domingo, 31 de marzo de 2019

Champa Ultra Race y Cabo Polonio Trail


Un año cargado de desafíos

Muchas de las frases que circulan en redes sociales sobre el comportamiento de los corredores, hacen referencia a una condición: la capacidad para hacer cosas muy extrañas para el común de los mortales. Así, pueden leerse comentarios desde salir de la zona de confort, entrenamientos en condiciones climáticas y horarios poco normales, hasta la ya famosa referencia de Marciano Durán en "Esos locos que corren” cuando señala que son capaces de recorrer 200 kilómetros para correr 10. Ya le he dicho a Marciano que se quedó muy corto… hicimos 2.300 kilómetros.

¿A qué viene toda esta introducción? A que para el corriente año, decidí armar un programa de actividades bastante cargado, aprovechando la ida a competir en la CCC del Mont Blanc (asegurada, pues tenía los puntos suficientes y había quedado fuera en el sorteo en los dos últimos años). Así, corrí los 10K de San Fernando (Maldonado) el 05.01, seguí con los 21K de Punta Ballena Trail Run el 20.01, el ascenso al Volcán Lanín el 28 y 29.01, los 16K de Reto al Mataojo en Pueblo Edén el 03.02, los 17K del Reto al Amanecer en Piriápolis el 17.02 (donde tuve el privilegio de ser “corredor sanitario” y operar como “escoba” cerrando la competencia, gracias a la invitación del organizador Roberto Saule), los 15K de Trillos Noche (¡qué bueno correr en la noche, y por las barrancas de Kiyú!), los 19k de Desafío Dos Arroyos por arena entre los arroyos Carrasco y El Pinar, para irme a correr Champa Ultra Race en San Javier (Traslasierra, Córdoba) el 8 y 10.03. Y aquí hago un paréntesis. Como consecuencia de un desperfecto en mi calzado en Dos Arroyos, terminé corriendo descalzo, lo que me provocó una tendinitis en el talón del pie derecho, así que estuve tomando antiinflamatorio y usando tobillera hasta el día previo al viaje…

Terra Incognita

Uso ese término que se incorporaba como inscripción en los mapas antiguos, para referir a las tierras situadas más allá de las zonas conocidas por la civilización occidental. En realidad, miento un poquito o bastante –considérenlo una “licencia poética”- pues ya he estado en esa zona de Traslasierra, Córdoba en otras oportunidades, llegando un par de veces a la cumbre del Cerro Champaquí con sus casi 2900 msnm (metros sobre el nivel del mar). Mi primera ultra fue la Half Mision, precisamente allí. ¿Cómo olvidar las maravillosas vistas desde la cumbre, el impresionante viento y frío reinante, la interminable madrugada por el Sendero de las Cabras, el zumbido penetrante de los cables de alta tensión en la noche cerrada, el cielo absolutamente despejado repleto de estrellas donde se dibujan las más extrañas figuras, e incluso la trucha al roquefort de La Fonda de Buca?

Nunca había corrido Champa Ultra Race, y por tanto allá fuimos junto a Pablo Lapaz, Elena Pareja y Yovanna Barreto (que se sumó en los días previos), entrenadas por el amigo Paul Medina, con quien coincidí en El Cruce Columbia 2013.

Lo de “incognita” o “ignota” podría referir también a las compañeras de viaje y carrera, pues fue la primera vez que compartimos una aventura de este tipo. Es más, con Yovanna he compartido varias carreras, pero con Elena creo que nunca me había cruzado. Viajamos en el auto de Pablo el jueves 6 –salimos a las 5:15 AM- para llegar a Villa Las Rosas (donde teníamos el alojamiento) a las 19.00 horas. Viaje largo, plagado de anécdotas y comentarios sobre carreras, que incluyó una parada en plena sierra de Córdoba para comprar vino “patero”, queso y salamín. La temperatura estaba bastante elevada, así que con Pablo pudimos disfrutar de la piscina del lugar.

En la madrugada, se descargó una tormenta fuerte. A la mañana, teníamos corte de energía pues habían caído algunos árboles y cables de electricidad. Mientras desayunábamos, vimos pasar por el camino a dos amigos uruguayos –Gonzalo Sosa y Guillermo Pereira, del grupo de Roberto Saule-, que habían llegado a las 5:00 AM después de un muy largo viaje desde Maldonado, y de haber estado dos horas detenidos por la caída de un árbol en la carretera. Junto a otros uruguayos (el Pato Acevedo y “Runtrail Bike” del grupo MQ entre ellos) y dos argentinas, liderados por Laura Barrios, estaban alojados relativamente cerca de nosotros.

Hasta las 17:00 horas, no hubo energía eléctrica. De nuestro grupo era el único anotado para correr el “Kilómetro Vertical” (KMV), que largaba desde la Estancia La Constancia, a escasos kilómetros de San Javier, pero por un camino muy poco transitable, así que decidimos ir con tiempo. La temperatura había bajado bastante.

Cuando retiré el kit, me señalaron que era el primero en largar, exactamente a las 16:00. ¿Será consecuencia de la “ansiedad”, por haber sido el primer inscrito? Recordando el KMV que corrí junto a Pablo en la Transalpine Run 2015, y considerando mi tendinitis, estimé un tiempo de 1:30. Había una tenue llovizna, así que emprendí el camino con la 2ª piel y la remera de carrera. Los siguientes competidores largaron cada 15 segundos, y por tanto al poco tiempo empezaron a superarme. El ascenso se hizo duro, exigente, en particular a partir de los 2 kilómetros de carrera (nos esperaba una distancia total de 5 kilómetros). No me preocupó, pues busqué cuidarme y disfrutar del recorrido, sacando fotos.

Completé el ascenso en 1:27:57, superando solamente a 4 de los 52 competidores del KMV, pero me sentí realmente satisfecho. Me abrigué a mitad del ascenso pues el muy fuerte viento y frío, se hacían sentir al extremo que las ráfagas amenazaban con tirarnos. Decidí bajar “al palo”, aunque solamente se computara el tiempo del ascenso, para tomarlo como entrenamiento, y lo hice en 1:02. Abajo, me esperaban Pablo, Yova y Elena, disfrutando de un café en las cómodas instalaciones de la Estancia… Pensaba señalar aquí que no me estaban esperando en la meta y que por tanto no tengo fotos de mi llegada; opté por señalar que estaban reponiendo energías en un lugar calentito… Es broma, obvio. Lo positivo: no sentí molestias en el tobillo.

Después de un buen asado en la noche, el sábado fue día de descanso. Ello nos permitió disfrutar de una preciosa feria de alimentos y artesanías en la plaza de Villa Las Rosas, donde almorzamos pastas caseras y cerveza artesanal.

El domingo a las 6:30 AM, Pablo largó sus 44 K. Fui a llevarlo, oportunidad en la que encontré a Mari Cervini, Carlita Dadomo y Diego Fava, y volví a descansar un poquito; dormir, imposible, pues largaba a las 9:30, al igual que Yova, pues había decidido bajarme a los 26K (en lugar de los 44K) para cuidar mi tobillo. Elena largó los 18K, a las 9:50.

Open the blast doors

Esta frase está tomada de Star Wars Episodio IV. ¿No tiene mucho que ver con correr subiendo el Champaquí, verdad? Bueno, me vino a la memoria y listo. Acéptenlo.

Apenas largamos desde la Plaza de San Javier, empezamos a subir por el camino asfaltado –que en mis anteriores participaciones era de balastro- con una pendiente fuerte. Hicimos un kilómetro hacia arriba, cuando ya vi que Yova se iba adelante a paso firme. Ingresamos por un camino de tierra hacia la derecha en general en subida, con algunos descensos. Así avanzamos, compartiendo con quienes iban a menor ritmo, aprovechando para conversar y tomar fotografías. Llegamos hasta el punto donde se separaban las distancias, en el Cerro de la Cruz. Seguimos subiendo por caminos bastante limpios y con el cielo nublado.

