sábado, 29 de febrero de 2020

Aconcagua Ultra Trail 60K - Objetivo conseguido


Canta Buitres en “Condenado el corazón”:

“Sus ojos miran como los de un animal
Sin lugar a donde escapar
Que lame sus heridas y vuelve a correr
Sin pensar que habrá una última vez”

En febrero de 2018, tuve el privilegio de participar de Aconcagua Ultra Trail en la distancia de 70K, de los cuales hice 58K ya que me faltó el ascenso y descenso a la Quebrada de Vargas. En esa ocasión, recuerdo que la inspiración estuvo originada por el ascenso hasta Confluencia –primer campamento después del ingreso en Horcones- cuando hicimos la expedición al Cordón del Plata (noviembre/2016). Esa experiencia fue compartida con Jonatan Torena, David Vega y Alejandra Isabella (que no pudo correr, por un esguince de tobillo una semana antes).

En oportunidad de la carrera de 10k del Campeonato de la AAU en Las Piedras en 2019, quiso el destino que estacionara mi auto frente a la casa de David y Alejandra, así que cuando me volvía, toqué timbre y estuvimos conversando brevemente sobre su experiencia en Eco-Challenge, y los planes futuros. Quedó definida la participación en Aconcagua Ultra Trail 2020, a la que se sumó poco después Dardo Parentini. Marcela Correa y Pedro Hernández también se sumaron en el último mes (viajaron en su auto).

Salimos el miércoles 19 poco después de mediodía, para descansar a la noche en Parador 9 sobre la autopista Rosario – Córdoba, muy cerca de Bell Ville, después de unos 800 kilómetros. Seguimos viaje temprano –a las 6:45 ya estábamos saliendo- para continuar hasta nuestro destino en Uspallata (Mendoza), donde nos alojamos en Cabañas Inca Roca, un precioso lugar con una vista espectacular de las montañas, a unos tres kilómetros del centro. Después de instalarnos, fuimos hasta el Hotel Ayelén en Penitentes (a 2600 msnm) ubicado a 60 kilómetros, donde retiramos el kit de carrera correspondiéndome el N° 647. Después de cumplir con las formalidades, seguimos hasta el Cristo Redentor (3800 msnm) donde estuvimos tomando fotos y comprando algunos recuerditos.


El viernes 21 fue día de relativo descanso. Fuimos hasta el Puente del Inca y posteriormente asistimos a la charla técnica de 100K y 60K, en tanto Alejandra, Marcela y Pedro se quedaron a la de 42K y 25K. A la noche, hicimos una cena de pastas en la cabaña, como corresponde a corredores responsables. Dejamos las mochilas prontas y temprano ya nos fuimos a dormir (o intentarlo), pues acordamos levantarnos a las 2:00. David largó a las 4:00, en tanto Dardo y yo lo hicimos a las 5:00, así que fuimos juntos. Enseguida de la largada de David, en una noche fría y despejada -7 grados de temperatura- intentamos descansar un poco más en el auto.

“Corrí una noche alejándome
Y sin embargo hoy estoy aquí otra vez”


Largamos con linternas encendidas por senderos al costado de la ruta que une Argentina con Chile, en un “falso plano” que se hizo sentir, ya que subimos unos 200 metros de desnivel hasta el ingreso al parque. El recorrido nos llevó a pasar por el Cementerio de los Andinistas, el Puente del Inca y posteriormente cruzar bajo un puente, para ingresar al Parque Nacional Aconcagua por el sendero que usan las mulas que cargan provisiones hacia la altura. Con las primeras luces del día, llegamos a Horcones (2800 msnm), el punto de ingreso formal al parque, con 11 kilómetros de recorrido en 1 hora 55 minutos. Íbamos relativamente bien, dentro de lo previsto aunque en los primeros kilómetros me sentí ahogado, muy posiblemente por la altura sobre el nivel del mar a la cual nos encontrábamos.


