¿Cómo no recordar aquellas
primeras aventuras en mi niñez y adolescencia, en las barrancas del río Cuareim
que divide-une a Uruguay de Brasil? Esos fueron los recuerdos que me vinieron a
la mente y al corazón, cuando alcancé alturas jamás imaginadas, en las montañas
de Mendoza (Cordón del Plata y Aconcagua), junto a algunos de los Hermanos de
la Montaña.
La idea surgió casi como un
desafío entre nosotros, de esos que nos gusta lanzar para “mojarle la oreja” a
los compañeros, en este caso planteada por Alejandro Chabalgoity (Caroteno)
hace aproximadamente un año, a la que inicialmente respondí con dudas, casi
como queriendo descalificar al autor de semejante reto. El transcurso del
tiempo fue haciendo crecer esa idea con mucho de locura. Las experiencias de
Osmar Telis y Gabriela Cabrera Castromán en sus ascensos –en particular en el
Plomo, muy cerca de Santiago-, nos hicieron sentir más cerca del desafío de seguir
sus pasos. Paola Nande y Martín Zanabria contactaron a Jean Paul Beauvois
-compañero de algunas “misiones” en el sur de Argentina e inspirador de algunas
otras carreras-, con amplia experiencia en ascensos a la alta montaña, quien se
ofreció gustoso para operar como guía, con lo cual evitábamos los aspectos más
formales de una expedición de este tipo, y nos daba cierta flexibilidad a
nuestra aventura.
Así, planificamos la salida de
Montevideo para la madrugada del jueves 10/11, previendo volver a más tardar el
domingo 20/11, con destino inicial al Cordón del Plata, en los Andes muy cerca
de Mendoza. Dada la flexibilidad con la que encaramos esta actividad, hasta la
mañana del miércoles 9 prácticamente no me ocupé de ningún aspecto logístico,
así que en la tarde estuve comprando algunos implementos para la alta montaña,
y consiguiendo en préstamo la mochila de 60 lts de capacidad con Sebita Paulós,
y el sobre de dormir para -20 grados con Raúl Real.
“Conquistadores de lo inútil”
Así se titula un libro escrito
por un montañista británico –Lionel Terray- fallecido a los 44 años en un
accidente de escalada relativamente sencillo en Francia. Cada vez que encaro
algún nuevo desafío, no puedo dejar de recordar este libro, que explica (¿o
no?) la razón por la cual decido asumir una nueva aventura, con una cuota de
riesgo interesante y mucho de irracionalidad para el común de la gente, en
particular cuando pienso que ya estoy muy cerca de los 57 años de edad. ¿Qué
nos mueve a intentar conquistar una nueva meta, que tiene mucho de inútil y de
egoísta? Si lo alcanzamos, con seguridad será disfrutada en lo más íntimo,
entendida solamente por quienes lo compartimos, y si fracasamos en el intento,
seremos un número más en una estadística (que a muy pocos importa).
Con las dudas propias de la
suficiencia del equipamiento que llevaba, partimos de Montevideo en la
camioneta de Martín, a la 1:30 AM del jueves 10, turnándonos para manejar
durante el largo viaje hasta Mendoza. A las 8:00 AM nos detuvimos en Victoria,
Entre Ríos, para abastecer combustible y desayunar, oportunidad en la que
compré unos “lentes de sol” (muy ordinarios) ya que había olvidado los míos.
Con un día precioso, soleado y claro, avanzamos sin mayores dificultades.
Paramos a almorzar en Gral. Deheza -Córdoba-, continuamos hacia la Provincia de
San Luis para posteriormente llegar a la Provincia de Mendoza. Íbamos con la
expectativa de poder llegar a tiempo para ver en televisión el partido por las
Eliminatorias del Mundial de Fútbol Rusia 2018, entre Uruguay y Ecuador, que se disputaba a las 20:00 horas.
