viernes, 10 de octubre de 2014

Una aventura inolvidable - Short y Half Mision 2014 – Ultra trail del Champaquí - San Javier y Yacanto, Córdoba


El pasado fin de semana se corrió una nueva edición de la serie La Misión, en las coquetas San Javier y Yacanto, villas que conforman una unidad en la región conocida como “Traslasierra”, provincia de Córdoba (Argentina). Allí hice mi “debut” en la disciplina que denominamos “ultra trail de montaña” en el año 2011, oportunidad en la que largué y completé la distancia mayor, cuando hacía días que se habían desatado incendios en las sierras y atravesamos algunos caminos con troncos aún encendidos. En esta oportunidad fue todo lo contrario.
Escribir esta crónica me ha costado bastante más de lo habitual, considerando las particulares circunstancias vividas en la oportunidad. La vida está llena de circunstancias. Forrest Gump decía –recordando a su madre- que la vida es como una caja de bombones, pues nunca sabes cuál te va a tocar. Parafraseándolo, digo que las carreras son como una caja de bombones.
En el año, corrí La Misión (160 Km) en febrero, Patagonia Run (85 Km) en abril, Putaendo (52 Km) en junio y Half Mision (80 Km) en Serra Fina (Minas Gerais) en agosto, además de un montón de carreras de menor distancia y diferentes terrenos. En noviembre correré el Maratón de Nueva York, así que en esta oportunidad me anoté para correr la Short Mision (40 Km) a un ritmo suave, buscando mantenerme físicamente en condiciones y sumando un “fondo” exigente. Es más, mi deportólogo me “prohibió” correr los 80 Km, cuando le comenté sobre la posibilidad de cambiarme de carrera.
Se conformó un precioso grupo de 14 personas (varios debutantes) –en su mayoría del grupo Correcaminos-, más algunos de los habituales “hermanos de la montaña” con quienes comparto estas “locuras”. Algunos viajaron en Aerolíneas Argentinas el jueves 2 (Andrés Silva, Andrea Montans, Andrea Molinari y Andrea Ayala), en tanto otros 10 viajamos el viernes 3 a la mañana (Alejandro Chabalgoity, Pablo Revetria, Pedro Pereira, Jose Ibarburu, Andrea López, Andrea Barcelona, Marianna Andrea Muzzio (si, también se llama “Andrea”), Martín Zanabria y Paola Nande. Allá en la carrera, encontramos además a otros uruguayos: los “rojos” Claudia Sánchez, Fernando Álvarez, Heber Solari (Pirata da Rúa), el yerno de Fabio Guillén (el otro uruguayo que corrió en Serra Fina 2014) Fernando Deleón, y un grupo de colonienses que llevó el experto “misionero” Alastair Martin.
En Córdoba retiramos tres vehículos que habíamos arrendado, y pusimos rumbo a San Javier y Yacanto. Durante el viaje de ida, como es habitual, Paola sufrió alguna consecuencia como resultado de las curvas y altura de las sierras, razón por la cual tuvimos que parar a un kilómetro escaso de San Javier… pero estas son “intimidades”. Almorzamos en la preciosa “La Fonda de Buca”, donde en el año 2011 había disfrutado de una trucha al roquefort, que nuevamente fue la elección, acompañada por una cerveza artesanal. Retiramos el kit en la sede logística de la carrera, ubicada en el Gran Hotel Yacanto, un señorial hotel de la época en que los ingleses construyeron la red de ferrocarriles, donde nos alojamos en 2011. En esta oportunidad ya no había lugar disponible. Tiene un cierto “aroma” místico, con mucha madera y poca iluminación, pisos que crujen al paso de los visitantes, sonidos a los que no estamos acostumbrados en las grandes ciudades, y un ambiente con algo de fantasmal, pero a la vez acogedor y subyugante. No puedo dejar de destacar la característica amabilidad de las personas de “tierra adentro”-propietarios y trabajadores del hotel-, que tuve oportunidad de disfrutar en mi anterior estadía y en mi fugaz visita de este fin de semana buscando a Berni Frau para obsequiarle un kilo de yerba “a la uruguaya” y un paquete de ticholos “brasileños” (globalización, que le dicen). Me dedicaron amablemente todo el tiempo necesario para recorrer uno a uno los nombres de la lista de pasajeros allí alojados, sin ningún signo de molestia.
Posteriormente fuimos al hotel La Fontana ubicado en Villa Dolores frente a la terminal de ómnibus, una ciudad bastante más grandecita, a unos 25 kilómetros de distancia, donde nos alojamos los 14 uruguayos del grupo.
A la noche, tal como estaba previsto, el cielo se desbordó. “Llueve como en Macondo”, dije parafraseando a Gabo. Durante la madrugada se escuchaban los truenos y la lluvia incesante que caía. A la mañana, aquello parecía el diluvio universal con abundante agua que pugnaba por subir a las veredas, y un cielo absolutamente gris con una lluvia persistente sin ningún atisbo de detenerse. Ya en el retiro del kit, el “Guri” Aznárez (organizador) nos avisó que la largada se haría a las 13.00 hs y no a las 11.00, esperando que la lluvia hubiese parado a esa hora, de acuerdo con la previsión del tiempo.
Comentaba con mis compañeros que durante las diferentes carreras de este año, he tenido que enfrentar múltiples circunstancias que transforman cada desafío en un enorme signo de interrogación. A las dificultades propias del ultra trail de montaña –en términos del terreno, desnivel, distancia- en particular durante este año 2014 le debo agregar el clima casi siempre cruel. Y cuando recuerdo que “la montaña no perdona”, no puedo menos que sentirlo como una búsqueda permanente de nuevos límites, de jugar con riesgos que nos enfrentan a situaciones críticas, donde es indudable que hay mucha preparación pero también una “sana cuota de locura”, donde el margen para el error siempre es mínimo. La Misión fue la más piadosa en términos de clima pues solamente debimos enfrentar mucho frío, pero ya Patagonia Run tuvo una impresionante lluvia hasta 3 horas antes de la largada (razón por la cual el camino estaba lleno de barro, hielo y nieve), Putaendo fue un lodazal infernal con tramos en subida repletos de nieve y “tormenta blanca” que llevaron a la neutralización de la carrera cuando llegaba al punto más alto, en tanto Serra Fina me enfrentó a malestares estomacales y un terreno durísimo y peligroso con cuerdas para poder subir y bajar en varios tramos. Obviamente, el Champaquí no podía faltar a la cita…
“Es lo que vinimos a buscar”, les decía en tono de desafío a mis compañeros. Las instrucciones impresas que nos entregaron, alertaban sobre las condiciones que enfrentaríamos y los elementos obligatorios, especialmente abrigo (“Durante la noche hace mucho frío en la cumbre… Recomendamos rompeviento impermeable (puede haber lluvias el sábado hasta las 17hs aprox. A la tarde noche se despeja)”. Estimados lectores, tengan en cuenta que en la jornada previa andábamos con remeras de manga corta y short, a 800 msnm… Y al final, se decía: “Los que abandonan arriba de las Sierras deben saber que la única forma de regresar a San Javier es bajando por sus propios medios por la bajada de las antenas (salvo que la situación sea de real emergencia y gravedad)”.
Usted preguntará por qué tantas reproducciones de las instrucciones de carrera en esta crónica. Es que he leído comentarios muy duros sobre la Organización –que creo cometió errores u omisiones, con algunas posibles justificaciones-, pero no es la responsable de todo lo que sucedió. Agrego para quienes no lo saben, que La Misión es una serie de carreras en semi-autosuficiencia, donde la estrategia de carrera tiene mucho que ver con el resultado que cada uno obtiene. No es una carrera de calle, no es Patagonia Run ni el Mont Blanc. Es La Misión, donde “llegar es ganar”.
Mientras redactaba esta crónica, recibí un video motivador de Reebok titulado “EL CONTRATO”, que me parece muy adecuado, así que lo reproduzco:
YO ME COMPROMETO:
A entrenar con la energía de un rayo, a salir a correr cuando la mayoría se meta en la cama, o cuando todos aún duerman. Me comprometo a dar un paso adelante cuando el cuerpo me pida parar; a hacer de mi voluntad el músculo más fuerte de mi cuerpo. A no dejarme vencer por la distancia, por el dolor, por el frío. A ser más fuerte que mis excusas.
Y a cambio, mi contrato dice que tengo derecho a rugir de alegría. A cubrirme de barro de pies a cabeza. A disfrutar como un niño. A sentirme ligero como un pluma. Me da derecho a estar preparado para la vida. A compartir mi pasión con otros como yo, a sentir que formo parte de una tribu, de mi tribu. A sentirme un privilegiado.
Y POR ELLO, FIRMO UN CONTRATO QUE VOY A CUMPLIR. UN CONTRATO CONMIGO MISMO.
Las carreras
Fue una experiencia enriquecedora, delirante, descomunal, increíble, inolvidable, irrepetible e indescriptible, pese a lo cual haré el intento. "Los que vamos a morir, te saludan" le decían los gladiadores al César. Siempre lo digo en tono de broma antes de una largada, pero en esta oportunidad creo que fue la más cercana a la realidad.
“Nadie podrá decir que no di todo lo que tenía para dar”, repito siempre. Tengo una remera con la inscripción “El camino es la recompensa”, que reproduce parte del discurso del Maestro Oscar W. Tabárez (DT de la selección uruguaya de fútbol), que llevo como lema, ya que siempre trato de mantener viva la consigna de que hay que disfrutar del recorrido, darlo todo en pos del resultado deseado “con el cuchillo entre los dientes” tratando de alcanzar un lugar en el podio -muy raramente me ha tocado- pero no por ello olvidar que la clave en el deporte de montaña es tratar de ser una mejor versión de uno mismo.
A las 13.00 horas paró la lluvia, como estaba previsto. Largamos a las 13:35 desde la plaza de San Javier para emprender el camino hacia el denominado Puesto de Ferreira ubicado a unos 7 km, por caminos de tierra subiendo desde los 800 msnm hasta los 1400 msnm. Como suele suceder, apenas paró la lluvia el aire se puso “pesado” como consecuencia de la humedad, al extremo que empecé a maldecir por haber largado con una camiseta “segunda piel” por debajo de la de carrera. ¡Qué manera de sudar! Pero duró poco.
Varios del grupo de uruguayos salimos a un ritmo muy similar, razón por la cual fuimos encontrándonos casi permanentemente y dándonos aliento mutuo. En cuanto llegamos al Puesto de Ferreira –unos 7 Km de carrera- debimos cruzar un arroyo con agua que baja de la montaña, donde había una corriente algo fuerte pero que no llegaba más allá de la altura de los muslos. Enseguida empezaba la subida más dura, con muchas piedras, barro y continuo zigzag ayudados por los bastones. 