Nos alimentamos brevemente en el PC1, para seguir hacia Confluencia, punto donde confluyen todos los senderos de ascenso ubicado a 3450 msnm. Teníamos 4 horas desde la largada como “corte” para llegar hasta allí, y lo hicimos en 3 hs. 42 minutos, con 19 kilómetros de recorrido. Recordaba que en 2018, había llegado a este PC2 en 3 hs. 25 minutos, y muy posiblemente haya influido la convicción de que podía llegar sin mayores dificultades, lo que llevó a no extremar esfuerzos. El sendero es bastante desparejo, con muchas piedras sueltas, que hace que el avance sea en general algo lento. Ya la mañana estaba a pleno –llegamos con Dardo a las 8:42- y seguíamos con el mismo equipo con el que habíamos salido –remera térmica manga larga y camiseta Compressport, calzas cortas, medias de compresión y guantes “livianos”-, así que después de alimentarnos (la variedad de sólidos y líquidos es envidiable, con una atención a cargo de corredores digna del mayor elogio). ¡Hasta pizza con muzzarella calentita!. Tomé un par de vasos de sopa, un café y seguimos camino, ya con la idea de disfrutar del recorrido y comenzar a sacar fotos.

El camino de Confluencia a Plaza Francia es algo más limpio que el que habíamos hecho, ya que se trata de un sendero único, y por tanto está más claro por dónde avanzar. Subimos desde los 3450 msnm hasta los 4200 msnm, en un tramo de 8 kilómetros casi siempre en subida, con una vista espectacular de las montañas y el “monstruo blanco” –el Aconcagua- al frente de nuestro camino delimitando el horizonte. Mucha calma fue lo que prevaleció en ese recorrido, con Dardo permanentemente esperándome para avanzar juntos. Durante la primera parte, ambos sentimos un frío cortante en los dedos de las manos, que no podíamos superar pese a los movimientos que intentamos, hasta que finalmente pasó fruto del avance y el sol que cada vez calentaba más.


En ese tramo, los corredores de 100K ya estaban bajando, entre quienes encontramos a David que venía con dolor de cabeza casi desde la largada. Conversamos brevemente y nos sacamos algunas fotos, y el malestar se le notaba en la cara. Allá por los 4000 msnm, encontramos un largo tramo casi sin desnivel, con algunos vestigios de hielo cuando atravesamos algún hilo de agua, y la enorme masa de nieve a la izquierda del camino como una lengua que baja, semicubierta por la tierra que disimula su presencia. Sentimos un trueno y pudimos ver una avalancha de nieve a lo lejos, como una enorme nube que caía por la ladera de la montaña. Impresionante e inolvidable; debe haber durado aproximadamente un minuto, para volver a la calma enseguida, en una especie de recuerdo de la majestuosidad de la naturaleza.

“Malditos tus ojos
Tienen condenado el corazón
Al juego de su luz”



Finalmente, llegamos al PC 3 ubicado en el Mirador de Plaza Francia, 4200 msnm, con una vista soñada de la pared sur del Aconcagua, alrededor de mediodía. Mientras nos alimentábamos, nos indican que debíamos salir del parque antes de la hora de cierre -17:00 horas- lo que nos sorprendió ya que nunca nadie nos había indicado eso ni aparecía en ninguna de las informaciones aportadas oficialmente.

Después de alimentarnos, tomar fotos del lugar y de conversar sobre la avalancha, iniciamos el retorno un poco más rápido, con la preocupación del horario de cierre del parque, aunque de acuerdo con mis estimaciones, llegábamos sin mayores dificultades. Así, bajamos en unas 2 hs. 30 minutos hasta Confluencia (ahora, PC 4), donde encontramos corredores de 42K (habían largado a las 8:00) que estaban descansando y alimentándose. Nuevamente, la atención en el lugar es de destacar.

El siguiente tramo hasta Laguna de Horcones, ya saliendo “oficialmente” del parque (aunque seguíamos en sus senderos) fue también a mayor ritmo. Superamos a algunos pocos corredores de 42K, entre ellos el legendario Norberto González, que a sus 77 años sigue dando ejemplos de su enorme fortaleza y pasión por la montaña. Llegamos al PC a las 16:00 horas, nos hidratamos y alimentamos, para salir a cumplir con los últimos 11 kilómetros.
Dado que estábamos dentro de los tiempos previstos, nuevamente decidimos no “quemarnos” y hacerlo en formato trekking, con Dardo siempre esperándome ya que podía ir más rápido que yo. El tramo se hizo largo, pues completamos ese recorrido en 2 horas 21 minutos, llegando a la meta a las 18:21 (13 horas 21 minutos de carrera, para los 55 kilómetros que me marcó el GPS). No puedo quejarme, ya que llegué con el cansancio lógico de la distancia y altura, pero entero físicamente, sin ninguna molestia.

“Tan fácil, fácil, no es
horizonte lejano, correr y correr
el día que no llega
dura es la noche en soledad
pero el hombre que mira lejos no aprende a ver”

Carretera Perdida (Buitres)



Nuestros compañeros de 42 Km –Alejandra, Marcela y Pedro- ya habían completado su desafío, y se habían ido a la cabaña en Uspallata, según nos indicaron en un mensaje al celular y una anotación dejada en una nota en el parabrisas del auto. Después de hidratarnos, decidimos esperar por la llegada de David, tratando de dormitar un poco en el auto. Me enfrié, así que en cuanto recibimos el mensaje de Alejandra señalando que David llegaba alrededor de 21:30 horas, decidimos volver a la cabaña. Entrando a Uspallata, nos cruzamos con los compañeros que salían a esperar a nuestro “corredor estrella”; conversamos brevemente y acordamos pedir pizzas para cenar, sin necesidad de salir.



Fue mi Maratón & Ultramaratón N° 70, sumando 10.150 kilómetros en competencias oficiales hasta el momento. Alcancé la 3a posición en mi categoría (Caballeros +60), pero me enteré recién el domingo de mañana, así que no participé de la entrega de premios (me perdí una botella de vino y la medalla). Nos enteramos después que también habían corrido 42K, nuestros amigos uruguayos Osmar Telis (2° en su categoría) y Nicolás González.

Los resultados de nuestro equipo, fueron:

Nombre
Dist.
Tiempo
Pos. General
Pos. Categ.
David Vega
100
18:19:32
13
6
Dardo Parentini
60
13:21:08
39
9
Jorge Xavier
60
13:21:08
40
3
Marcela Correa
42
6:37:18
19
2
Alejandra Isabella
42
7:56:16
48
13
Pedro Hernández
42
8:23:06
65
10

Aconcagua Ultra Trail se define como la máxima expresión del desafío, con un exigente circuito trazado en el Parque Nacional Aconcagua, y una altimetría que llega a 4200 msnm. La invitación de la carrera dice: “Más lejos, más alto”. El imponente Aconcagua con sus 6962 msnm, es el pico más alto de América y meca del andinismo, atrayendo a miles de andinistas cada año. Como parte de esta experiencia, me comentó Dardo que junto a nuestros amigos de la expedición al Campamento Base del Everest en 2017, estaban conversando sobre la posibilidad de intentar hacer cumbre en el Aconcagua en enero/2021.

“Prefiero el salto que esperar
A decidirme”

Caída Libre (La Trampa)



Me vine con la enorme satisfacción de haber hecho 55 kilómetros en un lugar mítico, mágico, con la compañía de Dardo –un “capo” que me aguantó en todo el recorrido- y de los amigos de viaje, en otra experiencia inolvidable. Y me traje mis 3 puntos ITRA.

¡Qué me van a hablar del sentido de “equipo”!

martes, 4 de febrero de 2020

Colón Cross Country Adventure (Entre Ríos), 6 a 8.12.2019


"Lucha por conseguir un objetivo, para conocerte mejor, esfuérzate para tratar de averiguar dónde está tu límite" (Josef Ajram)

Nunca había estado en Colón (Entre Ríos), pese a la cercanía con Uruguay. Uno siempre se forma una idea sobre los diferentes lugares que va a visitar, y en este caso debo confesar que estuvo fuertemente influido por el Río Uruguay, las características geográficas y esa sensación de que pudimos haber sido parte de un mismo país, y que los avatares llevaron a que hoy seamos países hermanos pero diferentes.

En realidad, en ocasión de la Declaración de la Independencia de Uruguay -25.08.1825- simultáneamente se aprobó la integración a las Provincias Unidas del Río de la Plata (duró poco, hasta la Convención Preliminar de Paz firmada entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas en 1828, como resultado de la mediación del Reino Unido). Incluso un poco antes la Banda Oriental, como entonces se conocía a Uruguay, formó parte de la Liga Federal –el sueño de nuestro prócer José G. Artigas- junto a Entre Ríos (entre otras provincias argentinas). Ese origen común, con seguridad hace que nos sintamos parte de una misma comunidad, separada por autoridades de frontera y aduaneras, trámites y requisitos que debemos cumplir para atravesar los límites, que implican un elemento extraño en la vida diaria.

Buscando en mi imaginario, descubrí que también algunas de las aventuras vividas en mi niñez en la ciudad de Artigas (“uma terra pirdida nu Norte, que nao sai nos mapa”, diría Fabián Severo, poeta artiguense), trepando barrancas del Río Cuareim o de algunos arroyos cercanos, e incluso la cercanía con el Río Uruguay, me generaba una particular expectativa. En ocasión de la edición del año anterior -2018-, había hecho averiguaciones pero finalmente no pude concurrir, ya que me coincidía con La Misión en Villa La Angostura.

Por tanto, en esta oportunidad me inscribí con tiempo, y casi enseguida se sumó Adolfo (el “magistrado”) ya que no le coincidía con ninguna carrera de la Agrupación de Atletas del Uruguay. ¿Calor? Sí, claro, como sucede casi siempre en diciembre en esta zona. Disfrutamos de la tranquilidad de Colón, algunas cervezas artesanales y una buena cena, para ir a descansar temprano pues nos esperaba el viaje en taxi hasta nuestro lugar de largada. Ya destaco alguna característica de Colón: la siesta casi obligatoria de sus habitantes –típica de nuestras ciudades del interior- y la tranquilidad y seguridad reinantes, al extremo que cuando consulté por un estacionamiento para dejar mi auto, me respondieron que no hay y que lo dejara en la calle.

La competencia comprende tres distancias: 100, 50 y 15K. En su segunda edición, me inscribí a los 50K -al igual que “Adolfer Run”- ya que por razones laborales, pudimos viajar recién el día viernes 6 en la tarde, para llegar a Colón a las 18:00 horas. Los corredores de 100K largaron a las 17:00 desde el centro de la ciudad, en tanto nosotros largamos desde Termas de Villa Elisa (a unos 34 kilómetros de Colón) a las 9:00 AM del día sábado.

La Organización nos esperaba con un precioso kit. Además de la remera con el nombre a la espalda y la distancia, nos obsequiaron un termo, mate, tabla para asado, vaso térmico, gorro, buff...y una atención de primera, como si nos conocieran de toda la vida.

En la previa, encontré a amigos de otras competencias -Fabián Gustavo De Simone (Peperina Videos, compañero en 4 Refugios - Bariloche y Ultra MacchuPichu - Perú) y Vivian (de Fiambalá) que habían largado los 100K, y que habían disfrutado de tramos en kayak y a caballo durante la jornada anterior, que para algunos terminó pasada la medianoche. A partir de esos relatos, ya me cuestioné no haber hecho el esfuerzo de estar en los 100K. Junto a Miguel (el "Boca", de Tacuarembó) fuimos los únicos corredores "extranjeros", así que hicimos que la carrera tuviera un toque internacional.

Después de entregar bolso y carpa a la organización, largamos por tramos largos de senda vehicular, con el sol a pleno como solamente se puede sentir en esas zonas del litoral. Avanzamos bastante bien, a ritmo interesante, aproximadamente hasta los 8 o 9 kilómetros, encontrando cada tanto un puesto de hidratación y frutas, que disfruté con calma ya que quedaba mucho recorrido por delante. A partir de allí, tomamos por dentro del monte, bordeando arroyos, atravesando tramos con bastante agua, y tratando de espantar a los mosquitos (no había tenido la precaución de ponerme repelente de insectos).

