Veterano atleta de Artigas en el Everest
Así se titula la noticia publicada por El
País el domingo 5 de noviembre, y la verdad es que me sorprendió, no por lo de
“veterano” -lo soy, no hay lugar a dudas, y con mucho orgullo- sino por el
hecho de que haya sido noticia. Según me han señalado, sería el primer
artiguense en llegar al Campamento Base del Everest, y eso es un motivo de
particular satisfacción, pues en cierta forma me permite destacar la motivación
que allí me llevó: honrar la memoria de mis padres y de mi hermana Estela.
Los posteriores ecos en medios de prensa,
también me han sorprendido gratamente, pues en definitiva lo que hago -o
intento hacer- me genera una particular satisfacción. Me considero afortunado
de poder desarrollar estas actividades, sin mayores dificultades desde el punto
de vista físico, y si ello es motivo de divulgación e interés para otras
personas, el mimo para el alma cobra una particular dimensión.
“Uno mismo, ese es el gran asunto del
viaje. Uno mismo, y nada más. O poco más. Hay pretextos, ocasiones, cantidad de
justificaciones, ciertamente, pero, de hecho, nos ponemos en marcha movidos
solamente por el deseo de partir a nuestro propio encuentro con la intención,
muy hipotética, de volver a encontrarnos, cuando no de encontrarnos” (Teoría
del Viaje, Michel Onfray)
“El Paraíso es un mito, pero Nepal es
real”
Así reza una frase muy conocida entre los
montañistas, que resume mucho de lo que se puede vivir en esa zona del mundo,
para mí desconocida hasta esta experiencia. Hacia allí viajamos en un grupo de
9 uruguayos el pasado 22.10.2017, integrado por Alejandra Isabella, Andrés
Silva, Dardo Parentini, David Vega, Gustavo Gorni, Jorge Xavier, Juan
Olascoaga, Mabel Paiva y Sebastián Paulos. En el destino, nos esperaba Martín
Olascoaga, el organizador de la propuesta junto a Pamela -quienes conforman
DestinOriente-, y los guías nepalíes Krishna Rai, Purna y Assan. Además, nos
acompañaron nuestros cuatro porteadores: Lakpha, Rupkaji, Milan y Prabin, unos
verdaderos fenómenos que nos ayudaron con la carga de los sobres de dormir y
algunas otras cosas, como forma de aliviarnos en algo el peso de nuestras
mochilas.
Mis compañeros de viaje me pidieron una
breve referencia a cada uno, tema complejo si los hay pues se mezclan
cuestiones objetivas y subjetivas, que además se hacen públicas y que pueden
merecer diferentes juicios. Prefiero la interpretación de cada lector, a partir
de mis reflexiones, pero -como me gusta correr riesgos y en definitiva me hago
cargo- aquí van algunas breves reflexiones (en orden alfabético, por el nombre,
así evitamos interpretaciones), a las que le agregué comentarios sobre nosotros
aportados por Martín (que llegaron en el momento justo).
- Alejandra: sin la parte femenina del equipo
esto no hubiese sido lo mismo. Cargó su mochila durante todo el recorrido
incluso luego de alguna torcedura y luego de eternas subidas siempre fuerte,
elegante y con una sonrisa para seguir adelante. La dulzura, hecha
persona. Una hermana que todos quisiéramos tener. Muestra una sensibilidad muy
maternal para captar estados de ánimo y apoyar a quienes lo necesitan. Nuestra
amistad nació en un momento justo.
- Andrés: un “loco” bravo, siempre hiperactivo
(aunque de pocas palabras, las justas), hasta para decir las cosas más crudas.
Apasionado por sus hijos -un verdadero tesoro- siempre se mostró muy humano y
cálido, dueño de un sentido del humor muy ácido y particular, pilar fundamental
para el positivismo del grupo. Generalmente cuidando que todo siguiese bien en
la retaguardia. Siempre robando una sonrisa a quien caminaba a su lado y
sensible a percibir el lado místico del camino.
