jueves, 15 de septiembre de 2011

Ultra Maratón de Montaña – Half Mision Champaquí – San Javier y Yacanto, Córdoba

Los orígenes

No tengo muy claro cuándo comenzó esta historia, pero creo que el “bichito” de correr una ultra maratón se prendió a mediados del año pasado, cuando Pablo Lapaz me comentó sobre sus carreras de aventura. “El día que hagas una, vas a ver como se te va la locura por las carreras de calle y te pasás a los desafíos de aventura”, me dijo más o menos así. Después de su participación en la edición de 2010 del Ultra Trail del Champaquí, me mostró algunas fotos y me “incentivó” diciéndome que “algunos más veteranos que vos (yo) corren ... y llegan; tenés que ir”.

Después de haber corrido 11 maratones de calle, me sentí tentado a probar la experiencia de una ultra de montaña. En la Aventura Lobos Columbia de enero/2011 (que compartí con Víctor Trillas), me tocó abandonar por primera vez (y espero que única). Pero me quedó “la sangre en el ojo”. En oportunidad de la maratón de Santiago (3/4/2011), fuimos conversando con el Abeja Castro sobre la idea de hacer esta carrera de la Serie “La Misión”, ya que la “short” disputada en Potrero de los Funes (San Luis) sobre 40K se corrió en mayo, precisamente cuando me corresponde el período de exámenes en Facultad y no puedo faltar. Y para la “Misión” completa (160K en 72 hs) que se corre en diciembre (San Martín de los Andes), “no nos da el cuero” ... (por ahora).

En oportunidad de la ida a la Maratón de Rosario, en las conversaciones previas me encargué de terminar de convencer al Abeja para correr los 80K. Me costó muy poco. A Pablo alcanzó con comentarle sobre la idea, en oportunidad de las largas conversaciones cuando compartimos el viaje al Desafío al Río Pinto (La Cumbre, Córdoba), 84K de MTB disputados el 01.05.11. A partir de allí, quedaba pendiente la inscripción y el entrenamiento.

El entrenamiento

El aporte de conocimientos y experiencias de Pablo, resultó fundamental. A ello, se sumaron las instrucciones de los profesores del Gimnasio Sayago (Juan Bosco y Rodolfo), quienes me hicieron “el aguante” en las sesiones en sala, aunque no siempre hiciera caso de sus aportes.

Fondos largos, prácticamente no hice salvo algunos entrenamientos con mochila y bastones por el Prado, con la compañía de Pablo y sus permanentes instrucciones sobre cada uno de los detalles que iba a encontrar, en particular en la parte de cuestas y recuperación posterior, tratando de mejorar la capacidad aeróbica. En las últimas tres semanas, traté de completar unos 65K en cada una. En uno de esos entrenamientos, nos cruzamos con Rubito, que nos preguntó qué estábamos entrenando. Entre la respuesta, la invitación a que nos acompañara y su decisión, hubo no más de 3 horas … el equipo quedó completo.

Dadas las actividades que diariamente tengo –entre el Banco y Facultad-, incorporé la ida y vuelta trotando a trabajar al menos tres veces por semana, con lo cual me aseguraba al menos 12k diarios, y ya en la última semana –en “descanso activo”- el uso de la bicicleta. Pero nada se compara con la realidad que finalmente encontramos allá.


El asesoramiento médico y los preparativos

También fue un componente importante. Es más, mi participación en la Maratón de Rosario en junio, fue como consecuencia de la “sugerencia” del deportólogo Dr. Daniel Berasain, quien me dijo que mi cuerpo se recupera rápido y que me iba a servir como entrenamiento …

En relación con la alimentación, me recomendó que usara los mismos elementos que en ocasión de una maratón, pero que fundamentalmente me preocupara por la hidratación. Unos días antes, me hizo una última revisión y me ordenó una ecografía de la parte posterior de mi pierna izquierda, ya que sentía una leve molestia, que finalmente era consecuencia del esfuerzo (fatiga), que se iba en cuanto el músculo calentaba.

El jueves, pasé por la Agrupación de Atletas del Uruguay a retirar 5 fundas de Gatorade, gentilmente aportadas para los “aventureros” por decisión del Presidente Edgardo Ramos Verde, demostrando una vez más el compromiso con los corredores que participamos en el campeonato de 10K. Un caballero, con un gesto digno de destaque.

