miércoles, 18 de noviembre de 2009
Un cuento fantástico: K42 Adventure Marathon Villa La Angostura
Con mis casi 50 años, he enfrentado un montón de desafíos en la vida, siempre con la premisa de disfrutarlos a pleno. Casi seguramente el “menos pensado” haya sido mi participación en la final 2009 del circuito mundial de la Salomon disputada en Villa La Angostura el pasado sábado 14 de noviembre (las tres carreras anteriores se disputaron en Bombinhas, Gran Canaria y en el desierto de Sahara).
Cuando intento encontrar una explicación, me quedo inmediatamente sin respuestas. Me vuelvo algo místico, con esas “razones” que tienen muy poco de tales. Cuando pienso que hasta el año 2006 era un “gordito sedentario”, me sorprendo de lo que pude lograr en tan poco tiempo. ¡Y pensar que en agosto del 2006 corrí mis primeros 10K (Reebok) y mi meta era llegar! Hoy llevo cerca de 1.400 Km en competencias oficiales, con 5 maratones (una de ellas, esta última, en la montaña), y sigo buscando desafíos.
¿Qué extraña razón lleva a que una persona madura, sea capaz de someterse a pruebas tan duras por el simple hecho de decir: “lo hice”?
Recuerdo que hace ya varios meses, cuando empezó a darme vueltas en la cabeza esta idea de correr la maratón de montaña –después de correr la Salomon en Sierra de las Ánimas-, me encontré con Analía Pugliese (Coyotes, esposa de Dardito Segurola, que corrieron el año pasado), quien me dijo: “JX, no dejes de ir a La Angostura, es increíble”. Y ahí lo registré en mi agenda y empecé las gestiones para ir. En conversaciones en el Gimnasio Sayago, se fue conformando un grupo con Pablito Lapaz, el Capitán Rai y Daniel “Dulce de Leche” Aguiar, sumándose el “enorme” Edu Medina (Olimpia) como acompañante, quien hizo el “aguante” y ofició como fotógrafo. Gracias a los excepcionales organizadores de SUCA (Jorge Beltrán y Agustina Diab), conseguimos cupo y me pude inscribir. A partir de allí, quedaba solamente el entrenamiento, en las condiciones geográficas del Uruguay ... para correr subiendo una montaña de 1.500 mts de altura y con nieve en la cima.
Después de la maratón de Punta del Este (06.09.09), me quedé con una lesión en el ileotibial externo, a la altura de la rodilla, que se me inflama cuando corro (y obviamente, duele mucho). Un largo periplo por traumatólogo, fisioterapeuta y resonancia magnética, antiinflamatorios y demás, llevaron a que mi entrenamiento fuera casi nulo. Pude hacer algo de aparatos en el gimnasio, pero por ejemplo, no pude participar de la 3ª etapa de la Salomon en Salto del Penitente. Finalmente, cuando el traumatólogo me recomendó reposo, le dije que pensaba correr en Villa La Angostura. Me dijo: “decirte que no vayas, es perder el tiempo, no?” Obviamente, me conoce. Me dijo que me cuidara con antiinflamatorios, hielo en la rodilla y un ritmo suave. “Peor no vas a quedar; en todo caso te podrá doler un poco más, pero no creo que te hagas una lesión más seria pues no tenés nada a nivel de meniscos, ligamentos cruzados y rótula”. Lo más parecido a un entrenamiento para correr en la montaña, fue mi participación en los 10K del Cerrito de la Victoria ... sin comentarios.
Gracias a las gestiones de “Dulce de Leche” que nos armó el viaje, partimos rumbo a Buenos Aires. Fui con Adriana un par de días antes para pasear un poco, y encontré a los compañeros el jueves 12, para partir en Vía Bariloche a las 14:00 horas. Fuimos escuchando comentarios del experto en Química Edu Medina en relación con el hidrógeno (¿), las clases de economía doméstica a cargo de “Dulce de Leche” haciendo su lista para el supermercado (incluyendo el menú que nos iba a preparar ... ¡sin comentarios!), y la “cámara viajera” de Rai sacándole fotos a todo lo que veía a su paso. Un viaje de 19 horas en ómnibus da para todo. En un momento se escuchó a “Dulce” decir que estaba lloviendo ... pues escuchaba las gotas en el techo del ómnibus. El colmo fue cuando sacó sus “toallitas húmedas” para el viaje ... Ah! Deberíamos cambiarle el apodo por “PacMan” ... se devora todo lo que alguien deja (pan, tostadas, manteca, mermelada, bebida, etc.). ¡Qué animalito capacitado para morfar! Bueno, las preguntas que le hacía junto a Rai al pobre asistente del viaje: “qué río es el que pasamos recién?, qué pueblo es ese?, tenés idea del nombre de esa represita en ese lago?”. Ni que hablar del continuo sonido del celular de capitán, despertando a todos los que queríamos dormir.