- Dardo: la voz de mi conciencia, ese “otro yo” opuesto que
todos tenemos, con el que podemos tomarnos el pelo en temas trascendentes sin
perder el humor. En ocasiones, se transformó en mi “asesor”, compañero de
largas caminatas en solitario como cuando llegamos al Campamento Base. Apodado
"el montañes", gran deportista y con un organismo de otro planeta
capaz de subir hasta los 5500m de altura en shorts y de motivar a todo un grupo
de personas durante más de 10 días de marcha. Primero a la hora del mate en las
madrugadas y último a la hora de descansar. Un amigo de fierro (pese a ser
salteño e hincha de Nacional).
- David: mi hermano menor. Flor de tipo, siempre preocupado
por todo lo que sucede a su alrededor, con un compromiso extraordinario. Cargó
con el “sobrepeso” de las cosas que llevaba con Alejandra, sin chistar. El
esfuerzo desplegado y su poca tolerancia a la altura, lo dejó fuera de la
cumbre del Kala Pattar, pese a lo cual estuvo con nosotros en todo momento, con
su conocimiento y capacidad. "As strong as any porter"
(Palabras de Krishna). Siempre atento para ayudar y compartir con quien lo
precisaba. De esas personas que saben la inmensidad de lo que están viviendo y
que detrás de su mirada profunda se encuentra un lago de sentimientos y
comprensión hacia el compañero.
- Gustavo: el menos conocido del grupo (salvo para Juan, ya que fueron compañeros de estudios), pues vive en Juan Lacaze. El
“Gato” se ganó a todos con sus comentarios y comportamientos algo “diferentes”
al resto, que siempre tomamos con humor. Es el tipo que te hace alguna pregunta
que te descoloca, en el momento menos indicado. Le hicimos algo de “bulling”,
que se lo bancó con su gran sentido del humor. Desde Juan Lacaze hasta el
campamento base del Everest entre otras muchas hazañas de este gran montañista.
Amante de la naturaleza, reflexivo y de conclusiones profundas. Sabedor de los
valores del camino y conocedor de los códigos de montaña.
- Jorge: flor de tipo, el mejor del grupo… Ah!, no, soy yo.
Perdón, esta reflexión no va… Bueno, para no quedar “rengo” aprovecho los
comentarios de Martín, que conmigo fueron muy generosos: Más conocido como
"Jota": Uno de los principales impulsores para que el equipo se
largue a realizar esta "locura". Con una personalidad única, lleno de
energía y capaz de soltar un chiste en el momento menos esperado de una subida
eterna. El narrador del equipo, siempre con block en mano y cada mañana listo
para arengar al equipo.
- Juan: el otro “veterano” del grupo (¡Ojo, que el “veterano”
soy yo!!!), con el cual tampoco habíamos compartido directamente. El papá de
Martín corrió con esa ventaja… gran compañero de viaje, siempre de buen humor,
buen tomador de mate, un tipo con el que podemos trazar objetivos de largo
plazo que con seguridad la vas a pasar bien. Y esto va por cuenta de Martín:
Gran deportista y mejor padre, amante del desafío que incluso con alguna que
otra lesión física siempre fue encabezando el equipo. Gracias a la vida por
haber podido compartir una nueva experiencia de vida padre - hijo.
- Mabel: ¿Cómo ser objetivo con esta rompe…? Siempre está
tomándose todo en broma, de boca fácil, primera a la hora de cantar, contar
chistes o reírse a carcajadas. Atenta al doble sentido, alegre y sobre todo
noble con los compañeros. Evidenciaba un perfil cálido, pues diariamente, le
escribía a su hija en una especie de “diario” que habían pactado. Recuerdo su
emoción cuando pudo ver a su hija despertándose, a través de imágenes en el
celular. También recuerdo sus anotaciones en pleno Campamento Base, dirigidas a
su Chiarita. Capaz de subir hasta los 5390m sobre el nivel del mar con todo su
equipo, convicciones y creencias en la espalda. Fiel a su palabra, a su sentir
y a su pensar. Ideal para compartir una grappamiel o un ron, y una carrera de
larga distancia.