Siguiendo indicaciones de Jean
Paul, decidimos descansar a unos 40 kilómetros de la Ciudad de Mendoza, en
Gral. San Martín, en el precioso Hotel Boutique de la Cava. No pudimos ver el
partido de Uruguay, ya que no lo transmitían por televisión, pero si pudimos
seguir la transmisión por Internet y disfrutar del sufrido triunfo por 2 a 1.
Después de un buen baño reparador, fuimos al centro de la ciudad a cenar a una
parrillada y disfrutar de unos buenos vinos mendocinos.
El viernes 11 a la mañana,
después de un variado desayuno, partimos rumbo a Ciudad de Mendoza, donde nos
dirigimos a Orvitz a alquilar los equipos que nos faltaban (carpas, camperones
de plumilla, mitones, botas y grampones), y además me compré lentes de sol
(estos sí, de buena calidad) y medias de lana para alta montaña. Ya la
capacidad de la camioneta estaba absolutamente colmada… y nos faltaban las
provisiones para una semana en la montaña.
Hicimos un buen aprovisionamiento
en un Supermercado Carrefour y fuimos a almorzar allí cerca. Era la hora de salir
rumbo a las montañas, que con su majestuosidad coronaban todo el horizonte que
rodea a Mendoza. Después de un viaje corto pasando por Potrerillos con destino
a la zona conocida como Vallecitos, llegamos a las 17:30 al Refugio San
Bernardo, a 2800 msnm, donde nos esperaba Alejandro -el encargado-, quien se fundió en un abrazo
con Jean Paul y cada uno de nosotros (como si también nos conociera de toda la
vida). Nos instalamos y decidimos hacer una breve caminata por la zona, para
mover un poco los músculos y tomar algunas fotos. A la noche, disfrutamos de conversaciones con
otros montañistas, picamos queso, salamín, galletitas y saboreamos un par de
botellas de vino.
“No deje piedras en el camino”
Así reza un viejo cartel en el
camino de subida al refugio, muy cerca de la base de los guardaparques. Llama
un poco la atención, ya que la zona está absolutamente llena de piedras, pero
con seguridad alude a la necesidad de no dejar las piedras que eventualmente se
colocan para evitar que un vehículo que se detiene por alguna razón, se deslice
hacia abajo. Además de la fotografía y los comentarios jocosos, preferí darle
también un cierto significado filosófico, señalando que en la vida no debemos
dejar “piedras” u obstáculos que dificulten el avance de otros, o signifiquen
una carga para nuestra consciencia.
“...lo que más me importaba era la acción y no su precio; porque la
acción, en sí misma, posee un valor.”
A las 9:30 de la mañana del 12,
después de un buen desayuno en el Refugio, preparamos nuestras mochilas chicas ("de ataque") y emprendimos la subida al Cerro Arenales, por una quebrada que sale frente a
donde nos alojamos. Nos acompañó “Zonda”, una perrita del refugio que
bautizamos así por el viento que habitualmente sopla en esa zona de la
cordillera (en realidad se llama Lucerito), y que –según señaló Alejandro-
tiene más cumbres que muchos experimentados montañistas. Durante un rato la
perdimos, pues se fue a perseguir a unos guanacos que andaban a lo lejos.
Llegamos a la cumbre ubicada a 3.300 msnm a las 12:00, donde pudimos disfrutar
de unas vistas espectaculares de la zona, que registramos con nuestras cámaras.
El día seguía muy soleado, con algo de viento frío en la cumbre. El retorno fue
bastante más rápido, ya que a las 13:10 estábamos de vuelta en el refugio.
Preparamos el almuerzo
–tallarines con salsa- y después de una siesta reparadora, iniciamos la
preparación del equipo para el ascenso a la montaña buscando la cumbre del
Vallecitos (5500 msnm) o del Plata (6000 msnm). La actividad fue filmada en
cámara rápida por Paola, lo que nos permitió disfrutar de un ejercicio con
mucho humor, riéndonos de los movimientos “a lo Chaplin”, muchas veces
incoherentes. Disfrutamos también de un budín de banana, preparado
especialmente por Vivi, la encargada del Refugio.
