Así culminé una nueva edición de la MATT Trail Run (mi 3ª
participación), desafío organizado por Entrenador Rogelio Fernández que
comprende: Milla Vertical (ascenso y descenso al Cerro Pan de Azúcar), 20.3 Km
por Punta Ballena y 23 Km por Laguna del Sauce y Arboretum Lussich. Nuevamente
conformé equipo con Sebastián Paulós –en esta ocasión, nos denominamos
“Auténticos Decadentes”-, y lo tomamos como un entrenamiento (algo fuerte) para
el desafío que nos espera en pocos días, cuando hagamos el ascenso al
Campamento Base del Monte Everest.
El viernes a la noche, tuve la fiesta de 10 años de Cantero
Entrenamientos -el grupo donde entreno- así que me acosté ya cerca de las 2:00
de la madrugada, para levantarme poco después de las 6:00 e ir a buscar a Seba.
Durante la noche estuvo lloviendo bastante, así que presumíamos que podría
suspenderse la etapa inicial, por los peligros que supone un terreno mojado en
una zona tan técnica como la del Cerro Pan de Azúcar. Llegamos poco después de
las 8:00, para encontrar a 24 amigos del grupo “KM Running” de Las Piedras, lo
que motivó ya algún desafío entre nosotros, recordando instancias anteriores.
Retiramos kit –N° 170 y 171- y nos indicaron que se iba a computar
exclusivamente el tiempo de ascenso, para evitar riesgos en la bajada
(inteligente decisión). La mañana se presentaba muy nublada, aunque no
amenazaba con lluvia.
La largada se hizo en grupos de 3 equipos (nos tocaba el
turno 6) cada un minuto, pero no fuimos llamados, y notamos que empezaban a
largar los grupos de mujeres… Nos hicieron largar un poquito más tarde, e
iniciamos el ascenso –duro, complicado, como me gusta-, tramo en el que nos
superaron algunos de los que largaron después (Lali Moratorio nos pasó como
parados…), y superamos a otros que habían largado antes, entre ellos, algunos
de los amigos de KM.
Cuando alcanzamos a Alvarito Belza –que estaba recostado
en una enorme piedra- le pregunté si estaba esperando a Rosario o Mabel (que
venían más atrás), pero me respondió sonriendo (¿o lloraba?): “Me estoy
esperando a mí”, reflejando así el cansancio fruto del esfuerzo. Con Seba, pusimos 27 minutos y monedas para el ascenso, unos
3 minutos más que el año pasado, bastante lógico considerando las condiciones
del terreno (y que prácticamente todos pusieron más tiempo). Completada esa
etapa, bajamos todos juntos a diferentes ritmos, ocasión que aproveché para
sacar algunas fotos ya con más tranquilidad. Aceptando la invitación de los KM
que estaban en Las Flores, fuimos hasta allí para comer un excelente asado
preparado por Hebert Prado (sobre las bebidas, nada digo… pues empezó a asomar
un “Sol Chico”, y Seba tuvo que manejar hasta Punta Ballena para evitar
problemas).
Después de una siesta reparadora y unos mates, se largó la
lluvia mientras esperábamos para la largada de la etapa nocturna programada
para las 18.40 (“así ven el anochecer en Punta Ballena”, dijo Rogelio…), muy
cerca del lugar donde nos alojamos. Si algo no vimos, fue el anochecer, como
consecuencia de la lluvia. Tuve el placer de encontrar a David Vega, que había ido a acompañar a sus alumnos (en realidad, creo que teme que le "robe" el protagonismo de KM Running, y lo transforme en XS Running & Fun...). Lo cierto es que la largada se hizo alrededor de las
19.00, y enseguida paró la llovizna así que no nos complicó mayormente.