Atravesamos alguna zona de camping, con niños jugando en el agua e incluso algún perro nos acompañó durante ciertos tramos. Dado que éramos pocos corredores, en general avanzaba bastante solo, atravesando zonas sucias, con restos de plantaciones, terrenos resecos, vegetación y mucho calor. Gran parte del recorrido me hizo recordar al "Sendero de los Carros" que se corre en las costas del Río Santa Lucía, aquí en Florida.

Allá por los 25K, cuando salí a un puente después de atravesar una zona bastante sucia, veo a un competidor siendo atendido por la emergencia médica. Era Miguel, que se había desvanecido y estaba recibiendo suero. La verdad es que el calor era bastante insoportable, así que no me exigí en ningún momento limitándome a caminar a paso firme y trotar cuando se podía.

Por los 33K, me avisan que la distancia de ese día era un poco más larga, y no los 35K esperados. Maldije a los organizadores y así se lo hice saber a cuantos encontré en el camino, pero siempre en tono de broma. En los casi 10.000 kilómetros en competencias que llevaba, he aprendido a respetar a los que están contribuyendo con la seguridad de los corredores, y a esperar siempre un poco más de dificultades y distancias, así (si resultan menores a lo pensado) me quedará la satisfacción de llegar antes de lo previsto.

Fue efectivamente así. Los largos caminos vehiculares nos llevaron hasta el Camping del Balneario San José, donde llegué en 6 hs 55 minutos después de 41.2 kilómetros que me marcó el GPS.

Apenas llegué, encontré mi carpa ya armada y pude disfrutar de un riquísimo pollo al horno con arroz. Después de un buen baño y de disfrutar de una cerveza bien fría, fuimos invitados por la Organización a clases gratuitas de buceo en las piscinas del Balneario. Sí, hice buceo con tanque de oxígeno, y pude soportarlo sin mayores dificultades. A la noche, disfrutamos de un espectacular asado con cuero, y de videos con mensajes de algunos familiares de los corredores. Sin lugar a dudas, la Organización estuvo en todos los detalles para que pudiéramos disfrutar de una experiencia inolvidable. Ya acostado en la carpa, nuevamente vinieron los recuerdos de los campamentos a la orilla de algún río o arroyo durante la niñez y juventud, dejando los anzuelos esperando encontrar alguna captura a la mañana temprano.

Ya con los primeros rayos del sol, los cantos de los pájaros fueron la más dulce melodía que me despertó. Hubo tiempo suficiente para tomar unos mates, desayunar, desarmar las carpas y entregar los bolsos, para largar a las 9:00 rumbo a Colón. Se habían sumado los corredores de los 15K, así que ahora ya éramos un poco más. Miguel se había recuperado sin dificultades, así que también largó junto a nosotros. Hicimos una salida controlada rumbo a la costa del río, para tomar nuevamente el camino que habíamos hecho en su parte final, durante la jornada anterior. Ya apenas salimos a la zona de monte, atravesamos varios tramos con agua sucia, para posteriormente salir a zigzaguear por zonas con bastante vegetación, donde fui junto a Fabián (Peperina). Cuando encontramos la senda vehicular rumbo a Molino Aventura, nos pusimos a trotar y Fabián quedó un poquito atrás, razón por la cual nuevamente estuve corriendo en solitario (como en general me sucede).


Con 9 kilómetros de competencia, entramos al parque donde tuvimos un rato de mucha diversión. Hicimos tramos en equilibrio sobre tablas, cubiertas, cuerdas y nos tiramos en tirolesa. Fueron unos 50 minutos de preciosa actividad, donde a nadie le importaba el tiempo (que seguía corriendo). A partir de allí, seguimos por senderos bastante limpios, para salir a la costa del río. Lo atravesamos con ayuda de una cuerda, y emprendimos el tramo final ya en Colón, para llegar a la meta en el puerto con 16.1 kilómetros de recorrido en 2 hs 53 minutos.

