El pasado fin de semana, tuve revancha en la 2da. Edición de
la Half Mision Serra Fina, ultra trail de montaña de la serie La Mision,
desarrollada en la coqueta Passa Quatro, pequeña ciudad de entrada al sur de
Minas Gerais, equidistante entre Sao Paulo y Río de Janeiro.
En octubre de 2013, había intentado completar los 80 Km y no
lo pude conseguir, ya que abandoné en el Km 50. Había viajado junto a Jorge
Nin, Douglas Hernández, Martín Zanabria y Wilson Guillén –quienes llegaron a la
meta-, y Paola Nande, Andrea Ayala, Elbio Carrasco y Alejandro Chabalgoity (que
también abandonaron). Cometí errores en esa oportunidad –sobre los cuales ya me
referí en su momento-, así que en esta instancia llevaba además de esa
experiencia, el conocimiento de gran parte de las condiciones del terreno.
Passa Quatro es un rinconcito privilegiado, donde la
naturaleza se ofrece en su versión más pura rodeada de sierras, donde sus 18.000
habitantes viven a un ritmo envidiable que me hizo recordar a mi querida ciudad
de Artigas durante mi niñez. Hay momentos en que parece “atrapada en el tiempo”,
en particular cuando se escucha el sonido de su viejo tren –la “María Fumaca"- que
recorre la zona, o cuando la gran mayoría de negocios cierra sus puertas para
la casi obligatoria siesta. Con sus casi 500 años de historia a cuestas, la
ciudad es un testimonio vivo del pasaje de la “Estrada Real” (hoy, su calle
principal con adoquines), camino que en la época colonial era utilizado por el
imperio para trasladar hasta la costa, el oro extraído de las minas para su
embarque hacia Portugal.
Me correspondió el No. 308 y fui uno de los 125 que largamos
la distancia mayor -80 Km-, en tanto el otro uruguayo participante –Fabio Guillén-
corrió la Short Mision sobre 40 Km, donde largaron 144 competidores. Con la ansiedad
propia de quienes se van a enfrentar a un desafío muy difícil después de un
fracaso anterior, durante la noche previa dormí poco pese a que había dejado
todo pronto para la carrera. El “cajón de salida” estaba ubicado en la calle
principal de Passa Quatro casi frente a la iglesia ("de aquí se sale para la misión", dice una inscripción a la entrada; yo salí para la "media misión"), donde la mañana nos recibió
con un sol radiante pese al frío reinante, propio de esta época del año en una
ciudad que está ubicada a 900 msnm. Considerando las condiciones en las que se
iba a correr –con un límite máximo de 26 horas-, decidí cargar con abundante
abrigo en mi mochila.
Todos nos encomendamos a nuestros dioses -en mi caso,
familia, hijos, amigos, y quienes ya no están-, con una mezcla de temor por el
reto que vamos a enfrentar y la confianza de haber hecho lo humanamente posible
por llegar en condiciones. ”Quienes van a morir, te saludan”, le decían los
gladiadores al César antes de la batalla. En general me lo repito un poco en
broma, pero es indudable que una sana cuota de preocupación en esas
circunstancias, nos hace humanos. ¡Y vaya si somos humanos! Un poco locos, pero
finalmente humanos. Es que más allá del entrenamiento consistente, parodiando a
Forrest Gump quien decía que “la vida es como una caja de bombones, nunca se
sabe cuál te va a tocar”, una carrera también lo es, pues está llena de
circunstancias. Recordé a mi padre –fallecido hace poco más de un año- que
se preguntaría qué estaba haciendo a mi edad enfrentando esos desafíos, a mi
hermana Estela y a mi amiga Raquel –sobrevivientes de cáncer, grandes luchadoras
de la vida- y arranqué con una sonrisa después de saludar con un beso a Adriana
y prometerle que si llegaba en menos de 23 horas le avisaba por teléfono; de lo contrario llegaba después.
