miércoles, 20 de abril de 2016

ULTRA FIORD 2016 - Otra experiencia impactante


“He aquí la felicidad de la carrera, el gusto de un gesto sin sentido, que no produce nada, que no sirve de nada. Ni siquiera cuenta la meta. Ni siquiera el resultado” (Gaia De Pascale)

A escasos 40 días de mi participación en los 81Km de la Advanced Trans Gran Canaria, enfrenté el enorme desafío de correr los 70 Km de Ultrafiord 2016, bien al sur del sur de nuestro continente, que combina una indescriptible belleza con un elevado nivel de riesgo.

Pensando en las difíciles circunstancias vividas en la ocasión, en medio de una primaria evaluación de esa experiencia, recordé aquella célebre frase de José Ortega y Gasset: “yo soy yo y mi circunstancia”, expuesta en las “Meditaciones del Quijote” hace algo más de 100 años. En los intercambios con algunos de los “Hermanos de la Montaña” y con otros amantes de esta disciplina a propósito del lamentable incidente que terminó con la vida por hipotermia de un corredor mexicano –Arturo Martínez, 58 años-, fui construyendo mi relato. En definitiva de eso se trata esto de escribir crónicas, de conformar nuestro pensamiento a partir de una visión retrospectiva y plagada de sensaciones contradictorias, algunas muy ricas y otras quizás hasta un tanto miserables. Esta perspectiva personal se enriquece a través del intercambio con otros puntos de vista, buscando la construcción de “una” realidad, en este caso “mi” realidad.

Una de las grandes tentaciones a las que normalmente cedemos, es la de pensar que esa realidad –que se construye a partir de nuestras experiencias y circunstancias- es objetiva, sin discusión, cuando en definitiva refleja nuestro punto de vista. Así lo transmitimos y corremos el enorme riesgo de que otros –que no han pasado por esas experiencias y circunstancias- las adopten de un modo algo irresponsable, como un axioma. ¿A qué vienen estas reflexiones? A que creo que algo de esto es lo que ocurrió con la presentación durante la charla previa de Jaime Hume, excelente corredor chileno quien contó su experiencia en la primera edición de Ultra Fiord y su particular estilo minimalista de competición, que pudieron haber provocado un efecto nocivo en algunos corredores. Recuerdo alguna frase como “déjense fluir en su contacto con la naturaleza”, “sientan la esencia de la vida”, haciendo referencia a las experiencias que podríamos vivir en el desafío que íbamos a enfrentar. Nada más lejos de mi intención que asignarle algo de responsabilidad por lo que sucedió; solamente digo que puede haber provocado una sensación de omnipotencia que terminó jugando en contra de la seguridad mínima que todos debíamos asumir frente al riesgo que se corría. Aquí les dejo una fotografía que le tomé a Arturo ya en el ómnibus que los llevaba a la largada.

Decía también el maestro Ortega y Gasset, que “No menos que la justicia, que la belleza o que la virtud, la vida vale por sí misma”. Y muchas veces, en esa búsqueda de la ilusión, de los límites, de nuevos desafíos, corremos el riesgo de perder de vista el primer deber de esta vida, que es cuidar la vida misma. Por eso siempre digo que la principal responsabilidad de cada uno de los que encaramos estas disciplinas, es cuidarnos y cuidar a quienes tenemos cerca. En este sentido, mientras escribo esta crónica, me llega la noticia de que el lunes a las 19.00 horas, finalmente fueron rescatadas las dos competidoras (una argentina y una brasileña) que habían sido localizadas en un puesto de la montaña (Chacabuco 2), después de una espera casi interminable, y también que localizaron el cuerpo de Arturo. Le comentaba a mis compañeros que no he podido dejar de pensar en las oportunidades que tuvimos quienes lo vimos en carrera, de hacerlo desistir o de acompañarlo, pese a que nos dijo que iba bien cuando le pregunté por su estado.

En “La Prensa Austral” se publicó que “… el prefecto de Carabineros de Magallanes, dijo que el informe de factibilidad realizado por su institución sobre la carrera extrema UltraFiord 2016 que cobró la vida de un deportista mexicano, al noroeste de Puerto Natales, arrojó un resultado negativo, fundamentalmente porque no estaban dadas las condiciones meteorológicas para que se llevara adelante la prueba. ... Ha habido mucha desinformación por parte de la organización de la carrera, no ha existido total certeza sobre lo ocurrrido, la que sólo tendremos cuando se llegue al lugar, pero sabemos que habría también otro grupo de competidores aislados", comentó

Recomiendo especialmente la lectura de otro corredor de los 70Km, Genis Zapater, pues expone puntos de vista muy similares, así me evito reproducirlos:

La montaña no perdona, manda siempre

Otro relato interesante –el argentino Marcelo Pueyo-, señala que hay una combinación de responsabilidades. “Habiendo estado en varias carreras de montaña, apenas terminé los 70k y sin saber que había sucedido arriba, comenté a algunos de mis compañeros que me había sorprendido la falta de seguridad. Había puestos de control muy separados y con personal que no parecía de gran aptitud técnica. No se veía a nadie recorriendo el trayecto chequeando absolutamente nada, y con un clima que comenzó a ponerse difícil (aunque yo lo disfruté y me gustó). Tampoco los corredores llevan radio u otro sistema de alerta, con lo cual ante un accidente en tramos intermedios, la señal de aviso queda sujeta a que un corredor vea al accidentado y lo asista o vaya corriendo hasta otro puesto, con las demoras que implica eso, que puede ser crítica en algunas situaciones.”

Concluye Marcelo que “depende de cada uno de nosotros tratar de encarar este tipo de experiencias en forma responsable y buscando la manera de cuidarnos al máximo sabiendo a qué podemos enfrentarnos arriba. He estado en varias oportunidades en situaciones climáticas complicadas como ésta, pero bien equipado y con una organización atenta a lo que sucede en el camino, los riesgos bajan muchísimo. … El recorrido, la zona y demás, son espectaculares, pero si esperás buenos puestos de asistencia, no vayas, son pésimos. Al terminar, no te daban nada más que la medalla de finisher, y en la llegada de 50k y 70 k, a 40 km de Natales, si querías comer algo, lo tenías que comprar.”

“Nadie nos dijo que fuéramos, nadie nos dijo que lo intentáramos, nadie nos dijo que sería fácil, alguien dijo que somos nuestros sueños, que si no soñamos estamos muertos” (Kilian Jornet)

Vayamos a la carrera. ¿Cómo surgió este desafío? Allá por el mes de octubre del año pasado, después de haber participado en la Gore Tex Transalpine Run sobre 268 kilómetros entre Alemania, Austria, Suiza e Italia, y habiéndome registrado para la Trans Gran Canaria sobre 83 Km, el “hermano de la montaña” David Vega nos invitó a correr Ultrafiord, pues se había quedado sin un desafío fuerte (pensaba correr Tierra Viva, y no consiguió conformar el equipo). Consulté con mi entrenador Mauricio Ramírez (El Cantero), y manifestó su acuerdo ya que se trataba de dos distancias no tan largas, y normalmente las hago a ritmo controlado. Me sumé al equipo, que finalmente quedó conformado por: Alejandro Chabalgoity (70k), Wilson Guillén (70k), Alejandra Isabella (70k), Paola Nande (100k), Jorge Nin (100k), Mabel Paiva (70k), Dardo Parentini (70k), Andrés Silva (70k), David Vega (100 Millas), Martín Zanabria (100 Millas) y yo (70k). Además, fueron varios integrantes de los Correcaminos, que corrieron diferentes distancias.

El plan original fue modificado al denominado “Plan B” por razones de seguridad ante la situación climática. Aquí pueden apreciarse los diferentes recorridos y el perfil. Como dato más importante, señalo que la altura máxima a la que ascendimos fue de 860 msnm, en tanto en el diseño original debíamos subir hasta los 1250 msnm.