El viaje

Salimos en el auto de Pablo, el jueves 8 a las 22:15. En cuanto llegamos al Puente Internacional en Fray Bentos, poco después de la 01:00 de la madrugada … Pablo se había olvidado de llevar la “tarjeta verde” del seguro del auto, y no podíamos ingresar a Argentina … Ya nos imaginábamos retornando a Montevideo, o haciendo gestiones ante alguna oficina de la Cía. de Seguros el viernes de mañana en Fray Bentos. Pablo llamó a su casa, y gracias a Claudia (¡ídola, nos salvó el viaje!) pudo encontrar el comprobante, escanearlo y enviarlo a la casilla de correo. Nos prestaron una PC en la Aduana, Pablo lo imprimió y asunto arreglado … Apenas perdimos una hora y pudimos seguir viaje.

“Verdes” también quedamos de tanto tomar mate ... A las 10:00 estábamos en la Av. Circunvalación de Córdoba, para poner destino a San Javier y Yacanto. En la subida de la sierra, me sentí absolutamente mareado , cosa que fue motivo de broma de mis compañeros. Finalmente, a las 13:00 horas llegamos a nuestro destino: el Hotel Yacanto. Antes de instalarnos, fuimos a retirar el kit de la carrera, correspondiéndonos los Nos. 60, 61, 62 y 63. Ahí nos enteramos sobre las dudas en relación con el recorrido definitivo, como consecuencia de los incendios en las sierras. Nos alojamos en la habitación 211.


La previa


Una vez instalados, ¡Pablo encontró a Jose! (el bombero, compañero de Pablo en la carrera de 2010). Fuimos a almorzar a San Javier (ñoquis caseros con salsa mixta). Retornamos al hotel, momento para una buena siesta reparadora después de tan largo viaje. A la cena, fue la hora de muzzarellas con cerveza.

El sábado 10 amaneció precioso, con un sol radiante. Llegó el gran día. En el desayuno, encontramos un montón de corredores. Después de terminar de acomodar todo el equipamiento para la carrera, salimos rumbo a la largada en la plaza de San Javier, con la ansiedad en el rostro. Apenas llegamos, notamos el espíritu de plena fiesta que se vivía, con los habitantes (escasos) del pueblo volcados a presenciar a tantos locos (en total fuimos 237) que desafiaban a la naturaleza.

Pablo se había olvidado de sus lentes de sol, así que le pidió al dueño del hotel (que estaba en la plaza) si sabía de alguien que fuera hasta allá … Julio (así se llama) ¡le prestó su camioneta! Y allá se fue el loco Lapaz a traerse los lentes, llegando justo a tiempo antes de la largada.

Junto al “Koala” Rubito, disfrutamos a pleno de la fiesta que se vivía en esa plaza, conversando con cuanto corredor había dispuesto a una charla. Las banderas uruguayas que llevamos colgadas, ayudaban a que nos identificaran, en general diciéndonos “charrúas”.


El Ultra Trail


Largamos a las 12:05, optando la organización finalmente por el recorrido identificado como “opción A”, a 850 msnm (metros sobre el nivel del mar). Apenas habíamos hecho unos 500 mts, aún sobre asfalto, cuando el Abeja se tropieza en un lomo de burro en la calle, y se lastima la rodilla … sin comentarios!

Desde la largada, seguimos al auto de la organización hasta dejar el pueblo. Seguimos por una calle de tierra, con rumbo a las sierras. Un poco más adelante, ya decidimos parar para que el Abeja se curara la herida, buscando evitar cualquier complicación posterior. Llegamos al “Puesto de Ferreira” (9k de competencia, a 1450 msnm), donde don Hernán nos brindaba agua con una manguera. Completé las dos caramañolas y subimos hacia el filo de la izquierda de la Cuesta de los Cercos. ¡Qué duro el camino! Pero, comparado con lo que se vendría después, era suave … A lo lejos se divisaba una larga hilera de puntos blancos … corredores que iban ascendiendo hasta llegar a 2600 msnm.

En la cima, encontramos un camino ancho (eran las 16:05), donde tomamos a la izquierda. A dos kilómetros de allí, justo frente a la altura de un cartel que dice “subida de 10%”, había una vertiente de agua a 50 mts. a la izquierda, donde pudimos reaprovisionarnos. Retomamos el camino, con rumbo al punto más alto –el Cerro Champaquí- con 2800 msnm, después de trepar unas rocas enormes. En la cima, estaba un puesto de control. Nos registramos y fue la hora de empezar a abrigarnos, ya que eran las 17:35 y soplaba un vientito fuerte y frío. También fue la hora para sacar algunas fotos de ese momento. En el celular, encontré un mensaje de Adriana con noticias deportivas. Intenté llamarla, pero no tenía señal.