Finalmente, después de un largo periplo, llegamos a nuestro destino. Nos instalamos en el Hostal, donde nos atendió Belén –una simpática “angostureña”- quien nos dijo que “Vale” había renunciado el día anterior, cuando notó que llegaba Dulce de Leche y sus compañeros ... Parece que ante tanta insistencia de Dani pidiéndole que le confirmara si la información sobre el clima bajada de la web de Weather Channel era correcta, si podía cocinar, si de mañana amanecía, si cuando llovía caía agua, si el hielo se forma a 0 grado, etc etc., había renunciado por trabajo insalubre. No, es broma, ¡el amigo Dulce hasta le llevó alfajores y licores!
¿Qué extraña razón lleva a que una persona madura, sea capaz de someterse a pruebas tan duras por el simple hecho de decir: “lo hice”?
Apenas nos acomodamos y fuimos a retirar el kit para la carrera. Las máquinas fotográficas trataban de reflejar el espectacular escenario natural del lugar. Con todo resuelto, fuimos hasta el Super y compramos 2 paquetes de fideos Las Acacias (“tengo pasta de deportista”) para la cena. Al llegar, nos encontramos con nuestro compañero de cuarto, otro Daniel, de Trenque Lauquen (que también había comprado un paquete de fideos), aunque alguno ya estaba imaginando alguna chica europea (sueca, casi seguramente). Después de asistir a la charla técnica en el gimnasio de la Villa, nos fuimos a cenar compartiendo mesa con un montón de corredores de los más diferentes lugares, dejando a los dos “Danieles” a cargo de la cocina. Cuando aparezco para ver cómo iba todo, noto que en una olla para no más de 2 lts de agua, habían metido 3 paquetes de fideos ... todo pegado en el fondo, imposible de meter un mísero tenedor para revolver ...
La noche previa con alguno yendo muy seguido al baño, estuvo difícil. No entro en detalles para no herir la sensibilidad. Para colmo, el animalito de “Dulce” puso el despertador a las 5:45 ... “¿Para qué, pedazo de p ...?” En fin, con poco descanso y mucho sueño, nos aprontamos y bajamos a desayunar, para posteriormente partir rumbo al lugar de largada de mi 5ª maratón, en el Lago Espejo a 15 Km de la Villa.
Nos sacamos algunas fotos –entre ellas, con la “Mujer Araña” ... imperdible-, y me metí en las entrevistas que hacía el animador (como no podía ser de otra manera). ¿Micrófonos, dijo? ¡Aguante Peñarol!, fue mi despedida.
A las 10:00 arrancamos a ritmo muy controlado ya por un camino en ascenso, a 700 mts sobre el nivel del mar, junto a un montón de corredores (cerca de 2000) que impedían correr cómodo. Los estrechos senderos hacían que prácticamente todos fueran al mismo ritmo, en un escenario natural impresionante. A los 2,5K cruzamos el arroyo La Rana, para llegar a los 5K en unos 37 min., donde iba con Rai y Dulce de Leche muy cerca. Ahí me detuve a tomar agua. Retomé el camino y a los 9K cruzamos el puente sobre el Correntoso, un espectáculo para la vista. Las continuas subidas y bajadas hacían que mi rodilla sintiera el esfuerzo, pero valía la pena. Bordeamos el camping del Correntoso y llegamos a los 10K, donde nuevamente había un puesto de hidratación (después de pasar por un grupo de tamborileros).
Llevaba 1h 09 m., y me sentía algo cansado. A los 12K nos tocó cruzar por el arroyo Las Piedritas, con agua increíblemente limpia y congelada, donde había un puesto de Gatorade. Ingresamos a una zona bastante espesa, con mucha vegetación, para llegar a los 20K sobre el Puente del EPEN, donde el amigo Edu estaba esperando nuestro paso con su cámara fotográfica. Me acompañó por unos 500 mts y me comentó sobre el pasaje de mis compañeros de carrera un rato antes. Llevaba algo así como 2h 45m., ya me había armado un bastón con una rama y ya sufría bastante con dolor en mi rodilla izquierda.
¿Qué extraña razón lleva a que una persona madura, sea capaz de someterse a pruebas tan duras por el simple hecho de decir: “lo hice”?