A la noche, mientras disfrutamos
de una buena cena –arroz con verduras y atún- “regada” nuevamente con vino mendocino,
pudimos intercambiar con otros aventureros conversando sobre expediciones a la
montaña, mientras Caroteno hacía sonar su guitarra y entonábamos algunas
canciones.
“El que, en busca de una belleza y una grandeza sublimes, osa
aventurarse en estos lugares, debe aceptar completamente correr ciertos riesgos.”
A las 10:00 de la mañana del
domingo 13 y después de un buen desayuno y mateada, iniciamos el ascenso con
nuestras mochilas. ¡Cuánto peso! Llevaba la mochila grande con sobre de dormir,
carpa (parte de ella, pues la otra la cargaba Jean Paul), botas dobles para la
nieve y grampones, todo a la espalda, más la mochila “de ataque” con alguna
ropa y comida al frente, cinturón con dos caramañolas y bolsillos para cámara
de fotos y filmadora, bastones y mucha ilusión.
La mañana se presentaba
despejada, pero muy ventosa, con ráfagas que nos hacían detenernos para no
caer. En el camino de ascenso, encontramos a algunos montañistas que bajaban, a
los que se les había volado la carpa durante la noche. Es más, al costado del
hilo de agua que baja de la montaña, encontramos un camperón de plumas… lo
retiramos y lo dejamos asegurado con una piedra, sobre el camino, para que su
dueño pudiese –eventualmente- encontrarlo.
Pasamos por el primer campamento
después del refugio –Veguitas- ubicado a 3200 msnm, con la compañía de la fiel
“Zonda”. Un poquito después, nos detuvimos sobre las 13:00 horas a ingerir un
sándwich, momento que resultó propicio para conversaciones sobre masajes… Si,
masajes… Imaginen el tenor de esos intercambios, a 3280 msnm. Da para todo un
ascenso a la montaña. Y no estábamos delirando.
Finalmente, a las 14:40 llegamos
al Campamento Piedra Grande, ubicado a 3580 msnm, con mucho viento soplando.
Después de armar las carpas con cierta dificultad –se movían mucho-, descansar
un poco y disfrutar de unos mates, cenamos una buena sopa y liquidamos los
restos del arroz con vegetales y atún que habíamos preparado la noche anterior
y que habíamos llevado para la ocasión. Hicimos una breve caminata, disfrutamos
de muy interesantes charlas con nuestros vecinos y con otros montañistas que
llegaron, bajando del Cerro Franke y con quienes habíamos compartido el
refugio. Por suerte, a la noche el viento aflojó un poco, aunque bajó bastante
la temperatura.
"El juego del alpinismo no consiste en exponerse a los riesgos,
pero los riesgos forman parte del juego."
El lunes 14 amaneció
espectacular, muy luminoso, casi sin viento y con un cielo absolutamente
despejado, después de haber sentido las últimas ráfagas de viento hasta
aproximadamente las 4:00 AM. Me levanté a las 6:20, sintiendo una muy leve
molestia en la cabeza, propia de la altura a la cual nos encontrábamos. Hicimos
nuestro desayuno –té, café, galletitas, mate- , levantamos campamento y a las
9:20 retomamos el ascenso, con algunas ráfagas de viento puntuales pero
bastante fuertes, que nos hacían detenernos y clavar los bastones para evitar
cualquier accidente. Avanzamos a ritmo sostenido, hasta que llegamos al famoso
“Infiernillo”, tramo relativamente corto pero complicado, peligroso, con mucha
arena y piedra suelta por la ladera de la montaña donde había que avanzar muy
lentamente, extremando los cuidados para evitar cualquier accidente. En este
tramo, Paola juró que no volvería a pasarlo…
Finalmente a las 13:10 llegamos
al Campamento “Salto”, a 4300 msnm, que debe su nombre a un salto de agua que
cae desde la planicie donde está la zona de armado de carpas. No había nadie,
así que pudimos elegir lugares. El viento seguía soplando en ráfagas fuertes,
lo que nos dificultó un poco el armado de carpas. Hicimos nuestro almuerzo (sopa,
sándwiches, mate) acompañado de largas charlas, señal de que nos sentíamos
bastante bien física y mentalmente, pese a la altura a la cual estábamos.