Después de un buen baño y del almuerzo ofrecido por la Organización, participamos de la entrega de premios. El podio de 50K fue copado por los tres uruguayos, ya que Adolfo ocupó el primer lugar, yo fui segundo y Miguel quedó tercero. En resumen, completé 58 kilómetros en un tiempo total de 9 horas 48 minutos, alcanzando así los  9.977 kilómetros en competencia.

Fue una preciosa experiencia que me permitió conocer otro lugar de Argentina, con la atención de gente espectacular que nos hicieron sentir muy bien en todo momento: competencia de larga distancia, terrenos variados, diversión y sorpresas en cada etapa, excelente alimentación, descansos en preciosos lugares, “buena onda” y calidez humana. Como les dije: "volveremos, y llevaremos a varios más".

Vivimos en una permanente búsqueda de los puntos de nuestra vida que están un poco desconectados, y que en cada experiencia, nos aproximan a una mejor comprensión de los desafíos y misterios que buscamos desentrañar. Guardamos en nuestra mente y corazón, aquellos lugares y personas que nos hicieron sentir muy bien, y que nos permitieron –quizás inconscientemente- conectarnos con recuerdos que están algo ocultos, esperando la oportunidad para volver. De eso se trata.

“La vida istá cosida con pequeños momento y uno intenta encontrar dónde istá la punta del hilo que descosió el resto” (Fabián Severo, Viralata).

sábado, 1 de febrero de 2020

OBJETIVO CONSEGUIDO: VOLCÁN LANÍN, 3776 MSNM



En ocasión de mi cumpleaños N° 60, entre tantas demostraciones de cariño y obsequios, recibí algunos libros de amigos que conocen mis gustos, entre ellos “El Zambullidor” del también artíguense  Luis Do Santos, nacido en Calpica (muy cerca de Bella Unión, sobre el Río Uruguay, en zona de caña de azúcar. Además, vino con una dedicatoria del autor, que textualmente dice “A Jorge Xavier, estas historia de río”.

En ocasión del reciente viaje a San Martín de los Andes para hacer el ascenso al Volcán Lanín, decidí llevarlo para disponer de una lectura amena. Podría decir que lo “devoré”, pues comencé a leerlo en el vuelo de ida, y prácticamente no pude parar. Me trasladó a mi niñez en la ciudad de Artigas, cuando después de cumplir con los deberes y mandados, me iba junto a algunos amigos a las barrancas del Cuareim a disfrutar de tardes calurosas como solamente en el norte del país puede haber, o a alguna cañada a pescar o cazar algún bicho extraño, mezclando aventura con investigación, la mejor forma de aprendizaje que puede imaginarse. “Conecta los puntos de tu vida”, pregonaba Steve Jobs, y vaya si lo he tratado de hacer. Nunca sabemos en qué momento aparecerá alguna situación donde pondremos en juego experiencias ya vividas, casi con algo de magia, pero alcanza con estar atentos y abiertos a disfrutar de los diferentes desafíos que vamos enfrentando.

¿A qué viene toda esta introducción? Hace un año fracasaba en mi intento de hacer cumbre en el volcán Lanín, cuando debimos bajar a falta de unos 300 metros de altura para llegar, como consecuencia de la fuerte tormenta de viento que azotaba la zona. Recuerdo que en esa ocasión, le dije a Luis Fabra –el excepcional guía- que no pensaba volver a intentarlo. Duró poco mi frustración, pues cuando empecé a pensar en las opciones de carreras y desafíos para este año, contacté a Luis para que me pasara el cronograma de ascensos que había previsto.
Cuando fuimos a correr a Cochrane – Chile, Jorge Melgarejo se sumó al desafío, ya que viene arrastrando una lesión y no ha podido correr, así que se volcó a ascensos en montaña. Allá fuimos los “Jorges uruguayos”, los únicos dos integrantes del grupo que iba a intentar hacer cumbre los días 25 y 26/01/2020. En la reunión para chequear el equipo, Luis nos sugirió hacerlo los días 26 y 27/01, pues estaba prevista una madrugada con algo de vientos fuertes en la noche del 25, propuesta que aceptamos inmediatamente pues teníamos un día de margen.