- Sebastián: el hijo “adoptivo” que muchos
quisieran tener, con apenas 24 años. Renunció a concursar para mantener su
trabajo, para hacer este viaje. Fue nuestro especialista tecnológico, “cuerpito
latino, temporal de facha ambulante”, extrañó mucho las milanesas de su madre.
No extrañó la Coca Cola ni las mentitas. Gran valor del equipo. Pura admiración
a quien decidió embarcarse en esta aventura desconocida y porque no, un poco
peligrosa. Gran aporte para el grupo, cargado de conocimientos y simpleza,
llenó al viaje de complicidad, risas y frescura. Pese a ser el más joven,
se integró con absoluta naturalidad a los demás. Lo espera un futuro brillante,
por su don de gente.
DestinOriente y el equipo nepalí
Pame, Martín, Krishna, Purna, Asan,
Prakbhin, Milan, Rukpha, Lakpha, son el equipo uruguayo, chileno y nepalí. Con
todos ellos, podemos decir que conformamos una enorme familia. Es más, mi
peluche fue bautizado "Purna"
Ya en el largo viaje –nos llevó 36 horas
entre vuelos y esperas en aeropuertos-, me sentí un poco “aislado” pues pese a
que éramos 9, en cada tramo me tocó viajar bastante lejos del resto de los
compañeros. Relato un par de anécdotas en la escala en Estambul. Un grupo de
niños búlgaros de un equipo de clavadistas, jugaban a las cartas en el piso
bajo la atenta mirada de su entrenador, y ninguno de ellos tenía celular… La
otra: conseguimos agua caliente para el mate en una pequeña cafetería del
aeropuerto Ataturk, gracias a nuestra condición de uruguayos, pues el encargado
identificó a Fernando Muslera (el arquero de la selección), jugador desde hace
años del Galatasaray de Turquía.
Simplemente decidimos hacerlo
Tom Hanks, interpretando al Comandante Jim
Lovell en la película Apolo XIII (que relata la fallida misión lunar), en una
conversación con su esposa -alcoholizado después de una cena donde rememoran la
experiencia con sus compañeros-, recuerda la llegada del hombre a la Luna
(Armstrong y Aldrin) en 1969, señalando “no fue un milagro; simplemente
decidimos hacerlo”.
No puedo plantearlo como paralelismo con
esa hazaña para la humanidad, pero para cada uno de los integrantes del “Equipo
Uruguay 2017 – Everest Base Camp Trek” tuvo una cierta motivación, que en lo
más íntimo puede considerarse similar (salvando las distancias). No somos
“montañeros” habituales, aunque es indudable que nos atrapan los desafíos y nos
apasionan las actividades de trail y aventura. Hace unos 10 meses, a partir de
la previa experiencia con Jean Paul Beauvois, Alejandro Chabalgoity, Martín
Zanabria, Paola Nande y yo en el Cordón del Plata (Mendoza), en los
intercambios con Juan Olascoaga surgió la posibilidad de pedirle a su hijo
Martín -que conoce muchísimo de la zona y está la mayor parte del tiempo entre
Nepal e India- que armara una propuesta para corredores de trail a efectos de
hacer el ascenso al Campamento Base del Everest.
“Decidimos hacerlo”, dijo Tom
Hanks, con mucho más intuición y corazón que razón, y en este desafío nos
juntamos personas que compartimos la pasión por los deportes de aventura, de
diferentes edades (desde los 24 –Sebita- hasta los 57 años –yo-), profesiones,
intereses y motivaciones, pero todos inspirados por el enorme sueño de poder
conquistar una gran meta. Para varios de nosotros, significó postergar algunas
decisiones trascendentes e invertir un monto de dinero interesante, pero
también fue “el tren que muy posiblemente pasara una sola vez”.