En las charlas previas, le comenté a mis compañeros que no podía correr riesgos ni exigirme demasiado, considerando la carga que traía. Por tanto, pensaba hacerla junto a Alejandra, Mabel, Dardo y Andrés.

El punto de partida de los 70 Km fue cambiado al Mirador Grey a las 10.00 AM, con un primer trayecto de 14 km hasta la Estancia Astorga, tramo en el que encontramos un clima muy razonable con una leve agua nieve que caía y el sol que ocasionalmente aparecía, con subidas y bajadas leves. En ese tramo, pudimos disfrutar junto a Dardo Parentini, Andrés Silva, Mabel Paiva y Alejandra Isabella, de unas vistas y colores espectaculares, comprendiendo a las famosas Torres del Paine cuando el clima se despejó un poco y ya estábamos llegando al PAS ubicado en la estancia. Sin lugar a dudas, fue por lejos el mejor puesto de abastecimiento, el único que merecía llamarse así pues había comida caliente y fría, frutas, suficiente y variada hidratación.

Recibí la “drop bag” que había enviado con ropa y calzado, me cambié la 2ª piel y me saqué la remera térmica pues estaba sintiendo algo de calor, y decidí continuar con la misma campera. Además, continué con el juego completo de ropa en la mochila, por si debía enfrentar alguna situación crítica. Dardo y Andrés se fueron adelante, en tanto arranqué un poquito después indicándole a mis compañeras que iba a avanzar lento así me alcanzaban… pero me perdí, increíblemente al mediodía y con señales claras. Es que bajé la cabeza y avancé por un sendero sin percibir que no tenía señales, hasta que me llamó la atención no ver a nadie… Decidí retornar y a los 300 metros encontré a los corredores que avanzaban por otro sendero, más a la izquierda. Apuré el paso y un poco más adelante encontré a Alejandra y Mabel, así que a partir de allí, continuamos la marcha hasta el denominado Campamento Alto, ya en subida por zonas de bosque plenos de colores otoñales, con la lluvia nieve que seguía cayendo tenue, por un recorrido de 8 kilómetros. En el campamento, repusimos líquidos y continuamos la subida, para encontrar aproximadamente un kilómetro después a Andrés, que retornaba pues se sentía mal del estómago y estaba sufriendo bastante. Le insistimos en que siguiera con nosotros, pero por suerte no nos hizo caso, pues podría haber sufrido consecuencias serias en la zona alta. Mientras conversábamos brevemente con Andrés, llegó también una corredora de las 100 Millas que el año anterior fue 2ª., que nos comentó sobre su decisión de abandonar pues se sentía muy cansada al haber llegado a Puerto Natales apenas 1 hora 30 min antes de la largada, después de un largo viaje.

En esta zona, se volvió a nublar y la caída de agua nieve se hizo más intensa. Ya la subida era más pronunciada, aproximándonos a los 850 msnm anunciados como el punto más alto. Superamos a Arturo Martínez, el malogrado corredor que finalmente falleció, que había largado las 100 Millas a medianoche e iba con señales de cansancio. Le pregunté cómo iba, y me respondió que algo cansado, aunque bien. No puedo dejar de pensar en este episodio, pues le comenté a mis compañeras que a mi criterio iba “detonado” pese a su afirmación en contrario.

Llegamos al PC Chacabuco 2 después de 12 kilómetros, completando así los primeros 34 kilómetros de competencia, y nos sentíamos bien. El puesto estaba muy animado, con tres jóvenes de la organización y un grupo de corredores –creo que españoles- que se estaban alimentando allí. Nos indicaron que nos faltaban no más de 3 kilómetros por un ventisquero, la zona de lo que sería el filo de la montaña, donde ya caía una nieve fina que lentamente cubría todo el terreno. Pudimos disfrutar de las vistas más espectaculares de todo el recorrido durante este tramo -en particular el glaciar-, con un viento muy fuerte y el frío que calaba hasta los huesos. Cada vez que recordaba que llevaba solamente la 2ª piel y la campera, pensaba en parar y abrigarme, pero a la vez temía sufrir aún más frío si me detenía y me sacaba la campera, así que recordé la importancia de mantenerse en movimiento en situaciones como esa. 