Nos alojamos en el Hostel Alhue Patagonia, donde pudimos disfrutar del clima que se vive en ese tipo de alojamientos, tan lleno de jóvenes aventureros. En la mañana del sábado 25 y ante el cambio de planes, decidimos ir hasta la cumbre del Cerro Bandurrias a disfrutar de unas excepcionales vistas del Lago Lacar, en la zona de la reserva mapuche Curruhuinca en el paraje Trompul, para bajar hasta La Islita, lugar de una particular belleza donde hay un pequeño camping.
En la mañana del 26, Luis pasó a buscarnos a las 7:00 en su camioneta, para ir hasta el ingreso al volcán, muy cerca de la frontera con Chile donde había estado en ocasión del Cruce Columbia de los Andes en 2013. Nos registramos en el puesto de control con los guardaparques, preparamos el equipo y comenzamos el ascenso a las 09:00, desde los 1080 metros sobre el nivel del mar que me registró el GPS. Encontramos varios expedicionarios en el lugar, lo cual presagiaba algo de “tránsito” en el trayecto. No teníamos certeza sobre el refugio, pues el sistema informático había estado con dificultades, pero nos señalaron en la base que habría lugar suficiente. El día se presentaba bastante nublado y algo ventoso, con previsión de mejoría a partir del mediodía.

Pudimos hacer el ascenso a buen ritmo, al extremo que llegamos al refugio CAJA (Club Andino Junín de los Andes) ubicado a 2600 msnm, a las 13:10. En el camino encontramos a un Jano, su señora y una amiga, que subían hasta el refugio de Gendarmería Argentina con su hijito de un año y medio… Estuvimos conversando un ratito, sobre la maravilla de poder hacer esa actividad con un niño tan chico, y el futuro que con seguridad tendrá. Nos comentó Luis sobre la cervecería artesanal de Jano en San Martín –Crux-, así que lo registramos para hacerle una visita.

Finalmente en el refugio, fuimos 8 personas y dos más –una pareja francesa- en una carpa armada al lado. Varios expedicionarios bajaban de hacer cumbre, en un mediodía que se presentaba totalmente despejado, soleado y casi sin viento. Mientras descansábamos, recibimos la visita de un zorro que se acercaba al refugio, buscando comida. Después de unos buenos mates gracias a las provisiones que tiene nuestro guía depositadas en un lugar “secreto” cerca del refugio, a las 19.00 disfrutamos de una cena preparada por Luis –un riquísimo risotto- y nos fuimos a dormir a las 20:00 horas.

A la 01:45, Luis nos despertó y comenzamos a preparar el equipo para continuar el ascenso, mientras tomábamos café y comíamos algo. A las 02:20 nos pusimos en marcha, con las linternas encendidas bajo una noche absolutamente estrellada y prácticamente sin viento, condiciones perfectas para el desafío. Salimos delante de todos los que estaban en el refugio, seguidos muy de cerca por una pareja. Enseguida de salir, llegamos a la primera lengua de nieve, momento en el que nos pusimos los grampones para poder subir sin dificultades. Una vez culminado ese tramo, seguimos por zonas de mucha piedra suelta y arena volcánica, en algunos tramos con la protección de un pequeño muro de piedras, por donde habíamos decidido volver en ocasión del intento de 2019.

Lentamente empezábamos a ver las primeras luces del sol que asomaban, mientras las linternas de quienes nos seguían permitían tener una idea de quiénes estaban haciendo el ascenso. Cuando estábamos llegando al tramo final, donde nuevamente hay nieve, le pregunté a Luis si era la cumbre. “Es una falsa cumbre”, pues desde ahí, hay que seguir subiendo un poquito más por zona de nieve hasta el punto más alto, sin necesidad de ponernos nuevamente los grampones, ya que la inclinación cambiaba bastante. Llegué a ese lugar con remera térmica, campera micropolar y cortaviento, sin necesidad de ponerme la campera de plumas.