A las 9:00 AM se dio la largada, y junto a Fabio salimos a
ritmo bien controlado por las calles de la ciudad, por donde corrimos unos 2 Km
para cruzar la ruta e ingresar a caminos de tierra en general en leve subida, con
rumbo al Refugio Serra Fina ubicado a 1500 msnm. “Cuando enfrentes la cima,
camina”, es el lema que he adoptado en este tipo de disciplinas, ya que ello
permite guardar energías para los momentos más duros -que siempre llegan-, así
que ya en ese tramo fui intercalando trotes y caminatas. En el Refugio –Km 13,
en aprox. 1h 45 min- estaba el primer puesto de hidratación, aunque no me
detuve pues llevaba suficiente líquido. Ingresamos a la izquierda por trillos
de pasto también en subida, con rumbo al Tijuco Preto, cerro con 2350 msnm,
punto donde alcanzamos los 17 Km de carrera.
Ya la pendiente de subida se hacía
sentir, con algunos tramos ayudados por cuerdas dadas las dificultades del
terreno. Ingerí un suplemento energético “Shot 6 hours”. Se levantó un poco de niebla y el viento se
hacía sentir, pero nada que impidiera el avance. Desde ese punto empezamos la
bajada hacia la Reserva Ibama, punto que alcanzamos a media tarde con 30 Km de
carrera, y ubicado a 1000 msnm. Avanzaba a buen ritmo, sintiéndome en general
mejor de lo previsto, pues en ese punto llevaba unas 6 hs 30 min de carrera. Además
de la hidratación, recibí un poco de Coca Cola de un asistente, que me renovó
el alma… ¡qué bien se siente una bebida refrescante en esas condiciones! Ingerí
medio sandwiche reforzado que llevaba,
ya que –una vez más- me costó bastante tragar.
Después de un muy breve descanso, salí para hacer el largo
recorrido por camino de tierra en subida (que el año pasado hice en sentido
inverso) hacia la Fazenda Paiolinho, ubicada a unos 15 kmts de distancia, punto
ubicado a 1600 msnm en el que completamos unos 45 km de carrera. Se hace
interminable, al extremo que hay momentos en que uno se cuestiona si el GPS
mide adecuadamente las distancias. Llegué alrededor de las 18.00 horas (llevaba
9 horas de carrera), así que mi estimación era de poder completarla en poco más
de 20 horas. “Algo debe estar mal”, pensaba, y efectivamente minimizaba las
dificultades que me esperaban, pese a que las había ya enfrentado en 2013. En
ese punto, me abrigué bastante, comí algo más del sandwiche, repuse mi mochila
de hidratación y caramañolas, descansé un poquito y emprendí la subida hacia
Pedra da Mina, ya con la linterna encendida.
¡Qué duro camino! Al poco rato de empezar a subir,
encontramos otro Puesto de Control donde un corredor descansaba, cosa que
también hice durante unos 10 min pues me sentía cansado. Ingerí el 2do
suplemento “Shot 6 hours” y me cayó mal. Seguí el camino cuando me alcanzó
Mónica Barg (marplatense, con quien llegamos casi juntos en La Mision de 2014),
para irme un poco adelante pero casi enseguida volver a detenerme pues me
sentía muy mareado. Dormité un poco al costado del camino, volví a subir y un
poco más adelante nuevamente me detuve. A los pocos minutos vomité mucho… puro
líquido. Me vinieron escalofríos, dudé sobre qué hacer (¿sigo subiendo, o
vuelvo al puesto anterior y abandono?). Esperé unos 5 minutos y me sentí
notoriamente mejor, así que decidí seguir, para alcanzar a Mónica un poquito
más adelante. Cuando le comenté sobre mis dificultades, me dijo “Ah, eras vos,
te escuché en la noche”. Seguimos juntos por un buen tramo durante la noche,
subiendo casi siempre a ritmo muy lento, ayudados en los tramos más técnicos
por cuerdas puestas por la organización, hasta que Mónica empezó a quedarse un
poquito más atrás.
