con fuerza pese al escaso nivel del agua que llega a las rodillas.

Siguió la foto de la tapera donde en alguna ocasión he descansado, ubicada al margen del río. El largo valle -unos 5 kilómetros- nos llevó al campamento donde estaba José “Clavo de Hierro”, el amigo cordobés de San Javier (Traslasierra), donde estuvimos conversando y tomando una sopa instantánea, ya que seguía sin poder comer. Ingresamos al Mallín de las Nieblas por algo más de 7 kilómetros, tramo largo pero bastante limpio, aunque siempre húmedo y chapoteando en el barro. Al final, estuvimos descansando brevemente en el puesto de control, aprovechando el fuego prendido que allí había. Llevábamos 71 kilómetros y un tiempo superior al planificado, en unas 5 horas. Creo haber sido optimista en mi plan, a lo que se sumaba el problema estomacal que me complicaba bastante. Ya en ese momento le comenté a Alejandra que sin dudas, no podría hacer los 200K y que mi intención era pasarme a los 110K.

Después del mallín, siguió el muy largo tramo -12.5 km- en “descenso” (que en realidad me pareció más en ascenso, por las continuas subidas y bajadas dentro del monte), que nos llevó desde los 1420 a los 800 msnm. Resultó interminable, pero he aprendido que en estas circunstancias, corresponde asumir siempre que el final del tramo está un poco más lejos de lo que creemos o vemos. Igualmente, me encargué de “protestar” recordando a la familia del Guri Aznárez, más como forma de distensión para reír un poco con Ale.  Mi estómago seguía complicado, en tanto había empezado a sentir un fuerte dolor lumbar, que me hacía avanzar torcido, y Alejandra sufría del roce en sus dedos de los pies con el calzado.

Salimos al costado de la Ruta Nacional N° 40, por donde avanzamos casi tres kilómetros, para llegar al Camp 1 Estacada. El Doc Parada, médico de la Organización, estaba allí y en cuanto me vio venir, me dijo: ¡“otra vez torcido”! Es que me recuerda de la Half Mision 80 Km en San Javier, Córdoba (2011) donde fue necesario que me dieran un inyectable. Le comenté que venía sin alimentarme, a lo que me recomendó que tomara algún antiinflamatorio para el dolor de espalda (Dipar Flex) y descansara, sin preocuparme por comer pero si por la hidratación. Recibí mi bolsa de reaprovisionamiento, tomé una Coca Cola, y me tiré a descansar. Ale quería seguir en busca de sus 160 kilómetros, así que después de alimentarse y recibir mis dos sandwiches de la bolsa de reaprovisionamiento, se enganchó con otros dos corredores y siguió su camino.

Dormí exactamente tres horas, para despertarme sintiendo la voz de Susana Castro y Marcelo Maciñeiras, quienes llegaban al campamento. ¡Qué alegría! Confieso que temía que Susana hubiese abandonado, dadas las durísimas condiciones del clima que habíamos enfrentado, y que no la había visto en el recorrido (salvo en los primeros tramos de la salida rumbo al Bayo). Había llegado alrededor de la 1:00 a Villa Traful, cuando nosotros dormíamos, así que no nos vimos.

Enseguida llegó Federico Sivila, y también comentó sobre su decisión de seguir por sus 160 Kmts. El dolor de mi espalda se había ido por completo, y pude comer unos fideos, así que decidimos continuar con Susana y Marcelo, ahora en busca de mis 110 kilómetros. Aproximadamente a las 21:30, retomamos el camino, para salir nuevamente a la ruta 40 y hacer unos kilómetros rumbo a Encanto del Río, en la zona de Puerto Manzano.

Ingresamos ya en la noche, y comenzamos a subir por senderos bastante limpios y amplios, rumbo a la base del Cerro Bayo. Mis compañeros iban un poquito más lentos, pero me venía bien para no forzar el paso y mantenerme despierto. Llegamos a la 1:30 de la madrugada del sábado, al ingreso al cerro. Nos registramos y comenzamos a subir desde los 1050 msnm por el sendero en zigzag, hacia la zona de talleres de mantenimiento ubicada a 1450 msnm. Este tramo fue interminable, ya que la monotonía de la subida, la oscuridad de la noche, la soledad y el cansancio acumulado, hacían de las suyas. Puedo afirmar que me dormí en al menos tres oportunidades mientras marchaba, al extremo que en una de esas ocasiones, me “desperté” cruzando de costado sobre un tronco caído...que no existía. Delirios, alucinaciones, peligro ya que al borde del camino hay una pronunciada caída. Me mojaba la cara para despertarme, pero igualmente me dormía. Mis compañeros venían unos 300 metros atrás. Finalmente, llegué al punto donde me registré y me senté a descansar al lado del fuego, junto a otro competidor que iba a dormir allí. Hacía frío, así que mi decisión fue esperar a Susana y Marcelo, para emprender el descenso.

El chico de la organización me ofreció mate, cosa que acepté. Cuando lo agarró, me dijo: “está congelado, pero lo caliento un poco en el fuego, lo limpio y preparo uno nuevo”. Debe haber sido de los mejores mates que disfruté -con yerba argentina, es cierto- ya que me permitió despertarme. Después de la llegada de mis compañeros y de un breve descanso, comenzamos a bajar por la zona de montes. Decidimos ir lo más juntos posible, para hablar e intentar no dormirnos. El descenso se hizo en mejores condiciones que el ascenso, pese a que ya estaba amaneciendo y habíamos pasado toda la noche sin dormir.

Salimos nuevamente a la ruta, a un kilómetro escaso de la meta, así que me fui adelante. Saqué mi bandera uruguaya, la até a uno de los bastones y con la música de “1492 La conquista del paraíso” -te hace llorar ese momento de gloria y satisfacción con la meta alcanzada- completé el recorrido en 43 horas 31 minutos, a las 5:35 de la mañana del sábado 15. Un minuto después llegaron Susana y Marcelo. ¿Puede haber mejor descripción de “equipo”?