Avanzando de esa manera, llegamos al Puesto de Don Carlos Ferreyra, lugar muy conocido en la zona y donde siempre he pasado en cada carrera corrida allí. Iban unos 9 kilómetros, y aproximadamente 1h 42 minutos, así que me sentía satisfecho con el ritmo. Me rehidraté y comí algo de alimento, y continué mi camino al pie de las Sierras Grandes. Seguimos por un tramo con subidas y bajadas, bastante trabado, para llegar al lugar donde el camino se juntaba con quienes corrían los 18 K. A partir de allí, nuevamente continuamos subiendo por un sendero bastante limpio, para llegar al punto más alto de nuestro recorrido a los 13K, 1430 msnm, entrando a la Estancia La Constancia con poco más de 2hs 30 minutos de carrera.

Después de rehidratarme nuevamente, crucé el puentecito donde se había hecho la largada del KMV, para subir unos pocos metros, saludar a José ("Clavo de Hierro", amigo de estas aventuras que estaba en la organización) y a partir de allí, tomar la Cuesta de las Cabras bajando por la denominada Huella del Infiernillo. El sendero está bastante lleno de piedras, así que se hizo algo lento. En el Km 18, encontré un nuevo puesto de hidratación, donde alcancé a Julio Ernesto Espinosa, un amigo argentino que hacía su debut en la disciplina y que tenía a su esposa esperándolo. Según me dijo, le había prometido que llegaba en unas 5 horas, así que le dije a Eduardo que llegábamos en menos de 4:30. Dado que mi ocasional compañero venía con alguna molestia muscular, cada tanto paraba a estirar y recuperarse. Nos superó Gustavo Reyes, ganador de la distancia mayor, 62K.

Encaramos la Quebrada de Ambrosio, llena de cruces de arroyos así que no hubo más remedio que mojarnos, pese a que hasta ese momento había podido mantenerme seco. Llegamos a la bifurcación de la Hondonada, Km 23.5, para continuar por un sendero con barro y siempre cruzando arroyos, divertido pese a las dificultades. Finalmente, llegamos al último kilómetro de acceso a San Javier, asfaltado y en bajada, para desplegar toda la velocidad junto a mi ocasional compañero, momento en el que le dije: “seguí adelante, que te esperan”. Insistió en que llegáramos juntos, así que le sugerí hacer el “avioncito”, para completar el recorrido en 4:14:56 para los 25.6 kilómetros de recorrido total (9:58/km, promedio satisfactorio para mis condiciones y por el hecho de haber corrido el KMV, 40 horas antes), ocupando la posición 35 en la categoría y distancia. El abrazo de Julio Ernesto con su esposa y las lágrimas de alegría a la llegada, quedarán en el mejor de los recuerdos.

“No existe la casualidad ni las coincidencias”

Pese a que Yova y Elena ya habían completado sus desafíos, me costó bastante encontrarlas… habían ido a tomar una cerveza. Es más, Yovanna fue primera en su categoría con un excelente tiempo de 2:58:43, con casi 7 minutos de margen sobre la 2ª colocada. Elena había completado sus 18 kilómetros en 2:58:22 (corrió prácticamente al mismo ritmo que yo), ocupando la posición 55 en su categoría. Estuvimos esperando un buen rato a Pablo, que completó sus 44K en 8:45:29 (57 en la categoría y distancia).

Después de alimentarnos y esperar la entrega de premios –de Yovanna y Gonzalo Sosa (primero en la general de caballeros de 26K, con un impresionante registro de 2:07:52)- volvimos al alojamiento para bañarnos y juntar todo el equipaje, ya que debíamos emprender el retorno. Salimos a las 18:50, con una leve llovizna y bastante tránsito en las sierras de Córdoba, por ser domingo. Pese al intento de dormir cuando el otro maneja, con una carrera con tantas anécdotas es muy difícil hacerlo, en particular para el hiperactivo Pablo, así que terminé manejando la mayor parte del recorrido. Después de un viaje bastante cansador, llegué a casa a las 8:10 de la mañana, para bañarme e ir a mi clase en Facultad (ese día tenía el inicio de actividades…).


¿Vieron por qué digo que Marciano Durán se quedó muy corto? Prefiero a Forrest Gump, interpretado por Tom Hanks, cuando dice “la vida es una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar”. Es que con Yova y Elena no habíamos compartido experiencias así debíamos aprender a convivir con nuestras diferencias. Resultó todo un descubrimiento –como en general me ha pasado- con imperdibles intercambios y anécdotas, que enriquecen nuestras vidas. ¿Puede haber mayor fortuna?

5K Asociación Down

Una semana después y con un cierto descanso, participé de los 5K Asociación Down aquí en el Prado, aprovechando para tomar muchas fotografías y conversar con amigos. Es ese tipo de desafíos a los que me encanta sumarme, ya que me permite hacer deportes de modo solidario, y sin preocuparme por los tiempos y ritmos. La tendinitis seguía molestando un poco, pero no me impedía trotar.

Cabo Polonio Trail

Y el sábado 23, me fui a correr al Cabo Polonio. Después de hacerlo en 2015, no había vuelto a este circuito. Coordinamos con Andrés Silva, y lo levanté a las 4:30 AM para posteriormente pasar a buscar a Leo –uno de los compañeros de Andrés en la Agencia Nacional de Vivienda, que fue a disfrutar del asado- en Ciudad de la Costa, para llegar a la entrada del Cabo a las 7:25 AM (muy temprano…). A las 8:30 tomamos el camión, que nos dejó en el destino, para alojarnos en el Hostal Sueño Profundo, donde ya estaba Cristina Da Cunha desde el viernes pues había viajado con Luciano Caro. Los demás compañeros de Andrés llegaron cerca de mediodía, pues habían tenido problemas en el vehículo y viajaron en ómnibus.

“Ave Caesar, morituri te salutant” (Salve César, los que van a morir te saludan)

Andrés y Cristina largaron los 60K a las 12:30. Mariana Quiñones, los compañeros de Cantero Entrenamientos Nacho Puig y Julio Sosa, largaron los 42K a las 14:30. En mi caso, largué los 21K a las 15:30 junto a Dardo Parentini, Andrés y Renée Montero, fijando como objetivo marcar no más de 3 horas para todo el recorrido. Es cierto que es un promedio pobre, pero se trata de un circuito muy duro, con casi todo el recorrido sobre arena blanda, así que más vale ser precavido. Andrés se me fue un poquito adelante –“voy a correr tres carreras de 7 kilómetros cada una” me dijo-, rumbo a la entrada al Cabo, por el sendero de los camiones en leve subida y por arena totalmente suelta. Completamos los 6K en el puesto de hidratación que estaba al ingreso del sendero, momento en el que alcancé a Andrés y encontré a Diego Rodríguez Fariña (había largado junto a su padre Milton, los 60K) con un fuerte dolor en la rodilla y pensando en abandonar, cosa que finalmente hizo.

Tomamos hacia el Este por el sendero rumbo a la desembocadura del arroyo Valizas, interminable y siempre con arena suelta. Después de mucho esfuerzo, llegamos al 2° puesto de hidratación, ubicado en el Km 13, momento en el que disfrutamos de dulces, fruta e hidratación. Seguimos por tres kilómetros atravesando las enormes dunas del Cerro de la Buena Vista, para salir al costado del océano y emprender el tramo final rumbo al Cabo.