“Hacé tu carrera”, siempre me recomienda Pablo Lapaz, así
que seguí a mi ritmo en la madrugada. Alcancé el punto más alto de la
competencia –Pedra da Mina, casi 2800 msnm, con 54 km de competencia- en plena
madrugada, para seguir por los filos de las sierras en un continuo subir y
bajar. Divisaba las luces de las linternas de quienes iban más adelante, así
que tenía una idea bastante clara de la dificultad del recorrido que me
esperaba. Cuando se me agotaron las baterías del GPS, en medio de una cierta
desazón y ofuscado, decidí no volver a cambiarlas y olvidarme de la tecnología. “Voy a
seguir guiándome por el recorrido marcado, estimando las distancias y ritmos,
considerando mi estado físico”, me dije. ¡Cuánta irracionalidad! Pero fue lo
que sentí, que debía apelar a mis condiciones sin importar las informaciones
que pudiera brindarme un GPS. ¿Cómo podemos quienes nos consideramos “racionales”,
descartar las ayudas tecnológicas y guiarnos por el corazón y el espíritu? Estas
son quizás, algunas de las cosas por las que este tipo de disciplina me
atrapa tanto. En mi caso, son preguntas sin respuestas, o al menos, las guardo como parte de mis descubrimientos, que disfruto de un modo “egoísta”. “Lindo
haberlo vivido, para poderlo contar”, cantaría José Carbajal “El Sabalero”.
No podía ingerir ningún alimento, pues temía volver a
sentirme mal del estómago, razón por la cual seguí solamente tomando agua que
recogía de las pequeñas cascadas del camino. Un poco después de las 5:00 AM empecé
a divisar los primeros rayos de sol que pugnaban por salir, lo que me permitió
disfrutar de un espectáculo maravilloso, en lo más alto de la sierra con una
capa de nubes abajo a mi izquierda y un panorama casi totalmente despejado
hacia la derecha que permitía ver las luces de una ciudad a lo lejos. Bajamos y
encontré el PC donde estaba el cordobés Jose “El Clavo de Hierro”, quien me
dijo que me faltaba la subida a “Capim Amarelo”. ¡Y yo que pensaba que unos de
los cerros que ya había hecho era ese! En
esas condiciones, la experiencia me ha demostrado que lo que corresponde es
mantener la calma y el ritmo constante, pese a que sea lento, ya que un paso tras
otro permite superar cualquier obstáculo.
Alcancé el último punto elevado –Capim Amarelo, 2450 msnm
con 60 Km de carrera- poco después de
las 6:00 AM junto a otros dos corredores, con quienes fuimos intercalando
posiciones, hasta que se fueron adelante. ¡Es que eran bastante más jóvenes que
yo! La muy pronunciada bajada resultó muy peligrosa, como ya lo había sido la
de Pedra da Mina, con varios tramos donde hice “culipatín”, me ayudaba con las cuerdas
puestas por la organización o en ramas, en algunos casos sin ver el camino donde se pisa dada la enorme cantidad de pastizales y "capim" que todo lo cubre… ¡si llega a llover, es imposible correr
en este circuito! “Solamente me faltó sentarme en una roca y ponerme a llorar”,
diría Mónica. Pero no estamos hechos para dejarnos vencer por las dificultades.
Sentía un dolor bastante fuerte en varios dedos de los pies,
fruto del roce en la bajada como consecuencia de la enorme pendiente.
Finalmente alrededor de las 7:30 llegué al punto en el que salíamos al camino
de autos que lleva a Refugio Serra Fina y de ahí a Passa Quatro. “Me faltan 14
Kmts, ya estoy dentro del tiempo”, me dije. Llegué al Refugio –Km 67- y
continué camino después de saludar a los de la organización que controlaban el
paso. Recién en ese tramo empecé a sentir sueño y cansancio, así que decidí no
hacer locuras y mantener el ritmo lento, aunque me superaron algunos corredores
en ese tramo. La bajada me complicaba bastante por el dolor que sentía en los
pies, al extremo que me juré sacarme el calzado en cuanto llegara a las
calles de adoquines de Passa Quatro (cosa que por suerte no hice... todavía me queda un poco de cordura). En ese tramo, me acompañó durante unos
minutos, un “paisano” en bicicleta con el que fui conversando, quien me contó
que nunca en su vida había subido hasta Pedra da Mina, pese a que vivió toda su
vida allí.