Después de la meta

Después de alimentarme (sin dificultades) en la meta saboreando además un par de cervezas bien heladas, resolví volver caminando al hostal ubicado a unos 1000 metros, considerando que aún era muy temprano y como forma de ir moviendo un poco los músculos a ritmo muy suave. Llegué y encontré a Pablo, que también se volcó a los 110K y había llegado la noche anterior (con 34h 40m de carrera). César Roig había llegado en 32h 05m, con un excelente tiempo. Reporté mis novedades a la familia, me duché y pude descansar hasta cerca de mediodía, cuando resolví nuevamente ir a la zona de largada para esperar a los demás compañeros.
La espera se hizo muy larga, al extremo que con Pablo hicimos de “campana” anunciando la llegada de corredores. El nerviosismo cuando no se tiene claro el tiempo de arribo de cada uno, se hace tangible. Uno piensa para sus adentros: “Montaña, por favor devuelve a mis amigos sanos y salvos”... También es cierto que tenemos un suficiente grado de confianza en sus capacidades, aunque es indudable que siempre corremos riesgos que pueden provocar algún accidente.

La larga jornada se vio matizada por la llegada de Mari Cervini que completó sus 160k en 59h 31m -¡qué grata revelación resultó, y cuánta alegría me provocó ver su enorme sonrisa entre lágrimas de satisfacción!-, y de Diego González que llegó en 60h 45m. Ante la duda sobre la hora de llegada de David -había pasado por la base del Cerro Bayo a las 10:40 de la mañana, con 148 kilómetros de competencia-, decidimos ir a dormir al hostal, después de plantearnos la posibilidad de hacerlo en los sobres de dormir que Pablo había llevado.
El cansancio acumulado hizo de las suyas, ya que el domingo nos levantamos y fuimos a desayunar, para posteriormente ir a la meta y encontrar a David, que había arribado a las 8:31 de la mañana ocupando la posición 14 después de 70h 29m de competencia, sin dormir (bueno, en realidad sería sin parar a dormir, pues estamos convencidos que todos nos dormimos incluso caminando). Después de las anécdotas y puesta al día rápida, David fue a bañarse y descansar un poquito, para volver a esperar a Alejandra.

El arribo de Ale se hizo después de 78h 22m de competencia para sus exitosísimos 160K, alrededor de las 16 horas. Alegría, lágrimas de emoción, alivio, satisfacción, fueron algunas de las sensaciones vividas. ¡Las p… montañas devolvieron a nuestra amiga, a salvo!!! No muy sana, es cierto, pero a salvo. Federico Sivila -el amigo argentino que compartía alojamiento con nosotros- llegó tres minutos después, así que el equipo quedó completo, y todos con la satisfacción de haber cumplido alguna de las distancias. “Gracias a la vida”, cantaba Violeta Parra.

Para tener una idea de la dureza de la prueba, en los 110K quedaron registrados 177 competidores, de los cuales llegaron 145 (yo me ubiqué en la posición 102). En los 160K, largaron 94 y 65 completaron la distancia, y en los 200K, fueron 60 (depurados quienes nos bajamos a distancias menores) de los cuales llegaron 22. “Llegar es ganar”, así que podemos decir que hubo un total de 232 ganadores de los 331 corredores presentes en la línea de largada. Es cierto que puede resultar un poco extraña esta posibilidad de “bajarse” a una distancia menor y no quedar descalificado, pero son las reglas de juego definidas.

Los resultados

En la distancia mayor -200K- los ganadores fueron Nacho Raigoso y Dalila Bosco Haussler, en tanto en la tradicional de 160K, fueron Francisco Dragone y la holandesa Anouk Baars. En la distancia “menor” de 110K (coincidirán en que suena extraño esto de decirle “menor” a 110K…), los triunfadores fueron Pablo Chiurchiu y Sofi Cantilo (que se bajó de los 160 a los 110K ya que venía con una lesión en el tobillo).
Noten que si no existiera la posibilidad de cambiar de distancia a una menor, se habría verificado un abandono superior al 50%. Es cierto que esta posibilidad puede jugar tanto a favor como en contra, pues muchos –yo soy un caso- nos anotamos en la distancia mayor, con la certeza de que muy difícilmente podremos hacerla y que podremos optar por una menor. Y también, si no existiera esta posibilidad, casi seguramente muchos harían un esfuerzo sobrehumano para completar su distancia original.

Yo
¿Qué agregar? Alguna referencia personal, así que disculpen por esta cuota (se puede saltear, si no les interesa). Con mis 58 años, debo decir que comencé a correr a los 46 años (julio 2006) en calle, para iniciar en 2009 a competir en trail y montaña. Llevo casi 9000 kilómetros en 476 desafíos oficiales, 61 de ellos de maratones y ultramaratones (42 kilómetros o más). Fue mi 5ª participación en La Misión, una especie de “ritual” que cada tanto debo cumplir, por todo lo que me brinda en lo espiritual y personal. Nací en Artigas y desde 1978 me trasladé a Montevideo a estudiar, así que mis terrenos de entrenamiento son los de una “penillanura suavemente ondulada”, como nos enseñaban en la escuela. Entreno desde 2012 con el Profe Mauricio Ramírez en “Cantero Entrenamientos”, donde hace unos meses incorporamos un grupo específico para trail y hacemos trabajos de fuerza. Me quejo bastante cuando hay trabajos de velocidad, pero disfruto enormemente de los de fuerza. “Hoy hay fartlek”, debe ser la mejor noticia que recibo cuando llego al grupo.


Después de 35 años en el Banco Central del Uruguay –los últimos años como Gerente de Sistema de Pagos- compartiendo mi tiempo con la actividad docente (Profesor Titular del Departamento de Administración), hace tres meses fui electo Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de nuestra Universidad de la República. Entiendo las razones por las cuales muchos me dicen que no soy muy “normal”, pero prefiero esta cuota de adicción, que me permite encarar con optimismo las diferentes actividades de mi vida diaria. Soy afortunado, siempre digo.

Salvo los momentos más duros provocados por el dolor de espalda en la zona lumbar, los vómitos en la primera noche y estar más de 24 horas sin poder ingerir alimentos, en los demás puedo decir que me sentí a gusto, en pleno contacto con la naturaleza en su versión más pura y dura. El calzado seleccionado en esta oportunidad –Altra- y las protecciones en dedos y pies, funcionaron de maravillas, ya que no me hice ninguna ampolla, pese a estar casi siempre con los pies mojados. Dado que no soy de los competidores “rápidos” que definen la competencia, necesito hacerla a mi ritmo, durmiendo al menos 3 horas cada noche, y por tanto llego físicamente bastante entero (al menos, en términos comparativos…), así que me dedico a tomar fotos de los paisajes, corredores y diferentes momentos que vivo en el trayecto, además de conversar bastante con los amigos con los que comparto esta travesía. 