Con alguna molestia en el talón –la maldita tendinitis- pero pudiendo mantener el ritmo, finalmente completé mi recorrido de 25.6 km en un tiempo total de 2:47:46 (8:08/km, promedio bastante mejor que en mi anterior participación) ocupando la posición 54 (entre 80 en la distancia). Mariana Quiñones –MQ- fue primera entre las mujeres en los 42 kilómetros, con un tiempo envidiable de 5:32:14. Fernando Bonino –compañero en la próxima aventura en Fiambalá, Catamarca- fue 2° en la general en 60 Km, y Andrés completó el recorrido en 9:14:00. Pese a todo el tiempo que estuvimos esperándolo, finalmente no lo vimos llegar pues estábamos controlando el asado y yendo a la costa…imperdonable. Asado, cerveza, vino … fueron el cierre casi perfecto, a lo que se agregó el canto (desafinado, obvio) de los compañeros del Pato, en el Hostel.

Breve descripción de mi persona, canta El Cuarteto de Nos

Registro 9.064 kilómetros en 491 competencias oficiales hasta el momento, 5089 kilómetros de ellos en trail y 3975 en calle. Afortunado, sin dudas. He vuelto a los entrenamientos dentro de mis posibilidades, ya que mis ocupaciones no siempre me permiten asistir. La molestia en el tendón no se ha ido, pero tampoco me complica, y en general se va cuando entreno, después del calentamiento. He optado por mantenerme en relativa quietud, para tratar de recuperarme totalmente, razón por la cual desistí de participar en los 20k de Aborigen Trail en las sierras cerca de Gregorio Aznárez, Maldonado que se corre ahora.

“Veni, Vidi, Vici” (Vine, Vi y Vencí)
Ojalá culmine este 2019 haciendo honor a esa frase de Julio César, aunque con seguridad, en mi caso, el “triunfo” se limita a completar las competencias que tengo programadas. Entre el 13 y el 20/04 me esperan los 144K de Peneda Gerés Trail Adventure, del 8 al 11/05 los 165K de Fiambalá (Catamarca), el 23/6 la Maratona do Río, los días 30 y 31/08 los 100K de la CCC en el Mont Blanc, el 5/10 los 50k de Gramado X-Treme Race y el 2/11 los 50K de Cochrane Patagonia Trail (Chile). Además, espero poder participar de competencias de trail en Uruguay, y alguna de 10k en calle para cumplir con un compromiso moral con la Agrupación de Atletas del Uruguay.

“Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir” (Steven Spielberg)

sábado, 22 de diciembre de 2018

LA MISION 2018 - Nieve, granizo, viento y montañas para el mayor de los disfrutes

Los orígenes


Corría el año 2011. Pablo Lapaz me convenció de ir a correr La Misión en San Martín de los Andes, sobre 160 kilómetros, competencia que se hacía allí y no en su lugar habitual de Villa La Angostura, como consecuencia de las cenizas del volcán Puyehue que habían cubierto gran parte de la zona. Un par de correcciones: “correr” no, debería decir “peregrinar”; y “me convenció” tampoco, debería decir que tuvo la excepcional iniciativa de invitarme a vivir una vivencia alucinante.

A esa experiencia exitosa –donde conocí a Jean Paul Beauvois y Pablo Chichotky, que me “salvaron” la carrera-, le siguieron otras tres más, la última de ellas en 2015 que debería considerar “abandono” en el kilómetro 100 –aunque también estuvo llena de aprendizajes a partir de errores inconcebibles para alguien con mi edad y experiencia en esa competencia-, y un paréntesis hasta este año. En febrero se agregaron las distancias de 200K y 110K, con lo cual se completó una oferta interesante.

La Misión es una carrera de montaña con un formato único, inigualable, un verdadero clásico para los extraños sujetos que participamos de este desafío. Más que una carrera, es un largo peregrinaje sobre distancias de 110, 160 o 200 km, en un máximo de 80 horas, en forma autosuficiente y en contacto con la naturaleza en su versión más pura y dura, en la maravillosa y espectacular zona de Villa La Angostura.​
Ninguno de los finalistas de este desafío, vuelve como la misma persona.

Recuerdo que en 2011, me traje una remera que dice: “I run La Misión. My name is Gladiator”, que me pareció un excelente resumen. Es que tiene un formato “espartano”, en el sentido que se trata de una versión absolutamente rústica, en régimen de autosuficiencia, en las condiciones que la naturaleza ofrezca durante el tiempo de competencia, absolutamente diferente a otras competencias de trail de montaña en la región (como pueden ser Patagonia Run o El Cruce, que considero “cajetillas” -en tono de broma- por las comodidades que ofrecen).

¿Qué se necesita para completar La Misión? Sin dudas, muy buen estado físico, pero fundamentalmente mucha fortaleza mental y templanza para los momentos críticos, que siempre se presentan. No se requieren habilidades especiales. ​Pese a que se denominan “cerros” (algún día entenderé la razón, espero), se suben montañas pronunciadas con piedras y nieve, se atraviesan zonas de bosque cerrado y sucio con enormes árboles caídos, se cruzan arroyos y ríos permanentemente, se trepan piedras, se recorren valles interminables, se transita por caminos vehiculares durante varios kilómetros, y no se suspende por mal tiempo. ¿Por qué no la considero una “carrera”? Porque es posible completar el recorrido caminando, durmiendo las tres noches durante un tiempo razonable para llegar a la meta.

Esta 14º edición de La Misión volvió a Villa la Angostura, después de hacerse en febrero en San Martín de los Andes. “Llegar es ganar”, reza el eslogan del desafío, y vaya si resulta justificado. El director de la competencia, Jorge “Guri” Aznárez, es un excelente conocedor de cada rincón de la zona, y cuenta con un equipo de colaboradores realmente excepcional, lo cual asegura un formato único.

El recorrido transcurre por siete grandes valles: Cajón Negro, Ujenco, Bonito, Cataratas, La Negra, Minero y Ragintuco; el Mallín de las Nieblas y el Col Tres Nacientes, y por la cumbre de los Cerros Bayo, O`Connor, Piedritas, Buol y Newbery.

Me decidí a participar por 5ª vez, y se sumaron David Vega, Alejandra Isabella y Pablo Lapaz, con quienes compartí la experiencia. También Susana Castro hizo su debut exitoso, además de Diego González, Mari Cervini y César Roig, que fueron desde nuestro Uruguay. En Buenos Aires encontré a Federico Sivila –con quien he compartido carreras en las sierras de Córdoba- y Damián Benghiat, y allá compartí con varios amigos “misioneros”: El Gaita Gallego, Fede Sánchez Parodi, Jorge Javier Aguirre, Marcelo Maciñeiras, Fontova, Marcela Barale, los amigos de “Berni” Frau Francisco “Pachi” Somoza y Sergio Moya, los brasileños del grupo de Xandâo… ¡Qué me van a hablar de fortuna! Si a veces me siento como Roberto Carlos, cantando “Eu quero ter, um milhâo de amigos…”

Tomé la decisión de cerrar el año deportivo con este desafío, así que con tiempo más que suficiente hice una reserva para hasta 6 personas, en el Hostel La Angostura, bastante céntrico y repleto de corredores, ya que también Paola y Martín pensaban ir. El ambiente del hostel, es espectacular ya que a toda hora se “respira” el aire de la competencia, se encuentran amigos de años anteriores, se recuerdan anécdotas, se intercambian comentarios y se comparten comidas, en un clima de camaradería.

La previa

Viajamos el martes 11, y dadas las combinaciones de vuelos, fui el primero del grupo en llegar a destino -aproximadamente a las 18.30- junto a los amigos argentinos Damián y Federico. Fuimos directamente al Centro de Convenciones a chequear el equipamiento obligatorio y retirar el kit (ya encontré a José “Clavo de Hierro”, al “Colo” Kuryluk, “Tere”, “Vero” Astete y al “Guri” Aznárez), para posteriormente ir al hostel, donde me instalé a esperar a mis compañeros (llegaron a las 22.00, después de alguna demora en el viaje en bus como consecuencia de un control de la policía en el ingreso a la Villa, donde bajaron a Espinosa ya que los perros detectaron alguna sustancia extraña en su equipaje…).