Comenzamos la bajada hacia el Este, con un recorrido sobre enormes rocas. Cruzamos por varios arroyitos, y casi llegando al valle fuimos intercambiando posiciones con dos chicas. Finalmente, ya casi sin luz solar, llegamos al “Puesto de González” (2100 msnm), donde compramos milanesas de carne de cabra, Coca Cola, comimos chocolates y terminamos de abrigarnos (en mi caso, chaleco polar, campera cortafrío, guantes, gorro micropolar, buff). Después de un leve descanso y de intercambio de comentarios con otros corredores, salimos a continuar nuestra marcha, ya con la oscuridad de la noche, con rumbo Sur hacia el puesto “Tres Árboles”.

El Abeja me dijo: “cargaste las pilas y saliste con toda la energía”, cuanto notó que trotaba decidido encabezando una fila de competidores. Es que trataba de aprovechar la escasa luminosidad para tratar de ubicarme en el recorrido marcado con cintas, alguna iluminación química tenue, pircas (piedras amontonadas) y alguna señal pintada sobre rocas. No era fácil, pero no nos perdimos mayormente. La luna brillaba a pleno. Al rato, mi compañero me pide para descansar 15 minutos … Estuvimos unos 10 m, cuando le dije de seguir … Me sugirió que continuara, en tanto el quedaba a descansar, ya que se sentía fundido. “Largamos juntos, y llegaremos juntos”, fue mi respuesta. Volví a sentarme y esperamos que nos superara una pareja de padre e hija, para casi enseguida seguirlos. Llegamos al PC2, donde uno de la organización registraba el paso de los competidores.

De allí, seguimos rumbo al puesto de “Tres Árboles”, casi enseguida de salir a un camino ancho, donde estaba el PC3. Un muy amable para-médico estaba alentando a los corredores, preguntándoles como venían y dando instrucciones sobre la forma de calentar el cuerpo. Allí tomamos Sprite, café y comimos algo, nos lavamos las manos y … ¡casi se nos congelan! Registramos nuestro paso a las 22:15, en tanto Rubito había pasado 2 horas antes, según la planilla de control.

Apenas salimos, me dice el Abeja que no sentía los dedos. Yo tampoco los sentía, al extremo que me saqué los guantes y los tenía morados. Decidimos guardar los bastones y fregarnos los dedos, tratando de generar un poco de calor, cosa que nos permitió recuperarnos un poco. Entre la altura de la montaña, el frío de la noche y la brisa que soplaba, la organización calculó unos 10º bajo cero de sensación térmica.

En ese tramo, en lo más oscuro de la noche y con el único ruido generado por los corredores, también pude escuchar un extraño sonido ... el de los cables de alta tensión que atravesaban la montaña. La verdad es que daba un poco de temor pasar por debajo. Cada tanto, se escuchaba alguna música, proveniente de algún corredor que iba con auriculares, además de las voces con quienes nos cruzábamos y por un rato compartíamos el camino. El padre e hija que comenté antes, eran de Tres Arroyos (Provincia de Buenos Aires), 57 y 27 años, lo que me llevó a comentarles sobre el placer que he sentido en las ocasiones en que mis hijos me acompañan en alguna de estas aventuras. El Abeja se me fue un poquito adelante en este tramo, una vez recuperado.

La última escala


Alcancé el mismo punto por donde habíamos salido al camino en ocasión de la subida por la Cuesta de los Cercos, y seguí un poco más hacia el Cerro Los Linderos repitiendo esa parte del recorrido, con rumbo Norte. Llegamos al mismo Puesto de Control (donde estaba el cartel “Subida de 10%), donde había una carpa de la organización que protegía del viento y frío.

Ya hacía rato que había desistido de usar la linterna del casco, pues se había aflojado y caía sobre mis ojos, complicando la visión. Por tanto, me iluminaba con la luna llena y con la linterna manual. En esa parte del recorrido, no había mayor problema pues el camino era bastante firme. Pero llegamos a la carpa ... el Abeja me esperaba dentro, junto a otros corredores. Cambié las baterías de la linterna manual, en cuanto llegaron dos chicas que habíamos encontrado en el Puesto Tres Árboles. Una de ellas venía bastante mal, al extremo que –después de dudarlo- decidió quedarse en la camioneta de la organización a fin de que la pasaran a buscar al día siguiente. Su compañera decidió también acompañarla.

