sábado, 7 de octubre de 2017

“Todo corredor de trail que se precie de tal en Uruguay, tiene que correr la MATT”

Así culminé una nueva edición de la MATT Trail Run (mi 3ª participación), desafío organizado por Entrenador Rogelio Fernández que comprende: Milla Vertical (ascenso y descenso al Cerro Pan de Azúcar), 20.3 Km por Punta Ballena y 23 Km por Laguna del Sauce y Arboretum Lussich. Nuevamente conformé equipo con Sebastián Paulós –en esta ocasión, nos denominamos “Auténticos Decadentes”-, y lo tomamos como un entrenamiento (algo fuerte) para el desafío que nos espera en pocos días, cuando hagamos el ascenso al Campamento Base del Monte Everest.

El viernes a la noche, tuve la fiesta de 10 años de Cantero Entrenamientos -el grupo donde entreno- así que me acosté ya cerca de las 2:00 de la madrugada, para levantarme poco después de las 6:00 e ir a buscar a Seba. Durante la noche estuvo lloviendo bastante, así que presumíamos que podría suspenderse la etapa inicial, por los peligros que supone un terreno mojado en una zona tan técnica como la del Cerro Pan de Azúcar. Llegamos poco después de las 8:00, para encontrar a 24 amigos del grupo “KM Running” de Las Piedras, lo que motivó ya algún desafío entre nosotros, recordando instancias anteriores. Retiramos kit –N° 170 y 171- y nos indicaron que se iba a computar exclusivamente el tiempo de ascenso, para evitar riesgos en la bajada (inteligente decisión). La mañana se presentaba muy nublada, aunque no amenazaba con lluvia.

La largada se hizo en grupos de 3 equipos (nos tocaba el turno 6) cada un minuto, pero no fuimos llamados, y notamos que empezaban a largar los grupos de mujeres… Nos hicieron largar un poquito más tarde, e iniciamos el ascenso –duro, complicado, como me gusta-, tramo en el que nos superaron algunos de los que largaron después (Lali Moratorio nos pasó como parados…), y superamos a otros que habían largado antes, entre ellos, algunos de los amigos de KM. 

Cuando alcanzamos a Alvarito Belza –que estaba recostado en una enorme piedra- le pregunté si estaba esperando a Rosario o Mabel (que venían más atrás), pero me respondió sonriendo (¿o lloraba?): “Me estoy esperando a mí”, reflejando así el cansancio fruto del esfuerzo. Con Seba, pusimos 27 minutos y monedas para el ascenso, unos 3 minutos más que el año pasado, bastante lógico considerando las condiciones del terreno (y que prácticamente todos pusieron más tiempo). Completada esa etapa, bajamos todos juntos a diferentes ritmos, ocasión que aproveché para sacar algunas fotos ya con más tranquilidad. Aceptando la invitación de los KM que estaban en Las Flores, fuimos hasta allí para comer un excelente asado preparado por Hebert Prado (sobre las bebidas, nada digo… pues empezó a asomar un “Sol Chico”, y Seba tuvo que manejar hasta Punta Ballena para evitar problemas).

Después de una siesta reparadora y unos mates, se largó la lluvia mientras esperábamos para la largada de la etapa nocturna programada para las 18.40 (“así ven el anochecer en Punta Ballena”, dijo Rogelio…), muy cerca del lugar donde nos alojamos. Si algo no vimos, fue el anochecer, como consecuencia de la lluvia. Tuve el placer de encontrar a David Vega, que había ido a acompañar a sus alumnos (en realidad, creo que teme que le "robe" el protagonismo de KM Running, y lo transforme en XS Running & Fun...). Lo cierto es que la largada se hizo alrededor de las 19.00, y enseguida paró la llovizna así que no nos complicó mayormente. 
En esta ocasión, largamos desde el estacionamiento frente a Las Grutas, para encarar enseguida hacia el denominado “lomo de la ballena”, trotar por el costado de la carretera panorámica y tomar por la calle que corre paralela a la Interbalnearia, hacia el Oeste. En ese tramo, nos superaron –entre otros- Los Picapedreros (Álvaro y Marcelo), instancia en la que nuevamente nos lanzamos desafíos. Después de trotar por esa zona, cuando llevábamos 4.6 Km bajamos a la playa, para correr por la arena rumbo a Playa Chihuahua. Llevábamos apenas un kilómetro por arena, cuando al cruzar una bajada de agua, cambié la pisada y sentí un fuerte dolor que me recorrió todo el gemelo de la pierna izquierda… “desgarro”, dije, y caminé un poquito para tratar de recuperarme. Conversamos brevemente con Seba y decidí seguir a ritmo lento, aunque pensaba si no sería más conveniente abandonar y retornar a la largada, ya que nos esperaba un largo recorrido hasta el kilómetro 11 aprox., instancia en la que recién íbamos a emprender el retorno. Con esa duda en la cabeza y bajando notoriamente el ritmo, seguimos avanzando en la noche, con ese dolor persistente (aunque no se agravaba). Con esfuerzo, en el Km 9 salimos de la playa para tomar nuevamente por las calles interiores de Chihuahua, girar a la izquierda e ingresar a una zona nueva de montes (¡excelente recorrido, Rogelio!) por unos dos kilómetros, y emprender el retorno nuevamente por la arena, ahora durante unos 6 kilómetros. Estuvimos algo perdidos pese a las instrucciones de quien nos indicaba el retorno ("tienen 400 metros de calles y después salen a la playa") pues no vimos señales en más de 600 metros, así que encaramos rumbo a la arena pues sabíamos que por allí debíamos volver, hasta que identificamos pisadas y luces de linternas adelante y atrás.

Casi enseguida, sentimos pasos… cuando giro, veo a la preciosa perra de Rogelio (creo que se llama Chocolata), que nos acompañó durante todo ese tramo. Recordé a mi “Juno”, una Golden Retriever con apenas un año, que en ocasiones me siento tentado a llevarla a trotar por el Prado. Cada tanto, nos dábamos vuelta para ver qué tan cerca venían quienes nos seguían, en tanto el dolor en la pierna izquierda se mantenía. Al principio de ese camino de retorno, enfrentamos tramos con arena bastante suelta, pero ya llegando a la altura en la que habíamos salido de la playa en el camino de ida, el terreno estaba bastante más firme. Intercalando trotes y caminatas firmes, seguimos avanzando, hasta que nos alcanzó Daniel Marti. Me puse a su ritmo, en tanto Sebita se demoró un poquito, pero en cuanto llegamos al duro ascenso por escalera al final de la playa, nos juntamos nuevamente para encarar los últimos dos kilómetros rumbo a la meta. Con Daniel pudimos mantener el ritmo, en tanto Sebita se quedó unos metros, así que a falta de unos 50 metros lo esperé para llegar juntos a la meta, donde muchos de los amigos ya habían llegado y nos esperaban.

Después de un baño reparador, me hice masajes con crema Átomo sobre la zona dolorida. Esa noche hubo cena de pastas –como corresponde a todo corredor- y un muy buen descanso. En la madrugada me desperté un par de veces, y seguía sintiendo dolor en la pierna, pero al levantarme a las 6:45, me sentía bien. Nuevamente me hice masajes y me vestí para la última etapa –los 23 Km en el Arboretum Lussich y Laguna del Sauce- hacia donde fuimos después de desayunar y tomar mate.
Mirando los resultados acumulados de las dos primeras etapas, notamos que Picapedreros (Marcelo y Álvaro) nos llevaban unos 20 segundos de ventaja, ya que en la noche habían absorbido los más de 7 minutos que les sacamos en el ascenso al Pan de Azúcar. Por tanto, fue un buen tema para “tomarnos el pelo” y volver a desafiarnos: “A éstos nos los morfamos en dos panes”, le decía a Seba. “En el 2015 le ganamos a Martín y Paola, en el 2016 a Larry y Mabel, y ahora nos toca el Chelo y Alvarito”, agregó Sebita.