El miércoles 12 fue aprovechado para hacer algunas compras, solucionar los últimos aspectos logísticos y tratar de descansar en la tarde. A las 20:00 fuimos a la charla técnica, para compartir el clima festivo y los últimos detalles del recorrido. Con el N° 58 -mi edad- registrado en la mochila y en las dos bolsas de aprovisionamiento que iban a los puestos del arroyo Estacada -Km86- y Cerro Bayo -km 148-, completé todos los preparativos. Es mentira que se puede descansar la noche previa.

La competencia

Después de un desayuno generoso servido a las 7:30 gracias a la amabilidad de la gente de Hostel La Angostura, a las 9:00 del jueves 13 entregamos las bolsas de aprovisionamiento en El Mercado, desde donde largó la competencia a las 10:00 después de las últimas instrucciones del Guri y la cuenta regresiva. Allá salimos con nuestras mochilas a la espalda de entre 7 a 8 kilos, en un día algo nublado, para transitar un kilómetro por el costado de la ruta, y posteriormente ingresar a nuestra izquierda por un sendero vehicular y comenzar a subir hacia el Cerro Bayo. Ya al final del ascenso, empezamos a ver vestigios de nieve, una leve llovizna que se transformaba en un fino granizo, y el viento que empezaba a soplar. Llegué a la cumbre -1754 msnm- en 2 horas 30 minutos (10 kilómetros de competencia), casi siempre acompañado por Ale, Fede, Damián y Susana. Ya con viento más fuerte, hicimos el corto filo del Bayo para cruzar hacia el Colorado y bajar al Cajón Negro -1450 msnm-, momento en el que recordé alimentarme, así que comí uno de los sandwiches que llevaba.

Encaramos el impresionante ascenso al Cerro Buol -complicado, con muchas piedras sueltas, nieve y pendiente pronunciada-, donde el rigor del clima se hacía sentir. El viento soplaba más fuerte, con granizo que se asemejaba a un bombardeo con alfileres... . El largo filo con un desnivel de unos 100 metros entre un extremo y otro (forma una especie de cuerno) estuvo bastante más complicado de lo imaginado. Cuando nos detuvimos con Alejandra para que se abrigara, nos superaron los uruguayos Diego González y Mari Cervini, con su “vamo'Uruguay”.

Ya en plena tarde, empezamos a bajar desde los 1850 msnm del Buol hacia el Col Tres Nacientes (1490 msnm), por zonas con muchísima vegetación. Empecé a sentir que mi estómago no estaba bien... otra vez. Sentía que me había alimentado correctamente, pero tenía dificultades hasta para ingerir líquidos. Así se lo hice saber a Alejandra, quien a cada rato me sugería comer algo. Lo intentaba, pero no conseguía tragar. Bordeamos el arroyo Cataratas para seguir bajando hacia el camino vehicular que lleva a Villa Traful, donde llegamos alrededor de las 21.30 (39 kilómetros de competencia, en 11 horas 30 minutos, una hora 30 minutos más de lo previsto en mi plan. 
Alejandra me pasó una Buscapina, y apenas la ingerí, terminé vomitando. Únicamente líquidos, pero claramente estaba teniendo dificultades -una vez más-, que me complicaron a partir de allí. El camino se hizo largo, ya con linternas frontales encendidas, para llegar al gimnasio de Villa Traful a las 23.30, con una llovizna un poquito más sostenida. No pude comer, limitándome a tomar agua. Allí encontramos a Pablo Lapaz, quien me ofreció Sertal para solucionar mi malestar.

Durante el descanso -4 horas, el tiempo previsto- sentimos llover fuerte, y los comentarios entre la enorme cantidad de corredores, era que estaba nevando en la cumbre del Piedritas. A las 3:30 de la madrugada y después de tomar un té de boldo, retomamos el camino para cruzarnos con Fede Sánchez Parodi que también subía. Salimos abrigados y con capa de lluvia, pero la noche estaba despejada, así que casi enseguida paramos a quitarnos el exceso. El largo ascenso desde los 820 a los 1830 msnm, nos llevó unas 3 horas, tiempo en el cual el tiempo volvió a descomponerse, lo que impidió disfrutar de la excelente vista que hay en esa cumbre. Con llovizna, granizo y viento fuerte, atravesamos el filo del Piedritas, para encarar el descenso también muy pronunciado, hacia el río Minero, que siempre corre con fuerza pese al escaso nivel del agua que llega a las rodillas.

Siguió la foto de la tapera donde en alguna ocasión he descansado, ubicada al margen del río. El largo valle -unos 5 kilómetros- nos llevó al campamento donde estaba José “Clavo de Hierro”, el amigo cordobés de San Javier (Traslasierra), donde estuvimos conversando y tomando una sopa instantánea, ya que seguía sin poder comer. Ingresamos al Mallín de las Nieblas por algo más de 7 kilómetros, tramo largo pero bastante limpio, aunque siempre húmedo y chapoteando en el barro. Al final, estuvimos descansando brevemente en el puesto de control, aprovechando el fuego prendido que allí había. Llevábamos 71 kilómetros y un tiempo superior al planificado, en unas 5 horas. Creo haber sido optimista en mi plan, a lo que se sumaba el problema estomacal que me complicaba bastante. Ya en ese momento le comenté a Alejandra que sin dudas, no podría hacer los 200K y que mi intención era pasarme a los 110K.

Después del mallín, siguió el muy largo tramo -12.5 km- en “descenso” (que en realidad me pareció más en ascenso, por las continuas subidas y bajadas dentro del monte), que nos llevó desde los 1420 a los 800 msnm. Resultó interminable, pero he aprendido que en estas circunstancias, corresponde asumir siempre que el final del tramo está un poco más lejos de lo que creemos o vemos. Igualmente, me encargué de “protestar” recordando a la familia del Guri Aznárez, más como forma de distensión para reír un poco con Ale.  Mi estómago seguía complicado, en tanto había empezado a sentir un fuerte dolor lumbar, que me hacía avanzar torcido, y Alejandra sufría del roce en sus dedos de los pies con el calzado.

Salimos al costado de la Ruta Nacional N° 40, por donde avanzamos casi tres kilómetros, para llegar al Camp 1 Estacada. El Doc Parada, médico de la Organización, estaba allí y en cuanto me vio venir, me dijo: ¡“otra vez torcido”! Es que me recuerda de la Half Mision 80 Km en San Javier, Córdoba (2011) donde fue necesario que me dieran un inyectable. Le comenté que venía sin alimentarme, a lo que me recomendó que tomara algún antiinflamatorio para el dolor de espalda (Dipar Flex) y descansara, sin preocuparme por comer pero si por la hidratación. Recibí mi bolsa de reaprovisionamiento, tomé una Coca Cola, y me tiré a descansar. Ale quería seguir en busca de sus 160 kilómetros, así que después de alimentarse y recibir mis dos sandwiches de la bolsa de reaprovisionamiento, se enganchó con otros dos corredores y siguió su camino.

Dormí exactamente tres horas, para despertarme sintiendo la voz de Susana Castro y Marcelo Maciñeiras, quienes llegaban al campamento. ¡Qué alegría! Confieso que temía que Susana hubiese abandonado, dadas las durísimas condiciones del clima que habíamos enfrentado, y que no la había visto en el recorrido (salvo en los primeros tramos de la salida rumbo al Bayo). Había llegado alrededor de la 1:00 a Villa Traful, cuando nosotros dormíamos, así que no nos vimos.

Enseguida llegó Federico Sivila, y también comentó sobre su decisión de seguir por sus 160 Kmts. El dolor de mi espalda se había ido por completo, y pude comer unos fideos, así que decidimos continuar con Susana y Marcelo, ahora en busca de mis 110 kilómetros. Aproximadamente a las 21:30, retomamos el camino, para salir nuevamente a la ruta 40 y hacer unos kilómetros rumbo a Encanto del Río, en la zona de Puerto Manzano.