Nos quedaba la Cuesta de las Cabras (2300 msnm), bajando hasta los 850 msnm, para ingresar a San Javier y seguir hasta la meta en Yacanto. Salimos con el Abeja algo perdidos, pues estábamos bastante solos y nos costó un poco encontrar las señales del camino. Al ratito, se nos juntaron otros corredores, con lo cual mi déficit lumínico se vio compensado con la compañía de otros. Fui abriendo camino entre piedras en la bajada por el filo de la montaña, contra un profundo precipicio, sin posibilidades de usar los bastones dado que tenía la mano ocupada con la linterna ... ¿Sobrevivencia del más apto?

Un camino dificilísimo, piedras sueltas, casi sin luz, y bajando “torcido” hacia la derecha para evitar el peligro de caerme, me llevaron a alguna consecuencia no deseada. ¡Qué dura estaba la piedra que me llevé por delante! Los dedos del pié derecho empezaron a dolerme, como señal de las ampollas que me estaba provocando, pese a que los había protegido uno a uno. Encontramos algún resto de incendio, que ayudamos a terminar de apagar, hasta que el Abeja me sugirió descansar en medio de la bajada. En cuanto me senté, le comenté sobre el dolor en la espalda, a la altura de las lumbares, que estaba sintiendo ... “Máxima precaución en la bajada”, decían las instrucciones escritas. “No cortar las curvas en zigzag, seguir siempre por el sendero”.

Finalmente, con mucho sufrimiento, llegamos al punto más bajo para encontrar –dentro del monte- un cartel que decía “San Javier”. Pese a ello, nos perdimos un poquito, hasta que volvimos y encontramos la senda que atravesaba un arroyo y nos llevaba al camino que cruza frente a la Estancia La Constancia, ingresando a San Javier por una senda vehicular. Ya empezamos a sentir el cantar de los gallos anunciando el amanecer.

Nos superaron dos corredores (un uruguayo, de Colonia, y un chileno). El “yorugua” me preguntó si venía lesionado en la pierna derecha, ya que me veía torcido. Se ofreció a llevarme la mochila. Le agradecí, pero pude seguir un poco más, aunque no pudimos acompañar su paso. Un poco más adelante, el Abeja decidió cargar con mi mochila, así yo podía “sostener” mi espalda. Ante mi comentario sobre si podríamos llegar “trotando” y la prueba que hice –lamentable-, el Abeja me convenció de hacerlo caminando. Ingresando al pueblo, una señora –que había vivido en Montevideo- esperaba el cruce de su hijo.

La llegada


Doblamos en la Plaza de San Javier y caminamos los últimos 3 km que nos separaban de la meta. El reloj marcaba poco más de 19 hs de carrera. Aunque podría haber sido mucho mejor, sin dudas el resultado era digno y nos sentíamos plenos. En cuanto ingresamos al sendero final –en la entrada del Hotel- sentimos la campana que sonaba anunciando nuestra llegada. Entre aplausos y con la foto “oficial”, nos dimos un fuerte abrazo con mi compañero de aventuras y recibimos nuestra medalla, tras haber completado la carrera en 19 h 12’, en las posiciones 151 y 152 (entre los 227 que llegaron).

En cuanto llegué, me ofrecieron un inyectable para curar el dolor de la espalda, cosa a la que accedí en el acto en la propia sala del Hotel. Subimos a la habitación, donde nuestros compañeros estaban descansando. Sacarme las medias fue una “tortura”, ya que las tenía pegadas por las ampollas, en particular el pié derecho “hecho bolsa”. Después de un corto descanso, bajamos cerca de mediodía a ver la premiación. El dueño del hotel me vio y me dijo: “Así que vos sos el que venía torcido. Me dijo un paramédico que cruzó en camioneta, que venía uno que casi seguramente no iba a llegar”. ¿Cuál fue el secreto para conseguirlo? Constancia, compromiso, solidaridad sobre todo en los momentos más duros, confianza en el compañero.

Siguieron llegando competidores hasta cerca de las 13:00 horas, con más de 25 horas de carrera. Cada arribo era motivo de una profunda emoción, con muchos llegando entre lágrimas. Vino la entrega de premios, la “choripaneada” con cerveza, y una buena siesta. En la tarde, bajamos a tomar mate al parque del hotel, donde vimos a muchos que ya retornaban a sus ciudades. Con Pablo estuvimos “desafiándonos” y hasta me mandé un par de piques “en chancletas” para demostrarle que estaba recuperado.

