sábado, 27 de septiembre de 2014

Usted preguntará por qué corremos - Texto de Berni Frau, corredor y uruguayo.

Como muchos en todo el mundo, yo corro. Corro obsesivamente, dos veces por día, siete días por semana. Corro hace más de 15 años, he corrido en calle y en montaña, he corrido descalzo en la arena y lo he hecho con botas en la montaña. He corrido en los cauces de ríos y en las orillas de mares hasta caer rendido al agua, cosa tan grata. He corrido de niño con el mismo disfrute de hoy sin saber entonces que un día me tornaría corredor profesional. Porque sí, yo me considero profesional aunque nunca gané un duro corriendo ni he clasificado en un podio. Menos, claro, he ganado una carrera ni siquiera en mi categoría o franja etaria.
He corrido en atardeceres californianos, en sofisticadas calles parisinas y en cientos de bosques patagónicos. He corrido con amigos y lo he hecho solo, he corrido sobre la Gran Muralla China y lo he hecho en el desierto de Sahara. He atravesado corriendo el Arco de Triunfo, la puerta de Brandeburgo y los palacios del Sultán del Imperio Otomano. He corrido en un cuarto de hotel y en los corredores del aeropuerto de Frankfurt. He corrido con gente con la que no comparto idioma y nos entendimos toda la carrera. He corrido de traje, he corrido desnudo.
He corrido de noche, bajo lluvia, lo he hecho dormido. En cinta, con tobilleras, a las más variadas horas del día, yo he corrido. He corrido carreras de cien metros y otras de 248 km pasando por cualquier distancia intermedia. No corro para sentirme sano ni para adelgazar ni para “encontrarme conmigo mismo”. Corro para ganarle a tantos como pueda porque soy muy competitivo. Corro porque me gusta, corro porque no podría no correr. He competido poniéndome un dorsal en el pecho y –siempre- un cuchillo entre los dientes, más de una vez por mes (cada 23 días para ser preciso) durante años, y competido 600 km por año también durante años.
Corro sobretodo ultramaratones porque amo la sensación del cuerpo exhausto, el conocer que ya no queda ni una molécula de glucógeno, que el tanque está vacío, que la razón manda parar pero seguir corriendo me dará un placer indescriptible, por eso corro. Soy corredor de calle y de aventura –o trail- no considerando a ninguna de las dos modalidades como “mejor” o “superior” a la otra. Corro porque no sé jugar al fútbol, porque no tengo motricidad para el tenis, porque soy nulo para deportes de mayor requerimiento técnico.
Corro para encontrar la “zona alfa” como yo llamo a lo que viene luego del km 32 en una maratón urbana, o luego del 100 en una ultra. Corro porque amo la “previa” con la barra en una localidad montañera del sur argentino o de los Alpes franceses. Corro porque amo el “post”, también con la barra, esta vez además, con cerveza y celebrando las victorias de algunos, las frustraciones inevitables de otros.
Corro porque no nací en la antigüedad y no pude ser ni general de grandes batallas ni descubridor de “terras incógnitas” como siempre soñé de pequeño y sueño aún, y corriendo sacío mi visceral necesidad de aventura. Corro porque puedo hacerlo, porque lo hago dignamente y puedo sostenerlo con los años y las décadas sin lesionarme. Corro para romper la monotonía de la vida postmoderna, para acumular recuerdos y anécdotas que contaré un día a mis nietos, para juntar blasones y medallas que colgar en las paredes en el rincón del ego que todos tenemos. Y termino con la misma frase que termina un texto similar esa gran escritora que es Leila Guerriero su nota “Comulgar” publicada el 24 de septiembre de 2014 –o sea hoy- en El País y que inspirara estas líneas que serían casi un plagio si el reconocimiento no las transformara en un homenaje a Leila: “Corro para escribir. Corro porque escribo. Porque es igual de inútil, igual de necesario, igual de pavoroso.”
 
Leila debe ser la primera persona que cabalmente entiende que correr y escribir, son dos verbos redundantes y dos obligaciones ineludibles.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Mont Blanc y sentido de la proporción (Luis Arribas, El Mundo)

Mont Blanc y sentido de la proporción

Lo que se inició como una filiación aventurera del deporte de correr ya es en una pandemia

Se calcula que hay más de 400 pruebas 'ultra' sólo en Europa

A la UTMB ya se la compara con el Tour de Francia y el Maratón de las Arenas

España aportó 700 participantes a la última edición, con 77 países representados

    Varios participantes en un tramo de la prueba.

    Varios participantes en un tramo de la prueba. © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc® - PASCAL TOURNAIRE


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    En el tiempo que usted emplea en madrugar, desplazarse y cumplir la jornada laboral, recoger la casa y salir a hacer unos recados hay un ramillete de deportistas superdotados que suben y bajan 10 veces a un pico de 1.000 metros. No es una cuestión de que su ritmo de vida sea el de una tortuga. De manera sucinta, lo que ocurre es que las facultades deportivas de gente como François d'Haene, Kilian Jornet o Iker Karrera están lejos de toda normalidad. Son los atletas más rápidos sobre las distancias más largas. Observará que no estoy mencionando los archiconocidos apellidos africanos del maratón. Ni Bekele ni Korir, Gebreselassie o Kipchoge. En unas líneas entenderá la razón de ello.
    Me explico: el otro día participé en una prueba en la que lo normal era subir al trote una montaña durante dos horas para bajar, volver a ascender y bajar y así, mientras llovía y se hacía de noche. Es el 'trail running', el nuevo reto: más duro, más lejos. Lo duro, más desnivel acumulado, en argot, es sinónimo de espectacular. Olvidando la premisa del comienzo del texto, la de nuestra inferioridad de facultades físicas ante los Jornet o d'Haene, lo que se inició como una filiación aventurera del deporte de correr se ha convertido en una pandemia. Hoy es un hecho la existencia de una generación de urbanitas que se ha lanzado a imitar a los campeones de lo extremo.
    Era la autodenominada cita cumbre de las carreras de 'trail running'. Si usted es un profano, son las carreras de larga distancia que se celebran lejos de la ciudad, en montañas, valles, sendas perdidas o bosques. Si es un corredor habitual, poco tengo que decirle. Efectivamente le hablo de los eventos alrededor de esa prueba monstruo que surgió en 2004: el Ultra Trail del Mont Blanc (en adelante UTMB). El príncipe de los Alpes y el prefijo 'ultra', asociados en una especie de geografía del dolor voluntario y ocioso.
    El UTMB mide la friolera de 168 kilómetros, que consisten en rodear el perímetro de todo el macizo alpino, saliendo y llegando desde la localidad de Chamonix. Sitúese en mi lugar: me considero un corredor entrenado pero no lo suficiente. Voy a disfrutar de semejante monumento del deporte y de la geografía de los glaciares pero estoy un buen trecho por debajo de los superentrenados deportistas de acero como Jornet, Ryan Sandes, Núria Picas o Tófol Castanyer.