De eso se trata: “el camino es la recompensa”, enseña el DT de la selección uruguaya de fútbol, Maestro Oscar W. Tabárez. ¿Debo agregar que volveré?

jueves, 4 de octubre de 2018

Otro sueño que se hace realidad

El jueves 11 a las 21.00 horas, en ocasión de la Feria Internacional del Libro de Montevideo, tendré la oportunidad de presentar "De la penillanura al Himalaya", en el Salón Dorado de la Intendencia Municipal de Montevideo. Entrada abierta.

Tendré el privilegio de contar con comentarios de Marciano Durán. Los espero, para compartir una hora de charla.

sábado, 4 de agosto de 2018

TRILHAS DO MORRO GAÚCHO - CGCTM


En el mes de julio de 2017 y a partir de la invitación de Douglas Hernández, un grupo de 7 uruguayos fuimos a correr la etapa del Campeonato Gaúcho Corrida Trilhas e Montanhas (CGCTM) en Arroio do Meio (Río Grande do Sul, a unos 100 kmts. al norte de Porto Alegre), sobre la distancia de 50 Km que otorga 3 puntos ITRA. Fue una preciosa experiencia, dado que en esa distancia se acumulan unos 2700 metros de desnivel positivo, en 7 ascensos no muy pronunciados ya que el mayor -el Morro Gaúcho- tiene 540 msnm, pero que se hacen sentir dado que se corre en una especie de permanente "serrucho".

Campeonato 2018

En esta ocasión, el campeonato cuenta con 7 fechas, siendo ésta la de distancia más larga. Los amigos de la Organización nos trataron tan bien, que decidimos volver. Brutus do Gaúcho es el responsable de esta fecha del campeonato -bajo la responsabilidad de Pedro Jung, siempre alegre y atento-, que cuenta con la dirección de LE Eventos -Luis Leandro Grassel-, y un enorme equipo de colaboradores (en su gran mayoría, corredores de trail, lo que se nota en el cuidado que nos brindan).

Douglas viajó el miércoles, el jueves me acompañaron Marianna Muzzio y Susana Castro (corrió los 32K), y nos alojamos en Hotel Zallon de Lajeado, coqueta ciudad ubicada a escasos 10 kilómetros de Arroio do Meio. También se hicieron presentes otros amigos uruguayos a quienes encontramos allá, según creo a partir de la iniciativa de Alexis Figueroa, con lo cual totalizamos 16 compatriotas que hicimos -una vez más- que esta fecha del CGCTM fuera internacional, hecho que fue destacado especialmente por los Organizadores y recogido en la prensa televisiva que cubrió el evento.

Un comentario especial hacia el precioso kit: dos camisetas -la del campeonato y la de la fecha- de excelente calidad, la de "finisher" para quienes completamos las distancias, más dos preciosas medallas, una cerveza con el logo de Brutus do Gaúcho, un sandwiche de jamón y queso, frutas, bebida isotónica...y los trofeos para los primeros 5 de cada categoría por edad.

La fecha contó con distancias para todos los gustos: 6Km, 17Km, 32Km y 50Km. Los competidores de la distancia más larga, largamos a las 7:00 AM con los primeros rayos del sol que pugnaban por salir, después de escuchar y cantar emocionados, las estrofas del himno (precioso detalle de los amigos gaúchos). Durante toda la semana, estuvo lloviendo en la zona, razón por la cual, cuando concurrimos a retirar el kit de carrera al Clube Uniáo, encontramos a Pedro Jung que -con una sonrisa de oreja a oreja- en su cuatriciclo, estaba cargando cuerdas para colocar en una "cascatinha" que se formó, para ayudarnos a subir. Es que la previsión del tiempo indicaba alguna tormenta durante la jornada, cosa que finalmente no sucedió.

El recorrido es muy interesante, ya que inicia por un terreno plano durante un kilómetro, para enseguida ingresar hacia una subida de 200 metros, bajar -alcanzamos los 5K de competencia- en general por zonas con algunas chacras, y retomar la subida que lleva al Morro Gaúcho, con tramos con mucho barro. Mucho barro. Mucho, mucho.

En un par de puntos del recorrido, estaba Pedro Jung en su cuatriciclo, alentándonos. "Vamo'lá Xavier!!!", me gritaba. Un fenómeno, que después corrió los 17Km y ganó en su categoría.

En general, encontramos senderos sucios, complicados por los resbalones y ramas que cierran el camino, para llegar a la cumbre del morro -Km 14- donde hay una vista espectacular, rodeada en esta oportunidad por una espesa niebla que impedía ver hacia abajo.

Fuimos bajando intercalando alguna subida, para llegar a los 18Km -en mi caso en 3 horas-, momento en el que estaban largando los corredores de la distancia de 32K. Allí encontramos el cartel que indicaba el inicio de la vuelta que debíamos dar, para volver a cruzar por ese punto a los 36 Kmts. Enfrentamos algunos tramos más limpios, por caminos de balastro firmes, pero con subidas y bajadas que recordaba del año pasado. Tuve la oportunidad de recoger tangerinas de algunos árboles de vecinos sobre el camino, deliciosas... ¿o sería el "sabor" de algunas aventuras de mi niñez?

Llegué al Km 22 en 3hs 28m, donde estaba un puesto de hidratación, unos 3 minutos más que en 2017, así que me sentía conforme con el desempeño. Comí algunas frutas, repuse bebida isotónica y después de conversar brevemente con Magda y Duda sobre la participación del uruguayo Pedro Silva en la Ultramaratón dos Carajás, retomé el camino. Me esperaban largas subidas y bajadas en general alrededor de los 400 metros, tramo en el que alcancé a Lucienne -brasileña, de Farroupilha- con quienes fuimos intercambiando posiciones, ya que me alcanzaba en subidas y se quedaba un poco en bajadas, al extremo que me preguntó qué calzado usaba pues notó que no resbalaba.

Después de algunos tramos bastante sucios, llegamos nuevamente al punto donde había alcanzado los 32K, registramos el paso identificándonos con una cinta de colores que nos entregaron en la primera vuelta, y continuamos hacia el Km 34, punto muy cercano al del puesto del Km 22. Allí estaban nuevamente Duda y Magda, quienes nos indicaron que se había cortado el ascenso al último cerro -muy cercano a la meta- por razones de seguridad, ya que estaba muy sucio y con mucha niebla, así que el recorrido total iba a ser 46Km.