Fuimos a buscar agua a la
cañadita que baja de la montaña –bastante congelado, casi en su totalidad-, para
lo cual debimos cruzar sobre el hielo hasta la otra margen, dado que del lado
que estábamos no era posible acceder al agua. Después que algunos cruzamos,
Caroteno… pisó el hielo, cedió y metió una bota en el agua. Por suerte, la
mojadura fue leve, pues hacía bastante frío.
Después de un buen descanso, Jean
Paul llamó por radio al refugio para consultar por los pronósticos del tiempo.
Nos respondieron que se mantendría más o menos igual, con ráfagas de viento
fuertes a unos 5000 msnm, y que para el miércoles 16 se esperaba un deterioro
del estado del tiempo. Acordamos hacer una nueva llamada el martes –nuestra
idea era quedarnos dos noches en ese campamento, para aclimatarnos- y si no
había cambios en la previsión del tiempo, emprender el retorno.
"Alcanzar la cumbre de una montaña no es la meta de una ascensión,
sino la regla que pone punto final al juego."
El martes 15 fue un día
“extraño”. A la noche del lunes 14, decidimos cambiar el orden en el que nos
ubicábamos en la carpita para dormir. Ya estábamos sintiéndonos “molestos” con
los espacios que cada uno ocupaba. A la noche y con las fuertes ráfagas de
viento golpeando los laterales de la carpa, Caroteno se quejaba de una
sensación de claustrofobia y algo de calor, razón por la cual a la 1:30 AM decidió
salir de la carpa, al sentir las voces de Martín y Paola, que sacaban fotos en
la madrugada, aprovechando la enorme luna.
Casi inmediatamente decidí salir
yo, por razones similares. La sequedad del aire sumado a la sensación de
encierro, casi seguramente influido por la altura a la que nos encontrábamos,
nos provocaban esas sensaciones y reacciones. Jean Paul, viejo lobo con mucha
experiencia, se reía dentro de la carpa diciéndonos que estábamos delirando y
aconsejándonos que nos abrigáramos. Después de una media hora a la intemperie
colaborando con las fotos de Pao, volvimos a dormir. Pero ya no fue igual, pues
de alguna forma nos sentíamos “saturados”. “Otra noche como ésta, no paso”
recuerdo que dije. Algo similar manifestaron los demás compañeros (con la
excepción de Jean Paul).
En la madrugada paró el viento,
dando paso a una preciosa mañana, luminosa y con pocas nubes. A las 7:00 nos
levantamos y fuimos intercambiando comentarios sobre las sensaciones de la
madrugada. Sentía un leve dolor de cabeza, así que tomé un Perifar y
desayunamos. A los pocos minutos, ya se me había ido cualquier señal de
malestar, restando solamente la sequedad en las vías respiratorias.
A las 8:30 decidimos continuar el
ascenso, lentamente por zonas con hielo y nieve. Cuando alcanzamos “Lagunilla”
–una pequeña laguna congelada- a 4.450 msnm, Pao nos comentó que para ella ya
era suficiente, y que volvía al campamento, así que Martín decidió acompañarla,
en tanto con Jean Paul y Caroteno decidimos continuar un poco más hasta el
Campamento Hoyada a 4675 msnm.