    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Los retos y las etiquetas

    Soy uno más dentro de esta nueva fiebre. Nuestros mayores corrieron en los años 80 para sentirse mejor, de manera barata y fácil y, probablemente, para dejar de fumar. Más tarde empezamos con el bendito 'running' vestidos con colores e influidos por una corriente de aire fresco que venía de las revistas norteamericanas. La siguiente oleada llegó con Internet y, con ella hemos descubierto cuantas exageraciones contaban otros y la posibilidad de contar las nuestras propias.
    La superación de escalones y etapas en el deporte aficionado es evidente. Ya no basta completar distancias desde los 10 a los míticos y festivos 42 kilómetros y 195 metros. Y se plantean peros. Éticos o de conciencia, afectan a esta aparente maravilla del esfuerzo humano.
    Eran poco más de las 10 de una soleada mañana a los pies del Mont Blanc. Cargados como locos subíamos todo recto a buscar las praderas alpinas de la Téte de la Tronche (2.571m). La mayoría, callados. Se observaban pocos síntomas de camaradería de las montañas. Más comunicación con las alertas de los móviles y el seguimiento de Facebook de la carrera o los whatsapps de los familiares que con tu colega de trote.
    Y aquí es donde vengo a exponer las reflexiones de una decepción. El entorno digital y narcisista de la ciudad moderna manda en nuestro ocio. Ya no corremos o nos inscribimos en una prueba popular, buscamos retos. El hecho de terminar una carrera ha pasado a la necesidad de engrosar un parcelario exclusivo: ser 'finisher'. Etiquetas. Claro que todo el mundo tiene derecho a correr como y cuanto quiera. Pero son etiquetas.
    La organización del UTMB ha dado con la fórmula de sacar el animal competidor y extremo que llevamos dentro. No es la única que lo hace, puesto que se calcula que hay más de 400 carreras 'ultra' sólo en Europa. Pero es equiparable a la de un Tour de Francia o del Maratón de las Arenas, curiosamente todas carreras-gigante francesas. En 10 años de formato han conseguido que el mundo del correr sepa de su existencia. Y de qué modo. Se ha generado una especie de necesidad. Si no se corre tal o cual 'ultra' algún día, te faltará algo. No serás consciente hasta que, quienes sí lo hicieron, te lo recuerden en un ejercicio de sadismo y de superioridad.

    ¿Todo pasa a ser colosal o desmedido?

    7.500 personas conseguimos un dorsal para alguna de las diferentes carreras de la semana. Por el camino habían quedado la otra mitad de los 14.000 aspirantes. Nos presentábamos en la salida para triturar nuestros huesos por las sendas de gran recorrido de Francia, Italia y Suiza. Ha leído bien. Se trata de una carrera que atraviesa tres países que, precisamente, no son las onduladas áreas fronterizas de Bélgica y Países Bajos ni el estuario del Guadiana entre los lados portugués y español. Ascendimos al pie de glaciares. Nos vapulearon descensos eternos hasta los valles en Arnuva o La Fouly. Subir y bajar.
    ¿Cómo explicar el significado de esta carrera y de sus homónimas 'ultra', sin caer en el dogmatismo ni en la ciega épica? Estos son mis pensamientos, masticados durante horas subiendo praderas y collados colindantes con nieves perpetuas, bajando con los músculos de las piernas doliendo como si los estuvieran cortando con cuchillas de afeitar o sentado mirando el fondo de un cuenco de plástico lleno de sopa caliente.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Superada la ladera que mira al lado sur del macizo, mientras corríamos por una senda hacia el espeluznante Grand Col de Ferret (2.527m), pensé que todo se resumía en un juego de adjetivación. Juguemos a los académicos.
    Es fácil plantearlo en estos términos: arrastrar el cuerpo por curvas y contracurvas bajo la mirada de un glaciar puede ceñirse a dos grupos de calificativos. Bien a la fila de lo épico, titánico, monumental o sobrehumano que, como todos sabemos, expulsa de su lado todo cuanto hay de meramente humano. O bien a lo innecesario, soberbio y arriesgado.
    Me posicioné a favor de someter al 'ultra trail' a un pequeño juicio público. Con independencia del resultado. Sin tener en cuenta mis pensamientos descendiendo durante dos horas por barro y hierba hacia La Fouly o calculando en qué kilómetro me caería la noche, húmeda e implacable. He estado en otras similares. La distancia me ha vencido en algunas ocasiones y se ha dejado ganar en algunas otras. Pero los sondeos previos y posteriores me dan pistas inequívocas.
    En pocos deportes queda tan bien plantada la expresión "se agotan los calificativos". Que un corredor como el mallorquín Tófol Castanyer, que llegó a meta en apenas 21 horas, reconozca que siente una curiosidad insana por saber cómo se comportará su cuerpo después de recorrer 130 kilómetros es sobrenatural. Si lo dijese aturdido por la altitud o la falta de sueño podríamos entender que algo ha fallado en su sentido de la proporción. Pero lo reconocía relajado, confiado en los ritmos brutales que maneja en sus entrenamientos y los desniveles que entrena. Es un corredor de élite del trail planetario.
    Lo bestial se muestra no cuando Castanyer o Tim Olson sufran no una sino varias pájaras en una carrera que rodea todo el macizo del Mont Blanc, la cumbre geográfica de los Alpes y 4.810 metros, sino cuando llega a meta después de comprimir en 20 horas una ruta montañera que se hacía tradicionalmente en una semana. Agote ahora los adjetivos que recuerde de sus lecturas y colóquelos detrás de esa demostración deportiva.
    Como referencia, con mi experiencia en el mundo de correr, terminadas decenas de pruebas de maratón y más allá, en ese carretillo de horas yo apenas había hecho 60 y logrado entrar en ritmos de cierre de control en el avituallamiento de Champex-Lac. Que ya es otra barbaridad por sí misma. Pregunte ahora a sus conocidos si sus trotes de 10 o 15 kilómetros siguen pareciendo un deporte de locos.
    No son, como vemos, adjetivos injustificados.