Un poco después, se nubló y empezó a soplar una brisa que poco a poco fue haciéndose cada vez más fuerte. A mitad de camino, la visibilidad era muy escasa –apenas se alcanzaba a divisar a quienes iban a no más de 10 metros-, la temperatura bajó rápidamente y al ratito se largó a llover. Me detuve, me puse la campera Columbia finita con protección Omni-Heat, el pantalón The North Face impermeable y me cambié los guantes. Ya casi no sentía los dedos de las manos… pero podía moverlos. Algunos se detuvieron más de una vez para ir “vistiéndose” de a poco; error, pues es indudable que cuando uno para, sufre enormemente el frío reinante. Uno de ellos fue “Caroteno” Chabalgoity, quien se detuvo tres veces.
Cuando la lluvia arreciaba, algunos corredores empezaron a bajar desistiendo de la prueba. Es claro que quienes no tienen experiencia en estas disciplinas y condiciones, cuando ven estas deserciones y escuchan expresiones del tipo “es de locos”, “es muy peligroso”… se sienten tentados a adoptar la misma conducta (el “efecto manada” que tanto estudiamos en el ámbito académico, en materia de comportamiento). En mi caso, siempre traté de mantener la calma ya que conozco ese terreno y llevaba una clara decisión: llegar a la cima en menos de 4 hs. 30 min., que fue el tiempo que puse en el 2011. No me alimenté en ese tramo, pues detenerse es casi un suicidio en esas condiciones. Siempre recuerdo las palabras de Pablo Lapaz, diciendo: “si sentís frío, no te detengas, movete que es la mejor forma de entrar en calor”.
A un kilómetro escaso y unos 100 metros de desnivel de llegar al col que nos lleva al punto de separación del circuito de 40 Km y 80 Km, el gran Berni Frau decidió abandonar al igual que Andrés Silva. Ambos han dicho que la Organización no tuvo responsabilidad. Es más, Berni señaló que subestimó la carrera (viene de completar la temible TDS en el Mont Blanc, hace 5 semanas), se equivocó al elegir el calzado y la ropa, y demoró en ponerse los guantes. Conversando con Andrés, le comentaba que también me ha tocado abandonar y uno debe quedarse con la satisfacción de haberlo dado todo, pero también de haber adoptado una conducta responsable con uno y con quienes de nosotros dependen o están pendientes de estos desafíos. ¡Y vaya si es una conducta responsable, saber bajarse a tiempo!
A los 16 Km de carrera, alcancé el punto de control donde se hacía la división de caminos (2700 msnm). La chica de la Organización que registraba el paso de los corredores, después de saludarme (la conozco de tantas carreras), me espetó una orden terminante: “bajá ya, no te detengas, enseguida entrás en calor”. Atiné a preguntarle algo (no recuerdo qué) y su respuesta fue: “te dije que bajaras ya”. Obviamente, le hice caso. Se supone que allí había un puesto de abastecimiento, pero el impresionante viento que soplaba –con ráfagas de 65 km/h- y una temperatura de 3° (sensación térmica de -15º), habían hecho colapsar cualquier esquema montado para la asistencia. Dos camionetas estaban repletas de corredores al borde de la hipotermia, con malestares estomacales (Andrea Ayala “regó” una de ellas), y la carpa no había podido ser armada por el viento. Los de 80 Km subían hasta el punto más alto del Champa, en tanto los de 40 Km empezábamos a bajar por un camino peligroso lleno de piedras. ¿Recuerdan las instrucciones de la carrera? “Los que abandonan arriba de las Sierras deben saber que la única forma de regresar a San Javier es bajando por sus propios medios por la bajada de las antenas (salvo que la situación sea de real emergencia y gravedad)”. En intercambios posteriores que tuve con el Guri Aznárez, me enteré que dos paramédicos que habían sido contratados y estaban en ese puesto, habían “renunciado” en el punto y abandonaron sus tareas, lo que generó algunas discrepancias y diferencias en los mensajes que se comunicaban a los corredores.
Apenas retomé la marcha, un corredor más adelante queda duro, gira sobre sus piernas agarrotadas y cae. Corrí a auxiliarlo y me dice que se había acalambrado en ambas piernas, así que lo ayudé a estirar y superar el trance, tratando a la vez de no enfriarme. En cuanto se recuperó un poco, lo ayudé a levantarse y me dijo que siguiera, ya que podía avanzar. Enseguida encontré a Pablo Revetria –casi no nos reconocimos-, a Pedro Moreira y Jose Ibarburu, con quienes fuimos bajando durante algunos tramos. Increíblemente, entramos en calor… Podía mover los dedos de las manos y sostenerme más o menos dignamente, así que empecé a bajar más rápido. En cuanto el de allá arriba se dignó a correr las cortinas, empezaron  a verse los rayos del sol que iluminaban todo el valle. El renacimiento, lo denominamos quienes hemos atravesado situaciones críticas. Los uruguayos de Correcaminos Jose y Pedro, junto a Pablo, decidieron esperar a sus compañeras que venían un poco más atrás (algunas de las Andreas).
De repente siento olor a humo… en una curva del sendero de bajada, aún con bastante viento y frío, rescatistas y un par de corredores estaban tratando de reanimar a un corredor dentro de un sobre de dormir, a quien masajeaban todo el cuerpo, pues estaba con terrible hipotermia (había llevado muy poca ropa, parece…). Unos 50 metros más abajo, encuentro a otro par de corredores –uno de ellos, Juan Carlos Monserrat (lector del blog)- que acompañaban a un competidor que se había dislocado el hombro. Me dicen que avise a los rescatistas, y como sabía que estaban cerca les grité y se asomó Jose (“El Clavo de Hierro”), quien me hizo señas de que bajaba y se ocupaba de atenderlo. La historia tuvo un final feliz.
En ese tramo, fuimos tirando a buen ritmo con Valeria Suárez (Paraná), quien había largado los 80 Km, pero decidió cambiar al recorrido de 40 Km, como hicieron muchos (con buen criterio, digo yo). “La montaña es cruel”, recuerdan? Figuran como DNF en el ranking de la carrera, pero ello es lo que menos importa, pues preservaron cosas mucho más importantes. Junto a Valeria, alcanzamos el tramo que baja la montaña entre las torres de alta tensión, con algún tramo con cemento firme pero en su mayoría con un sendero de pasto, tierra y piedras. Cuando avanzaba junto a Valeria en uno de esos tramos con cemento, pisé algunas piedritas sueltas acumuladas por el agua cuando baja y volé… como en dibujitos animados, caí cuan largo soy (más bien corto…). Flor de golpe, pero nada grave ya que me levanté con más vergüenza que dolor. Valeria se fue adelante –llevaba mejor ritmo que yo- al igual que Juan Carlos Monserrat, quien también me había alcanzado.
Ya a unos 5 kilómetros de la meta, me alcanzó y superó Pablo Revetria, quien se sentía muy bien físicamente. Paré y me puse la linterna frontal, pues el sol estaba terminando de ocultarse. Faltando 3 kilómetros, recordé que no había ingerido ningún gel, así que tomé uno. Me sentí notoriamente mejor, al extremo que ese último tramo lo hice a trote sostenido superando a algunos corredores en el ingreso a San Javier. Es que la llegada debe hacerse con ritmo digno, ¡qué también! Había público a lo largo de las calles que aplaudía, así que no era cuestión de pasar vergüenza. ¡Cuánta emoción! Es increíble como uno puede sentirse casi un “héroe” acompañado por el aplauso y el aliento de la gente del pueblo. 

Percibí que llegaba en poco más de 7 hs 30 m., así que ya me sentía muy conforme con mi desempeño, pues había largado con la idea de marcar alrededor de 8 horas. Finalmente, lo hice en un tiempo neto total de 7 hs 36 min para los 35 km 200 metros que me marcó el GPS. De acuerdo con la versión oficial, marqué 7 hs 40 min, ocupé la posición 73 entre 157 que llegaron en la distancia Short, entre 189 que largamos (un 22% de abandonos, elevado para la distancia). En la categoría, ocupé la 5ª. posición entre 15 que llegamos y 20 que largamos (percentil 25, muy bueno para mis expectativas).
Desempeño de los demás uruguayos
Hubo excelentes desempeños de mis compañeros. En la distancia Short, Marianna Andrea Muzzio ocupó la 2ª posición en la general entre damas y 1ª en su categoría con un tiempo de 6 hs 08m, en tanto Andrea Molinari quedó 2ª en su categoría con 7 hs 45m. El debutante en largas distancias y disciplina Pablo Revetria también se mandó flor de carrera, con un tiempo de 7 hs 20 m (creo), Pedro Pereira y Jose Ibarburu llegaron junto a Andrea Molinari, en tanto Alejandro “Caroteno” Chabalgoity llegó con Andrea Montans (que cambió de 80 a 40 Km) en 8 hs 35 m. 

También completaron el recorrido Andrea López, y Los Rojos Heber "Pirata da Rúa" Solari, Fernando Álvarez y el debutante Fernando Deleón. Andrea Barcelona y Andrés Silva no completaron el recorrido, pero con seguridad en la próxima oportunidad estarán allí para "achatar" esos cerros.
¿Qué pasó con los corredores de 80 Km?
Aquí hubo una situación notoriamente más complicada. Como ya comenté, varios se cambiaron al recorrido de los 40 Km al llegar al PC1, o hicieron otro par de recorridos “alternativos” –de menor distancia y complejidad, resueltos sobre la marcha en función de las circunstancias del clima- cuyos resultados incluso están siendo revisados por la Organización.
Mis compañeros de viaje Paola Nande y Martín Zanabria, nuevamente demostraron un enorme temple, pues completaron el recorrido original en un tiempo total de 20 hs 17m. Paola fue 3ª en su categoría, en tanto la pequeña gigante Claudia Sánchez (Los Rojos) ocupó la 2ª posición con 19 hs 36m. De los 228 que largaron, solamente 28 completaron el recorrido (12% del total), en tanto 27 completaron el “recorrido alternativo 1” (12%), otros 63 hicieron el “recorrido alternativo 2” (28%) –entre ellos, Andrea Ayala-, y los restantes 110 figuran como DNF (un elevadísimo 48%).
Los resultados globales
El total de abandonos entre las dos distancias alcanza a 143 personas, en tanto quienes las completaron suman 274. El total de abandonos alcanzó entonces a un elevadísimo 34 %, que en realidad debería ser mayor ya que los denominados “recorridos alternativos” deberían considerarse en una categoría “diferente” (¡y suman nada menos que un 40% de los que largaron los 80 Km!).
Muchos comentarios “duros” he leído sobre la organización y las decisiones tomadas. Es claro que no comparto muchas de esas expresiones, y así lo he hecho saber. Estuve intercambiando ideas con Berni Frau (en una muy respetuosa discrepancia en varias de ellas) y con el Guri Aznárez. Me queda la enorme satisfacción de que se hizo lo humanamente posible para minimizar las consecuencias de las difíciles condiciones que se vivían en la montaña, y que se tomarán medidas para evitar y corregir en el futuro aquellas cosas que salieron mal. Pero no olvidemos que La Misión es una serie de carreras en régimen de semi autosuficiencia, con instrucciones y condiciones puestas por escrito y explicitadas de todas las formas. Es una serie “espartana”, como la definió en una oportunidad el gran Ricky Ferrero (cordobés, ultramaratonista, un ejemplo de deportista y persona). Y lo más importante: todos somos grandes y estamos en condiciones de tomar las decisiones que mejor se ajusten a nuestro estado físico y la situación del clima, o de lo contrario, asumir las consecuencias.
Se preguntaba Berni si debió el Guri Aznárez cancelar la carrera. Se respondió: “Sí. Cuando le llegaron los reportes de las condiciones en el plateau, debió haber dado la orden de que nadie pasara del PC1 y todos hicieran el circuito de 40 km. Pero aún más importante, la orden que fuere, debió ser la misma para todos los colaboradores de la organización, asegurarse que todos la recibieran, y ser clara y de interpretación sin ambiguedades. Esto no fue ni remotamente el caso”. 

En algunos aspectos, discrepo con mi querido amigo y coterráneo. Puedo entenderlo para aquellos casos en que los corredores llegaron a ese punto después de determinada hora o en determinadas condiciones físicas o emocionales que no hicieran conveniente que siguieran, aspecto que debería ser evaluado en el lugar por los rescatistas y paramédicos. Era claro viendo las previsiones meteorológicas, que el clima mejoraba notoriamente a partir de las 18.00 horas aproximadamente, como efectivamente sucedió. Solamente con pensar que Martín Zanabria y Paola Nande –que completaron el recorrido original y que fueron a buscar los puntos para el Mont Blanc-, podrían haberse quedado sin la recompensa de tanto esfuerzo e inversión, ya me resulta suficiente como argumento.
El post-carrera
Después de la llegada, me encontré con los amigos que habían retornado –Andrés Silva y Andrea Barcelona-, y Marianna Muzzio y Pablo Revetria que ya habían llegado antes. Enseguida llegaron Andrea Molinari, Jose Ibarburu y Pedro Pereira. Después de las fotos de rigor con los compañeros del recorrido y los comentarios sobre las condiciones de carrera, me llevaron a buscar el auto que habíamos dejado en la plaza de largada, momento en el que vimos llegar a Andrea Montans y Caroteno Chabalgoity. Un poquito después, llegó Andrea López.
Después del baño reparador en el hotel y de comer los sándwiches que me había llevado para la carrera, en tanto mis compañeros salieron a cenar, yo me fui a dormir un poco pues a la madrugada iba a buscar a los amigos de los 80 Km y debía además manejar hasta Córdoba en la tarde. Obviamente, pude dormir muy poco pues las conversaciones “a los gritos” de los uruguayos en el lobby del hotel, hacían bastante difícil conciliar el sueño pese al enorme cansancio acumulado. Alrededor de las 5:30 recibimos un mensaje de Paola que decía que pensaban llegar a las 7:30, así que me levanté, preparé el mate y salí junto a Marianna (en el otro auto) a buscar a los compañeros.