“Las montañas, que antaño le parecían un
mundo lleno de misterios y emboscadas, se le hacen familiares y amables.”
Había solamente un lugar para
colocar una carpa en ese campamento, ya que normalmente no es utilizado como
base para el ataque a la cumbre, sino que se hace desde “Salto” saliendo en la
madrugada. Llegamos a las 11:00, con algo de agitación pero la enorme
satisfacción de haber alcanzado una altitud que para el común de los mortales,
es inimaginable. Como tengo un poquito de espíritu “competitivo”, subí un
poquito más hacia una zona alta, mientras Jean Paul y Caroteno quedaban en el campamento,
descansando. Debo haber estado unos 5 metros más arriba que mis compañeros.
¡Chupate esa mandarina, Caroteno!
Después de tomar fotografías y
filmar algunas escenas en esa zona espectacular de la montaña, comimos algo y
emprendimos el retorno. La “Hoyada” es la zona donde se forma un hoyo en medio
de las montañas, cubierto de nieve, con una vista bastante clara del col que
une a Vallecitos (5500 msnm) tomando el filo hacia el noreste y el Plata (6000
msnm) hacia el suroeste. No puedo dejar de reconocer que me generó una cierta
sensación de “derrota” estar relativamente cerca del col en los 5000 msnm y
desistir del intento, pero también es cierto que es inteligente preservar el
físico y valorar lo alcanzado. ¡Vaya si valió la pena!
“Para mí, en esta victoria, hay algo
decepcionante."
El retorno desde Hoyada a Salto
lo hice bastante rápido, entre las 11:15 y las 11:50. Cuando llegamos, Paola y
Martín tomaban mate, había una carpa armada (dos jóvenes, un argentino –Matías
Beneventana Luchini- que estaba sufriendo los efectos de la altura, y una
noruega -Emilie “Globetrotter”-), en tanto un par de enormes bolsos estaban
depositados en el medio del campamento. Según nos comentó Paola, habían sido
traídos a caballo desde la base (“servicio especial”…), para un grupo que no
quería cargar peso. Al ratito, llegó Zonda (sí, la perrita del Refugio), señal
de que estaban por llegar algunos montañistas, como efectivamente sucedió a los
pocos minutos.
Jean Paul volvió a comunicarse
por radio con el Refugio, y le comentaron que las previsiones del tiempo habían
cambiado levemente, esperándose un clima más benigno… Igualmente, ya habíamos
decidido bajar, así que disfrutamos de un buen almuerzo –panchos con puré-,
levantamos el campamento e iniciamos el retorno, a las 14:00 horas. Después de
un muy duro trayecto con toda la carga encima, llegamos al refugio San Bernardo
a las 18:30 horas siempre acompañados por Zonda, tras un par de breves
descansos en el camino. ¡Un baño!!! Fue muy placentero poder disfrutar de una
buena ducha caliente y cenar disfrutando de un buen vino, además de las charlas
y puesta al día.
Alrededor de las 21:30 llegaron
al Refugio, Matías y Emilie, nuestros ocasionales compañeros en el Salto, que
también habían decidido bajar ya que Matías no se sentía bien.
"A mi modo de ver, el alpinismo es,
ante todo, una experiencia individual y una especie de arte…”
Después de una buena noche de
descanso, el día miércoles 16 amaneció totalmente cubierto de niebla, que no
permitía ver a escasos metros. En la conversación matutina, decidimos ir hasta
el Aconcagua, para lo cual bajamos a la ciudad de Mendoza y concurrimos al
Centro de Informes del Parque Provincial Aconcagua, donde averiguamos por las
diferentes opciones y decidimos hacer un trekking por el día, hasta el
Campamento Confluencia ubicado a 3420 msnm. Bajamos hasta Potrerillos llevando
a nuestros amigos Matías y Emilie, que habían decidido ir en ómnibus hasta el
Aconcagua.