Ingresamos ya en la noche, y comenzamos a subir por senderos bastante limpios y amplios, rumbo a la base del Cerro Bayo. Mis compañeros iban un poquito más lentos, pero me venía bien para no forzar el paso y mantenerme despierto. Llegamos a la 1:30 de la madrugada del sábado, al ingreso al cerro. Nos registramos y comenzamos a subir desde los 1050 msnm por el sendero en zigzag, hacia la zona de talleres de mantenimiento ubicada a 1450 msnm. Este tramo fue interminable, ya que la monotonía de la subida, la oscuridad de la noche, la soledad y el cansancio acumulado, hacían de las suyas. Puedo afirmar que me dormí en al menos tres oportunidades mientras marchaba, al extremo que en una de esas ocasiones, me “desperté” cruzando de costado sobre un tronco caído...que no existía. Delirios, alucinaciones, peligro ya que al borde del camino hay una pronunciada caída. Me mojaba la cara para despertarme, pero igualmente me dormía. Mis compañeros venían unos 300 metros atrás. Finalmente, llegué al punto donde me registré y me senté a descansar al lado del fuego, junto a otro competidor que iba a dormir allí. Hacía frío, así que mi decisión fue esperar a Susana y Marcelo, para emprender el descenso.

El chico de la organización me ofreció mate, cosa que acepté. Cuando lo agarró, me dijo: “está congelado, pero lo caliento un poco en el fuego, lo limpio y preparo uno nuevo”. Debe haber sido de los mejores mates que disfruté -con yerba argentina, es cierto- ya que me permitió despertarme. Después de la llegada de mis compañeros y de un breve descanso, comenzamos a bajar por la zona de montes. Decidimos ir lo más juntos posible, para hablar e intentar no dormirnos. El descenso se hizo en mejores condiciones que el ascenso, pese a que ya estaba amaneciendo y habíamos pasado toda la noche sin dormir.

Salimos nuevamente a la ruta, a un kilómetro escaso de la meta, así que me fui adelante. Saqué mi bandera uruguaya, la até a uno de los bastones y con la música de “1492 La conquista del paraíso” -te hace llorar ese momento de gloria y satisfacción con la meta alcanzada- completé el recorrido en 43 horas 31 minutos, a las 5:35 de la mañana del sábado 15. Un minuto después llegaron Susana y Marcelo. ¿Puede haber mejor descripción de “equipo”?

Después de la meta

Después de alimentarme (sin dificultades) en la meta saboreando además un par de cervezas bien heladas, resolví volver caminando al hostal ubicado a unos 1000 metros, considerando que aún era muy temprano y como forma de ir moviendo un poco los músculos a ritmo muy suave. Llegué y encontré a Pablo, que también se volcó a los 110K y había llegado la noche anterior (con 34h 40m de carrera). César Roig había llegado en 32h 05m, con un excelente tiempo. Reporté mis novedades a la familia, me duché y pude descansar hasta cerca de mediodía, cuando resolví nuevamente ir a la zona de largada para esperar a los demás compañeros.
La espera se hizo muy larga, al extremo que con Pablo hicimos de “campana” anunciando la llegada de corredores. El nerviosismo cuando no se tiene claro el tiempo de arribo de cada uno, se hace tangible. Uno piensa para sus adentros: “Montaña, por favor devuelve a mis amigos sanos y salvos”... También es cierto que tenemos un suficiente grado de confianza en sus capacidades, aunque es indudable que siempre corremos riesgos que pueden provocar algún accidente.

La larga jornada se vio matizada por la llegada de Mari Cervini que completó sus 160k en 59h 31m -¡qué grata revelación resultó, y cuánta alegría me provocó ver su enorme sonrisa entre lágrimas de satisfacción!-, y de Diego González que llegó en 60h 45m. Ante la duda sobre la hora de llegada de David -había pasado por la base del Cerro Bayo a las 10:40 de la mañana, con 148 kilómetros de competencia-, decidimos ir a dormir al hostal, después de plantearnos la posibilidad de hacerlo en los sobres de dormir que Pablo había llevado.
El cansancio acumulado hizo de las suyas, ya que el domingo nos levantamos y fuimos a desayunar, para posteriormente ir a la meta y encontrar a David, que había arribado a las 8:31 de la mañana ocupando la posición 14 después de 70h 29m de competencia, sin dormir (bueno, en realidad sería sin parar a dormir, pues estamos convencidos que todos nos dormimos incluso caminando). Después de las anécdotas y puesta al día rápida, David fue a bañarse y descansar un poquito, para volver a esperar a Alejandra.

El arribo de Ale se hizo después de 78h 22m de competencia para sus exitosísimos 160K, alrededor de las 16 horas. Alegría, lágrimas de emoción, alivio, satisfacción, fueron algunas de las sensaciones vividas. ¡Las p… montañas devolvieron a nuestra amiga, a salvo!!! No muy sana, es cierto, pero a salvo. Federico Sivila -el amigo argentino que compartía alojamiento con nosotros- llegó tres minutos después, así que el equipo quedó completo, y todos con la satisfacción de haber cumplido alguna de las distancias. “Gracias a la vida”, cantaba Violeta Parra.

Para tener una idea de la dureza de la prueba, en los 110K quedaron registrados 177 competidores, de los cuales llegaron 145 (yo me ubiqué en la posición 102). En los 160K, largaron 94 y 65 completaron la distancia, y en los 200K, fueron 60 (depurados quienes nos bajamos a distancias menores) de los cuales llegaron 22. “Llegar es ganar”, así que podemos decir que hubo un total de 232 ganadores de los 331 corredores presentes en la línea de largada. Es cierto que puede resultar un poco extraña esta posibilidad de “bajarse” a una distancia menor y no quedar descalificado, pero son las reglas de juego definidas.

Los resultados

En la distancia mayor -200K- los ganadores fueron Nacho Raigoso y Dalila Bosco Haussler, en tanto en la tradicional de 160K, fueron Francisco Dragone y la holandesa Anouk Baars. En la distancia “menor” de 110K (coincidirán en que suena extraño esto de decirle “menor” a 110K…), los triunfadores fueron Pablo Chiurchiu y Sofi Cantilo (que se bajó de los 160 a los 110K ya que venía con una lesión en el tobillo).
Noten que si no existiera la posibilidad de cambiar de distancia a una menor, se habría verificado un abandono superior al 50%. Es cierto que esta posibilidad puede jugar tanto a favor como en contra, pues muchos –yo soy un caso- nos anotamos en la distancia mayor, con la certeza de que muy difícilmente podremos hacerla y que podremos optar por una menor. Y también, si no existiera esta posibilidad, casi seguramente muchos harían un esfuerzo sobrehumano para completar su distancia original.

Yo
¿Qué agregar? Alguna referencia personal, así que disculpen por esta cuota (se puede saltear, si no les interesa). Con mis 58 años, debo decir que comencé a correr a los 46 años (julio 2006) en calle, para iniciar en 2009 a competir en trail y montaña. Llevo casi 9000 kilómetros en 476 desafíos oficiales, 61 de ellos de maratones y ultramaratones (42 kilómetros o más). Fue mi 5ª participación en La Misión, una especie de “ritual” que cada tanto debo cumplir, por todo lo que me brinda en lo espiritual y personal. Nací en Artigas y desde 1978 me trasladé a Montevideo a estudiar, así que mis terrenos de entrenamiento son los de una “penillanura suavemente ondulada”, como nos enseñaban en la escuela. Entreno desde 2012 con el Profe Mauricio Ramírez en “Cantero Entrenamientos”, donde hace unos meses incorporamos un grupo específico para trail y hacemos trabajos de fuerza. Me quejo bastante cuando hay trabajos de velocidad, pero disfruto enormemente de los de fuerza. “Hoy hay fartlek”, debe ser la mejor noticia que recibo cuando llego al grupo.