El festejo


A la noche, fuimos a cenar hasta el único lugar abierto que encontramos, sobre la ruta: La Fonda de Buca, donde descubrimos la fama que acompaña a Pablo en el pueblo, fruto de sus llegadas con Jose, el bombero, en las dos últimas ediciones. Trucha al queso azul, ensalada, vino “Cosecha Tardía” de Norton ... más los comentarios y las fotos de rigor con el dueño. La sencillez y calidez de la gente de este pueblo resulta emocionante, haciéndome recordar algunas situaciones que viví en mi niñez en Artigas, hace ya muchos años. Son esas recompensas que la vida nos pone por delante, que nos hacen sentir humanos, en un verdadero regalo para el alma.

Con la satisfacción de haber conseguido una meta que en lo previo tenía mucho de “imposible”, nos fuimos a dormir. A las 4:20 estábamos en pié, para salir rumbo a Montevideo a las 5:15, llegando a destino a las 18:45.

Consultando los resultados oficiales, encontramos:

- Pablo Lapaz (“Secretos en la Montaña”): 10h 51’ (16º , un carrerón!)
- Rubito Beledo (“Koala”): 13h 25’ (55º , pese a que el amigo Lapaz “lo dejó tirado”).
- Luis Castro (“Abeja”) y yo: 19h 12’ (151º y 152º , 23º y 24º en la categoría “veteranos” entre un total de 45).



Las frases

No puedo menos que transcribir algunas frases célebres, que creo resumen bien estas sensaciones:

- “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo” (Oscar Wilde)

- “Tanto si crees que no lo conseguirás, como si piensas que sí, casi seguramente tengas razón” (Henry Ford)

- “Hay locuras que son poesía, hay locuras de un raro lugar, hay locuras sin nombre, sin fecha, sin cura, que no vale la pena curar” (Silvio Rodríguez)

Leyendo el libro “Nacidos para correr” (Christopher Mc Dougall), terminé de convencerme que es posible enfrentar cualquier desafío, con determinación y un adecuado entrenamiento. "Llegar es ganar", reza la camiseta de La Misión.

Los agradecimientos

A mis compañeros de aventura, verdaderos “monstruos”, que con sus condiciones humanas son la mejor demostración de la calidad de gente que es posible encontrar en cualquier rincón de este país. Estos cuatro días vividos a pleno, compartiendo ilusiones y realidades, fueron un verdadero regalo que la vida me dio. “Hermanos de la vida”, me gusta catalogarlos.

A los profesores del Gimnasio Sayago, que son un apoyo fundamental en los entrenamientos. A los compañeros de “Atletas del Sur”, (en particular, Víctor Trillas) con quienes comparto carreras y aventuras, siempre pendientes de estos desafíos.

A Adriana, que todavía estoy por averiguar cómo me soporta, con este ritmo. Encima de eso, a cada rato me enviaba un mensaje al celular reportando alguna noticia. A mis hijos –Maite y Gonza, los adoro- con quienes he tenido el placer de compartir algunas carreras. A Vivi, que aunque me “tire mala onda”, en el fondo está orgullosa de su Jorge.

A mi padre, a quien le debo la pasión por las carreras. “¿Vos estás bien, Jorge?”, me preguntó cuando le conté sobre este desafío. “Por favor, avisame en cuanto llegues, así me quedo tranquilo”, me pidió. Con sus 81 años, vive pendiente de su hijo que –algo tarde- también se decidió a correr.

¿Qué sigue?

El amigo Fernando Martínez (el “Doc”), neurólogo, me invitó a hacer el “Cruce de los Andes”, entre el 10 y el 12/02/2012, en “postas” (12 x 42K), en apoyo a la Fundación Livestrong (creada por Lance Armstrong) y el Instituto de Neurología del Hospital de Clínicas. La idea es hacerla junto a un grupo de médicos (no todos corren habitualmente ... ) con ese fin social. Obviamente, le dije que sí.

Hasta pronto.

3 comentarios:

Fernando dijo...

Excelente race report. Felicitaciones por los logros físicos y literarios.

Gustavo Piacenza dijo...

Hola Jorge,
Excelente crónica y qué carrera se mandaron !!!
Felicitaciones, un abrazo.
Gustavo

Jorge Xavier dijo...

Gracias, compañeros. Abrazo