Nos fuimos sumando, y el grupo se
conformó. ¿Por qué Nepal? Es la meca del montañismo, y allí está la cordillera
del Himalaya -con su mítico Everest, o mejor, Jomolugma como la conocen los
nepalíes, el techo del mundo con sus 8.848 msnm-, en la frontera con China y
muy cerca de India, y sus “hermanos” Lhotse, Nuptse y Ama Dablam. Aunque no se
requiere un entrenamiento específico ni de alto rendimiento, los buenos hábitos
de salud y la práctica constante del ejercicio, fueron una ayuda fundamental
para acceder al campamento base sin mayores problemas.
El recuerdo de la tragedia vivida en 1996
en el Everest, excelentemente relatado en la película, estuvo presente en
muchas de las conversaciones familiares, preocupaciones compartidas,
explicaciones minuciosas y planificaciones detalladas. Nada quedó librado al
azar, gracias al excelente asesoramiento y organización de Martín y Pamela. Por
las dudas, me acompañó (como siempre) mi peluche de la suerte que traje del
Mont Blanc, y que estoy convencido que es una ardilla. Hasta nombre tiene
ahora, pues fue bautizada en esta experiencia.
“Todas sus
emociones, sus sensaciones, sus percepciones, todas sus historias singulares
maduran en su alma fantasiosa y desembocan un día en un texto corto que ofrece
la quintaesencia de las sinestesias caprichosas: oler colores, saborear
perfumes, tocar sonidos, oír temperaturas, ver ruidos. Practicar estos
ejercicios confirma que viajar supone el desajuste de todos los sentidos, y
luego su reactivación y capitulación en el verbo” (Teoría del Viaje, Michel
Onfray)
Llegamos a Kathmandu
el 24 y pudimos ya percibir el caótico tránsito de esa ciudad (pese a lo cual,
no vimos ningún accidente ni discusión entre conductores). Después de un rápido
desayuno, dedicamos el día a terminar de aprovisionarnos con los equipos
faltantes (que conseguimos a muy buenos precios) y el 25 emprendimos el viaje
en dos vehículos todo terreno rumbo a Phaplu (2.480 msnm) en un viaje por
caminos absolutamente intransitables -salvo para las Mahindra Bolero- que
alcanzaron los 2900 msnm, y que nos llevó 12 horas para hacer no más de 250
kilómetros. Además, nos permitió comenzar el período de aclimatación a la
altura, fundamental para este tipo de experiencias, que algunos ya sufrieron
durante este viaje.
Soy náufrago
en el mar, y en tierra no paro de caminar (Náufrago - Cuatro Pesos de Propina)
Al día siguiente,
iniciamos el trekking desde Ringmo -muy cerca de Phaplu- cruzamos por
Taxshindu-lá (majestuosa puerta de entrada a los Himalayas, 3050 msnm), bajamos
a Nunthala (2400 msnm) -donde almorzamos en casa de familiares de Krishna- y
continuamos hasta Jublin (1650 msnm). Ese muy importante ascenso y descenso ya
en el primer día, hizo que algunos de nosotros sufriéramos las consecuencias
del esfuerzo, pues llegamos recién a las 18.00 horas al refugio donde nos
alojamos (propiedad de un primo de Krishna). El camino estuvo plagado de cruces
con caravanas de mulas cargadas (que tienen preferencia de paso, incluso en los
innumerables puentes colgantes que al principio nos parecían peligrosos), niños
trabajando en tareas rurales, olores y aromas novedosos.
“Táctica y
Estrategia” (poema de Mario Benedetti)
Entre tantas
conversaciones durante el trekking, con Juan fuimos conversando sobre mis
cursos de Estrategia en el Centro de Posgrados, recordando el poema de Benedetti
“Táctica y Estrategia”, y lo comprometí a que nos visite en alguno de los
cursos a contar su experiencia en el ámbito empresarial. Conversamos sobre el
impacto que tienen estas actividades de trekking en la montaña y las deportivas
en general, sobre nuestras profesiones y actividades laborales, destacando la
complementariedad y el aporte que muchas veces encontramos, y en particular la
forma como se despierta la creatividad.
El 2° día de
trekking, nos llevó hasta Karikhola, después de un ascenso constante. En un
descanso, pudimos visitar un templo budista y conocer las innumerables estupas
con sus “ojos de Buda” que todo lo observan. Subimos hasta los 3000 msnm en
Karilá, para bajar a los 2700 msnm hasta Paiya, donde nos alojamos. En mi
arenga inicial, recordé la frase del Gral Máximo (Gladiador), diciendo “Lo que
hacemos en la vida, hace eco en la eternidad. Imaginen dónde estarán en una
semana, y se hará realidad”.
“Los caminos
de la vida” (Vicentico)
En el camino, cruzamos
por una casa donde unos monjes (lamas) nos obsequiaron una bolsa con alimentos
a cada uno. Se trataba de una ceremonia religiosa, pues cuando fallece alguien,
hacen ese tipo de ofrendas a los caminantes. ¿Verdad que debemos considerarnos
privilegiados? Fuimos protagonistas de una expresión pura de la religiosidad de
este pueblo, de un modo para nosotros absolutamente inesperado.
En la escala, Seba
disfrutó de un partido de fútbol con niños de la zona, además de Milan (uno de
nuestros porteadores), y en la cena, un francés nos invitó con queso de la
región en la que vive. Magia pura.
Otra anécdota, se dio
en un almuerzo en Bupsa, ocasión en que pedí una cerveza. Cuando Dardo me vio,
se levantó y le pidió a la cocinera nepalí, en perfecto español: “Deme una
cerveza, en lo posible bien fría”… ¡Y lo entendió!!!
“Emoción,
afecto, entusiasmo, asombro, interrogación, sorpresa, alegría y estupefacción,
todo se mezcla en el ejercicio de lo bello y lo sublime, del cambio de hábitos
y de la diferencia” (Teoría del Viaje, Michel Onfray)
En cada ocasión en
que algún tema musical venía a mi mente, me ponía a cantar. Así, recorrí “Mi
Revolución” y “Náufrago” (Cuatro Pesos de Propina), “Isla Patrulla” y “Orejano”
(Los Olimareños), “La hermana de la Coneja”, “Durazno y Convención” y “Amor
profundo” (Jaime Roos), “Los caminos de la vida” (Vicentico), "Carretera
Perdida" (Buitres), “Mi lista negra”, “Así soy yo” y “Breve descripción de
mi persona” (Cuarteto de Nos) e incluso algún tango. Las largas jornadas de
trekking y la nostalgia hacen que estas vetas artísticas florezcan… Aunque con
seguridad, mis compañeros preferían que me callara la boca (salvo algún
ocasional acompañamiento cantando). Hablamos también de películas (Apolo XIII y
la frase ya referida), Gladiador, 300, y nos detuvimos bastante en “Antes de
partir” (“The bucket list”) con Jack Nicholson y Morgan Freeman, ya que –entre
otras cosas- al final las cenizas de ambos son depositadas en el Everest “para
disfrutar de la mejor vista”.
En una de estas
jornadas, duras desde los sentimientos, de recogimiento y profunda reflexión
recordando a mi hermana, Alejandra lo notó y me acompañó, ayudándome a “salir”
con su pregunta ¿“Qué pasa, Jotita”?, su comprensión silenciosa y su abrazo
cálido y maternal.
“Porque al
final no recordarás el tiempo que permaneciste en la oficina o arreglando tu
casa. Ve y escala esa maldita montaña” (Jack Kerouac)
Los siguientes días
de trekking nos llevaron por continuos ascensos con algún descenso, más un par
de días de aclimatación, cuando salimos de la zona conocida como “Solo” e
ingresamos al valle de Khumbu. El ingreso a la zona budista tibetana se notó en
los rasgos de las personas, a lo que se sumó la enorme cantidad de montañistas
de todas partes del mundo, sherpas y porteadores cargados a más no poder,
trasladando enormes cantidades de productos de todo tipo sobre sus espaldas y
sujetados en la cabeza, más caravanas de mulas y yacs, y una enorme
proliferación de símbolos religiosos (Mani) en piedras alladas y pintadas.
Resham firiri
(canción nepalí)
A mitad de camino en
el ascenso, llegamos a un lugar mítico: Namche Bazaar (3420 msnm). Fue un
momento de especial recogimiento, de satisfacción plena y de profunda emoción.
Es el último lugar típicamente comercial, donde pueden solucionarse todos los
temas pendientes antes de emprender la parte más dura del ascenso (incluso
lavandería de ropas, servicios financieros, panaderías y cafeterías). Antes de
partir, como casi todos los días, estuve encargado de la arenga al grupo, que en
esta oportunidad fue breve: “Compañeros, somos privilegiados, venimos de
Uruguay, país con 3.4 millones de habitantes y seremos los únicos uruguayos en
el Campamento Base del Everest. Disfruten intensamente el presente y recuerden
que la gloria nos espera”.
Fue un momento de
emoción, lágrimas, abrazos y recogimiento, que quedará en nuestros corazones
por siempre. Dice Reinhold Meissner en “Mi vida al límite” –libro que terminé
de leer durante esta expedición-, que un buen compañero de montaña es alguien
con quien compartir el miedo y la alegría, y con seguridad las sensaciones que
compartimos, fueron un muy buen ejemplo de compañerismo. También debo destacar
-como se lo señalé a Mabel- que en esos momentos extrañaba especialmente la
compañía de Martín (Zanabria) y Paola (Nande), con quienes hicimos el ascenso
al Cordón del Plata.
“No estamos
haciendo deporte. No estamos jugando. No se trata de religión. Pero somos
deportistas. Nos jugamos y vivimos a pleno. Nos encomendamos a nuestros dioses,
o duendes, como quieran llamarlos. No corremos peligro de muerte, pero es una
posibilidad, y por eso nos cuidamos. Nos responsabilizamos entre nosotros.
Todos para uno, uno para todos. Nuestra vida ya no es la misma. Somos hermanos.
Nos espera un sueño. Allá vamos. ¡U-u-u-Uruguay!”
Seguimos ascendiendo
a Portshe (3850 msnm), un milenario pueblito agrícola, que se mantiene casi sin
cambios ubicado en una altiplanicie protegida de los vientos por las montañas
que la rodean. El siguiente paso fue Pangboche, Somare y Dingboche (4330 msnm),
sintiéndonos todos bastante bien, pero ya sintiendo el frío reinante, al
extremo que a partir de las 15.00 horas se vuelve muy difícil permanecer al
aire libre. El día siguiente fue nuevamente de aclimatación, ya que subimos
hasta los 5076 msnm (Dingboche Ri) para volver a bajar.
En la siguiente
etapa, cruzamos por Thukla (4620 msnm), llegamos al Memorial que recuerda a
quienes perdieron la vida en la tragedia de 1996 -un momento mágico,
sobrecogedor- , donde cada uno de nosotros nos sentimos en paz y armonía. Las
fotos obligadas con los grandes nombres de la expedición al Everest, ocuparon
gran parte del tiempo: Scott Fischer, Rob Hall … El camino nos llevó a
Pyramid, 5050 msnm, donde nos alojamos en el lodge con forma de pirámide que
fue centro de investigación italiano. A las 14.30 empezó a nevar.
Ya estábamos muy
cerca de la meta tan ansiada, así que en el aire se palpaba la emoción y
alegría. A la mañana siguiente, salimos rumbo a Gorak Shep (5170 msnm), escala
previa al Camp. Base. Salvo algunas molestias puntuales, la gran mayoría nos
sentíamos bien. Nos alojamos, preparamos la "mochila de ataque" con
el abrigo e hidratación necesarios, y salimos al asalto del Campamento Base.
“No vinimos
al campamento base del Everest o al Kala Patthar. Vinimos a hacer el camino al
campamento base. Vinimos a cumplir un sueño. Pues la vida trata de eso,
plantearnos desafíos y tratar de cumplirlos. No por ser mejores que otros, sino
para ser mejores personas. Como dijo alguien: ¿Qué es la vida, sino un breve
paréntesis entre dos largas muertes? Por tanto, en ese paréntesis tenemos la
obligación de hacer aquello que nos hace plenos, que es la mejor forma de
honrar a la vida, a nuestras familias, a nuestros seres queridos. Estamos
haciendo una larga peregrinación cobijados por Jomolugma, en perfecta sintonía
con la madre naturaleza. Nuestro deber es respetarla y promover su cuidado. Nos
acompañan nuestros duendes, que también nos protegen. Honremos su compromiso y
tolerancia. La meta está cerca, pero sigue siendo un objetivo complicado. Por
eso, sigamos siendo un equipo, en particular en los momentos difíciles que nos
esperan. ¡Allá vamos! ¡Esto es Uruguay!”
Junto a Dardo, nos
fuimos adelante… fueron momentos con un cierto toque egoísta, pues quería que
ese momento fuera mío, personal, íntimo. Pleno de emoción, atravesé las enormes
piedras que separan el camino del campamento, y llegué exactamente a las 12.00
del sábado 4 de noviembre de 2017. Intenté sobreponerme a la magia del lugar,
pero fue imposible. Abrí mi mochila, retiré las banderitas nepalíes que
llevaba, las até a las piedras bien a la derecha (para que pudieran diferenciarse
de alguna forma de las demás), me incliné y estuve unos 5 minutos en solitario.
Fue un momento místico, incluso para quienes nos identificamos como agnósticos,
que significó la culminación de una especie de diálogo introspectivo, íntimo,
que en cierta forma me permitió comunicarme a mi manera con mis seres queridos.
Enseguida llegaron
mis compañeros, y una vez culminadas las sesiones de fotos y festejos (hasta
tomamos unos sorbos de vino), cada uno se dedicó a rendir sus homenajes. Hubo
mensajes y dibujos dejados en el campamento, calcomanías, inscripciones en
piedras, cartas escritas a nuestras familias desde ese mítico lugar… ¿Puede
haber mayor dicha? ¿Cómo no sentirnos afortunados?
“Si me voy
antes que vos” (Jaime Roos)
Después de unos 45
minutos y dado que comenzaba a nevar muy levemente, encaramos el retorno,
llenos de energía. Al llegar a Gorak Shep, tanto David como Alejandra sentían
el mal de altura, en tanto Andrés y Sebastián también tenían alguna molestia.
Al día siguiente, fue
la “yapa” ya que los 6 que nos sentíamos bien, encaramos el ascenso del
KalaPatthar, 5545 msnm, cima que se encuentra muy cerca del refugio. El muy
duro ascenso nos llevó 1 hora 15 minutos, y nos ofreció vistas inolvidables de
los Himalayas, con 360° grados de visibilidad. Encaramos la bajada que hicimos
muy rápido, juntamos nuestras mochilas y emprendimos el largo descenso hasta
Pheriche.
De todo el tramo de
bajada -que hicimos en tres etapas- destaco un par de aspectos: en Tengboche
coincidimos con un festival de música y danzas en un monasterio (absolutamente
indescriptible, milenario, espectacular), y desde Lukla tomamos un vuelo en
avioneta (16 pasajeros) en el más peligroso aeropuerto del mundo, pista de 450
metros ubicada en la ladera de una montaña en subida/bajada, rodeada de muros
de piedra.
Entre los enormes
aprendizajes de esta experiencia inolvidable, destaco que tuvimos el placer de
compartir algunas prácticas religiosas -la religión mayoritaria es el
hinduismo, aunque el budismo y sus prácticas también son muy
trascendentes, en particular en las zonas más altas y cerca de la frontera con
China. La vida de las comunidades está fuertemente imbuida por la religión, y a
cada paso se respira y vive la maravillosa espiritualidad, con las piedras
“mani” y las estupas bajo la atenta mirada de Buda, con sus ojos
pintados por todos lados.
Otro capítulo
especial es la cocina nepalí. El plato típico por excelencia es el dal
bhat (un poquito, lo extraño…), compuesto por arroz, una sopa de lentejas y
verduras salteadas con curry (incluso, lo comimos usando las manos). En el
desayuno, recuerdo especialmente el “pan nepalí” con miel o jaleas, una
verdadera “torta frita” dulce, el “sampa” (¿gofio con leche y miel?) e
innumerables platos a base de papas y huevos.