Empezaba la parte más dura del recorrido, pues a partir de allí venía un ascenso bastante pronunciado. A los 24K cruzamos la “Tranquera de Fonseca”, a 1000 mts sobre el nivel del mar. A los 28K llegamos al “Punto Panorámico”, con unas vistas dignas de una postal. Mi cámara no paraba de sacar fotos. Dado el creciente dolor en mi rodilla, decidí parar y sacarme la calza larga para poder mojar la zona que más sentía con agua fría y así aliviar un poco la molestia.
A los 29K llegamos al Club Andino, casi en la cima del Cerro Bayo, después de atravesar una subida muy dura con nieve, barro y casi perpendicular, que hacía necesario subir tipo “gato”, agarrándonos de cuanta rama podíamos. Después de las fotos, llegamos a la cima, donde está la pista de esquí, a 1500 mts de altura.¡Qué frío, pero qué espectáculo para la vista! Todos nos dedicamos a sacar fotos y filmar algo del escenario natural que nos llenaba el alma. Uno se siente a la vez, tan pequeño ante tanta grandeza, y tan grande y afortunado de poder disfrutar a pleno de estas bellezas. Es imposible no recordar a todos los seres queridos que siempre están pendientes de nuestras aventuras, en un momento como ese. Pensaba por ejemplo en mi padre, que a sus 79 años disfruta de mis locuras. Pensaba en Adriana y en mis hijos, que esperaban noticias mías.
¿Qué extraña razón lleva a que una persona madura, sea capaz de someterse a pruebas tan duras por el simple hecho de decir: “lo hice”?Después de aprovisionarme en el puesto de hidratación, emprendí el descenso. Me puse un poco de Ratisalil en la rodilla y empecé a bajar. ¡Para qué! Me hervía de tanto ardor que sentí. Apoyando la pierna derecha como quien baja en una duna de arena, y sosteniéndome como podía sobre la izquierda, sufrí bastante en ese descenso. Al llegar casi a la base, estaba el K35, con un puesto de frutas. Llevaba 5 horas de carrera.
Me detuve a comer bananas, manzanas y a beber Gatorade, además de conversar bastante con los demás competidores que allí estaban. Retomé el camino para llegar a los 37K a las Chacras del Bayo, a 1000 mts sobre el nivel del mar. Nuevamente llegamos a la Tranquera de Fonseca a los 37.5K, donde encontré a Rai que iba junto a Nacho, un argentino jovencito que venía “arrastrándose”. Entre caminata y trote, pudimos mantener el paso ya que también Rai venía con un fuerte dolor en su rodilla izquierda. “Ya estamos”, nos dijimos. Pero no, no estábamos, pues todavía nos faltaba una subida más, ya que al llegar a los 40K unos jóvenes de la organización nos alertaron que nos quedaba una subida más con una extensión de unos 300 mts y ahí sí poníamos rumbo a la llegada. Era la “Subida de Jonny”. No se cómo, pero finalmente entramos a la Villa, con ritmo suficiente como para superar a algún competidor y encarar los últimos metros con la bandera uruguaya desplegada, el aplauso de los “angostureños” y nuestros compañeros Edu, Pablo (5 hs 26’) y Dulce (6 hs 49’), más el grito de Jorge Castiglioni (que nos había superado en los 40K) con su “arriba Uruguay”, y el elogio del relator que agradecía la presencia de los uruguayos que año a año participan de esta fiesta. Con 6 hs 57 min, cruzamos la meta. Tarea cumplida.
¿Qué extraña razón lleva a que una persona madura, sea capaz de someterse a pruebas tan duras por el simple hecho de decir: “lo hice”?
No tengo una respuesta. ¿O sí? Creo que viendo las fotos y recordando las imágenes y sensaciones vividas, se encuentra gran parte de los hechos que justifican este esfuerzo. Al día siguiente, cuando mirábamos hacia el Cerro Bayo y veíamos allá arriba la pista de esquí, nos parecía increíble haber subido hasta allá en nuestra maratón de montaña.
Como dijo George Carlin, un comediante de los años 70 casi desconocido: “Utiliza más tiempo con los seres que quieres, porque no estarán junto a ti por siempre. Recuerda darle un abrazo a quien está a tu lado, porque será el único tesoro que puedas darle desde el corazón y no cuesta un centavo. Date tiempo para compartir tus pensamientos. Y siempre recuerda: la vida no se mide por la cantidad de veces que respiramos, sino por las veces que nos quedamos sin aliento”.
Esas son las sensaciones vividas, junto a los compañeros de ruta en esta “locura”.
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