Después de 35 años en el Banco Central del Uruguay –los últimos años como Gerente de Sistema de Pagos- compartiendo mi tiempo con la actividad docente (Profesor Titular del Departamento de Administración), hace tres meses fui electo Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de nuestra Universidad de la República. Entiendo las razones por las cuales muchos me dicen que no soy muy “normal”, pero prefiero esta cuota de adicción, que me permite encarar con optimismo las diferentes actividades de mi vida diaria. Soy afortunado, siempre digo.

Salvo los momentos más duros provocados por el dolor de espalda en la zona lumbar, los vómitos en la primera noche y estar más de 24 horas sin poder ingerir alimentos, en los demás puedo decir que me sentí a gusto, en pleno contacto con la naturaleza en su versión más pura y dura. El calzado seleccionado en esta oportunidad –Altra- y las protecciones en dedos y pies, funcionaron de maravillas, ya que no me hice ninguna ampolla, pese a estar casi siempre con los pies mojados. Dado que no soy de los competidores “rápidos” que definen la competencia, necesito hacerla a mi ritmo, durmiendo al menos 3 horas cada noche, y por tanto llego físicamente bastante entero (al menos, en términos comparativos…), así que me dedico a tomar fotos de los paisajes, corredores y diferentes momentos que vivo en el trayecto, además de conversar bastante con los amigos con los que comparto esta travesía. 

De eso se trata: “el camino es la recompensa”, enseña el DT de la selección uruguaya de fútbol, Maestro Oscar W. Tabárez. ¿Debo agregar que volveré?

jueves, 4 de octubre de 2018

Otro sueño que se hace realidad

El jueves 11 a las 21.00 horas, en ocasión de la Feria Internacional del Libro de Montevideo, tendré la oportunidad de presentar "De la penillanura al Himalaya", en el Salón Dorado de la Intendencia Municipal de Montevideo. Entrada abierta.

Tendré el privilegio de contar con comentarios de Marciano Durán. Los espero, para compartir una hora de charla.

sábado, 4 de agosto de 2018

TRILHAS DO MORRO GAÚCHO - CGCTM


En el mes de julio de 2017 y a partir de la invitación de Douglas Hernández, un grupo de 7 uruguayos fuimos a correr la etapa del Campeonato Gaúcho Corrida Trilhas e Montanhas (CGCTM) en Arroio do Meio (Río Grande do Sul, a unos 100 kmts. al norte de Porto Alegre), sobre la distancia de 50 Km que otorga 3 puntos ITRA. Fue una preciosa experiencia, dado que en esa distancia se acumulan unos 2700 metros de desnivel positivo, en 7 ascensos no muy pronunciados ya que el mayor -el Morro Gaúcho- tiene 540 msnm, pero que se hacen sentir dado que se corre en una especie de permanente "serrucho".

Campeonato 2018

En esta ocasión, el campeonato cuenta con 7 fechas, siendo ésta la de distancia más larga. Los amigos de la Organización nos trataron tan bien, que decidimos volver. Brutus do Gaúcho es el responsable de esta fecha del campeonato -bajo la responsabilidad de Pedro Jung, siempre alegre y atento-, que cuenta con la dirección de LE Eventos -Luis Leandro Grassel-, y un enorme equipo de colaboradores (en su gran mayoría, corredores de trail, lo que se nota en el cuidado que nos brindan).

Douglas viajó el miércoles, el jueves me acompañaron Marianna Muzzio y Susana Castro (corrió los 32K), y nos alojamos en Hotel Zallon de Lajeado, coqueta ciudad ubicada a escasos 10 kilómetros de Arroio do Meio. También se hicieron presentes otros amigos uruguayos a quienes encontramos allá, según creo a partir de la iniciativa de Alexis Figueroa, con lo cual totalizamos 16 compatriotas que hicimos -una vez más- que esta fecha del CGCTM fuera internacional, hecho que fue destacado especialmente por los Organizadores y recogido en la prensa televisiva que cubrió el evento.

Un comentario especial hacia el precioso kit: dos camisetas -la del campeonato y la de la fecha- de excelente calidad, la de "finisher" para quienes completamos las distancias, más dos preciosas medallas, una cerveza con el logo de Brutus do Gaúcho, un sandwiche de jamón y queso, frutas, bebida isotónica...y los trofeos para los primeros 5 de cada categoría por edad.

La fecha contó con distancias para todos los gustos: 6Km, 17Km, 32Km y 50Km. Los competidores de la distancia más larga, largamos a las 7:00 AM con los primeros rayos del sol que pugnaban por salir, después de escuchar y cantar emocionados, las estrofas del himno (precioso detalle de los amigos gaúchos). Durante toda la semana, estuvo lloviendo en la zona, razón por la cual, cuando concurrimos a retirar el kit de carrera al Clube Uniáo, encontramos a Pedro Jung que -con una sonrisa de oreja a oreja- en su cuatriciclo, estaba cargando cuerdas para colocar en una "cascatinha" que se formó, para ayudarnos a subir. Es que la previsión del tiempo indicaba alguna tormenta durante la jornada, cosa que finalmente no sucedió.

El recorrido es muy interesante, ya que inicia por un terreno plano durante un kilómetro, para enseguida ingresar hacia una subida de 200 metros, bajar -alcanzamos los 5K de competencia- en general por zonas con algunas chacras, y retomar la subida que lleva al Morro Gaúcho, con tramos con mucho barro. Mucho barro. Mucho, mucho.

En un par de puntos del recorrido, estaba Pedro Jung en su cuatriciclo, alentándonos. "Vamo'lá Xavier!!!", me gritaba. Un fenómeno, que después corrió los 17Km y ganó en su categoría.

En general, encontramos senderos sucios, complicados por los resbalones y ramas que cierran el camino, para llegar a la cumbre del morro -Km 14- donde hay una vista espectacular, rodeada en esta oportunidad por una espesa niebla que impedía ver hacia abajo.

Fuimos bajando intercalando alguna subida, para llegar a los 18Km -en mi caso en 3 horas-, momento en el que estaban largando los corredores de la distancia de 32K. Allí encontramos el cartel que indicaba el inicio de la vuelta que debíamos dar, para volver a cruzar por ese punto a los 36 Kmts. Enfrentamos algunos tramos más limpios, por caminos de balastro firmes, pero con subidas y bajadas que recordaba del año pasado. Tuve la oportunidad de recoger tangerinas de algunos árboles de vecinos sobre el camino, deliciosas... ¿o sería el "sabor" de algunas aventuras de mi niñez?

Llegué al Km 22 en 3hs 28m, donde estaba un puesto de hidratación, unos 3 minutos más que en 2017, así que me sentía conforme con el desempeño. Comí algunas frutas, repuse bebida isotónica y después de conversar brevemente con Magda y Duda sobre la participación del uruguayo Pedro Silva en la Ultramaratón dos Carajás, retomé el camino. Me esperaban largas subidas y bajadas en general alrededor de los 400 metros, tramo en el que alcancé a Lucienne -brasileña, de Farroupilha- con quienes fuimos intercambiando posiciones, ya que me alcanzaba en subidas y se quedaba un poco en bajadas, al extremo que me preguntó qué calzado usaba pues notó que no resbalaba.

Después de algunos tramos bastante sucios, llegamos nuevamente al punto donde había alcanzado los 32K, registramos el paso identificándonos con una cinta de colores que nos entregaron en la primera vuelta, y continuamos hacia el Km 34, punto muy cercano al del puesto del Km 22. Allí estaban nuevamente Duda y Magda, quienes nos indicaron que se había cortado el ascenso al último cerro -muy cercano a la meta- por razones de seguridad, ya que estaba muy sucio y con mucha niebla, así que el recorrido total iba a ser 46Km.