    Lo ultra se come el planeta 'running'

    La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) califica como 'ultradistancia' toda carrera que supera los 42 kilómetros del maratón. Más adjetivos. Aquello que durante años acumuló los calificativos de 'sobrehumano' o 'demencial', incluso algo tan 'dañino' como correr un maratón es hoy una fiesta que, más lento o más rápido, moviliza solo en EEUU a más de medio millón de personas. Pues bien. Hoy día se estima que 70.000 participantes se embarcan cada año en pruebas de que superan esa distancia del maratón. En la mayoría de los casos se supera con mucho y se generaliza más cerca que lejos sobre los 100 kilómetros.
    Es una pulsión planetaria. En el UTMB hubo este año 77 países representados. El país anfitrión no llega a copar en 2014 ni la mitad de los dorsales. Adivinen qué país aporta casi 700 corredores. La fiebre en España ha multiplicado las pruebas hasta el infinito, ha puesto en alerta a las autoridades medioambientales y ha logrado que las inscripciones se agoten en horas. Sin ir más lejos los 101km de Ronda agotan 3.500 plazas en unas horas. Quizá 10.000 adultos estén pendientes una noche entera de la apertura del plazo delante de sus ordenadores.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Adjetivando: lo extremo es global. Correr 80 o 100 kilómetros concentra multitudes de miles de corredores en sitios tan dispares como la Comrades Marathon (Sudáfrica), Ronda (España) o la SainteLyon (Francia). A lo largo de una mañana y una tarde de carrera hablé con gente de tres continentes y, a la vez, con conocidos de conocidos.
    El Facebook del UTMB congrega más fans que los masivos y legendarios maratones de Chicago, París o Londres. Un factor contribuye a ello y a que, durante la celebración de la prueba, los fans de esa red social hayan aumentado casi en 10.000. La curiosidad y el emocionante seguimiento de los corredores, por razones obvias mucho más excitante que una prueba que termina en cuatro o cinco horas.
    Y, por tanto, mucho más viral.
    Es evidente que existe una posibilidad cierta. El participante podría abandonar, quedar fuera de carrera o sufrir un percance. La seguridad que mueve el UTMB y la lista de material de montaña que debíamos acarrear a nuestras espaldas -otro factor a unir al hecho de correr tal burrada de kilómetros- no quita la preocupación al familiar o amigo que lo sigue por los canales habituales. ¿Qué tal le va a fulano? ¿Se le puede seguir? ¿No lo traerán con los pies por delante?
    En una de las pausas para sacar ropa de abrigo y dar un respiro a las piernas se lo comentaba con cierta sorna a un participante británico mientras me abrochaba de nuevo la mochila. Estábamos ascendiendo por encima de los 2.400 metros y soplaba un fino aire desde los glaciares del Mont Dolent. "Hay más gente pendiente ahora de si desaparezco que el día de mi boda".
    En las pruebas extremadamente largas un participante debe añadir a su peso corporal no menos de dos kilos. Todo ello es debido a que la organización, además de experiencia demostrable, exige siempre un material obligatorio y específico para aguantar temperaturas y meteorología de alta montaña, venda elástica, luces frontales, alimento y bebida para llegar al próximo punto de avituallamiento. "Debe ser desagradable llamar a casa de un corredor para explicar que se les ha despeñado". Humor negro de cerebros en deuda de oxígeno.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Se exige un seguro al participante porque, desde 2009, se han producido no menos de 15 evacuaciones de corredores en helicóptero y 70 traslados a hospitales. Por tanto, como por arte de magia, se unen la expectación, el miedo y la admiración por la aventura casi épica. Espíritu trail en estado puro.

    La escala de valores del esfuerzo

    De cara a la voraz sociedad urbana, correr es un mero entretenimiento de oficinista. ¿En qué queda el atletismo de ruta, los medios maratones o los grandes pelotones de corredores populares que cubren el centro de las ciudades varias veces al año? ¿No quedamos que la aspiración superior era emular -de aquella manera- a los galgos del continente negro? Etiopía contra Kenia, el surgir de los maratonianos casi suicidas del país del Sol Naciente, los ligeros maratonianos españoles e italianos de las décadas de los 90 y siguientes. Pero nos hemos instalado en el más allá. No hay una proporcionalidad.
    El periodismo cantaba la dureza del maratoniano y las crónicas igualan a las de los ciclistas y sus jornadas. Pero hoy día, probablemente siempre, desde los orígenes del pedestrismo, existen corredores de ambos sexos capaces de recorrer los mismos kilómetros que un ciclista. Campo a través.
    Sus 10 kilómetros se convierten en infinitesimales. Se ha enterado de que un conocido correrá 70 kilómetros, qué se yo, en pleno invierno y por la noche. Y se produce un terremoto en considerar qué es épico. Cuando corremos monte abajo se produce una agitación nerviosa en el escalafón de valores de todo el deporte de correr. Montañas abajo, encarando una carpa donde podrás sentarte en un tablón y la lluvia o el sol impío dejarán de empapar tu gorra y pantalones. Podrás comer trozos de plátano cortados con sabe Dios qué y cargar tus botes con agua que fluye de un depósito montado en caballetes. Nadie se ocupa de si sudas, vas embarrado o de tus ojos enrojecidos.
    Como si una parte del confort urbano nos expulsara al disfrute ascético. Disfrutamos gastando toneladas comodidad en pos de una 'maravillosa experiencia'. Más calificativos.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    El lado oscuro

    Recuerde que al principio jugábamos a colocar adjetivos. Faltan los de este otro lado. Los que probablemente no quiera leer su amigo o familiar corremontañas.
    Antes mencioné la experiencia que exige el UTMB para admitir su inscripción a trámite. Bien. Es de las poquísimas que lo hace. Carreras más largas no tienen filtro alguno. La existencia de un material obligatorio en todas las pruebas podría estar jugando en contra de la seguridad. La estúpida suficiencia del deportista engreído se une a la justificación de que todo está controlado. Además ha gastado dinero en el mejor material. Pero la montaña no es justa. Es cruel.
    Existen los engreídos y los temerarios hasta en el más puro y ecológico de los deportes, no se confunda. En julio pasado un montañero norteamericano, Patrick Sweeney, se vio sorprendido por una avalancha mientras escalaba el 'corredor de la muerte' del Mont Blanc con sus hijos de 11 y nueve años. La mezcla entre temeridad, suficiencia y la búsqueda de batir un reto, un récord de precocidad.
    ¿Qué teclas ha tocado lo extremo en nuestro interior? ¿Ha dado en alguna neurona equivocada?
    En la fila de la recogida de dorsales del UTMB se comenta, se chequea y se trafica en contra de la seguridad determinada por la organización. Pronto aparece un experto que recomienda un cambio, una reducción. Estoy de pie detrás de dos participantes de Cerdeña. Les pillo en mitad de chanchullos para pasar el control de material pero luego ahorrar en peso. Horas más tarde la directora de la prueba, Catherine Poletti, nos recordaba en la plaza de la italiana localidad de Courmayeur todas las responsabilidades que adquiríamos. Poletti manejaba dos argumentos de peso: el cielo con amenazantes nubes y las 24 horas que pasaríamos subiendo a esas mismas nubes y bajando a los torrentes. ¿Por qué trampear por el hecho de ahorrar medio kilo a las espaldas?
    Finalizada la paliza evaluaba junto con el bloguero y corredor-aventurero Sergio Fernández las tripas de esta partida de blancas contra negras. A nuestro alrededor no había camiseta o chaleco que no acreditasen haber terminado la prueba más larga, más correosa. A más prefijos 'super', 'gran' o 'ultra', a más 'extreme', más consideración en aquella pasarela que eran las terrazas de la Rue Joseph Vallot. Era el escenario de los machos-alfa que se puede ver repetido en cualquier carrera extrema, o paseando por el aeropuerto o las cafeterías en las horas siguientes a su finalización.
    El dolor de piernas me encaminaba a pensar si aquellos compañeros míos del alma, con quienes había compartido el privilegio de correr por las sendas del UTMB (insisto, no la prueba completa), valoraban más el hecho de terminar a toda costa que el proceso que les llevaba a la prueba. El resultado frente a la preparación.
    Los márgenes de riesgo que maneja el participar en una carrera popular, en general, son reducidos. Salvo el propio esfuerzo y tener previsto afrontar distancias normales a ritmos adecuados, no hay riesgo alguno en inscribirse a carreras populares. Tampoco en salir a correr, si se desea y con cabeza, todos los días de la vida de uno. Pero estamos hablando de estirar la fina cuerda del riesgo. Kilómetros verticales en los que se asciende a pie desde el valle hasta la cumbre, récords de velocidad en ascensiones y descensos de los picos más emblemáticos, agencias de viaje que ascienden a sus clientes al Himalaya...
    Le aseguro que perdí más de media hora por las precauciones que tomé en cada uno de los momentos en que este 'ultra trail' podía cobrarse su peaje. Un tobillo roto o una clavícula desencajada son la diferencia de volver con el orgullo y el físico herido o con ganas de seguir corriendo en los montes. Pisar firmemente en lugar de saltar un arroyo sobre la caliza mojada me alejarán de poder batir mis propias (y tristísimas) marcas en estas carreras.
    Sentarse un momento a mirar lo que rodea a la aventura no tiene precio. Tirarse al suelo un minuto en la pradera del refugio Bonatti y masajearse los gemelos castigados nos unió para un buen rato a Joao, corredor ultra portugués, y a mí. Al instante compartíamos filiación, aspiraciones, comentarios sobre sus doloridas plantas de los pies y lo bueno que estaba el caldo que ofrecía el avituallamiento.
    Son los valores del ejercicio compartido, aun casi inhumano, los que podrán sostener las carreras de ultradistancia. Desde mi experiencia y ya en el sofá de casa, la deificación del esfuerzo extremo habrá de ser puesta en entredicho. Total, solo hace falta un chaparrón nocturno helador, un fallo con el cálculo de lo que comes o bebes o un tropezón que haga caer mal sobre un brazo para que todo, épica y esfuerzo previos, no valga nada. Al menos, que valga mucho menos que una vida disfrutando de todo lo que nos rodea.

    (*) Luis Arribas es bloguero, escritor (su última novela es 'Periferia negra') y runner. @_spanjaard

    domingo, 31 de agosto de 2014

    Fin de semana lleno de emociones. Ultra Trail del Mont Blanc y Zapadores


    Durante esta semana, tuve el enorme privilegio de seguir a la distancia, el desempeño de los amigos uruguayos que fueron a disputar las diferentes carreras que conforman el Ultra Trail del Mont Blanc, con base en la coqueta Chamonix (Francia), sede de los primeros Juegos Olímpicos de Invierno. Este año no pude estar presente pese a tener los puntos que me clasificaban, ya que quedé fuera en el sorteo... Pero allí se dieron cita un grupo de uruguayos -de nacimiento o de adopción-, en sus diferentes carreras. En la mítica UTMB sobre 168 Km, participaron John Tidd, Luciana Moretti, Diego Rodríguez, Daniel Pérez y Pablo Lapaz. En la CCC sobre 101 Km, lo hizo Wilson Guillén; en la TDS sobre 119 Km corrió Berni Frau y en la OCC sobre 52 Km lo hizo Nicolás González.
    El primer resultado fue el de Nico González, quien completó su recorrido en un tiempo total de 12:08:42, ocupando la posición 890 en la general de la OCC (225 en su categoría). Después, fue el turno de la emoción de ver fotos de la llegada de Berni Frau en la TDS con un tiempo total de 32:18:59, ocupando la posición 987 en la general de esta durísima prueba, y la 129 en su categoría. Ya ayer sábado, pude seguir paso a paso la evolución del "hermano de la montaña" Wilson Guillén, quien pudo completar -después de una noche de lluvia- los 101 Km de la CCC en un tiempo total de 26:16:02 ocupando la posición 1372 en la general y la 158 en la categoría.

    Después de eso, fue el turno de seguir el desempeño de los representantes uruguayos en la UTMB. ¡Cuánta expectativa! John Tidd -como era previsible- culminó los 168 Km y casi 10.000 mts de desnivel acumulado en un tiempo total de 23:44:00 ocupando la posición 16 en la general y la 1a. en su categoría (un fuera de serie). Diego Rodríguez y Luciana Moretti corrieron juntos, ya que arribaron en 31:03:58 y 31:04:00, ocupando las posiciones 136 y 137 en la general, 73 y 9a. en sus categorías. Sin dudas, lo de Diego y Luciana también es "fuera de serie". Lamentablemente, Daniel Pérez quedó en Trient después de 139.7 Km y un tiempo de carrera de 31:44:18 (no tengo información, aunque supongo que habrá abandonado por algún problema físico).
     
    En la tarde y noche de ayer, fue el turno de seguir atentamente el excelente desempeño de Pablo Lapaz, compañero de entrenamientos, hermano de la vida. Andaba por el lugar 682 a falta de 18.5 kilómetros, cuando le quedaba la subida a la Téte aux Vents y la bajada a Chamonix. La página oficial estimaba que llegaba alrededor de las 9:15 de la mañana de Chamonix (4:15 de Uruguay), pero en mi caso calculé que lo hacía en media hora menos. Es que recuerdo lo que fue su descenso del año pasado... Así que -la mente y el cuerpo tienen memoria- me desperté a las 3:20 de la madrugada sin necesidad de despertador.


    Esto fue lo que escribí en Facebook:

    "¡Cuánta satisfacción! Despertarte en la madrugada y estar pendiente de la llegada de un hermano de la vida, no tiene precio. Pablo Lapaz, finisher del UTMB, posición 611 (mejoró más de 600 posiciones en relación con el año pasado), Clas. 248 en su categoría, llegando a las 08:56 (3:56 de Uruguay) a Chamonix, Tiempo de carrera, 39:24:21. Velocidad 4,28 km/h. Además, pude verlo en la cámara de la Family Zone."

    Berni Frau me escribió: "Marciano. Extraterrestre. Animal. Máquina. Robocop. Así se dice Lapaz en francés". Pasó a 70 en los últimos 18.5 Km, su promedio de carrera fue 4:28 Km/h, y en los últimos 7.2 Km corrió a un promedio de casi 7 km/h, con 160 kilómetros y 10.000 mts de desnivel en las patas... Un monstruito.Ya tempranito en la mañana, me llamó Pablo, donde me comentaba -pletórico de alegría- sobre esta tremenda experiencia. El año pasado ocupó la posición 1235 (501 en la categoría), con un tiempo total de 43:38:03. Es mi amigo, mi hermano de la vida, con quien voy a correr 300 Km el año próximo. ¿Cómo no estar orgulloso?

     Hoy fue mi turno, sobre una distancia y dificultades notoriamente menores... Me reintegré al campeonato de 10K de la AAU, en la fecha organizada por Zapadores con largada y llegada frente a la Aduana de Oribe, en la rambla del Buceo.
     En la foto, están algunos de los compañeros de entrenamientos en el Gimnasio Sayago, que de a poco se han ido sumando a las carreras de calle.
     Corrí a un ritmo bien controlado y sostenido, tratando de preservar mi físico considerando la fuerte carga de carreras que traigo. Largamos hacia el Este, para girar en la zona de Punta Gorda y retornar al punto de largada. En el camino, encontré al Pelado Peña que corría junto a Adri Rodrigo, en su retorno a las carreras de calle. ¡Cuánta satisfacción ver a estos amigos que siguen al firme en esta disciplina!

    Completé el recorrido de 10.06 Km en un tiempo neto total de 50m 41 seg., así que no puedo menos que sentirme conforme con el ritmo de carrera.

    El próximo fin de semana me espera la Half Maratón Montevideo en la rambla, mientras sigo sumando kilómetros para la Short Mision en el Champaquí (Córdoba) el 04-10 y el Maratón de Nueva York el 02-11. Nos vemos, en la ruta.

    lunes, 25 de agosto de 2014

    Runfit Adventure Race 2014 - Salto del Penitente

    En la mañana de la denominada "Noche de la Nostalgia" aquí en Uruguay, se disputó la 1a. edición de la Runfit Adventure Race en Salto del Penitente, con dos distancias: 8 y 15 Km. Fue una iniciativa del inquieto Fabián Laureiro, editor de la Revista Runfit, quien tuvo la brillante idea de organizar esta carrera en un lugar único de las sierras de Minas. Con seguridad, en los días previos y ante la amenazante previsión del tiempo -alerta meteorológica, lluvias abundantes- debe haber pasado por momentos de zozobra, tratando de "rezarle" a sus dioses para que se apiadaran y le permitieran atravesar con éxito por esta prueba.

    No solamente resulta muy arriesgado asumir el desafío de sacar una revista como Runfit -excelente, por donde se la mire- en un mercado muy reducido como el de Uruguay, a "pulmón", con escasas posibilidades de contar con apoyos comerciales, sino que además el amigo se la jugó por organizar una carrera "distinta", en un lugar alejado de Montevideo, y en pleno invierno. Ya desde el jueves pasado se anunciaban lluvias intensas. Sin embargo, el tiempo se fue comportando bastante bien, con temperaturas elevadas y una lluvia "tolerable" durante la madrugada previa. En mi caso, me había ido hasta Punta del Este, así que temprano emprendimos el viaje con Adriana hasta Salto del Penintente, donde llegamos alrededor de las 9.40. Hacía calor y había bastante humedad, lo que hacía prever una carrera complicada.


     Algunos de mis "hermanos de la montaña" ya se habían alojado en la noche previa allí en el Salto, así que en cuanto llegamos, los encontré y estuvimos conversando sobre los próximos desafíos. ¡Es que con algunos de ellos, nos vamos a correr al Cerro Campaquí (San Javier y Yacanto, Córdoba) a principios de octubre!. Un número muy interesante de corredores se sumó a la iniciativa de Fabián, demostrando que cuando las cosas se hacen con seriedad y en un entorno único, somos muchos los que decidimos apoyarlo y disfrutar a pleno de este contacto con la naturaleza.

     Dado que venía de los 80 Km de la Half Mision en Serra Fina (Minas Gerais) durante los días 9 y 10/08, decidí salir a ritmo bien controlado, tratando de ver cómo me sentía físicamente después de ese tremendo esfuerzo. Tanto quienes corrían 8 Km como los que hacíamos 15 Km, salimos hacia el sur por trillos de pasto con algunos cruces de agua, para ir separándonos de a poco.
     Cuando llevábamos 1.5 Km atravesamos el primer alambrado, momento en que noté que se me había roto el chip que llevaba en el calzado, pero continuaba bien atado. A los 1.8 km volvimos a atravesar otro alambrado, para continuar avanzando y salir a una carretera de tierra, donde tomamos a la derecha.

    Un poco más adelante, encontré a Paola Nande que avanzaba caminando. Se sentía mal del estómago, al extremo que me dijo que posiblemente cambiara a los 8 Km en el punto de hidratación -donde nos separábamos-, momento en el que iba a evaluar su situación. En ese tramo, encontré a Ezequiel
     Paysée, un debutante en esta disciplina y conocido de Fabio Guillén (el amigo que corrió la Short Mision en Serra Fina), con quien fuimos tirando durante un buen rato e intercambiando información sobre estas carreras.

     Me vino muy bien todo ese tramo, ya que pudimos trotar sin preocuparnos por el ritmo que llevábamos, casi exclusivamente pendientes del precioso entorno de esta zona mística del Uruguay.  Con seguridad, Ezequiel será otro "fanático" de las carreras de aventura. Es más, ya me dijo que piensa ir a correr el año próximo a Serra Fina...

     Con bastante calor, llegamos al primer puesto de hidratación ubicado a los 5.5 Km., momento en el cual Paola se detuvo para intentar recuperarse. Ya allí me confirmó que iba a seguir el recorrido de los 8 Km, pues no se sentía bien. En esos tramos, también encontré a otros dos nuevos compañeros que irán al Champaquí, Andrés Silva y Andrea Molinari.

    Con Ezequiel pudimos mantener un ritmo consistente. Físicamente me sentía muy bien, sin sufrir dolores musculares como temía en la previa, ni agotamiento como resultado de la enorme carga de hace dos semanas. 
     Alrededor de los 11 Km, un corredor estaba acostado intentando recuperarse de una torcedura de tobillo, ayudado por otro compañero que nos indicó que se quedaba a auxiliarlo. Al confirmar que era un problema muscular, continuamos nuestra marcha rumbo a la meta.

    En ese momento, Ezequiel empezó a quedarse un poquito atrás, y casi enseguida encontré a "Caroteno" Chabalgoity quien avanzaba junto a otro debutante -Pablo- quien casi seguramente vaya a correr al Champaquí. ¡Otro más! Vamos a ser una "patota" en las sierras de Córdoba. Las conversaciones que siguieron, fueron de lo mejor de la jornada. No puedo negar que me encanta compartir mis experiencias de carrera con estos recién llegados, así que pude explayarme en recomendaciones para los entrenamientos y carreras.


     Caroteno también se quedó un poquito, y con Pablo seguimos avanzando para encarar la última larga subida entre piedras, para casi enseguida atravesar un alambrado y salir a unos escasos 500 metros de la meta. ¡Y en bajada!. Con Pablo corriendo a muy buen ritmo, completamos los 14.5 Km que me marcó el GPS en un tiempo neto total de 1 h. 38 min. 33 seg. (promedio de 6m 48s/km), en la que fue mi carrera No. 315.

    ¿Qué agregar? Dije al principio que esta fue la "primera" edición... es que con seguridad esta será una cita ineludible de cada año, a la que se le agregarán otros recorridos. La atención durante la carrera fue muy razonable, con puestos de hidratación bien ubicados y un recorrido muy bien señalizado, comprendiendo tramos por diferentes terrenos en una zona única de Uruguay. La muy buena concurrencia, demuestra que este tipo de iniciativas tienen un muy amplio apoyo entre quienes disfrutamos de esta disciplina. Es más, podría haber estado un poquito más "duro", así teníamos un poco de anécdotas para contar. Salvo un corto tramo con mucho barro muy cerca del final, el resto estuvo caracterizado por un terreno firme y seco.

    ¡Qué bueno habría estado si caían algunas gotas de lluvia durante la carrera! Gracias Fabián Laureiro, Revista Runfit, Schnell, guardaparques del Salto del Penitente, amigos y compañeros de carrera. Gracias a todos los que me ofrecen sus fotos.

    Nos vemos, en la ruta.


    miércoles, 13 de agosto de 2014

    CRÓNICA HALF MISION SERRA FINA 2014 - 80 KM del más duro y puro ultra trail de montaña (y una revancha)



    El pasado fin de semana, tuve revancha en la 2da. Edición de la Half Mision Serra Fina, ultra trail de montaña de la serie La Mision, desarrollada en la coqueta Passa Quatro, pequeña ciudad de entrada al sur de Minas Gerais, equidistante entre Sao Paulo y Río de Janeiro.
    En octubre de 2013, había intentado completar los 80 Km y no lo pude conseguir, ya que abandoné en el Km 50. Había viajado junto a Jorge Nin, Douglas Hernández, Martín Zanabria y Wilson Guillén –quienes llegaron a la meta-, y Paola Nande, Andrea Ayala, Elbio Carrasco y Alejandro Chabalgoity (que también abandonaron). Cometí errores en esa oportunidad –sobre los cuales ya me referí en su momento-, así que en esta instancia llevaba además de esa experiencia, el conocimiento de gran parte de las condiciones del terreno.

    Passa Quatro es un rinconcito privilegiado, donde la naturaleza se ofrece en su versión más pura rodeada de sierras, donde sus 18.000 habitantes viven a un ritmo envidiable que me hizo recordar a mi querida ciudad de Artigas durante mi niñez. Hay momentos en que parece “atrapada en el tiempo”, en particular cuando se escucha el sonido de su viejo tren –la “María Fumaca"- que recorre la zona, o cuando la gran mayoría de negocios cierra sus puertas para la casi obligatoria siesta. Con sus casi 500 años de historia a cuestas, la ciudad es un testimonio vivo del pasaje de la “Estrada Real” (hoy, su calle principal con adoquines), camino que en la época colonial era utilizado por el imperio para trasladar hasta la costa, el oro extraído de las minas para su embarque hacia Portugal.

    Me correspondió el No. 308 y fui uno de los 125 que largamos la distancia mayor -80 Km-, en tanto el otro uruguayo participante –Fabio Guillén- corrió la Short Mision sobre 40 Km, donde  largaron 144 competidores. Con la ansiedad propia de quienes se van a enfrentar a un desafío muy difícil después de un fracaso anterior, durante la noche previa dormí poco pese a que había dejado todo pronto para la carrera. El “cajón de salida” estaba ubicado en la calle principal de Passa Quatro casi frente a la iglesia ("de aquí se sale para la misión", dice una inscripción a la entrada; yo salí para la "media misión"), donde la mañana nos recibió con un sol radiante pese al frío reinante, propio de esta época del año en una ciudad que está ubicada a 900 msnm. Considerando las condiciones en las que se iba a correr –con un límite máximo de 26 horas-, decidí cargar con abundante abrigo en mi mochila.