Al mediodía festejamos compartiendo una botella de vino, asado (vacío y corderito patagónico "al palo") y unos chorizos "pa'picar". Esta es otra de las grandes atracciones que tienen las carreras de aventura, cuando después, ya con la calma, compartimos un buen almuerzo o cena "bien regado", e iniciamos nuevos planes y desafíos. Resulta imperdible también las conversaciones que siempre surgen con otras personas, que nos escuchan y preguntan por los desafíos (muchos no lo pueden creer...).


Reconocimientos
Pensaba destacar especialmente el rol jugado por los rescatistas, bomberos y corredores que auxiliaron a los compañeros en riesgo. Sin embargo, creo que nada mejor que el texto que escribió mi “hermano de la vida” Pablo Lapaz:

“Realmente el pueblo de San Javier y sus habitantes un ejemplo de cómo deberían funcionar las cosas en este mundo tan competitivo. El pasado sábado se disputó la Half Mision, carrera que hice en dos oportunidades. Son 80 kms de montaña en donde se hace cumbre en el Champaquí (2800 mts) y se corre por sus filos hasta bajar nuevamente al punto de salida, que es San Javier y Yacanto. Por lo que cuentan la carrera fue muy dura y hubo un porcentaje record de abandonos. Muchos corredores con hipotermia y descompensados completamente y peligrando su vida.
Debería decir POR SUERTE NO PASÓ NADA, pero esto no es tan así…
En este caso la suerte no fue el factor determinante para que muchos de estos corredores estuviesen hoy con sus familias. Hoy lograron bajar sanos de esas montañas gracias a la ayuda de rescatistas y corredores que los asistieron y les salvaron la vida. Cubrieron con sus cuerpos a los maltrechos corredores para darles calor y encendieron fuego en situaciones muy complicadas, pues la lluvia había mojado todo, según cuentan. Entre los rescatistas estaba un amigo, José Altamirano, con él finalicé las dos veces que corrí en Córdoba. Me consta que es un excelente corredor, así como también una gran persona. Un tipo sencillo, aguerrido, pero por sobre todo muy solidario.
Hoy escribo para homenajear a este gran bombero de San Javier, que estoy seguro que esperaba hace meses para correr la carrera de su pueblo, y en donde seguramente hubiese hecho podio. Desde aquí saludo con orgullo a este gran amigo y ser humano quien de sus dos vocaciones, la de correr y la del bombero, eligió esta última y ganó su mejor medalla en carrera y es el hecho de darle sentido a su vida y a la de otros.
También hubo otros corredores que olvidaron la competencia para brindar asistencia como son: Ariel Oliva, Elía Zandandez, Ceferino y Damián, según cuenta agradecido en su crónica, Juan Diego Morón, quien recibió la asistencia.


Fue mi carrera No. 319 completando 5.385 km, 32 de ellas en este año 2014 que suman 743 km.
Finalmente, vaya también mi agradecimiento a los compañeros de aventura y tantos amigos que encontré allá, así como también a Adriana y mis hijos por su tolerancia con mis locuras. “Gracias a la vida”, cantaba Violeta Parra.

Nos vemos, en la ruta.

miércoles, 1 de octubre de 2014

CORRER UN MARATÓN TE HACE MEJOR EMPRESARIO - Fuente: Runfitners.com

Emil Zátopek (el corredor que en Helsinki 1952 ganó la medalla dorada en los 5000 m, 10000 m y en el maratón en solo 8 días), dijo alguna vez “Si quieres correr, corre una milla. Si quieres experimentar una vida diferente, corre un maratón”. Sin dudas, el maratón es un evento deportivo único que cambia la vida de aquellos corredores que se atreven a desafiar la distancia y aunque pocos lo saben te puede convertir en un mejor empresario. Aunque para algunos puede ser difícil encontrar la relación entre ser maratonista y ser mejor empresario, un interesante Estudio analizó esa posibilidad y llegó a esa conclusión; a continuación los detalles.

Maratonista = mejor CEO

Usando los datos de 1500 empresas se buscó a aquellos CEO´s (un cargo equivalente a Director Ejecutivo) que participaron de un maratón (42k) y se analizaron los valores de mercado de las empresas que dirigían. De este análisis, surgió que las compañías dirigidas por corredores de maratón eran un 4/10% más valiosas que aquellas dirigidas por personas no deportistas. Los investigadores señalaron que el deporte reduce el estrés e incrementa el rendimiento cognitivo y laboral, y el running es ideal para esto, ya que se puede hacer prácticamente en cualquier lugar y en cualquier momento, sin ningún equipo deportivo o compañeros de equipo. En consecuencia, es un deporte perfecto para las personas que viajan mucho, con agendas complicadas, una gran necesidad de flexibilidad y una gran carga de trabajo.

Algunos ejemplos de Directores Ejecutivos o altos cargos jerárquicos de grandes empresas que han corrido maratones son:
- Jim Jenness de Kellogg Co.
- Greg Brenneman de Burger King.
- William David “Bill” Perez de Nike
- Klaus Kleinfeld de Siemens AG,
- Steve Reinemund de PepsiCo’s.

Leer mas: http://runfitners.com/2014/10/correr-un-maraton-te-hace-mejor-empresario-estudio/#ixzz3Evc0YljW

sábado, 27 de septiembre de 2014

Usted preguntará por qué corremos - Texto de Berni Frau, corredor y uruguayo.

Como muchos en todo el mundo, yo corro. Corro obsesivamente, dos veces por día, siete días por semana. Corro hace más de 15 años, he corrido en calle y en montaña, he corrido descalzo en la arena y lo he hecho con botas en la montaña. He corrido en los cauces de ríos y en las orillas de mares hasta caer rendido al agua, cosa tan grata. He corrido de niño con el mismo disfrute de hoy sin saber entonces que un día me tornaría corredor profesional. Porque sí, yo me considero profesional aunque nunca gané un duro corriendo ni he clasificado en un podio. Menos, claro, he ganado una carrera ni siquiera en mi categoría o franja etaria.
He corrido en atardeceres californianos, en sofisticadas calles parisinas y en cientos de bosques patagónicos. He corrido con amigos y lo he hecho solo, he corrido sobre la Gran Muralla China y lo he hecho en el desierto de Sahara. He atravesado corriendo el Arco de Triunfo, la puerta de Brandeburgo y los palacios del Sultán del Imperio Otomano. He corrido en un cuarto de hotel y en los corredores del aeropuerto de Frankfurt. He corrido con gente con la que no comparto idioma y nos entendimos toda la carrera. He corrido de traje, he corrido desnudo.
He corrido de noche, bajo lluvia, lo he hecho dormido. En cinta, con tobilleras, a las más variadas horas del día, yo he corrido. He corrido carreras de cien metros y otras de 248 km pasando por cualquier distancia intermedia. No corro para sentirme sano ni para adelgazar ni para “encontrarme conmigo mismo”. Corro para ganarle a tantos como pueda porque soy muy competitivo. Corro porque me gusta, corro porque no podría no correr. He competido poniéndome un dorsal en el pecho y –siempre- un cuchillo entre los dientes, más de una vez por mes (cada 23 días para ser preciso) durante años, y competido 600 km por año también durante años.
Corro sobretodo ultramaratones porque amo la sensación del cuerpo exhausto, el conocer que ya no queda ni una molécula de glucógeno, que el tanque está vacío, que la razón manda parar pero seguir corriendo me dará un placer indescriptible, por eso corro. Soy corredor de calle y de aventura –o trail- no considerando a ninguna de las dos modalidades como “mejor” o “superior” a la otra. Corro porque no sé jugar al fútbol, porque no tengo motricidad para el tenis, porque soy nulo para deportes de mayor requerimiento técnico.
Corro para encontrar la “zona alfa” como yo llamo a lo que viene luego del km 32 en una maratón urbana, o luego del 100 en una ultra. Corro porque amo la “previa” con la barra en una localidad montañera del sur argentino o de los Alpes franceses. Corro porque amo el “post”, también con la barra, esta vez además, con cerveza y celebrando las victorias de algunos, las frustraciones inevitables de otros.
Corro porque no nací en la antigüedad y no pude ser ni general de grandes batallas ni descubridor de “terras incógnitas” como siempre soñé de pequeño y sueño aún, y corriendo sacío mi visceral necesidad de aventura. Corro porque puedo hacerlo, porque lo hago dignamente y puedo sostenerlo con los años y las décadas sin lesionarme. Corro para romper la monotonía de la vida postmoderna, para acumular recuerdos y anécdotas que contaré un día a mis nietos, para juntar blasones y medallas que colgar en las paredes en el rincón del ego que todos tenemos. Y termino con la misma frase que termina un texto similar esa gran escritora que es Leila Guerriero su nota “Comulgar” publicada el 24 de septiembre de 2014 –o sea hoy- en El País y que inspirara estas líneas que serían casi un plagio si el reconocimiento no las transformara en un homenaje a Leila: “Corro para escribir. Corro porque escribo. Porque es igual de inútil, igual de necesario, igual de pavoroso.”
 