En esta
ocasión, largamos desde el estacionamiento frente a Las Grutas, para encarar
enseguida hacia el denominado “lomo de la ballena”, trotar por el costado de la
carretera panorámica y tomar por la calle que corre paralela a la
Interbalnearia, hacia el Oeste. En ese tramo, nos superaron –entre otros- Los
Picapedreros (Álvaro y Marcelo), instancia en la que nuevamente nos lanzamos
desafíos. Después de trotar por esa zona, cuando llevábamos 4.6 Km bajamos a la
playa, para correr por la arena rumbo a Playa Chihuahua. Llevábamos apenas un
kilómetro por arena, cuando al cruzar una bajada de agua, cambié la pisada y
sentí un fuerte dolor que me recorrió todo el gemelo de la pierna izquierda…
“desgarro”, dije, y caminé un poquito para tratar de recuperarme. Conversamos
brevemente con Seba y decidí seguir a ritmo lento, aunque pensaba si no sería
más conveniente abandonar y retornar a la largada, ya que nos esperaba un largo
recorrido hasta el kilómetro 11 aprox., instancia en la que recién íbamos a
emprender el retorno. Con esa duda en la cabeza y bajando notoriamente el
ritmo, seguimos avanzando en la noche, con ese dolor persistente (aunque no se
agravaba). Con esfuerzo, en el Km 9 salimos de la playa para tomar nuevamente
por las calles interiores de Chihuahua, girar a la izquierda e ingresar a una
zona nueva de montes (¡excelente recorrido, Rogelio!) por unos dos kilómetros,
y emprender el retorno nuevamente por la arena, ahora durante unos 6
kilómetros. Estuvimos algo perdidos pese a las instrucciones de quien nos indicaba el retorno ("tienen 400 metros de calles y después salen a la playa") pues no vimos señales en más de 600 metros, así que encaramos rumbo
a la arena pues sabíamos que por allí debíamos volver, hasta que identificamos
pisadas y luces de linternas adelante y atrás.
Casi enseguida, sentimos pasos… cuando giro, veo a la
preciosa perra de Rogelio (creo que se llama Chocolata), que nos acompañó
durante todo ese tramo. Recordé a mi “Juno”, una Golden Retriever con apenas un
año, que en ocasiones me siento tentado a llevarla a trotar por el Prado. Cada tanto, nos dábamos vuelta para ver qué tan cerca venían
quienes nos seguían, en tanto el dolor en la pierna izquierda se mantenía. Al
principio de ese camino de retorno, enfrentamos tramos con arena bastante
suelta, pero ya llegando a la altura en la que habíamos salido de la playa en el
camino de ida, el terreno estaba bastante más firme. Intercalando trotes y
caminatas firmes, seguimos avanzando, hasta que nos alcanzó Daniel Marti. Me
puse a su ritmo, en tanto Sebita se demoró un poquito, pero en cuanto llegamos
al duro ascenso por escalera al final de la playa, nos juntamos nuevamente para
encarar los últimos dos kilómetros rumbo a la meta. Con Daniel pudimos mantener
el ritmo, en tanto Sebita se quedó unos metros, así que a falta de unos 50
metros lo esperé para llegar juntos a la meta, donde muchos de los amigos ya
habían llegado y nos esperaban.
Después de un baño reparador, me hice masajes con crema
Átomo sobre la zona dolorida. Esa noche hubo cena de pastas –como corresponde a
todo corredor- y un muy buen descanso. En la madrugada me desperté un par de
veces, y seguía sintiendo dolor en la pierna, pero al levantarme a las 6:45, me
sentía bien. Nuevamente me hice masajes y me vestí para la última etapa –los 23
Km en el Arboretum Lussich y Laguna del Sauce- hacia donde fuimos después de
desayunar y tomar mate.
Mirando los resultados acumulados de las dos primeras
etapas, notamos que Picapedreros (Marcelo y Álvaro) nos llevaban unos 20
segundos de ventaja, ya que en la noche habían absorbido los más de 7 minutos
que les sacamos en el ascenso al Pan de Azúcar. Por tanto, fue un buen tema
para “tomarnos el pelo” y volver a desafiarnos: “A éstos nos los morfamos en
dos panes”, le decía a Seba. “En el 2015 le ganamos a Martín y Paola, en el
2016 a Larry y Mabel, y ahora nos toca el Chelo y Alvarito”, agregó Sebita.