Lucienne se me fue adelante y ya no la alcancé, pero empecé a superar a corredores de los 32K, e incluso a algún otro de los 50K, pues me sentía entero y podía sostener el paso, sobre todo en bajadas. En ese último tramo, nos esperaban tres ascensos y descensos concentrados en menos de 10 Km, así que era el momento de poner en juego la energía que quedaba. Alcancé el punto de corte de la carrera -muy cerca de la meta- en el K45, con 8hs 40m de competencia, cuando tenía margen hasta las 9hs 30m. Si no recuerdo mal, llevaba unos 10 minutos más que en 2017.

A partir de allí, nos quedaba doblar a la izquierda y encarar la última recta hacia la meta. Completé el recorrido en un total de 8:51:39, tiempo que me dejó muy satisfecho. Douglas y Marianna ya habían llegado, en tanto Susana completó sus 28Km (también les cortaron el último tramo) unos 40 minutos después de mi llegada.

¿Qué agregar? Sí, Douglas fue 4° en su categoría, Marianna 1a. en la suya, Susana 2a. en la suya al igual que yo, razón por la cual todos nos trajimos trofeos. Prometimos volver, con muchos más corredores uruguayos. El año próximo también se agrega la distancia de 75Km, así que tendremos un nuevo desafío.

"Eu sou Brutus", dice la enorme medalla de esta "baita prova, tche". Para ninguém botar defeito.
Fue mi competencia N° 59 de maratones y ultramaratones, completando 8.466 kilómetros. El 25/08 me esperan los 36 Km de Til Til a Lampa, muy cerca de Santiago (Chile).

"El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas... ". Nelson Mandela

sábado, 30 de junio de 2018

URUGUAY - MUNDIAL RUSIA 2018

Hoy mi homenaje va a nuestra selección uruguaya de fútbol, que en un vibrante partido se ubicó entre las 8 mejores, tras derrotar a Portugal (sí, la de Cristiano Ronaldo) por 2 a 1. Muchos dicen que es un milagro, y posiblemente tengan algo de razón. "Cuando se gana hay que hacerlo sin estridencias, y cuando perdemos, hacerlo con dignidad", expresó el DT en su conferencia de prensa.


Uruguay ocupa el lugar N° 134 en el mundo por tamaño, 91 por su población (apenas 3:4 millones), 80 por PIB y 50 por PIB per cápita. En este deporte, al menos estamos entre los 8 mejores, y este sueño no tiene límites.

En su arenga, el gran capitán Diego Godín señaló: "Hoy jugamos por la madre, por el padre, por el hermano, por el amigo, hoy cualquier esfuerzo es poco".

Ya lo ha dicho el Maestro Oscar W. Tabárez: "Está muy bien festejar triunfos, pero no hay que quedarse con los resultados para valorar lo que se hace. El éxito no es sólo eso, sino las dificultades que se pasan para obtenerlo, la lucha permanente, el espíritu de plantearse desafíos y la valentía de superarlos. El camino es la recompensa".Y también en aquella afirmación erróneamente atribuida a Cervantes (en el Quijote no aparece, como tampoco en ninguna otra de sus obras...) por nada menos que Ortega y Gasset, "el camino es siempre mejor que la posada". Y este uruguayo ya lo dice hoy: "qué lindo camino, Uruguay"!!! Son ganadores, pues todo Uruguay se siente identificado con esta selección.

"Cielo de un solo color", canta NTVG.

miércoles, 20 de junio de 2018

DESAFÍO CIDADE MARAVILHOSA - 21 + 42K (02-03/06/2018)

"Porque la carrera no censura nada, no evita nada: atraviesa tanto la derrota como la victoria, va al encuentro de la felicidad y del dolor, lleva sobre sí la carga de una amplia gama de emociones. Correr es como vivir, y cada cual tiene su vida: gloriosa, infeliz, larga, breve, solitaria, cuesta arriba o cuesta abajo. Sólo una cosa es cierta: a través de la carrera se busca siempre forzar el límite de las propias posibilidades, o profundizar un poco más con el conocimiento del propio cuerpo y de la propia mente"
                                                 Gaia de Pascale, Correr es una Filosofía


Las recomendaciones de los expertos en el tema, señalan que no se deberían correr más de dos maratones por año. La evidencia muestra que no es cierto.
En el ya lejano invierno del año 2010, tuve el privilegio de participar de la Maratona do Río en la ciudad maravillosa, más precisamente el 18 de julio. Fue mi 6ª maratón y marqué 4 hs 29m 30s para completar la distancia reina, en una jornada húmeda, como habitualmente sucede en Río. Recuerdo claramente el aliento que recibí de Las Saladas -en el momento en que divisaron la bandera uruguaya que llevaba-, cuando culminaba el cruce del túnel que une Leme con Botafogo a falta de poco más de 2 kilómetros para la meta, e iba realmente exhausto. "Vocé náo pode ir caminhando", me dijo una brasileña cuando escuchó ese aliento.

Mucha agua ha corrido bajo el puente, al extremo que ya no me considero corredor de carreras de calle (trato de evitar competencias largas sobre piso firme), sino que me he ido volcando paulatinamente al trail, en un camino que no tiene retorno (como la droga o la mafia... cuando se entra, después no se puede salir). Sin embargo, los desafíos siempre tienen un particular atractivo. Allá por octubre del año pasado, el compañero Andrés Silva me invitó a correr la “maratona” y mi primera respuesta fue negativa: “Ya corrí en Río, y prefiero no hacer maratones de calle”. Pero enseguida me dijo que este año se hacía el “Desafío Cidade Maravilhosa”, consistente en correr la media maratón el sábado 2 y la maratón el domingo 3 de junio. Cambié de opinión, obvio, al extremo que en la fiesta de fin de año de Cantero Entrenamientos, el profe Mauricio Ramírez me comentó que estaban patrocinando el viaje, y mi respuesta fue: "ya me inscribí". Solucioné todos los aspectos logísticos, para volar en LATAM el viernes 1 y ya retornar el lunes 4.

Viajamos sin ningún contratiempo en la fría y lluviosa mañana del viernes, junto a un buen número de competidores compatriotas que llenaban el avión. Dado el escaso margen de tiempo disponible, ya desde el aeropuerto Tom Jobim (Galeáo) fuimos junto al "Pollito" Medina hasta el Centro de Convenciones Sul-América a retirar el kit de carrera. Enfrentamos algunas dificultades logísticas pues no aparecíamos en el listado de extranjeros, que fueron solucionadas por un chico de la organización, con muy buena onda. Me correspondió el N° 29.360 para la media maratón, y N° 13.838 para la maratón, oportunidad en la que recibimos además las camisetas recordatorias y las viseras. Nos alojamos en Windsor Copa, sobre Nossa Senhora de Copacabana a unos 100 metros de la playa, en una jornada bastante calurosa que contrastaba fuertemente con el frío de Montevideo.

En el hotel nos avisaron que tendrían desayuno a partir de las 4:30 AM, pues había varias personas que competían. Debíamos estar en la zona de llegada (Aterro do Flamengo) –de donde salían los buses a la largada- a las 4:50 como máximo, así que el tiempo estaba algo ajustado, pero nos permitía solucionar la alimentación. No fue así… bajamos y junto a varias personas, estuvimos esperando hasta 4:40 y el desayuno no estaba, así que decidimos tomar un taxi y salir. El desayuno fue un par de ticholos y agua… El largo viaje hasta Barra da Tijuca –Avenida do Pepé 500, logo após o Batalháo dos Bombeiros- nos llevó casi una hora. El amanecer nos permitió encontrar a varios uruguayos antes de la largada, y ya presagiar el calor que haría durante el recorrido, matizado por el hecho de que culminaríamos bastante temprano. Venía de marcar 1h 56 min en la Media Maratón de Punta del Este hacía un par de semanas.