Lucienne se me fue adelante y ya no la alcancé, pero empecé a superar a corredores de los 32K, e incluso a algún otro de los 50K, pues me sentía entero y podía sostener el paso, sobre todo en bajadas. En ese último tramo, nos esperaban tres ascensos y descensos concentrados en menos de 10 Km, así que era el momento de poner en juego la energía que quedaba. Alcancé el punto de corte de la carrera -muy cerca de la meta- en el K45, con 8hs 40m de competencia, cuando tenía margen hasta las 9hs 30m. Si no recuerdo mal, llevaba unos 10 minutos más que en 2017.

A partir de allí, nos quedaba doblar a la izquierda y encarar la última recta hacia la meta. Completé el recorrido en un total de 8:51:39, tiempo que me dejó muy satisfecho. Douglas y Marianna ya habían llegado, en tanto Susana completó sus 28Km (también les cortaron el último tramo) unos 40 minutos después de mi llegada.

¿Qué agregar? Sí, Douglas fue 4° en su categoría, Marianna 1a. en la suya, Susana 2a. en la suya al igual que yo, razón por la cual todos nos trajimos trofeos. Prometimos volver, con muchos más corredores uruguayos. El año próximo también se agrega la distancia de 75Km, así que tendremos un nuevo desafío.

"Eu sou Brutus", dice la enorme medalla de esta "baita prova, tche". Para ninguém botar defeito.
Fue mi competencia N° 59 de maratones y ultramaratones, completando 8.466 kilómetros. El 25/08 me esperan los 36 Km de Til Til a Lampa, muy cerca de Santiago (Chile).

"El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas... ". Nelson Mandela

sábado, 30 de junio de 2018

URUGUAY - MUNDIAL RUSIA 2018

Hoy mi homenaje va a nuestra selección uruguaya de fútbol, que en un vibrante partido se ubicó entre las 8 mejores, tras derrotar a Portugal (sí, la de Cristiano Ronaldo) por 2 a 1. Muchos dicen que es un milagro, y posiblemente tengan algo de razón. "Cuando se gana hay que hacerlo sin estridencias, y cuando perdemos, hacerlo con dignidad", expresó el DT en su conferencia de prensa.


Uruguay ocupa el lugar N° 134 en el mundo por tamaño, 91 por su población (apenas 3:4 millones), 80 por PIB y 50 por PIB per cápita. En este deporte, al menos estamos entre los 8 mejores, y este sueño no tiene límites.

En su arenga, el gran capitán Diego Godín señaló: "Hoy jugamos por la madre, por el padre, por el hermano, por el amigo, hoy cualquier esfuerzo es poco".

Ya lo ha dicho el Maestro Oscar W. Tabárez: "Está muy bien festejar triunfos, pero no hay que quedarse con los resultados para valorar lo que se hace. El éxito no es sólo eso, sino las dificultades que se pasan para obtenerlo, la lucha permanente, el espíritu de plantearse desafíos y la valentía de superarlos. El camino es la recompensa".Y también en aquella afirmación erróneamente atribuida a Cervantes (en el Quijote no aparece, como tampoco en ninguna otra de sus obras...) por nada menos que Ortega y Gasset, "el camino es siempre mejor que la posada". Y este uruguayo ya lo dice hoy: "qué lindo camino, Uruguay"!!! Son ganadores, pues todo Uruguay se siente identificado con esta selección.

"Cielo de un solo color", canta NTVG.

miércoles, 20 de junio de 2018

DESAFÍO CIDADE MARAVILHOSA - 21 + 42K (02-03/06/2018)

"Porque la carrera no censura nada, no evita nada: atraviesa tanto la derrota como la victoria, va al encuentro de la felicidad y del dolor, lleva sobre sí la carga de una amplia gama de emociones. Correr es como vivir, y cada cual tiene su vida: gloriosa, infeliz, larga, breve, solitaria, cuesta arriba o cuesta abajo. Sólo una cosa es cierta: a través de la carrera se busca siempre forzar el límite de las propias posibilidades, o profundizar un poco más con el conocimiento del propio cuerpo y de la propia mente"
                                                 Gaia de Pascale, Correr es una Filosofía


Las recomendaciones de los expertos en el tema, señalan que no se deberían correr más de dos maratones por año. La evidencia muestra que no es cierto.
En el ya lejano invierno del año 2010, tuve el privilegio de participar de la Maratona do Río en la ciudad maravillosa, más precisamente el 18 de julio. Fue mi 6ª maratón y marqué 4 hs 29m 30s para completar la distancia reina, en una jornada húmeda, como habitualmente sucede en Río. Recuerdo claramente el aliento que recibí de Las Saladas -en el momento en que divisaron la bandera uruguaya que llevaba-, cuando culminaba el cruce del túnel que une Leme con Botafogo a falta de poco más de 2 kilómetros para la meta, e iba realmente exhausto. "Vocé náo pode ir caminhando", me dijo una brasileña cuando escuchó ese aliento.

Mucha agua ha corrido bajo el puente, al extremo que ya no me considero corredor de carreras de calle (trato de evitar competencias largas sobre piso firme), sino que me he ido volcando paulatinamente al trail, en un camino que no tiene retorno (como la droga o la mafia... cuando se entra, después no se puede salir). Sin embargo, los desafíos siempre tienen un particular atractivo. Allá por octubre del año pasado, el compañero Andrés Silva me invitó a correr la “maratona” y mi primera respuesta fue negativa: “Ya corrí en Río, y prefiero no hacer maratones de calle”. Pero enseguida me dijo que este año se hacía el “Desafío Cidade Maravilhosa”, consistente en correr la media maratón el sábado 2 y la maratón el domingo 3 de junio. Cambié de opinión, obvio, al extremo que en la fiesta de fin de año de Cantero Entrenamientos, el profe Mauricio Ramírez me comentó que estaban patrocinando el viaje, y mi respuesta fue: "ya me inscribí". Solucioné todos los aspectos logísticos, para volar en LATAM el viernes 1 y ya retornar el lunes 4.

Viajamos sin ningún contratiempo en la fría y lluviosa mañana del viernes, junto a un buen número de competidores compatriotas que llenaban el avión. Dado el escaso margen de tiempo disponible, ya desde el aeropuerto Tom Jobim (Galeáo) fuimos junto al "Pollito" Medina hasta el Centro de Convenciones Sul-América a retirar el kit de carrera. Enfrentamos algunas dificultades logísticas pues no aparecíamos en el listado de extranjeros, que fueron solucionadas por un chico de la organización, con muy buena onda. Me correspondió el N° 29.360 para la media maratón, y N° 13.838 para la maratón, oportunidad en la que recibimos además las camisetas recordatorias y las viseras. Nos alojamos en Windsor Copa, sobre Nossa Senhora de Copacabana a unos 100 metros de la playa, en una jornada bastante calurosa que contrastaba fuertemente con el frío de Montevideo.