“… y a toda esa gente linda que quiso un
camino nuevo pa’su pago, pero que no precisa un camino nuevo para entrar a mi
memoria” (“Isla Patrulla”, Los Olimareños)
¿Qué decir de los nepalíes? Gente honesta,
cálida, humilde, que te brindan todo lo que está a su alcance y siempre con una
sonrisa de agradecimiento. Podemos decir que nos sentimos en familia, rodeados
por los amigos que conseguimos en nuestra aventura. Como parte de estas
amistades, Krishna se volvió tomador de mate, así que le dejamos mate, bombilla
y yerba. “¿Mate time?” nos preguntaba en el desayuno y a la tarde, cuando nos
sentábamos a compartir. Eso sí, los compañeros hinchas de Nacional
–increíblemente en esta ocasión, fueron mayoría- lo hicieron hincha de ese equipo.
Con seguridad, Krishna no entiende de qué se trata…
El clima tuvo con nosotros un
comportamiento ejemplar, ya que prácticamente todos los días tuvimos sol y un
cielo bastante despejado, que nos permitió disfrutar del recorrido y de
espectaculares vistas, sin sentir demasiado el frío salvo en la noche y cuando
ya estábamos en los refugios. En la única ocasión en que lloviznó un poco, ya
habíamos arribado al lodge y no nos afectó en lo más mínimo. Los días que hubo
una tenue nevisca, hasta lo podemos considerar un mimo para el cuerpo, pues es
algo a lo que no estamos acostumbrados.
Otro destaque, fue el inolvidable festival
de música y danzas, pleno de coloridos, que pudimos disfrutar en nuestro
descenso, en un monasterio en Tengboche. Historia, geografía, religión, música,
colorido… todo perfectamente amalgamado.
En la última arenga
durante el día “D” (cuando alcanzamos el Campamento Base), expresé:
“Dice Yuval
Harari en “Homo Deus”, que algunas personas viven una tragedia, otras habitan
en un drama religioso inacabable, aún otras abordan la vida como si se tratara
de una película de acción, y no son pocas las que actúan como si de una comedia
se tratara. Pero, al final, todas son solo relatos. Pues bien, nosotros estamos
culminando nuestro relato.
Señala Kilian
Jornet que en la montaña las personas perdemos el nombre, la edad, los títulos.
Con la altura, las máscaras desaparecen y se refleja la verdadera persona que
somos cada uno. No hay fuerzas para ser ninguna otra persona que la que
llevamos en las entrañas, y que en muchas ocasiones ni siquiera conocemos.
Josef Ajram
se pregunta “Dónde está el límite?”, para responder: “No sé dónde está, si sé
dónde no está”.
Este sueño
iniciado hace tiempo, hoy se convierte en realidad. Todos vinimos con diferentes
motivaciones y todos debemos sentirnos más que satisfechos del logro. Pero no
solamente por decir “lo hice”, sino fundamentalmente porque lo construimos a
nuestra manera, según nuestras condiciones, usando nuestras fortalezas y
minimizando nuestras debilidades, aprendiendo día a día de nuestras diferencias
y fortaleciéndonos como equipo. No es poca cosa.
Vivimos la
montaña con los cinco sentidos, en comunión con el entorno y respetando a las
comunidades por las que pasamos, honrando los lugares sagrados y conviviendo
con los lugareños y otros caminantes, aprendiendo y dejando en alto el nombre
de Uruguay.
Somos
privilegiados, felices privilegiados, a quienes nadie les regaló nada, lo
hicimos nosotros. Disfrutémoslo con responsabilidad, humildad y compromiso.
Jomolugma nos cobija, nos espera. Allá vamos. A la cuenta de tres: U-U-Uruguay”
220
kilómetros del más puro y duro trekking y unos 13.000 metros de desnivel
acumulado, en 13 días por un lugar soñado, y el cumplimiento de muchas
promesas. Sin lugar a dudas, nuestra vida ya no es la misma.
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