La mañana estaba bastante linda, con un cielo nublado pero sin amenazas de lluvia. Casi todos los compañeros de Las Piedras estaban ya en la zona de largada, al costado del Hotel del Lago en Laguna del Sauce. Después de algunas conversaciones y fotos de rigor, decidí cambiarme el calzado y volver a ponerme los Salomon que había usado el día anterior, pese a que estaban totalmente mojados. Es que tienen mucho mejor agarre que los Hoka que pensaba usar, y con seguridad nos esperaban tramos con mucho barro, subidas y bajadas. Largamos aproximadamente a las 9:15 y a los pocos metros, ya empecé a sentir el dolor en el gemelo, así que aflojamos el ritmo y decidimos no correr riesgos. Los primeros 5 kilómetros fueron por la zona de Laguna del Sauce, para encarar después el Arboretum Lussich, donde en el ascenso hacia el Mirador Aconcagua –aproximadamente a los 8K- encontramos a los Picapedreros, cuando ya el dolor se me había ido. Me sentí mucho más tranquilo, pues era señal de que no se trataba de un desgarro sino de una contractura. En todo el recorrido, con muchas subidas y bajadas, agua, barro y piedras resbaladizas por zonas de monte, pude disfrutar muy razonablemente del entorno, sintiéndome bastante mejor y pudiendo sostener un ritmo digno.

Los tramos con agua y barro, estuvieron muy buenos, e incluso me pegué flor de golpe con un tronco en la cabeza por ir mirando hacia abajo… ayer me di cuenta que me había hecho un corte, al sentir la “cascarita” de la herida en la cabeza. En el km. 12 cruzamos al costado de unas casas ahí en la ladera, desde donde se sentía un espectacular aroma a comida de olla (el aroma a ajo y cebolla fritos hizo que los jugos gástricos se pusieran a full…), lo que fue motivo de conversación. En el Km 15, cruzamos al lado de la casona de Lussich, donde pudimos reponer agua, y casi enseguida nos controlaron el equipamiento obligatorio. 
Ya con 19 Km de recorrido, nos alcanzó nuevamente Daniel Martí (al igual que la noche anterior), y fuimos tirando juntos durante un ratito, tramo donde Sebita se quedó un poco más atrás. Salimos del parque en el Km 20, cuando sentí que el equipo femenino Anita’s venía cerca, en tanto Seba las acompañaba durante unos pocos metros al costado de la Ruta 12. Ingresamos a la zona de Laguna del Sauce, tramo donde las chicas me superaron y me comentaron que mi compañero se había quedado un poco atrás. 
Decidí retomar el ritmo, para ingresar a ritmo firme a la zona de llegada y sentarme a esperar a Seba durante unos 5 minutos, hasta que lo vi llegar caminando con alguna dificultad. Finalmente, marcamos 3 horas 28 minutos en estos 23 km, y nuestros rivales Picapedreros llegaron unos 5 minutos después, lo cual –nuevamente- fue motivo de bromas. Completamos las tres etapas (45 kilómetros, sin contar el descenso del Cerro Pan de Azúcar sin control de tiempos) en un total de 6:56:59.

Apenas llegamos, Rogelio Fernández grabó mi “declaración” diciendo que todo corredor de trail en Uruguay que se precie de tal, tiene que correr la MATT. Recibimos la taza recordatoria de la competencia, y después de cambiarnos, emprendimos el retorno a Montevideo, ya que me esperaba una jornada extensa.

¿Qué agregar, para destacar esta excelente competencia, que merece otorgar puntos ITRA? La carrera se desarrolla en preciosos lugares de la zona Este del país, con un organizador “corredor y entrenador” que asegura una competencia con todos los cuidados, con gente “diferente” como sin dudas somos quienes abrazamos estas disciplinas en contacto con la naturaleza, a lo que se agregó en esta oportunidad, el clima inhóspito que le dio un toque especial. Si a eso se le suma que varios de los amigos recibieron premios por sus ubicaciones en las diferentes categorías puedo señalar que fue un fin de semana redondito.

Fue mi competencia N° 427 totalizando 7.671 kilómetros (121 de ellas, fueron carreras de trail, con un total de 4.025 kmts.). 

Por eso, lo del principio: no pueden perderse la MATT del año próximo. De lo contrario, dedíquense a correr carreras de calle. Ustedes se lo pierden.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena crónica y fotos. Un abrazo
Daniel

Jorge Xavier dijo...

Gracias Daniel. Abrazo