    Todos nos encomendamos a nuestros dioses -en mi caso, familia, hijos, amigos, y quienes ya no están-, con una mezcla de temor por el reto que vamos a enfrentar y la confianza de haber hecho lo humanamente posible por llegar en condiciones. ”Quienes van a morir, te saludan”, le decían los gladiadores al César antes de la batalla. En general me lo repito un poco en broma, pero es indudable que una sana cuota de preocupación en esas circunstancias, nos hace humanos. ¡Y vaya si somos humanos! Un poco locos, pero finalmente humanos. Es que más allá del entrenamiento consistente, parodiando a Forrest Gump quien decía que “la vida es como una caja de bombones, nunca se sabe cuál te va a tocar”, una carrera también lo es, pues está llena de circunstancias. Recordé a mi padre –fallecido hace poco más de un año- que se preguntaría qué estaba haciendo a mi edad enfrentando esos desafíos, a mi hermana Estela y a mi amiga Raquel –sobrevivientes de cáncer, grandes luchadoras de la vida- y arranqué con una sonrisa después de saludar con un beso a Adriana y prometerle que si llegaba en menos de 23 horas le avisaba por teléfono; de lo contrario llegaba después.
    A las 9:00 AM se dio la largada, y junto a Fabio salimos a ritmo bien controlado por las calles de la ciudad, por donde corrimos unos 2 Km para cruzar la ruta e ingresar a caminos de tierra en general en leve subida, con rumbo al Refugio Serra Fina ubicado a 1500 msnm. “Cuando enfrentes la cima, camina”, es el lema que he adoptado en este tipo de disciplinas, ya que ello permite guardar energías para los momentos más duros -que siempre llegan-, así que ya en ese tramo fui intercalando trotes y caminatas. En el Refugio –Km 13, en aprox. 1h 45 min- estaba el primer puesto de hidratación, aunque no me detuve pues llevaba suficiente líquido. Ingresamos a la izquierda por trillos de pasto también en subida, con rumbo al Tijuco Preto, cerro con 2350 msnm, punto donde alcanzamos los 17 Km de carrera. 
    Ya la pendiente de subida se hacía sentir, con algunos tramos ayudados por cuerdas dadas las dificultades del terreno. Ingerí un suplemento energético “Shot 6 hours”.  Se levantó un poco de niebla y el viento se hacía sentir, pero nada que impidiera el avance. Desde ese punto empezamos la bajada hacia la Reserva Ibama, punto que alcanzamos a media tarde con 30 Km de carrera, y ubicado a 1000 msnm. Avanzaba a buen ritmo, sintiéndome en general mejor de lo previsto, pues en ese punto llevaba unas 6 hs 30 min de carrera. Además de la hidratación, recibí un poco de Coca Cola de un asistente, que me renovó el alma… ¡qué bien se siente una bebida refrescante en esas condiciones! Ingerí medio sandwiche reforzado  que llevaba, ya que –una vez más- me costó bastante tragar.

    Después de un muy breve descanso, salí para hacer el largo recorrido por camino de tierra en subida (que el año pasado hice en sentido inverso) hacia la Fazenda Paiolinho, ubicada a unos 15 kmts de distancia, punto ubicado a 1600 msnm en el que completamos unos 45 km de carrera. Se hace interminable, al extremo que hay momentos en que uno se cuestiona si el GPS mide adecuadamente las distancias. Llegué alrededor de las 18.00 horas (llevaba 9 horas de carrera), así que mi estimación era de poder completarla en poco más de 20 horas. “Algo debe estar mal”, pensaba, y efectivamente minimizaba las dificultades que me esperaban, pese a que las había ya enfrentado en 2013. En ese punto, me abrigué bastante, comí algo más del sandwiche, repuse mi mochila de hidratación y caramañolas, descansé un poquito y emprendí la subida hacia Pedra da Mina, ya con la linterna encendida.

    ¡Qué duro camino! Al poco rato de empezar a subir, encontramos otro Puesto de Control donde un corredor descansaba, cosa que también hice durante unos 10 min pues me sentía cansado. Ingerí el 2do suplemento “Shot 6 hours” y me cayó mal. Seguí el camino cuando me alcanzó Mónica Barg (marplatense, con quien llegamos casi juntos en La Mision de 2014), para irme un poco adelante pero casi enseguida volver a detenerme pues me sentía muy mareado. Dormité un poco al costado del camino, volví a subir y un poco más adelante nuevamente me detuve. A los pocos minutos vomité mucho… puro líquido. Me vinieron escalofríos, dudé sobre qué hacer (¿sigo subiendo, o vuelvo al puesto anterior y abandono?). Esperé unos 5 minutos y me sentí notoriamente mejor, así que decidí seguir, para alcanzar a Mónica un poquito más adelante. Cuando le comenté sobre mis dificultades, me dijo “Ah, eras vos, te escuché en la noche”. Seguimos juntos por un buen tramo durante la noche, subiendo casi siempre a ritmo muy lento, ayudados en los tramos más técnicos por cuerdas puestas por la organización, hasta que Mónica empezó a quedarse un poquito más atrás.

    “Hacé tu carrera”, siempre me recomienda Pablo Lapaz, así que seguí a mi ritmo en la madrugada. Alcancé el punto más alto de la competencia –Pedra da Mina, casi 2800 msnm, con 54 km de competencia- en plena madrugada, para seguir por los filos de las sierras en un continuo subir y bajar. Divisaba las luces de las linternas de quienes iban más adelante, así que tenía una idea bastante clara de la dificultad del recorrido que me esperaba. Cuando se me agotaron las baterías del GPS, en medio de una cierta desazón y ofuscado, decidí no volver a cambiarlas y olvidarme de la tecnología. “Voy a seguir guiándome por el recorrido marcado, estimando las distancias y ritmos, considerando mi estado físico”, me dije. ¡Cuánta irracionalidad! Pero fue lo que sentí, que debía apelar a mis condiciones sin importar las informaciones que pudiera brindarme un GPS. ¿Cómo podemos quienes nos consideramos “racionales”, descartar las ayudas tecnológicas y guiarnos por el corazón y el espíritu? Estas son quizás, algunas de las cosas por las que este tipo de disciplina me atrapa tanto. En mi caso, son preguntas sin respuestas, o al menos, las guardo como parte de mis descubrimientos, que disfruto de un modo “egoísta”. “Lindo haberlo vivido, para poderlo contar”, cantaría José Carbajal “El Sabalero”.

    No podía ingerir ningún alimento, pues temía volver a sentirme mal del estómago, razón por la cual seguí solamente tomando agua que recogía de las pequeñas cascadas del camino. Un poco después de las 5:00 AM empecé a divisar los primeros rayos de sol que pugnaban por salir, lo que me permitió disfrutar de un espectáculo maravilloso, en lo más alto de la sierra con una capa de nubes abajo a mi izquierda y un panorama casi totalmente despejado hacia la derecha que permitía ver las luces de una ciudad a lo lejos. Bajamos y encontré el PC donde estaba el cordobés Jose “El Clavo de Hierro”, quien me dijo que me faltaba la subida a “Capim Amarelo”. ¡Y yo que pensaba que unos de los cerros que ya había hecho era ese!  En esas condiciones, la experiencia me ha demostrado que lo que corresponde es mantener la calma y el ritmo constante, pese a que sea lento, ya que un paso tras otro permite superar cualquier obstáculo.

    Alcancé el último punto elevado –Capim Amarelo, 2450 msnm con 60 Km de carrera-  poco después de las 6:00 AM junto a otros dos corredores, con quienes fuimos intercalando posiciones, hasta que se fueron adelante. ¡Es que eran bastante más jóvenes que yo! La muy pronunciada bajada resultó muy peligrosa, como ya lo había sido la de Pedra da Mina, con varios tramos donde hice “culipatín”, me ayudaba con las cuerdas puestas por la organización o en ramas, en algunos casos sin ver el camino donde se pisa dada la enorme cantidad de pastizales y "capim" que todo lo cubre… ¡si llega a llover, es imposible correr en este circuito! “Solamente me faltó sentarme en una roca y ponerme a llorar”, diría Mónica. Pero no estamos hechos para dejarnos vencer por las dificultades.

    Sentía un dolor bastante fuerte en varios dedos de los pies, fruto del roce en la bajada como consecuencia de la enorme pendiente. Finalmente alrededor de las 7:30 llegué al punto en el que salíamos al camino de autos que lleva a Refugio Serra Fina y de ahí a Passa Quatro. “Me faltan 14 Kmts, ya estoy dentro del tiempo”, me dije. Llegué al Refugio –Km 67- y continué camino después de saludar a los de la organización que controlaban el paso. Recién en ese tramo empecé a sentir sueño y cansancio, así que decidí no hacer locuras y mantener el ritmo lento, aunque me superaron algunos corredores en ese tramo. La bajada me complicaba bastante por el dolor que sentía en los pies, al extremo que me juré sacarme el calzado en cuanto llegara a las calles de adoquines de Passa Quatro (cosa que por suerte no hice... todavía me queda un poco de cordura). En ese tramo, me acompañó durante unos minutos, un “paisano” en bicicleta con el que fui conversando, quien me contó que nunca en su vida había subido hasta Pedra da Mina, pese a que vivió toda su vida allí.

    Llegué a las calles de la ciudad, até la bandera uruguaya a uno de los bastones, me saqué el casco y emprendí un trote muy suave por los dos últimos kilómetros. Completé el recorrido en 24 hs 44 minutos (18 min 33 seg/km), con  4200 mts de desnivel acumulado positivo, en la que ha sido la carrera más dura que he corrido hasta el momento (es la No. 34 de 42 Kilómetros o más). Me esperaba Adriana -¡qué mejor recibimiento!- y el amigo Fabio Guillén, quien había completado sus 40 Km en 7hs 50 min.

    Obviamente, me queda la enorme satisfacción de haber podido completar el desafío más difícil –por las razones expuestas-, y de haber ocupado una posición digna: 66 en la general entre 126 que largaron (abandonaron 51, un 40.5%), en tanto en mi categoría “Veteranos B”, ocupé la 7ª posición entre 15 que largaron (pero los otros 8 no llegaron…). Fue mi carrera No. 314, con un total de casi 5300 kmts acumulados en competencias, Fabio ocupó la posición 72 entre 144 de su distancia, y la 5ª posición en la categoría entre 14 (excelentes resultados, para el debutante).

    Después de la llegada y del control del equipamiento obligatorio, esperamos la llegada de otros competidores y nos fuimos hasta la Pousada Tia Ana. En el camino, vimos llegar a Mónica, quien completaba su recorrido, lo cual me provocó un enorme alivio ya que me estaba sintiendo con un poco de culpa por no haberle hecho el aguante en lo más duro de la montaña. Hoy recibí un correo que decía: “… que lo vivido aun me pesa, que tengo moretones en los codos porque me caí un par de veces y me agarré a la montaña con los codos jaaa. En un par de días haremos planes nuevos y pondremos la mirada adelante. … yo el 4 y 5 de octubre me voy a la caminata a Luján;  es desde Buenos Aires a Luján porque acompañamos a una amiga que cumple 50 a hacerla. Y  después no sé, veremos. Vamos el año que viene a la diagonal de Fous?” No hay caso, no estamos bien de la cabeza.

    ¿Por qué extraña razón, personas con una vida “normal”, tranquila y llena de ocupaciones, son capaces de dejarlo todo durante un fin de semana para pasarse más de 24 horas “non stop” en las condiciones más duras que se puedan imaginar (y las que no, también), simplemente por la satisfacción de decir “yo lo hice”, o de probarse un nuevo límite y no encontrarlo? Esto es quizás el gran sentido de la vida, jugar muchas veces al límite para experimentar esa extraña sensación de quedar sin aliento, y volver a renacer con la misma o más fuerza. “No sé dónde está el límite, sí sé dónde no está”, diría Josef Ajram.

    Algunas opiniones sobre el recorrido y la organización. La carrera es casi de “autosuficiencia”, pues lo único que la organización brinda durante el recorrido, es agua mineral en algunos puntos (en otros, hay que recogerla de arroyos), y no hay lugares donde poder comprar comida, por ejemplo. En tanto el año pasado en el Paiolinho había sopa caliente y té, en esta oportunidad no había nada. Las enormes dificultades del terreno la hacen muy peligrosa, lo cual genera muchos abandonos (hasta ahora no había visto ninguna carrera con un porcentaje tan alto), así que –en mi opinión- o se introducen algunos cambios o está condenada a restringirse a un número muy reducido de competidores de primerísimo nivel, optando los demás por correr la Half Mision en Champaquí (Córdoba), donde las condiciones son bastante más disfrutables. Sería una lástima. No quiero olvidarme del excelente chocolate caliente con el que nos esperan en la llegada, ni de la calidez personal de Togumi, el Guri y demás colaboradores.

    Nos vemos, en la ruta. Por lo pronto, el 24.08 correré los 15 Km de Runfit en Salto del Penitente, la Half Marathon Montevideo el 07.09, en tanto lo más destacable que me espera en el año es la Maratón de Nueva York. No descarto correr la Short Mision en el Champaquí, pero veremos más cerca de la fecha.

    jueves, 31 de julio de 2014

    DESAFIO 2015 - GORE-TEX TRANSALPINE RUN

    Disfruten del video de la Gore-Tex Transalpine Run 2013, carrera que en el año 2015 pretendemos hacer con Pablo Lapaz. Me consta que algunos piensan que estamos locos. Prefiero pensar que estamos vivos. Vean las imágenes y después me cuentan. "Si a la aventura le quitamos el riesgo de vida, se transforma en turismo" (Chris Bonington).

    miércoles, 30 de julio de 2014

    TOUR DE FRANCE 2014, en 5m 41seg


    Un resumen en video de las principales imágenes del Tour de France, una carrera épica captada por los camarógrafos de ESPN, en un resumen imperdible. Para verlo, presionar en el enlace: Excelente resumen del Tour de France 2014