En el hotel nos avisaron que tendrían desayuno a partir de las 4:30 AM, pues había varias personas que competían. Debíamos estar en la zona de llegada (Aterro do Flamengo) –de donde salían los buses a la largada- a las 4:50 como máximo, así que el tiempo estaba algo ajustado, pero nos permitía solucionar la alimentación. No fue así… bajamos y junto a varias personas, estuvimos esperando hasta 4:40 y el desayuno no estaba, así que decidimos tomar un taxi y salir. El desayuno fue un par de ticholos y agua… El largo viaje hasta Barra da Tijuca –Avenida do Pepé 500, logo após o Batalháo dos Bombeiros- nos llevó casi una hora. El amanecer nos permitió encontrar a varios uruguayos antes de la largada, y ya presagiar el calor que haría durante el recorrido, matizado por el hecho de que culminaríamos bastante temprano. Venía de marcar 1h 56 min en la Media Maratón de Punta del Este hacía un par de semanas.

Largamos unos minutos después de las 6:30 junto a algo más de 10.000 corredores, para doblar enseguida hacia la izquierda y encarar el cruce del Túnel do Joá. Enseguida siguió el largo tramo bajo puentes y la subida sinuosa, permanente, apretada, a la altura de Sáo Conrado con la imponente vista del océano a nuestra derecha. En el Km 7 nuevamente cruzamos un largo túnel en la Avda Niemeyer, para cruzar al costado de la Favela Vidigal y Rosinha, y encarar la bajadita hacia Leblon. El tramo siguiente nos llevó por la impactante Ipanema, la punta de Arpoador y salir enseguida a Copacabana. Allí, ya había bastante más gente en el recorrido alentando, con grupos de asistencia a los corredores. En el km 15 encontramos el único puesto de avituallamiento con comida (bananas y galletitas con dulce), que vinieron muy bien para reponer (no habíamos desayunado…). Seguimos hasta la punta de Leme, doblamos a la izquierda y encaramos los Túneles Novo y do Pasmado, para salir a Botafogo a la altura del Shopping RíoSul, con la impactante vista del Páo de Azúcar y del Morro da Urca a la derecha, y el Cristo Redentor a la izquierda. Recorrimos Botafogo y encaramos el último tramo hacia Flamengo, donde identifiqué al Pollito que sacaba fotos a mi izquierda, así que tuve el privilegio de contar con un fotógrafo personal.

Completé el recorrido en un tiempo neto de 2:07:37 para los 21:35 Km que me marcó el GPS (5:59/km, prácticamente el promedio que quería marcar), que consideré muy satisfactorio dado que al día siguiente me esperaba la distancia reina. Andrés había llegado unos minutos antes, así que después de identificarnos con la Organización para recibir la cinta del Desafío Cidade Maravilhosa, nos tomamos un taxi y volvimos al hotel, donde pudimos desayunar abundantemente. Ocupé la posición N° 2544 entre los 5187 caballeros que corrieron la distancia, y la N° 147 entre los 364 de mi categoría (me mantengo entre la primera mitad…). Un dato muy interesante: corrieron 5084 mujeres.

Después de un rato de descanso, decidimos ir hasta la playa a completar la hidratación (caipirinha, en el Posto do Hulk, atendidos por Dona Janaína, quien prometió que iba a vernos pasar en la maratón). Durante la tarde, descansamos bastante para estar preparados para el día siguiente. A la noche, aprovechamos para disfrutar de un “buffet a kilo” a escasos 150 metros del hotel.

El domingo nos levantamos a las 4:00, para bajar a desayunar. Ahora sí, el hotel se portó muy bien ya que tuvimos todo a nuestra disposición. La madrugada estaba pesada, previéndose lluvia durante el recorrido de la maratón. Allá nos fuimos, hasta el Pontal do Tim Maia en la Praia Recreio dos Bandeirantes, donde encontramos a muchos de los uruguayos.

Largamos a las 7:00, con mucha humedad. Hicimos los primeros dos kilómetros por la zona del Pontal, para cruzar nuevamente por el lugar de largada, absolutamente empapado y sofocado por el calor pegajoso, momento en el cual aún había algunos corredores que estaban largando. Considerando el largo recorrido que debíamos hacer y el esfuerzo del día previo, salí con la intención de hacer un promedio de 6’/km, similar al de la media maratón, al menos durante los primeros 20 kilómetros. Lo pude mantener razonablemente, pues marqué 1:00:06 en los primeros 10 kilómetros y alcancé los 21 Km en 2:14:47. Llegando a la zona de largada del día anterior, disfruté de una orquesta a la izquierda que interpretaba “Fullgás” con un tono de voz muy similar al de Ivete Sangalo, y encontré a Macarena –compañera de Cantero Entrenamientos- que había corrido la media maratón y estaba alentando a los compañeros en ese punto. A partir de allí, me esperaba el mismo recorrido del día anterior, así que me dediqué a regular aún más el esfuerzo tratando de disfrutar del recorrido y las impresionantes vistas de la “cidade maravilhosa”. Ya estimaba llegar a la meta en un tiempo total entre 4:50 y 5:00 horas, considerando el lógico descenso en el desempeño durante la segunda parte de la prueba.

El largo tramo en subida al costado de la Favela Vidigal, me costó bastante al extremo que caminé durante parte de ese recorrido. Completé los 30K en 3:25:02, ya con un promedio pobre (6:50/km). A partir de allí, seguía el soñado recorrido por Leblon, Ipanema, Arpoador, Copacabana, Leme, Botafogo y Flamengo. En el km 36 estaba el único puesto de avituallamiento de comida, nuevamente bananas y galletitas, así que comí algo y continué. En el Km 37, un par de uruguayos de Diez Club que estaban alentando, tomaban mate...así que paré y disfruté de uno. ¿Qué pensarían los brasileños viendo a un corredor que para para conversar brevemente y tomar mate?

Por el km 38, me sentí mal…, mareado muy posiblemente por el calor y la humedad. Decidí caminar un poco, lo que me permitió recuperarme, y a partir de allí continué a ritmo suave. Alcancé el Km 40 en 4:41:46, con la preciosa vista del Pan de Azúcar coronando la bahía. Restaban los últimos dos kilómetros, a pleno goce. Completé el recorrido con la bandera uruguaya desplegada en un tiempo total de 4:56:56 (un pobre promedio de 7:02/km), ocupando la posición 4509 entre los 6492 caballeros que llegaron, y la 245 entre 405 de la categoría M5559. En esta distancia, corrieron además 2519 mujeres.

Andrés había completado la distancia en 4 hs 16 min., convirtiéndose en el mejor uruguayo en culminar el Desafío Cidade Maravilhosa, en tanto yo puedo decir que soy el de más edad en hacerlo… Siempre hay que buscar algo en lo cual ser único…

Después de recibir las medallas recordatorias, decidimos volver caminando hasta el hotel, para aprovechar y mover un poco los músculos. Lo hicimos por el mismo recorrido de la maratón, así que pudimos ver a varios compatriotas que llegaban. Finalmente no llovió durante la carrera, sino que recién lo hizo a partir de la tarde. Antes de ingresar al hotel, disfrutamos de una cerveza en el Bar Ferrari, para cumplir con el ritual y recordar al amigo Dardo Parentini (fanático de la marca del "cavallino rampante")

No puedo quejarme del desempeño, pese a que esperaba que fuera mejor -en particular durante la maratón- aunque la gran mayoría de los amigos también marcó más tiempo del estimado. Además, debo considerar que mantengo un ritmo de competencias fuerte –en particular de trail y no en calle-, sin espacios para el descanso, lo cual obviamente se hace sentir. De alguna manera, siento que le he perdido el respeto a la "distancia reina" -cosa que me consta no debería hacer-, pues prácticamente la encaro sin un entrenamiento específico para tamaño esfuerzo.

Fue mi competencia N° 448 totalizando 8.334 kilómetros (de ellas, 58 fueron maratones y ultramaratones). Y seguimos sumando, disfrutando de estos privilegios que la vida nos ofrece.

En su libro, Gaia de Pascale señala:

Quien corre lo hace para romper todo condicionamiento o límite: se enfrenta al destino, expresa la nostalgia por la infancia perdida o por un ideal de pureza y autenticidad al que rendirse, desfoga emociones o tensiones acalladas en el tiempo, supera las barreras que la vida le ha impuesto. En una palabra, correr es sinónimo de libertad.

Correr es la capacidad de llegar al fondo de nosotros mismos, de pensar lo impensable y, mientras nos olvidamos del dolor y la fatiga, descubrir que el secreto consiste en seguir corriendo, como si se soñara.

"No es más fuerte quien llega primero, sino aquel que goza haciendo lo que hace", dice Killian Jornet. Gana el que más disfruta. Al fin y al cabo, no se puede perseguir una felicidad más grande.

jueves, 22 de marzo de 2018

Kumen Aconcagua Ultra Trail y Ushuaia Trail Race Fin del Mundo


Entre Mendoza y Ushuaia, hay una distancia aproximada a los 3.300 kilómetros –casi de una punta a otra de Argentina-, y bastante diferencia en términos de geografía. Con cinco semanas de diferencia, tuve el privilegio de formar parte de Kumen Aconcagua Ultra Trail 70K el 11.02.2018 y Ushuaia Trail Race Fin del Mundo 42K el 17.03.2018.

Canta Buitres, en "Condenado el corazón"

Malditos tus ojos tienen condenado el corazón al juego de su luz

Sus ojos miran como los de un animal sin lugar a donde escapar que lame sus heridas y vuelve a correr sin pensar que habrá una ultima vez Corrí una noche alejándome y sin embargo hoy estoy aquí otra vez

Kumen Aconcagua Ultra Trail

En oportunidad del ascenso al Cordón del Plata en noviembre de 2016, llegamos también hasta Confluencia en el Parque Nacional Aconcagua, y me quedó la “espina” de intentar subir a una mayor altura, en lo posible hasta Plaza Francia o Plaza de Mulas. En cuanto surgió la opción de esta competencia, me inscribí en los 70K, a la que se sumaron David Vega y Alejandra Isabella. Un mes antes, Jonatan Torena –en un entrenamiento por el Cerro de Montevideo- me preguntó si podía sumarse con nosotros, así que completamos el equipo que viajamos en mi camioneta. Unos días antes, Alejandra se hizo un esguince de tobillo al final de un entrenamiento, así que viajó con la convicción de que –en el mejor de los casos- podría intentar correr los 15K. Luego de un largo viaje con tormentas cerca de nuestro destino inicial, llegamos a ciudad de Mendoza a las 23.00 horas del jueves 8 de febrero. Sobre los gustos musicales de Jonatan, no corresponde que emita opinión, limitándome a decir que en el largo viaje, descubrí a algunos intérpretes y aprendí algunos temas, que no caen dentro de mis predilectos… Eso sí, junto a las largas sesiones de mate, sirven muy bien para mantenernos despiertos.

El viernes 9 viajamos hasta Penitentes, donde llegamos a mediodía, momento en el que se iniciaba el retiro del kit de competencia. De allí, seguimos hasta Las Cuevas –muy cerca de la frontera con Chile- donde nos alojamos en el Hostal Refugio del Viento.

El día sábado en la mañana subimos en el vehículo hasta el Cristo Redentor, desde donde se disfruta de excelentes vistas de la Cordillera de los Andes, junto a Harvey, un estadounidense que viaja por el mundo en solitario, y que había estado en enero en Uruguay. Las conversaciones con este personaje, quedan en el mejor de los recuerdos. A la tarde, fuimos a la charla técnica, instancia en la que encontramos a la otra uruguaya que competía, Lali Moratorio, además entrenadora de Jona.

Aconcagua Ultra Trail se define como la máxima expresión del desafío. Con un exigente circuito trazado, con el marco del cerro Aconcagua y una altimetría que llega a algo más de 4300 msnm, este circuito de ultra trail puede convertirse en un ícono del deporte de aventura en la región. Escenarios naturales no faltan, así que este uruguayo tenía que estar. Cuenta con certificación de ITRA (International Trail Runinng Association) y con tres distancias acordes a los niveles de los distintos corredores: 15K, 38k y 70K (este último, con puntaje oficial de ITRA).

La invitación de la carrera dice: “Más lejos, más alto”. El imponente Aconcagua con sus 6962 msnm, es el pico más alto de América y meca del andinismo, atrayendo a miles de andinistas cada año. Entre ellos, íbamos a encontrar a otro de los “Hermanos de la Montaña” en plena aclimatación, intentando hacer cumbre: Alejandro “Caroteno” Chabalgoity, con quien coincidimos en los senderos entre Confluencia y Plaza Francia. Los sentidos, la adrenalina y el desafío, se complementaban con el privilegio de compartir esta carrera con amigos.