La mañana estaba bastante linda, con un cielo nublado pero
sin amenazas de lluvia. Casi todos los compañeros de Las Piedras estaban ya en
la zona de largada, al costado del Hotel del Lago en Laguna del Sauce. Después
de algunas conversaciones y fotos de rigor, decidí cambiarme el calzado y
volver a ponerme los Salomon que había usado el día anterior, pese a que
estaban totalmente mojados. Es que tienen mucho mejor agarre que los Hoka que
pensaba usar, y con seguridad nos esperaban tramos con mucho barro, subidas y
bajadas. Largamos aproximadamente a las 9:15 y a los pocos metros, ya empecé a
sentir el dolor en el gemelo, así que aflojamos el ritmo y decidimos no correr
riesgos. Los primeros 5 kilómetros fueron por la zona de Laguna del Sauce, para
encarar después el Arboretum Lussich, donde en el ascenso hacia el Mirador
Aconcagua –aproximadamente a los 8K- encontramos a los Picapedreros, cuando ya
el dolor se me había ido. Me sentí mucho más tranquilo, pues era señal de que
no se trataba de un desgarro sino de una contractura. En todo el recorrido, con
muchas subidas y bajadas, agua, barro y piedras resbaladizas por zonas de
monte, pude disfrutar muy razonablemente del entorno, sintiéndome bastante
mejor y pudiendo sostener un ritmo digno.
Los tramos con agua y barro, estuvieron muy buenos, e
incluso me pegué flor de golpe con un tronco en la cabeza por ir mirando hacia
abajo… ayer me di cuenta que me había hecho un corte, al sentir la “cascarita”
de la herida en la cabeza. En el km. 12 cruzamos al costado de unas casas ahí
en la ladera, desde donde se sentía un espectacular aroma a comida de olla (el
aroma a ajo y cebolla fritos hizo que los jugos gástricos se pusieran a full…),
lo que fue motivo de conversación. En el Km 15, cruzamos al lado de la casona
de Lussich, donde pudimos reponer agua, y casi enseguida nos controlaron el
equipamiento obligatorio.
Ya con 19 Km de recorrido, nos alcanzó nuevamente Daniel
Martí (al igual que la noche anterior), y fuimos tirando juntos durante un
ratito, tramo donde Sebita se quedó un poco más atrás. Salimos del parque en el
Km 20, cuando sentí que el equipo femenino Anita’s venía cerca, en tanto Seba
las acompañaba durante unos pocos metros al costado de la Ruta 12. Ingresamos a
la zona de Laguna del Sauce, tramo donde las chicas me superaron y me
comentaron que mi compañero se había quedado un poco atrás.
Decidí retomar el
ritmo, para ingresar a ritmo firme a la zona de llegada y sentarme a esperar a
Seba durante unos 5 minutos, hasta que lo vi llegar caminando con alguna
dificultad. Finalmente, marcamos 3 horas 28 minutos en estos 23 km, y nuestros
rivales Picapedreros llegaron unos 5 minutos después, lo cual –nuevamente- fue
motivo de bromas. Completamos las tres etapas (45 kilómetros, sin contar el
descenso del Cerro Pan de Azúcar sin control de tiempos) en un total de
6:56:59.
Apenas llegamos, Rogelio Fernández grabó mi “declaración”
diciendo que todo corredor de trail en Uruguay que se precie de tal, tiene que
correr la MATT. Recibimos la taza recordatoria de la competencia, y después de
cambiarnos, emprendimos el retorno a Montevideo, ya que me esperaba una jornada
extensa.
¿Qué agregar, para destacar esta excelente competencia, que merece otorgar puntos ITRA? La carrera se desarrolla en preciosos lugares
de la zona Este del país, con un organizador “corredor y entrenador” que
asegura una competencia con todos los cuidados, con gente “diferente” como sin
dudas somos quienes abrazamos estas disciplinas en contacto con la naturaleza,
a lo que se agregó en esta oportunidad, el clima inhóspito que le dio un toque especial. Si a eso se
le suma que varios de los amigos recibieron premios por sus ubicaciones en las
diferentes categorías puedo señalar que fue un fin de semana redondito.
Fue mi competencia N° 427 totalizando 7.671 kilómetros (121 de ellas, fueron carreras de trail, con un total de 4.025 kmts.).
Por eso, lo del principio: no pueden perderse la MATT del
año próximo. De lo contrario, dedíquense a correr carreras de calle. Ustedes se lo pierden.
2 comentarios:
Muy buena crónica y fotos. Un abrazo
Daniel
Gracias Daniel. Abrazo
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