Mis compañeras se quedaron un poquito atrás –no más de 200 metros- hasta que empezamos a bajar lentamente. La nieve y el hielo acumulados, nos hicieron darnos algunos golpes pues el terreno estaba en leve desnivel hacia nuestra izquierda. Pude tomar muy pocas imágenes y videos de ese recorrido, pues los dedos de las manos se me agarrotaban, pese a los guantes que llevaba. Mabel y Alejandra me alcanzaron, y llegamos al denominado Campamento El Salto, donde tres jóvenes de la organización nos recibieron con mucha alegría, nos tomaron fotos y nos ayudaron con instrucciones para la bajada.

Esta imagen, además de la belleza del entorno y la felicidad de nuestros rostros, refleja el sentido de equipo, de esfuerzo compartido, de compromiso conjunto y de prevención ante las condiciones tan adversas que enfrentamos. La majestuosidad de la naturaleza nos permitió esos momentos de pleno disfrute, pese a nuestra pequeñez y fragilidad "aparente" frente a las inclemencias del tiempo.

Avanzamos con Alejandra adelante, Mabel al medio y yo detrás, con algún breve intercambio en las posiciones, y sintiendo mucho frío en manos y pies. En la zona de bosque, nos detuvimos para alimentarnos –recuerdo la prédica insistente de Alejandra señalando las instrucciones de David de “recargar combustible” cada aproximadamente una hora- y colocarnos las linternas frontales, pues ya anochecía. El camino nos llevó al Campamento El Bosque, después de unos 8 largos kilómetros, con mucha nieve, barro en algunos tramos bastante sucios, algún cruce de arroyo y el cansancio que se hacía sentir. 

Me puse los calentadores de manos que había comprado, y lentamente fui recuperando el calor y la sensación del tacto en los dedos. Al llegar al puesto, nos ofrecieron un café caliente, calentamos el cuerpo brevemente en un precioso fuego encendido, tomamos imágenes de los jóvenes de la organización y nos despedimos.

En el siguiente tramo hacia el Campamento Los Sacos, se nos juntó Paulo, brasileño, quien nos acompañó hasta la meta. Ya aquí la zona estaba muy sucia, con mucha nieve, barro de todo tipo y color. Recuerdo una pregunta de Alejandra, sobre el terreno que preferíamos: ¿subida o barro? En tanto Mabel le respondió “barro”, yo dije “subida”. “Ahora tenemos subida y barro”, respondió Alejandra. Y efectivamente fue así, ya que me apoyé en los bastones para subir, pese a lo cual lentamente fui cayendo hacia atrás pues no podía sostenerme, hasta que caí de la forma más tonta, resbalando hasta la parte baja. “Está escorregando”, me comentó otro brasileño que en ese momento venía detrás y apenas pudo esquivarme para que no lo tirara. Me paré y con esfuerzo, pude superar ese tramo, con alguna sonrisa y comentarios de mis compañeras.

Ya era noche cerrada, y la nieve continuaba cayendo en forma tenue. El frío se hacía sentir, así que maldecía mi decisión de no abrigarme más, pero nuevamente decidí no parar para evitar un enfriamiento mayor mientras me cambiaba.  En el Campamento Los Sacos, disfrutamos de un té caliente después de una espera de breves minutos mientras los jóvenes a cargo calentaban el agua. Nos quedaban los últimos 12 kilómetros hasta Estancia Perales, ya con noche cerrada y algo pasada la medianoche.