Luis se adelantó un poquito, para poder filmar y tomar fotos de nuestra llegada a la cumbre. Fue un momento con algo de magia, pues alcanzamos el punto más alto -3.776 msnm- exactamente a las 06:40, cuando comenzaba a amanecer. Soplaba un viento fuerte –en la cumbre, siempre sucede- así que tuvimos que abrigarnos rápidamente, después de los saludos de rigor, los festejos y el recuerdo de nuestros seres queridos.
Luis había llevado un termo con té, así que pudimos disfrutar de una bebida caliente. Intenté prender el celular para registrar algunas imágenes, y se apagó por el frío reinante, así que volví a la cámara fotográfica y a la GoPro. Estuvimos exactamente 25 minutos en ese lugar, y a las 07:05 comenzamos a descender, cuando llegaba la pareja de franceses y casi pegados, la otra pareja que estaba en el refugio.

El descenso fue también bastante rápido, aunque la pareja francesa nos superó con holgura. En la zona de nieve, con Jorge nuevamente nos pusimos los grampones en tanto Luis bajaba “esquiando” sobre sus botas… un fenómeno. Llegamos al refugio en 3 hs. 10’, a las 10:15 de la mañana. Disfrutamos nuevamente de unos mates, y después de comer queso y dulce (un “Sarmiento” como dijo Luis, confundiéndolo con el “Martín Fierro” que usamos nosotros para denominar a esa combinación, comentario que fue motivo de diversión).
Preparamos el equipaje que habíamos dejado allí, y después de dejarle la comida sobrante al zorrito que nos había visitado en la tarde anterior, comenzamos el descenso a las 11:25. En el refugio de Gendarmería –llegamos en 30 minutos- estuvimos conversando un ratito con quienes allí estaban, y comentamos sobre el desafío con Luis para tomar unas cervezas en la base si llegábamos antes de 14:30.

Y llegamos a las 14:10. Es cierto que al menos yo, bajé en “automático” pues los cuádriceps me “estallaban”. Cuando noté que no veníamos por el sendero de mulas, bastante limpio, sino por la canaleta que se forma entre las partes más altas del descenso con mucha piedra suelta y arena volcánica, se lo comenté a Luis. “Es que vengo con los Jorges que están picantes”, me respondió.
Después de registrar el descenso en la base, estuvimos disfrutando de la cerveza prometida mientras mojábamos los pies en un arroyito con agua muy fría que baja de la montaña, en el camping Tromen. A las 16:25 ya estábamos en el hostel, así que pudimos dejar la ropa sucia para lavar, bañarnos y salir a disfrutar de unas buenas pizzas y cervezas en Pizzería Cala. A la noche, cumplimos con la propuesta de ir a la Cervecería Crux, a disfrutar de las bien ganadas cervezas.

Nos volvimos con la enorme satisfacción de haber alcanzado la cumbre, en tiempo y condiciones muy buenas, así que el “objetivo conseguido” estuvo en todos los mensajes que enviamos. En la mañana del martes, tempranito, también envié fotos y reporte a En Perspectiva (Radiomundo) ya que así lo había prometido, noticia que fue leída por Emiliano Cotelo y Romina Andrioli en el programa.
La satisfacción por el logro, nos llevó a comenzar a planificar futuros ascensos. En principio, además de los desafíos para este año 2020, parece interesante intentar la cumbre del volcán Domuyo (4707 mnsm), el más alto de la Patagonia, también en Neuquén cerca de Zapala, expedición que lleva 4 días (3 noches). Es un “estratovolcán” del que nace la Cordillera del Viento. En principio, manejamos la posibilidad de hacerlo en enero o febrero de 2021.

“Nadie nos dijo que fuéramos, nadie nos dijo que lo intentáramos, nadie nos dijo que sería fácil; alguien dijo que somos nuestros sueños, que si no soñamos, estamos muertos” (Kilian Jornet)