Leila debe ser la primera persona que cabalmente entiende que correr y escribir, son dos verbos redundantes y dos obligaciones ineludibles.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Mont Blanc y sentido de la proporción (Luis Arribas, El Mundo)

Mont Blanc y sentido de la proporción

Lo que se inició como una filiación aventurera del deporte de correr ya es en una pandemia

Se calcula que hay más de 400 pruebas 'ultra' sólo en Europa

A la UTMB ya se la compara con el Tour de Francia y el Maratón de las Arenas

España aportó 700 participantes a la última edición, con 77 países representados

    Varios participantes en un tramo de la prueba.

    Varios participantes en un tramo de la prueba. © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc® - PASCAL TOURNAIRE


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    En el tiempo que usted emplea en madrugar, desplazarse y cumplir la jornada laboral, recoger la casa y salir a hacer unos recados hay un ramillete de deportistas superdotados que suben y bajan 10 veces a un pico de 1.000 metros. No es una cuestión de que su ritmo de vida sea el de una tortuga. De manera sucinta, lo que ocurre es que las facultades deportivas de gente como François d'Haene, Kilian Jornet o Iker Karrera están lejos de toda normalidad. Son los atletas más rápidos sobre las distancias más largas. Observará que no estoy mencionando los archiconocidos apellidos africanos del maratón. Ni Bekele ni Korir, Gebreselassie o Kipchoge. En unas líneas entenderá la razón de ello.
    Me explico: el otro día participé en una prueba en la que lo normal era subir al trote una montaña durante dos horas para bajar, volver a ascender y bajar y así, mientras llovía y se hacía de noche. Es el 'trail running', el nuevo reto: más duro, más lejos. Lo duro, más desnivel acumulado, en argot, es sinónimo de espectacular. Olvidando la premisa del comienzo del texto, la de nuestra inferioridad de facultades físicas ante los Jornet o d'Haene, lo que se inició como una filiación aventurera del deporte de correr se ha convertido en una pandemia. Hoy es un hecho la existencia de una generación de urbanitas que se ha lanzado a imitar a los campeones de lo extremo.
    Era la autodenominada cita cumbre de las carreras de 'trail running'. Si usted es un profano, son las carreras de larga distancia que se celebran lejos de la ciudad, en montañas, valles, sendas perdidas o bosques. Si es un corredor habitual, poco tengo que decirle. Efectivamente le hablo de los eventos alrededor de esa prueba monstruo que surgió en 2004: el Ultra Trail del Mont Blanc (en adelante UTMB). El príncipe de los Alpes y el prefijo 'ultra', asociados en una especie de geografía del dolor voluntario y ocioso.
    El UTMB mide la friolera de 168 kilómetros, que consisten en rodear el perímetro de todo el macizo alpino, saliendo y llegando desde la localidad de Chamonix. Sitúese en mi lugar: me considero un corredor entrenado pero no lo suficiente. Voy a disfrutar de semejante monumento del deporte y de la geografía de los glaciares pero estoy un buen trecho por debajo de los superentrenados deportistas de acero como Jornet, Ryan Sandes, Núria Picas o Tófol Castanyer.



    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Los retos y las etiquetas

    Soy uno más dentro de esta nueva fiebre. Nuestros mayores corrieron en los años 80 para sentirse mejor, de manera barata y fácil y, probablemente, para dejar de fumar. Más tarde empezamos con el bendito 'running' vestidos con colores e influidos por una corriente de aire fresco que venía de las revistas norteamericanas. La siguiente oleada llegó con Internet y, con ella hemos descubierto cuantas exageraciones contaban otros y la posibilidad de contar las nuestras propias.
    La superación de escalones y etapas en el deporte aficionado es evidente. Ya no basta completar distancias desde los 10 a los míticos y festivos 42 kilómetros y 195 metros. Y se plantean peros. Éticos o de conciencia, afectan a esta aparente maravilla del esfuerzo humano.
    Eran poco más de las 10 de una soleada mañana a los pies del Mont Blanc. Cargados como locos subíamos todo recto a buscar las praderas alpinas de la Téte de la Tronche (2.571m). La mayoría, callados. Se observaban pocos síntomas de camaradería de las montañas. Más comunicación con las alertas de los móviles y el seguimiento de Facebook de la carrera o los whatsapps de los familiares que con tu colega de trote.
    Y aquí es donde vengo a exponer las reflexiones de una decepción. El entorno digital y narcisista de la ciudad moderna manda en nuestro ocio. Ya no corremos o nos inscribimos en una prueba popular, buscamos retos. El hecho de terminar una carrera ha pasado a la necesidad de engrosar un parcelario exclusivo: ser 'finisher'. Etiquetas. Claro que todo el mundo tiene derecho a correr como y cuanto quiera. Pero son etiquetas.
    La organización del UTMB ha dado con la fórmula de sacar el animal competidor y extremo que llevamos dentro. No es la única que lo hace, puesto que se calcula que hay más de 400 carreras 'ultra' sólo en Europa. Pero es equiparable a la de un Tour de Francia o del Maratón de las Arenas, curiosamente todas carreras-gigante francesas. En 10 años de formato han conseguido que el mundo del correr sepa de su existencia. Y de qué modo. Se ha generado una especie de necesidad. Si no se corre tal o cual 'ultra' algún día, te faltará algo. No serás consciente hasta que, quienes sí lo hicieron, te lo recuerden en un ejercicio de sadismo y de superioridad.

    ¿Todo pasa a ser colosal o desmedido?

    7.500 personas conseguimos un dorsal para alguna de las diferentes carreras de la semana. Por el camino habían quedado la otra mitad de los 14.000 aspirantes. Nos presentábamos en la salida para triturar nuestros huesos por las sendas de gran recorrido de Francia, Italia y Suiza. Ha leído bien. Se trata de una carrera que atraviesa tres países que, precisamente, no son las onduladas áreas fronterizas de Bélgica y Países Bajos ni el estuario del Guadiana entre los lados portugués y español. Ascendimos al pie de glaciares. Nos vapulearon descensos eternos hasta los valles en Arnuva o La Fouly. Subir y bajar.
    ¿Cómo explicar el significado de esta carrera y de sus homónimas 'ultra', sin caer en el dogmatismo ni en la ciega épica? Estos son mis pensamientos, masticados durante horas subiendo praderas y collados colindantes con nieves perpetuas, bajando con los músculos de las piernas doliendo como si los estuvieran cortando con cuchillas de afeitar o sentado mirando el fondo de un cuenco de plástico lleno de sopa caliente.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Superada la ladera que mira al lado sur del macizo, mientras corríamos por una senda hacia el espeluznante Grand Col de Ferret (2.527m), pensé que todo se resumía en un juego de adjetivación. Juguemos a los académicos.
    Es fácil plantearlo en estos términos: arrastrar el cuerpo por curvas y contracurvas bajo la mirada de un glaciar puede ceñirse a dos grupos de calificativos. Bien a la fila de lo épico, titánico, monumental o sobrehumano que, como todos sabemos, expulsa de su lado todo cuanto hay de meramente humano. O bien a lo innecesario, soberbio y arriesgado.
    Me posicioné a favor de someter al 'ultra trail' a un pequeño juicio público. Con independencia del resultado. Sin tener en cuenta mis pensamientos descendiendo durante dos horas por barro y hierba hacia La Fouly o calculando en qué kilómetro me caería la noche, húmeda e implacable. He estado en otras similares. La distancia me ha vencido en algunas ocasiones y se ha dejado ganar en algunas otras. Pero los sondeos previos y posteriores me dan pistas inequívocas.
    En pocos deportes queda tan bien plantada la expresión "se agotan los calificativos". Que un corredor como el mallorquín Tófol Castanyer, que llegó a meta en apenas 21 horas, reconozca que siente una curiosidad insana por saber cómo se comportará su cuerpo después de recorrer 130 kilómetros es sobrenatural. Si lo dijese aturdido por la altitud o la falta de sueño podríamos entender que algo ha fallado en su sentido de la proporción. Pero lo reconocía relajado, confiado en los ritmos brutales que maneja en sus entrenamientos y los desniveles que entrena. Es un corredor de élite del trail planetario.
    Lo bestial se muestra no cuando Castanyer o Tim Olson sufran no una sino varias pájaras en una carrera que rodea todo el macizo del Mont Blanc, la cumbre geográfica de los Alpes y 4.810 metros, sino cuando llega a meta después de comprimir en 20 horas una ruta montañera que se hacía tradicionalmente en una semana. Agote ahora los adjetivos que recuerde de sus lecturas y colóquelos detrás de esa demostración deportiva.
    Como referencia, con mi experiencia en el mundo de correr, terminadas decenas de pruebas de maratón y más allá, en ese carretillo de horas yo apenas había hecho 60 y logrado entrar en ritmos de cierre de control en el avituallamiento de Champex-Lac. Que ya es otra barbaridad por sí misma. Pregunte ahora a sus conocidos si sus trotes de 10 o 15 kilómetros siguen pareciendo un deporte de locos.
    No son, como vemos, adjetivos injustificados.

    Lo ultra se come el planeta 'running'

    La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) califica como 'ultradistancia' toda carrera que supera los 42 kilómetros del maratón. Más adjetivos. Aquello que durante años acumuló los calificativos de 'sobrehumano' o 'demencial', incluso algo tan 'dañino' como correr un maratón es hoy una fiesta que, más lento o más rápido, moviliza solo en EEUU a más de medio millón de personas. Pues bien. Hoy día se estima que 70.000 participantes se embarcan cada año en pruebas de que superan esa distancia del maratón. En la mayoría de los casos se supera con mucho y se generaliza más cerca que lejos sobre los 100 kilómetros.
    Es una pulsión planetaria. En el UTMB hubo este año 77 países representados. El país anfitrión no llega a copar en 2014 ni la mitad de los dorsales. Adivinen qué país aporta casi 700 corredores. La fiebre en España ha multiplicado las pruebas hasta el infinito, ha puesto en alerta a las autoridades medioambientales y ha logrado que las inscripciones se agoten en horas. Sin ir más lejos los 101km de Ronda agotan 3.500 plazas en unas horas. Quizá 10.000 adultos estén pendientes una noche entera de la apertura del plazo delante de sus ordenadores.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Adjetivando: lo extremo es global. Correr 80 o 100 kilómetros concentra multitudes de miles de corredores en sitios tan dispares como la Comrades Marathon (Sudáfrica), Ronda (España) o la SainteLyon (Francia). A lo largo de una mañana y una tarde de carrera hablé con gente de tres continentes y, a la vez, con conocidos de conocidos.
    El Facebook del UTMB congrega más fans que los masivos y legendarios maratones de Chicago, París o Londres. Un factor contribuye a ello y a que, durante la celebración de la prueba, los fans de esa red social hayan aumentado casi en 10.000. La curiosidad y el emocionante seguimiento de los corredores, por razones obvias mucho más excitante que una prueba que termina en cuatro o cinco horas.
    Y, por tanto, mucho más viral.
    Es evidente que existe una posibilidad cierta. El participante podría abandonar, quedar fuera de carrera o sufrir un percance. La seguridad que mueve el UTMB y la lista de material de montaña que debíamos acarrear a nuestras espaldas -otro factor a unir al hecho de correr tal burrada de kilómetros- no quita la preocupación al familiar o amigo que lo sigue por los canales habituales. ¿Qué tal le va a fulano? ¿Se le puede seguir? ¿No lo traerán con los pies por delante?
    En una de las pausas para sacar ropa de abrigo y dar un respiro a las piernas se lo comentaba con cierta sorna a un participante británico mientras me abrochaba de nuevo la mochila. Estábamos ascendiendo por encima de los 2.400 metros y soplaba un fino aire desde los glaciares del Mont Dolent. "Hay más gente pendiente ahora de si desaparezco que el día de mi boda".
    En las pruebas extremadamente largas un participante debe añadir a su peso corporal no menos de dos kilos. Todo ello es debido a que la organización, además de experiencia demostrable, exige siempre un material obligatorio y específico para aguantar temperaturas y meteorología de alta montaña, venda elástica, luces frontales, alimento y bebida para llegar al próximo punto de avituallamiento. "Debe ser desagradable llamar a casa de un corredor para explicar que se les ha despeñado". Humor negro de cerebros en deuda de oxígeno.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    Se exige un seguro al participante porque, desde 2009, se han producido no menos de 15 evacuaciones de corredores en helicóptero y 70 traslados a hospitales. Por tanto, como por arte de magia, se unen la expectación, el miedo y la admiración por la aventura casi épica. Espíritu trail en estado puro.

    La escala de valores del esfuerzo

    De cara a la voraz sociedad urbana, correr es un mero entretenimiento de oficinista. ¿En qué queda el atletismo de ruta, los medios maratones o los grandes pelotones de corredores populares que cubren el centro de las ciudades varias veces al año? ¿No quedamos que la aspiración superior era emular -de aquella manera- a los galgos del continente negro? Etiopía contra Kenia, el surgir de los maratonianos casi suicidas del país del Sol Naciente, los ligeros maratonianos españoles e italianos de las décadas de los 90 y siguientes. Pero nos hemos instalado en el más allá. No hay una proporcionalidad.
    El periodismo cantaba la dureza del maratoniano y las crónicas igualan a las de los ciclistas y sus jornadas. Pero hoy día, probablemente siempre, desde los orígenes del pedestrismo, existen corredores de ambos sexos capaces de recorrer los mismos kilómetros que un ciclista. Campo a través.
    Sus 10 kilómetros se convierten en infinitesimales. Se ha enterado de que un conocido correrá 70 kilómetros, qué se yo, en pleno invierno y por la noche. Y se produce un terremoto en considerar qué es épico. Cuando corremos monte abajo se produce una agitación nerviosa en el escalafón de valores de todo el deporte de correr. Montañas abajo, encarando una carpa donde podrás sentarte en un tablón y la lluvia o el sol impío dejarán de empapar tu gorra y pantalones. Podrás comer trozos de plátano cortados con sabe Dios qué y cargar tus botes con agua que fluye de un depósito montado en caballetes. Nadie se ocupa de si sudas, vas embarrado o de tus ojos enrojecidos.
    Como si una parte del confort urbano nos expulsara al disfrute ascético. Disfrutamos gastando toneladas comodidad en pos de una 'maravillosa experiencia'. Más calificativos.

    © The North Face® Ultra-Trail du Mont-Blanc®

    El lado oscuro

    Recuerde que al principio jugábamos a colocar adjetivos. Faltan los de este otro lado. Los que probablemente no quiera leer su amigo o familiar corremontañas.
    Antes mencioné la experiencia que exige el UTMB para admitir su inscripción a trámite. Bien. Es de las poquísimas que lo hace. Carreras más largas no tienen filtro alguno. La existencia de un material obligatorio en todas las pruebas podría estar jugando en contra de la seguridad. La estúpida suficiencia del deportista engreído se une a la justificación de que todo está controlado. Además ha gastado dinero en el mejor material. Pero la montaña no es justa. Es cruel.
    Existen los engreídos y los temerarios hasta en el más puro y ecológico de los deportes, no se confunda. En julio pasado un montañero norteamericano, Patrick Sweeney, se vio sorprendido por una avalancha mientras escalaba el 'corredor de la muerte' del Mont Blanc con sus hijos de 11 y nueve años. La mezcla entre temeridad, suficiencia y la búsqueda de batir un reto, un récord de precocidad.
    ¿Qué teclas ha tocado lo extremo en nuestro interior? ¿Ha dado en alguna neurona equivocada?
    En la fila de la recogida de dorsales del UTMB se comenta, se chequea y se trafica en contra de la seguridad determinada por la organización. Pronto aparece un experto que recomienda un cambio, una reducción. Estoy de pie detrás de dos participantes de Cerdeña. Les pillo en mitad de chanchullos para pasar el control de material pero luego ahorrar en peso. Horas más tarde la directora de la prueba, Catherine Poletti, nos recordaba en la plaza de la italiana localidad de Courmayeur todas las responsabilidades que adquiríamos. Poletti manejaba dos argumentos de peso: el cielo con amenazantes nubes y las 24 horas que pasaríamos subiendo a esas mismas nubes y bajando a los torrentes. ¿Por qué trampear por el hecho de ahorrar medio kilo a las espaldas?
    Finalizada la paliza evaluaba junto con el bloguero y corredor-aventurero Sergio Fernández las tripas de esta partida de blancas contra negras. A nuestro alrededor no había camiseta o chaleco que no acreditasen haber terminado la prueba más larga, más correosa. A más prefijos 'super', 'gran' o 'ultra', a más 'extreme', más consideración en aquella pasarela que eran las terrazas de la Rue Joseph Vallot. Era el escenario de los machos-alfa que se puede ver repetido en cualquier carrera extrema, o paseando por el aeropuerto o las cafeterías en las horas siguientes a su finalización.
    El dolor de piernas me encaminaba a pensar si aquellos compañeros míos del alma, con quienes había compartido el privilegio de correr por las sendas del UTMB (insisto, no la prueba completa), valoraban más el hecho de terminar a toda costa que el proceso que les llevaba a la prueba. El resultado frente a la preparación.
    Los márgenes de riesgo que maneja el participar en una carrera popular, en general, son reducidos. Salvo el propio esfuerzo y tener previsto afrontar distancias normales a ritmos adecuados, no hay riesgo alguno en inscribirse a carreras populares. Tampoco en salir a correr, si se desea y con cabeza, todos los días de la vida de uno. Pero estamos hablando de estirar la fina cuerda del riesgo. Kilómetros verticales en los que se asciende a pie desde el valle hasta la cumbre, récords de velocidad en ascensiones y descensos de los picos más emblemáticos, agencias de viaje que ascienden a sus clientes al Himalaya...
    Le aseguro que perdí más de media hora por las precauciones que tomé en cada uno de los momentos en que este 'ultra trail' podía cobrarse su peaje. Un tobillo roto o una clavícula desencajada son la diferencia de volver con el orgullo y el físico herido o con ganas de seguir corriendo en los montes. Pisar firmemente en lugar de saltar un arroyo sobre la caliza mojada me alejarán de poder batir mis propias (y tristísimas) marcas en estas carreras.
    Sentarse un momento a mirar lo que rodea a la aventura no tiene precio. Tirarse al suelo un minuto en la pradera del refugio Bonatti y masajearse los gemelos castigados nos unió para un buen rato a Joao, corredor ultra portugués, y a mí. Al instante compartíamos filiación, aspiraciones, comentarios sobre sus doloridas plantas de los pies y lo bueno que estaba el caldo que ofrecía el avituallamiento.
    Son los valores del ejercicio compartido, aun casi inhumano, los que podrán sostener las carreras de ultradistancia. Desde mi experiencia y ya en el sofá de casa, la deificación del esfuerzo extremo habrá de ser puesta en entredicho. Total, solo hace falta un chaparrón nocturno helador, un fallo con el cálculo de lo que comes o bebes o un tropezón que haga caer mal sobre un brazo para que todo, épica y esfuerzo previos, no valga nada. Al menos, que valga mucho menos que una vida disfrutando de todo lo que nos rodea.

    (*) Luis Arribas es bloguero, escritor (su última novela es 'Periferia negra') y runner. @_spanjaard

    domingo, 31 de agosto de 2014

    Fin de semana lleno de emociones. Ultra Trail del Mont Blanc y Zapadores


    Durante esta semana, tuve el enorme privilegio de seguir a la distancia, el desempeño de los amigos uruguayos que fueron a disputar las diferentes carreras que conforman el Ultra Trail del Mont Blanc, con base en la coqueta Chamonix (Francia), sede de los primeros Juegos Olímpicos de Invierno. Este año no pude estar presente pese a tener los puntos que me clasificaban, ya que quedé fuera en el sorteo... Pero allí se dieron cita un grupo de uruguayos -de nacimiento o de adopción-, en sus diferentes carreras. En la mítica UTMB sobre 168 Km, participaron John Tidd, Luciana Moretti, Diego Rodríguez, Daniel Pérez y Pablo Lapaz. En la CCC sobre 101 Km, lo hizo Wilson Guillén; en la TDS sobre 119 Km corrió Berni Frau y en la OCC sobre 52 Km lo hizo Nicolás González.
    El primer resultado fue el de Nico González, quien completó su recorrido en un tiempo total de 12:08:42, ocupando la posición 890 en la general de la OCC (225 en su categoría). Después, fue el turno de la emoción de ver fotos de la llegada de Berni Frau en la TDS con un tiempo total de 32:18:59, ocupando la posición 987 en la general de esta durísima prueba, y la 129 en su categoría. Ya ayer sábado, pude seguir paso a paso la evolución del "hermano de la montaña" Wilson Guillén, quien pudo completar -después de una noche de lluvia- los 101 Km de la CCC en un tiempo total de 26:16:02 ocupando la posición 1372 en la general y la 158 en la categoría.

    Después de eso, fue el turno de seguir el desempeño de los representantes uruguayos en la UTMB. ¡Cuánta expectativa! John Tidd -como era previsible- culminó los 168 Km y casi 10.000 mts de desnivel acumulado en un tiempo total de 23:44:00 ocupando la posición 16 en la general y la 1a. en su categoría (un fuera de serie). Diego Rodríguez y Luciana Moretti corrieron juntos, ya que arribaron en 31:03:58 y 31:04:00, ocupando las posiciones 136 y 137 en la general, 73 y 9a. en sus categorías. Sin dudas, lo de Diego y Luciana también es "fuera de serie". Lamentablemente, Daniel Pérez quedó en Trient después de 139.7 Km y un tiempo de carrera de 31:44:18 (no tengo información, aunque supongo que habrá abandonado por algún problema físico).
     
    En la tarde y noche de ayer, fue el turno de seguir atentamente el excelente desempeño de Pablo Lapaz, compañero de entrenamientos, hermano de la vida. Andaba por el lugar 682 a falta de 18.5 kilómetros, cuando le quedaba la subida a la Téte aux Vents y la bajada a Chamonix. La página oficial estimaba que llegaba alrededor de las 9:15 de la mañana de Chamonix (4:15 de Uruguay), pero en mi caso calculé que lo hacía en media hora menos. Es que recuerdo lo que fue su descenso del año pasado... Así que -la mente y el cuerpo tienen memoria- me desperté a las 3:20 de la madrugada sin necesidad de despertador.


    Esto fue lo que escribí en Facebook:

    "¡Cuánta satisfacción! Despertarte en la madrugada y estar pendiente de la llegada de un hermano de la vida, no tiene precio. Pablo Lapaz, finisher del UTMB, posición 611 (mejoró más de 600 posiciones en relación con el año pasado), Clas. 248 en su categoría, llegando a las 08:56 (3:56 de Uruguay) a Chamonix, Tiempo de carrera, 39:24:21. Velocidad 4,28 km/h. Además, pude verlo en la cámara de la Family Zone."

    Berni Frau me escribió: "Marciano. Extraterrestre. Animal. Máquina. Robocop. Así se dice Lapaz en francés". Pasó a 70 en los últimos 18.5 Km, su promedio de carrera fue 4:28 Km/h, y en los últimos 7.2 Km corrió a un promedio de casi 7 km/h, con 160 kilómetros y 10.000 mts de desnivel en las patas... Un monstruito.Ya tempranito en la mañana, me llamó Pablo, donde me comentaba -pletórico de alegría- sobre esta tremenda experiencia. El año pasado ocupó la posición 1235 (501 en la categoría), con un tiempo total de 43:38:03. Es mi amigo, mi hermano de la vida, con quien voy a correr 300 Km el año próximo. ¿Cómo no estar orgulloso?

     Hoy fue mi turno, sobre una distancia y dificultades notoriamente menores... Me reintegré al campeonato de 10K de la AAU, en la fecha organizada por Zapadores con largada y llegada frente a la Aduana de Oribe, en la rambla del Buceo.
     En la foto, están algunos de los compañeros de entrenamientos en el Gimnasio Sayago, que de a poco se han ido sumando a las carreras de calle.
     Corrí a un ritmo bien controlado y sostenido, tratando de preservar mi físico considerando la fuerte carga de carreras que traigo. Largamos hacia el Este, para girar en la zona de Punta Gorda y retornar al punto de largada. En el camino, encontré al Pelado Peña que corría junto a Adri Rodrigo, en su retorno a las carreras de calle. ¡Cuánta satisfacción ver a estos amigos que siguen al firme en esta disciplina!

    Completé el recorrido de 10.06 Km en un tiempo neto total de 50m 41 seg., así que no puedo menos que sentirme conforme con el ritmo de carrera.

    El próximo fin de semana me espera la Half Maratón Montevideo en la rambla, mientras sigo sumando kilómetros para la Short Mision en el Champaquí (Córdoba) el 04-10 y el Maratón de Nueva York el 02-11. Nos vemos, en la ruta.

    lunes, 25 de agosto de 2014

    Runfit Adventure Race 2014 - Salto del Penitente

    En la mañana de la denominada "Noche de la Nostalgia" aquí en Uruguay, se disputó la 1a. edición de la Runfit Adventure Race en Salto del Penitente, con dos distancias: 8 y 15 Km. Fue una iniciativa del inquieto Fabián Laureiro, editor de la Revista Runfit, quien tuvo la brillante idea de organizar esta carrera en un lugar único de las sierras de Minas. Con seguridad, en los días previos y ante la amenazante previsión del tiempo -alerta meteorológica, lluvias abundantes- debe haber pasado por momentos de zozobra, tratando de "rezarle" a sus dioses para que se apiadaran y le permitieran atravesar con éxito por esta prueba.

    No solamente resulta muy arriesgado asumir el desafío de sacar una revista como Runfit -excelente, por donde se la mire- en un mercado muy reducido como el de Uruguay, a "pulmón", con escasas posibilidades de contar con apoyos comerciales, sino que además el amigo se la jugó por organizar una carrera "distinta", en un lugar alejado de Montevideo, y en pleno invierno. Ya desde el jueves pasado se anunciaban lluvias intensas. Sin embargo, el tiempo se fue comportando bastante bien, con temperaturas elevadas y una lluvia "tolerable" durante la madrugada previa. En mi caso, me había ido hasta Punta del Este, así que temprano emprendimos el viaje con Adriana hasta Salto del Penintente, donde llegamos alrededor de las 9.40. Hacía calor y había bastante humedad, lo que hacía prever una carrera complicada.


     Algunos de mis "hermanos de la montaña" ya se habían alojado en la noche previa allí en el Salto, así que en cuanto llegamos, los encontré y estuvimos conversando sobre los próximos desafíos. ¡Es que con algunos de ellos, nos vamos a correr al Cerro Campaquí (San Javier y Yacanto, Córdoba) a principios de octubre!. Un número muy interesante de corredores se sumó a la iniciativa de Fabián, demostrando que cuando las cosas se hacen con seriedad y en un entorno único, somos muchos los que decidimos apoyarlo y disfrutar a pleno de este contacto con la naturaleza.

     Dado que venía de los 80 Km de la Half Mision en Serra Fina (Minas Gerais) durante los días 9 y 10/08, decidí salir a ritmo bien controlado, tratando de ver cómo me sentía físicamente después de ese tremendo esfuerzo. Tanto quienes corrían 8 Km como los que hacíamos 15 Km, salimos hacia el sur por trillos de pasto con algunos cruces de agua, para ir separándonos de a poco.
     Cuando llevábamos 1.5 Km atravesamos el primer alambrado, momento en que noté que se me había roto el chip que llevaba en el calzado, pero continuaba bien atado. A los 1.8 km volvimos a atravesar otro alambrado, para continuar avanzando y salir a una carretera de tierra, donde tomamos a la derecha.

    Un poco más adelante, encontré a Paola Nande que avanzaba caminando. Se sentía mal del estómago, al extremo que me dijo que posiblemente cambiara a los 8 Km en el punto de hidratación -donde nos separábamos-, momento en el que iba a evaluar su situación. En ese tramo, encontré a Ezequiel
     Paysée, un debutante en esta disciplina y conocido de Fabio Guillén (el amigo que corrió la Short Mision en Serra Fina), con quien fuimos tirando durante un buen rato e intercambiando información sobre estas carreras.

     Me vino muy bien todo ese tramo, ya que pudimos trotar sin preocuparnos por el ritmo que llevábamos, casi exclusivamente pendientes del precioso entorno de esta zona mística del Uruguay.  Con seguridad, Ezequiel será otro "fanático" de las carreras de aventura. Es más, ya me dijo que piensa ir a correr el año próximo a Serra Fina...

     Con bastante calor, llegamos al primer puesto de hidratación ubicado a los 5.5 Km., momento en el cual Paola se detuvo para intentar recuperarse. Ya allí me confirmó que iba a seguir el recorrido de los 8 Km, pues no se sentía bien. En esos tramos, también encontré a otros dos nuevos compañeros que irán al Champaquí, Andrés Silva y Andrea Molinari.

    Con Ezequiel pudimos mantener un ritmo consistente. Físicamente me sentía muy bien, sin sufrir dolores musculares como temía en la previa, ni agotamiento como resultado de la enorme carga de hace dos semanas. 
     Alrededor de los 11 Km, un corredor estaba acostado intentando recuperarse de una torcedura de tobillo, ayudado por otro compañero que nos indicó que se quedaba a auxiliarlo. Al confirmar que era un problema muscular, continuamos nuestra marcha rumbo a la meta.

    En ese momento, Ezequiel empezó a quedarse un poquito atrás, y casi enseguida encontré a "Caroteno" Chabalgoity quien avanzaba junto a otro debutante -Pablo- quien casi seguramente vaya a correr al Champaquí. ¡Otro más! Vamos a ser una "patota" en las sierras de Córdoba. Las conversaciones que siguieron, fueron de lo mejor de la jornada. No puedo negar que me encanta compartir mis experiencias de carrera con estos recién llegados, así que pude explayarme en recomendaciones para los entrenamientos y carreras.


     Caroteno también se quedó un poquito, y con Pablo seguimos avanzando para encarar la última larga subida entre piedras, para casi enseguida atravesar un alambrado y salir a unos escasos 500 metros de la meta. ¡Y en bajada!. Con Pablo corriendo a muy buen ritmo, completamos los 14.5 Km que me marcó el GPS en un tiempo neto total de 1 h. 38 min. 33 seg. (promedio de 6m 48s/km), en la que fue mi carrera No. 315.

    ¿Qué agregar? Dije al principio que esta fue la "primera" edición... es que con seguridad esta será una cita ineludible de cada año, a la que se le agregarán otros recorridos. La atención durante la carrera fue muy razonable, con puestos de hidratación bien ubicados y un recorrido muy bien señalizado, comprendiendo tramos por diferentes terrenos en una zona única de Uruguay. La muy buena concurrencia, demuestra que este tipo de iniciativas tienen un muy amplio apoyo entre quienes disfrutamos de esta disciplina. Es más, podría haber estado un poquito más "duro", así teníamos un poco de anécdotas para contar. Salvo un corto tramo con mucho barro muy cerca del final, el resto estuvo caracterizado por un terreno firme y seco.

    ¡Qué bueno habría estado si caían algunas gotas de lluvia durante la carrera! Gracias Fabián Laureiro, Revista Runfit, Schnell, guardaparques del Salto del Penitente, amigos y compañeros de carrera. Gracias a todos los que me ofrecen sus fotos.

    Nos vemos, en la ruta.