En este tramo final, nuevamente encontramos mucho barro, hasta que finalmente vimos a lo lejos las luces de la estancia, y el camino marcado bastante más firme. A escasos 300 metros de la llegada, debimos nuevamente atravesar un arroyo. Cruzamos la meta los tres uruguayos que hicimos toda la carrera en equipo, más nuestro compañero brasileño –Paulo- con la enorme satisfacción de haber conseguido el objetivo que fuimos a buscar en 16 horas 30 minutos, menos tiempo del estimado inicialmente. Recibimos una preciosa medalla, y con mucho frío fuimos hasta el salón – restaurante de la estancia, donde había un buen número de corredores agolpados alrededor de dos estufas encendidas tratando de secarse. Disfruté de una buena sopa caliente –que tuve que comprar… no nos dieron nada a la llegada-, me cambié la ropa mojada y estuvimos esperando el traslado hasta Puerto Natales en un pequeño barco que atravesó el fiordo, junto a Caroteno Chabagoity que había llegado un rato antes. Finalmente subimos al barco, donde estaban varios uruguayos esperando, entre ellos nuestros compañeros Wilson Guillén y Dardo Parentini, que se habían mandado una muy buena carrera.

Una vez que llegamos a Puerto Natales, esperamos unos minutos la llegada del bus que nos llevó hasta la ciudad, para arribar a Cabañas Última Esperanza –donde estábamos alojados- alrededor de las 6:00 AM tiritando de frío. Ahí nos enteramos que ya Martín Zanabria (100 Millas), Paola Nande y Jorge Nin (100 Km) habían llegado sin dificultades a la meta, en tanto David Vega (100 Millas) había sufrido un golpe en una rodilla aproximadamente en el Km 25, y a partir de ahí estaba avanzando a un ritmo más lento. Después de una ducha reparadora, vi llegar a David con señales de mucho cansancio y dolor en su rodilla, pero a salvo de las difíciles circunstancias vividas.

El resultado en lo personal fue bastante mejor de lo esperado en la previa, ya que pensaba que 18 horas (como sucedió en la Trans Gran Canaria) estaría muy bien. Los “Hermanos de la Montaña” ocupamos las siguientes posiciones:
100 MILLAS
TIEMPO
POSICIÓN
Martín Zanabria
29:33
25
David Vega
33:20
45
100 KILOMETROS


Jorge Nin
15:02
26
Paola Nande
21:03
73
70 KILOMETROS


Wilson Guillén
13:55
86
Dardo Parentini
14:44
94
Alejandro Chabalgoity
16:21
107
Alejandra Isabella
16:30
112
Jorge Xavier
16:30
113
Mabel Paiva
16:30
115

En total, nos hicimos presentes en este desafío, 26 uruguayos, siendo muy posiblemente la representación proporcional más importante por lejos. ¡Y eso que no tenemos montañas!

En lo personal, fue mi carrera N° 372 completando 6.638 kilómetros en competencias oficiales, y la N° 45 de las maratones y ultramaratones. ¿Cómo no considerarme afortunado? Además, me ha permitido conocer y disfrutar de lugares increíbles, y compartir aventuras con verdaderos “hermanos de la vida” como son todos los lazos que he podido construir gracias a estos desafíos. Con compañeros así, no hay desafío inalcanzable.


"En la montaña, las personas perdemos el nombre, la edad, los títulos. Con la altura, las máscaras desaparecen y se refleja la verdadera persona que somos cada uno. No hay fuerzas para ser ninguna otra persona que la que llevamos en las entrañas y que en muchas ocasiones ni tan siquiera conocemos". (Kilian Jornet)

3 comentarios:

Gustavo dijo...

Solo hay que estar ahi para saber lo que se siente, el recorrer las lineas escritas te lleva a imaginar que estas ahi sin la mas remota idea de lo dificil que debe ser, estoy orgulloso de tener alguien cercano que puede hacer lo que le gusta y disfrutarlo como un nene chico, te felicito abrazo

María Cristina Alegre dijo...

Maravillosa experiencia, hermoso poder vivirla y contarla como lo has hecho. Felicitaciones!

María Cristina Alegre dijo...

Maravillosa experiencia, hermoso poder vivirla y contarla como lo has hecho. Felicitaciones!