Llegué a las calles de la ciudad, até la bandera uruguaya a
uno de los bastones, me saqué el casco y emprendí un trote muy suave por los
dos últimos kilómetros. Completé el recorrido en 24 hs 44 minutos (18 min 33
seg/km), con 4200 mts de desnivel
acumulado positivo, en la que ha sido la carrera más dura que he corrido hasta
el momento (es la No. 34 de 42 Kilómetros o más). Me esperaba Adriana -¡qué mejor recibimiento!- y el amigo Fabio
Guillén, quien había completado sus 40 Km en 7hs 50 min.
Obviamente, me queda la enorme satisfacción de haber podido
completar el desafío más difícil –por las razones expuestas-, y de haber
ocupado una posición digna: 66 en la general entre 126 que largaron
(abandonaron 51, un 40.5%), en tanto en mi categoría “Veteranos B”, ocupé la 7ª
posición entre 15 que largaron (pero los otros 8 no llegaron…). Fue mi carrera
No. 314, con un total de casi 5300 kmts acumulados en competencias, Fabio ocupó
la posición 72 entre 144 de su distancia, y la 5ª posición en la categoría
entre 14 (excelentes resultados, para el debutante).
Después de la llegada y del control del equipamiento
obligatorio, esperamos la llegada de otros competidores y nos fuimos hasta la
Pousada Tia Ana. En el camino, vimos llegar a Mónica, quien completaba su
recorrido, lo cual me provocó un enorme alivio ya que me estaba sintiendo con
un poco de culpa por no haberle hecho el aguante en lo más duro de la montaña. Hoy
recibí un correo que decía: “… que lo vivido aun me pesa, que tengo moretones
en los codos porque me caí un par de veces y me agarré a la montaña con los
codos jaaa. En un par de días haremos planes nuevos y pondremos la mirada
adelante. … yo el 4 y 5 de octubre me voy a la caminata a Luján; es desde Buenos Aires a Luján porque
acompañamos a una amiga que cumple 50 a hacerla. Y después no sé, veremos. Vamos el año que viene
a la diagonal de Fous?” No hay caso, no estamos bien de la cabeza.
¿Por qué extraña razón, personas con una vida “normal”,
tranquila y llena de ocupaciones, son capaces de dejarlo todo durante un fin de
semana para pasarse más de 24 horas “non stop” en las condiciones más duras que
se puedan imaginar (y las que no, también), simplemente por la satisfacción de
decir “yo lo hice”, o de probarse un nuevo límite y no encontrarlo? Esto es
quizás el gran sentido de la vida, jugar muchas veces al límite para
experimentar esa extraña sensación de quedar sin aliento, y volver a renacer
con la misma o más fuerza. “No sé dónde está el límite, sí sé dónde no está”,
diría Josef Ajram.
Algunas opiniones sobre el recorrido y la organización. La
carrera es casi de “autosuficiencia”, pues lo único que la organización brinda
durante el recorrido, es agua mineral en algunos puntos (en otros, hay que
recogerla de arroyos), y no hay lugares donde poder comprar comida, por
ejemplo. En tanto el año pasado en el Paiolinho había sopa caliente y té, en
esta oportunidad no había nada. Las enormes dificultades del terreno la hacen
muy peligrosa, lo cual genera muchos abandonos (hasta ahora no había visto
ninguna carrera con un porcentaje tan alto), así que –en mi opinión- o se
introducen algunos cambios o está condenada a restringirse a un número muy
reducido de competidores de primerísimo nivel, optando los demás por correr la
Half Mision en Champaquí (Córdoba), donde las condiciones son bastante más
disfrutables. Sería una lástima. No quiero olvidarme del excelente chocolate
caliente con el que nos esperan en la llegada, ni de la calidez personal de
Togumi, el Guri y demás colaboradores.
Nos vemos, en la ruta. Por lo pronto, el 24.08 correré los
15 Km de Runfit en Salto del Penitente, la Half Marathon Montevideo el 07.09,
en tanto lo más destacable que me espera en el año es la Maratón de Nueva York.
No descarto correr la Short Mision en el Champaquí, pero veremos más cerca de
la fecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario