“No vinimos al campamento
base del Everest o al Kala Patthar. Vinimos a hacer el camino al campamento
base. Vinimos a cumplir un sueño. Pues la vida trata de eso, plantearnos desafíos
y tratar de cumplirlos. No por ser mejores que otros, sino para ser mejores
personas. Como dijo alguien: ¿Qué es la vida, sino un breve paréntesis entre
dos largas muertes? Por tanto, en ese paréntesis tenemos la obligación de hacer
aquello que nos hace plenos, que es la mejor forma de honrar a la vida, a
nuestras familias, a nuestros seres queridos. Estamos haciendo una larga
peregrinación cobijados por Jomolugma, en perfecta sintonía con la madre
naturaleza. Nuestro deber es respetarla y promover su cuidado. Nos acompañan
nuestros duendes, que también nos protegen. Honremos su compromiso y
tolerancia. La meta está cerca, pero sigue siendo un objetivo complicado. Por
eso, sigamos siendo un equipo, en particular en los momentos difíciles que nos
esperan. ¡Allá vamos! ¡Esto es Uruguay!”
Junto a Dardo, nos fuimos adelante… fueron
momentos con un cierto toque egoísta, pues quería que ese momento fuera mío,
personal, íntimo. Pleno de emoción, atravesé las enormes piedras que separan el
camino del campamento, y llegué exactamente a las 12.00 del sábado 4 de
noviembre de 2017. Intenté sobreponerme a la magia del lugar, pero fue
imposible. Abrí mi mochila, retiré las banderitas nepalíes que llevaba, las até
a las piedras bien a la derecha (para que pudieran diferenciarse de alguna
forma de las demás), me incliné y estuve unos 5 minutos en solitario. Fue un
momento místico, incluso para quienes nos identificamos como agnósticos, que
significó la culminación de una especie de diálogo introspectivo, íntimo, que
en cierta forma me permitió comunicarme a mi manera con mis seres queridos.
Enseguida llegaron mis compañeros, y una vez
culminadas las sesiones de fotos y festejos (hasta tomamos unos sorbos de
vino), cada uno se dedicó a rendir sus homenajes. Hubo mensajes y dibujos
dejados en el campamento, calcomanías, inscripciones en piedras, cartas
escritas a nuestras familias desde ese mítico lugar… ¿Puede haber mayor dicha?
¿Cómo no sentirnos afortunados?
“Si me voy antes que vos”
(Jaime Roos)
Después de unos 45 minutos y dado que comenzaba a
nevar muy levemente, encaramos el retorno, llenos de energía. Al llegar a Gorak
Shep, tanto David como Alejandra sentían el mal de altura, en tanto Andrés y
Sebastián también tenían alguna molestia.
Al día siguiente, fue la “yapa” ya que los 6 que
nos sentíamos bien, encaramos el ascenso del KalaPatthar, 5545 msnm, cima que
se encuentra muy cerca del refugio. El muy duro ascenso nos llevó 1 hora 15
minutos, y nos ofreció vistas inolvidables de los Himalayas, con 360° grados de
visibilidad. Encaramos la bajada que hicimos muy rápido, juntamos nuestras
mochilas y emprendimos el largo descenso hasta Pheriche.
De todo el tramo de bajada -que hicimos en tres
etapas- destaco un par de aspectos: en Tengboche coincidimos con un festival de
música y danzas en un monasterio (absolutamente indescriptible, milenario,
espectacular), y desde Lukla tomamos un vuelo en avioneta (16 pasajeros) en el
más peligroso aeropuerto del mundo, pista de 450 metros ubicada en la ladera de
una montaña en subida/bajada, rodeada de muros de piedra.
Entre los enormes aprendizajes de esta
experiencia inolvidable, destaco que tuvimos el placer de compartir algunas
prácticas religiosas -la religión mayoritaria es el hinduismo, aunque el budismo y sus prácticas también son muy trascendentes, en
particular en las zonas más altas y cerca de la frontera con China. La vida de
las comunidades está fuertemente imbuida por la religión, y a cada paso se
respira y vive la maravillosa espiritualidad, con las piedras “mani” y las estupas bajo la atenta mirada de Buda,
con sus ojos pintados por todos lados
Otro capítulo especial es la cocina nepalí. El plato típico por excelencia
es el dal bhat (un poquito, lo
extraño…), compuesto por arroz, una sopa de lentejas y verduras
salteadas con curry (incluso, lo comimos usando las manos). En el desayuno,
recuerdo especialmente el “pan nepalí” con miel o jaleas, una verdadera “torta
frita” dulce, el “sampa” (¿gofio con leche y miel?) e innumerables platos a
base de papas y huevos.
“… y a toda esa gente linda que quiso un camino nuevo pa’su pago, pero
que no precisa un camino nuevo para entrar a mi memoria” (“Isla Patrulla”, Los
Olimareños)
¿Qué decir de los nepalíes? Gente honesta, cálida, humilde, que te
brindan todo lo que está a su alcance y siempre con una sonrisa de agradecimiento.
Podemos decir que nos sentimos en familia, rodeados por los amigos que
conseguimos en nuestra aventura. Como parte de estas amistades, Krishna se
volvió tomador de mate, así que le dejamos mate, bombilla y yerba. “¿Mate
time?” nos preguntaba en el desayuno y a la tarde, cuando nos sentábamos a
compartir. Eso sí, los compañeros hinchas de Nacional –increíblemente en esta
ocasión, fueron mayoría- lo hicieron hincha de ese equipo. Con seguridad,
Krishna no entiende de qué se trata…
El clima tuvo con nosotros un comportamiento ejemplar, ya que
prácticamente todos los días tuvimos sol y un cielo bastante despejado, que nos
permitió disfrutar del recorrido y de espectaculares vistas, sin sentir
demasiado el frío salvo en la noche y cuando ya estábamos en los refugios. En
la única ocasión en que lloviznó un poco, ya habíamos arribado al lodge y no nos
afectó en lo más mínimo. Los días que hubo una tenue nevisca, hasta lo
podemos considerar un mimo para el cuerpo, pues es algo a lo que no estamos acostumbrados.
Otro destaque, fue el inolvidable festival de música y danzas, pleno de
coloridos, que pudimos disfrutar en
nuestro descenso, en un monasterio en Tengboche. Historia, geografía, religión,
música, colorido… todo perfectamente amalgamado.
En la última arenga durante el día “D” (cuando
alcanzamos el Campamento Base), expresé:
“Dice
Yuval Harari en “Homo Deus”, que algunas personas viven una tragedia, otras
habitan en un drama religioso inacabable, aún otras abordan la vida como si se
tratara de una película de acción, y no son pocas las que actúan como si de una
comedia se tratara. Pero, al final, todas son solo relatos. Pues bien, nosotros
estamos culminando nuestro relato.
Señala
Kilian Jornet que en la montaña las personas perdemos el nombre, la edad, los
títulos. Con la altura, las máscaras desaparecen y se refleja la verdadera
persona que somos cada uno. No hay fuerzas para ser ninguna otra persona que la
que llevamos en las entrañas, y que en muchas ocasiones ni siquiera conocemos.
Josef
Ajram se pregunta “Dónde está el límite?”, para responder: “No sé dónde está,
si sé dónde no está”.
Este
sueño iniciado hace tiempo, hoy se convierte en realidad. Todos vinimos con
diferentes motivaciones y todos debemos sentirnos más que satisfechos del logro.
Pero no solamente por decir “lo hice”, sino fundamentalmente porque lo
construimos a nuestra manera, según nuestras condiciones, usando nuestras
fortalezas y minimizando nuestras debilidades, aprendiendo día a día de
nuestras diferencias y fortaleciéndonos como equipo. No es poca cosa.
Vivimos
la montaña con los cinco sentidos, en comunión con el entorno y respetando a
las comunidades por las que pasamos, honrando los lugares sagrados y
conviviendo con los lugareños y otros caminantes, aprendiendo y dejando en alto
el nombre de Uruguay.
Somos
privilegiados, felices privilegiados, a quienes nadie les regaló nada, lo
hicimos nosotros. Disfrutémoslo con responsabilidad, humildad y compromiso.
Jomolugma nos cobija, nos espera. Allá vamos. A la cuenta de tres: U-U-Uruguay”
No hay comentarios:
Publicar un comentario