Largamos unos minutos después de las 6:30 junto a algo más de 10.000 corredores, para doblar enseguida hacia la izquierda y encarar el cruce del Túnel do Joá. Enseguida siguió el largo tramo bajo puentes y la subida sinuosa, permanente, apretada, a la altura de Sáo Conrado con la imponente vista del océano a nuestra derecha. En el Km 7 nuevamente cruzamos un largo túnel en la Avda Niemeyer, para cruzar al costado de la Favela Vidigal y Rosinha, y encarar la bajadita hacia Leblon. El tramo siguiente nos llevó por la impactante Ipanema, la punta de Arpoador y salir enseguida a Copacabana. Allí, ya había bastante más gente en el recorrido alentando, con grupos de asistencia a los corredores. En el km 15 encontramos el único puesto de avituallamiento con comida (bananas y galletitas con dulce), que vinieron muy bien para reponer (no habíamos desayunado…). Seguimos hasta la punta de Leme, doblamos a la izquierda y encaramos los Túneles Novo y do Pasmado, para salir a Botafogo a la altura del Shopping RíoSul, con la impactante vista del Páo de Azúcar y del Morro da Urca a la derecha, y el Cristo Redentor a la izquierda. Recorrimos Botafogo y encaramos el último tramo hacia Flamengo, donde identifiqué al Pollito que sacaba fotos a mi izquierda, así que tuve el privilegio de contar con un fotógrafo personal.

Completé el recorrido en un tiempo neto de 2:07:37 para los 21:35 Km que me marcó el GPS (5:59/km, prácticamente el promedio que quería marcar), que consideré muy satisfactorio dado que al día siguiente me esperaba la distancia reina. Andrés había llegado unos minutos antes, así que después de identificarnos con la Organización para recibir la cinta del Desafío Cidade Maravilhosa, nos tomamos un taxi y volvimos al hotel, donde pudimos desayunar abundantemente. Ocupé la posición N° 2544 entre los 5187 caballeros que corrieron la distancia, y la N° 147 entre los 364 de mi categoría (me mantengo entre la primera mitad…). Un dato muy interesante: corrieron 5084 mujeres.

Después de un rato de descanso, decidimos ir hasta la playa a completar la hidratación (caipirinha, en el Posto do Hulk, atendidos por Dona Janaína, quien prometió que iba a vernos pasar en la maratón). Durante la tarde, descansamos bastante para estar preparados para el día siguiente. A la noche, aprovechamos para disfrutar de un “buffet a kilo” a escasos 150 metros del hotel.

El domingo nos levantamos a las 4:00, para bajar a desayunar. Ahora sí, el hotel se portó muy bien ya que tuvimos todo a nuestra disposición. La madrugada estaba pesada, previéndose lluvia durante el recorrido de la maratón. Allá nos fuimos, hasta el Pontal do Tim Maia en la Praia Recreio dos Bandeirantes, donde encontramos a muchos de los uruguayos.

Largamos a las 7:00, con mucha humedad. Hicimos los primeros dos kilómetros por la zona del Pontal, para cruzar nuevamente por el lugar de largada, absolutamente empapado y sofocado por el calor pegajoso, momento en el cual aún había algunos corredores que estaban largando. Considerando el largo recorrido que debíamos hacer y el esfuerzo del día previo, salí con la intención de hacer un promedio de 6’/km, similar al de la media maratón, al menos durante los primeros 20 kilómetros. Lo pude mantener razonablemente, pues marqué 1:00:06 en los primeros 10 kilómetros y alcancé los 21 Km en 2:14:47. Llegando a la zona de largada del día anterior, disfruté de una orquesta a la izquierda que interpretaba “Fullgás” con un tono de voz muy similar al de Ivete Sangalo, y encontré a Macarena –compañera de Cantero Entrenamientos- que había corrido la media maratón y estaba alentando a los compañeros en ese punto. A partir de allí, me esperaba el mismo recorrido del día anterior, así que me dediqué a regular aún más el esfuerzo tratando de disfrutar del recorrido y las impresionantes vistas de la “cidade maravilhosa”. Ya estimaba llegar a la meta en un tiempo total entre 4:50 y 5:00 horas, considerando el lógico descenso en el desempeño durante la segunda parte de la prueba.

El largo tramo en subida al costado de la Favela Vidigal, me costó bastante al extremo que caminé durante parte de ese recorrido. Completé los 30K en 3:25:02, ya con un promedio pobre (6:50/km). A partir de allí, seguía el soñado recorrido por Leblon, Ipanema, Arpoador, Copacabana, Leme, Botafogo y Flamengo. En el km 36 estaba el único puesto de avituallamiento de comida, nuevamente bananas y galletitas, así que comí algo y continué. En el Km 37, un par de uruguayos de Diez Club que estaban alentando, tomaban mate...así que paré y disfruté de uno. ¿Qué pensarían los brasileños viendo a un corredor que para para conversar brevemente y tomar mate?

Por el km 38, me sentí mal…, mareado muy posiblemente por el calor y la humedad. Decidí caminar un poco, lo que me permitió recuperarme, y a partir de allí continué a ritmo suave. Alcancé el Km 40 en 4:41:46, con la preciosa vista del Pan de Azúcar coronando la bahía. Restaban los últimos dos kilómetros, a pleno goce. Completé el recorrido con la bandera uruguaya desplegada en un tiempo total de 4:56:56 (un pobre promedio de 7:02/km), ocupando la posición 4509 entre los 6492 caballeros que llegaron, y la 245 entre 405 de la categoría M5559. En esta distancia, corrieron además 2519 mujeres.

Andrés había completado la distancia en 4 hs 16 min., convirtiéndose en el mejor uruguayo en culminar el Desafío Cidade Maravilhosa, en tanto yo puedo decir que soy el de más edad en hacerlo… Siempre hay que buscar algo en lo cual ser único…

Después de recibir las medallas recordatorias, decidimos volver caminando hasta el hotel, para aprovechar y mover un poco los músculos. Lo hicimos por el mismo recorrido de la maratón, así que pudimos ver a varios compatriotas que llegaban. Finalmente no llovió durante la carrera, sino que recién lo hizo a partir de la tarde. Antes de ingresar al hotel, disfrutamos de una cerveza en el Bar Ferrari, para cumplir con el ritual y recordar al amigo Dardo Parentini (fanático de la marca del "cavallino rampante")

No puedo quejarme del desempeño, pese a que esperaba que fuera mejor -en particular durante la maratón- aunque la gran mayoría de los amigos también marcó más tiempo del estimado. Además, debo considerar que mantengo un ritmo de competencias fuerte –en particular de trail y no en calle-, sin espacios para el descanso, lo cual obviamente se hace sentir. De alguna manera, siento que le he perdido el respeto a la "distancia reina" -cosa que me consta no debería hacer-, pues prácticamente la encaro sin un entrenamiento específico para tamaño esfuerzo.

Fue mi competencia N° 448 totalizando 8.334 kilómetros (de ellas, 58 fueron maratones y ultramaratones). Y seguimos sumando, disfrutando de estos privilegios que la vida nos ofrece.

En su libro, Gaia de Pascale señala:

Quien corre lo hace para romper todo condicionamiento o límite: se enfrenta al destino, expresa la nostalgia por la infancia perdida o por un ideal de pureza y autenticidad al que rendirse, desfoga emociones o tensiones acalladas en el tiempo, supera las barreras que la vida le ha impuesto. En una palabra, correr es sinónimo de libertad.

Correr es la capacidad de llegar al fondo de nosotros mismos, de pensar lo impensable y, mientras nos olvidamos del dolor y la fatiga, descubrir que el secreto consiste en seguir corriendo, como si se soñara.

"No es más fuerte quien llega primero, sino aquel que goza haciendo lo que hace", dice Killian Jornet. Gana el que más disfruta. Al fin y al cabo, no se puede perseguir una felicidad más grande.