En la charla previa, el organizador detalló las condiciones que íbamos a encontrar en el recorrido, además de los cortes horarios: 4 horas para llegar a Confluencia (PC2) y 9 horas para el Valle de Horcones (PC5) a la salida del Parque Nacional. En particular, destacó que debíamos guardar energías para enfrentar el último de los ascensos duros –pese a que en la altimetría sería casi descartable- a falta de 12 kilómetros, en la denominada Quebrada de Vargas. Es más, señaló que podíamos no hacer ese tramo y continuar hasta la meta, figurando después de quienes hicieran el recorrido completo.

Largamos con linternas encendidas a las 5:00 AM con un frío tolerable, para recorrer los primeros 12 kilómetros que nos llevaron desde Penitentes por el Cementerio de Andinistas y Puente del Inca, hasta el ingreso al Parque Aconcagua, donde llegamos ya con las primeras luces del amanecer. Después de comer algo, continuamos ascendiendo hasta Confluencia (3400 msnm), recorrido que conocía de mi aventura en 2016. Llegué junto a un competidor brasileño que iba con dificultades de visión, en 3 horas 25 minutos, y por tanto con margen razonable para el corte. “Estoy en carrera”, me dije, pues mi objetivo principal era poder llegar a Plaza Francia, y haber superado ese corte, me lo aseguraba. A partir de allí, continuó el ascenso por senderos con mucha piedra y tierra suelta, cada vez con menos temperatura, en ascenso casi permanente, en un entorno mágico rodeado por las imponentes montañas. Aproximadamente a mitad de ese tramo, ya empezaron a pasar quienes lideraban la prueba en su descenso, instancia en la que identifiqué a Jona, David y Lali (2ª entre las damas, a esa altura).

¡Llegué al Mirador de  Plaza Francia! El paisaje es realmente imponente, con una vista de la pared sur del Aconcagua realmente impactante. El colega brasileño estaba en la carpa de la Organización, y señalaba que no veía bien, al extremo que no lo dejaron continuar pese a que los controles de salud que le hicieron estaban bien. Me abrigué, alimenté y repuse líquidos, para emprender la bajada, ya con la satisfacción de haber conseguido mi meta.

En ese primer tramo de descenso, identifiqué a Caroteno que subía junto a otros andinistas, en su proceso de aclimatación. Obviamente, nos dimos un fuerte abrazo, conversamos brevemente y nos tomamos fotos, para posteriormente continuar mi camino. Un poco después, me alcanzaron Eliana y Carlos, argentinos que venían bajando fuerte pues temían no llegar a tiempo al corte en Horcones, a la salida del Parque.

Ya a falta de 2 kilómetros para ese punto, con el organizador que venía “barriendo” el sendero muy cerca de nosotros, noté que no llegábamos antes de las 9:00 horas de competencia, sino que lo hicimos en 9:10. Igualmente, nos permitían seguir y definir en el ingreso a Quebrada de Vargas, qué hacer… En tanto mis compañeros ocasionales señalaron que aunque fuera arrastrándose, pensaban hacer todo el recorrido, yo ya señalé que seguía hasta la meta.

Continuamos por el largo tramo rumbo a Penitentes, con Eliana y Carlos que se fueron adelante. Pero cuando llegaron a la bifurcación para encarar la Quebrada, decidieron continuar hacia Penitentes. Un poquito después, alcancé y superé a Carlos, que iba bastante cansado. Con un tiempo total de 11 horas 29 minutos, completé los 58 kilómetros de distancia. Jona y David habían llegado un poquito antes en un excelente desempeño, pues completaron todo el recorrido. Es más, me señalaron que hice bien en no ir a Quebrada de Vargas, diciendo que era “matador”, y que me iba a llevar no menos de 3 horas hacer ese tramo. Lali Moratorio estuvo detenida un buen tiempo en ese trayecto, decidida a abandonar, pero finalmente se repuso y pudo completar los 70 kilómetros, a una semana escasa de haber competido con singular éxito en Vuriloche Ultra Trail. ¡Y pensar que no está en la selección uruguaya de trail!

Por tanto, pese a no haber completado todo el recorrido, me vine con la enorme satisfacción de haber hecho 58 kilómetros en un lugar mítico, mágico, con la compañía de mis duendes en la soledad de las imponentes montañas, y de haber alcanzado el Mirador de Plaza Francia a 4300 msnm.

A partir de esa experiencia y como parte de la preparación para Ushuaia Trail Race, corrí los 30 Km de Lobizón Race el 04.03.2018 en la zona de Las Brujas (Canelones) y los 20 Km de Punta Ballena Night Trail Run el 10.03.2018.

Ushuaia Trail Race Fin del Mundo

Nos fuimos a Tierra del Fuego, bien al sur del sur, junto a Dardo Parentini y  David Vega a correr los 42 Km, en tanto Alejandra Isabella y Hebert Prado corrieron 10 Km, ya que están en proceso de recuperación de lesiones. Salimos del calor de Montevideo, para encontrarnos con sensaciones térmicas de -8°, lluvia y nieve, rodeados por un entorno que parece salido de películas como El Señor de los Anillos o Crónicas de Narnia. Las montañas son bastante más bajas que en los Andes centrales, con una fisonomía quizás más deslumbrante.

Este desafío –que fue por su 2ª edición- nació con la idea de crear una de las carreras más duras, técnicas y atractivas de la región. Los senderos de montaña que rodean a la ciudad, le otorgan todos los condimentos que una gran carrera de trail debe tener. Me hizo recordar a los senderos que recorrimos en ocasión de nuestra participación en Ultrafiord, en el relativamente cercano Parque Torres del Paine (Chile).

La carrera se disputó el 17.03.2018 en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, sobre el canal Beagle que fuera objeto de disputa hace varios años entre Argentina y Chile. Dada su ubicación, las condiciones meteorológicas son bastante inestables, con temperaturas muy bajas aún en esta época del año. Por ello, la Organización puso mucho énfasis durante el control previo y la charla técnica, en los elementos obligatorios que debíamos llevar.

Se corrió en tres distancias: 10K, 25K y 42K. En las dos jornadas previas, pudimos disfrutar de recorridos por el Parque Nacional Tierra del Fuego –llegamos hasta Bahía Lapataia, punto donde termina la Ruta 3- y por Puerto Almanza, zona de pescadores frente a la Isla Navarino (Chile), donde almorzamos en el Parador La Sirena y el Capitán, de dueño uruguayo.

En la charla previa, encontré a la gran Elisa Forti, que a sus 83 años sigue corriendo y que participó en los 10 Kilómetros. Otro de los privilegios de esta vida, que con seguridad alegrará a mi hija, que la tiene como ejemplo (y así se lo hice saber a Elisa).

Nos alertaron que muy posiblemente se hiciera un corte en el ascenso al Cerro del Medio, ya que las condiciones de clima llevaban a limitar la subida por razones de seguridad. La nieve caída en la tarde hacía que el recorrido fuera peligroso, razón por la cual íbamos a subir y bajar por el mismo camino, para cortar por zonas de turba hacia el Glaciar Martial. Las fotos que nos exhibieron mostraban unos 30 centímetros de nieve acumulada, con los caminos absolutamente tapados.

La carrera de 42K largó a las 7:00 AM, cuando recién se empezaba a iluminar la mañana, así que iniciamos la competencia ya en subida con linternas frontales encendidas. Se definieron dos puntos de corte por tiempo; el primero de ellos a las 5 horas de carrera en el Km 20 –PC2- en la base del Glaciar Martial (desde donde largaban los 25K), y el segundo a las 9 horas de carrera –PC4- en el Tren del Fin del Mundo (donde largaban los 10K).  

En tanto David salió a ritmo fuerte, con Dardo salimos bastante controlados, buscando evitar cualquier tipo de problemas. El ascenso del Cerro del Medio fue bastante tranquilo, cuidándonos para evitar golpes o lesiones en las zonas de ascenso y descenso, por dentro del monte. A mitad de la subida, ya bajaban los punteros de la competencia, encabezados por los argentinos Gustavo Reyes y Sergio Trecaman, múltiples ganadores de competencias de ultra trail. Marcamos nuestro pasaje por el punto más alto y emprendimos el retorno. Culminamos la bajada por zonas con mucho barro, para tomar hacia el Glaciar Martial por zonas de turba, donde el frío se hacía sentir en los pies permanentemente mojados.

Llegamos a la base del Glaciar, con el camino ya estaba absolutamente cubierto de nieve, mostrando un panorama encantador. Con precaución, iniciamos la subida para tomar hacia el PC3 y retornar por el mismo camino llegando nuevamente casi hasta la base, donde tomamos la subida sostenida hacia el Glaciar. La larga fila serpenteante de corredores dibujaba el camino que debíamos recorrer, absolutamente cubierto de nieve, en tanto a nuestra espalda quedaba la vista de Ushuaia y el Canal Beagle.

Llegamos al PC ubicado a unos 850 msnm, nos tomamos fotos, conversamos brevemente con el personal de la Organización y emprendimos la bajada, con las alertas sobre el cuidado que debíamos tener. Varios bajaban haciendo “culipatín”, en tanto decidí bajar rápido por la zona de nieve acumulada al costado del camino, aprovechándola para frenar un poco. El único riesgo que corría era engancharme en alguna piedra bajo la nieve, pero por fortuna, ello no sucedió. Llegando a la base con unas 3 horas 50 minutos de competencia –teníamos 5 horas como límite-, ya los corredores de 25 Km habían largado desde ese punto. Nos esperaba nuevamente un descenso por zona de monte, donde me llevé un buen golpe al caerme como consecuencia de un resbalón en un tronco mojado. En algunos momentos, me enterraba en el barro hasta cerca de la rodilla y temía perder algún calzado. Un poco después, empezamos a superar a corredores de los 25K, así que sentía que avanzábamos a buen ritmo.

El terreno era bastante más amigable. Llegamos a la base de la legendaria pista de esquí Wallner, comparativamente más corta pero bastante pronunciada, donde costaba avanzar. Llegamos al punto más alto e iniciamos la bajada a buen ritmo, por una zona bastante limpia.

Llegando a los 32K, ya en la zona del Tren del Fin del Mundo, me detuve a sacarme la campera y guardarla en la mochila. Llegamos al PC aproximadamente a las 6 horas 15 minutos de carrera, cuando hacía 45 minutos que habían largado desde ese punto, los corredores de 10 Km. Nos esperaba el último ascenso, al Monte Susana. Bien nos habían alertado en la charla previa sobre el grado de dificultad. No era un ascenso de mucha altura, pero sí complicado, tortuoso, que nos hacía sufrir. Llegando al punto más alto, Dardo se fue adelante. La vista de toda la ciudad y el canal Beagle, desde la cima, resultaba un regalo para los sentidos.

Emprendí el descenso a buen ritmo, para llegar a la base sobre la costa del canal, en la zona de playas. “Ya estás; quedan 1.500 metros”, me indicaron. Era el último recorrido, sobre la playa atravesando algunas zonas con piedras. Finalmente, con un tiempo total de 8 horas 32 minutos alcancé la meta. Mi estimación inicial era hacerlo entre 9 y 10 horas, así que me sentí plenamente satisfecho con el desempeño. Dardo había llegado unos 9 minutos antes, en tanto David nos sorprendió con un tiempo de 6 horas 16 minutos. En 10 km, Hebert ocupó la 2ª posición en su categoría, en tanto Alejandra pudo completarlo en 2 horas 29 minutos, pese a la lesión de la que se viene recuperando.

En resumen, los resultados fueron mejores de lo esperado para todos, así que nos volvimos con la enorme fortuna de haber cumplido con otro desafío, en condiciones más complicadas de las imaginadas. Tuvimos además el privilegio de haber podido disfrutar de recorridos inolvidables, con una nevada en la tarde previa que engalanó gran parte del trazado y nos permitió vivir en contacto con la naturaleza en condiciones absolutamente inesperadas para nosotros. Ya en la noche y durante todo el domingo, estuvo lloviendo “como en Macondo”, así que también en este sentido el clima se comportó muy bien con nosotros durante la carrera.

En lo personal, fue mi carrera N° 439 completando 8.153 kilómetros en competencias. De ellas, 57 fueron maratones y ultramaratones, así que no puedo menos que considerarme afortunado.

A los compañeros de aventura -Jonatan, David y Alejandra, en Aconcagua, y Alejandra, Gabriela, David, Hebert y Dardo en Ushuaia-, un enorme “gracias” por los momentos compartidos. ¡Por muchos sueños más!

Y no se olviden: #NoMeEmpujenMeVoySolo.

"Vuelve a correr, sin pensar que habrá una última vez", canta Buitres.