Después de un buen almuerzo en el
centro, fuimos al Supermercado Carrefour a hacer algunas compras, y retornamos
al Refugio San Bernardo, previa escala para tomar fotos en el Centro de Sky que
muestra señales de abandono y que se ubica unos 200 metros más arriba, por la
carretera de tierra.
El jueves 17 a las 11:20,
ingresamos al Parque Nacional Aconcagua, por el valle de los Horcones. La majestuosidad del “monstruo” coronando el horizonte
allá a lo lejos, bastante cubierto de nieve, resulta una imagen inolvidable.
Iniciamos el ascenso a las 11:30, para llegar a Confluencia a las 15:30 horas,
después de algunas interrupciones para tomar fotos, disfrutar de los pájaros en
el camino que comían directamente posándose en nuestras manos, y subir
presurosos a la ladera de la montaña abandonando los senderos para permitir el
paso de las mulas que volvían de dejar sus cargas en los campamentos y que
“tienen preferencia de paso”. En el campamento, disfrutamos de unas buenas
cervezas, ya que hacía un par de días que la empresa Inka había instalado sus
carpas, y tenía algunas provisiones. Entre 16:15 y 18:30 hicimos el retorno.
Nos alojamos en un Parador sobre la ruta, en Penitentes, donde pudimos
disfrutar de una buena cena de olla bien regada con vinos de la región.
“Aquí me tiene bien clavado, soltando las penas en un bar” (Maná)
El día viernes 18 fue dedicado a
recorrer la zona, en particular el Puente del Inca y hacer algunas pequeñas
compras. Intentamos subir al Cristo, pero el camino está en pésimo estado así
que decidimos retornar y almorzar en Las Cuevas. Volvimos al parador a las
15:00 horas, así que me fui a descansar. Día perdido, salvo para Martín y
Caroteno que subieron a las laderas de la montaña que está atrás del Parador, y
anduvieron un poco deambulando para encontrar los senderos. Paola y Jean Paul
estuvieron sacando algunas fotos. Al retorno, Caroteno comentó que había
experimentado la sensación de subir a la montaña “sin la seguridad de JP”…
A la tarde, miré en televisión el
partido de fútbol Betis – Las Palmas, disfrutando de unos mates y pensando en
que me vendría muy bien haber iniciado el retorno a Montevideo, por todas las
cosas pendientes que había dejado.
A la noche estuvimos conversando
largo y tendido con don Héctor, cordobés residiendo en Colombia hace muchos
años, con una familia constituida allí, que a la edad de 80 años estaba
cumpliendo una promesa de su madre e hizo en moto, sin ninguna compañía, los
8000 kilómetros de ida y vuelta hasta su pueblo de origen, a lo que le agregó
147 kilómetros caminando. Un fenómeno. Esta anécdota, de por sí, merecería una larga crónica, que espero Paola vuelque ya que tomó nota de los principales aspectos de su vida.
“Bendito el lugar y el motivo de estar ahí, bendita la
coincidencia. “ (Maná)
Finalmente, el sábado 19 a las
9:00 AM salimos de Penitentes, rumbo a ciudad de Mendoza, donde devolvimos los
equipos alquilados en Orvitz y posteriormente fuimos a dejar a Caroteno a la
Terminal de Ómnibus, ya que a la tarde salía rumbo a Buenos Aires.
Iniciamos el largo viaje de
vuelta a Montevideo, con la idea de detenernos a dormir cerca de la frontera
entre Argentina y Uruguay. Nos detuvimos a almorzar brevemente en una estación
de servicios en la Provincia de San Luis, y nos fuimos turnando en la
conducción, hasta que arribamos a Victoria, Entre Ríos poco después de las
22:00 horas. Cenamos allí, y decidimos continuar ya que en tanto yo no había
dormido, Jean Paul y Martín se habían turnado para descansar. Ingresamos a
Uruguay ya en la madrugada, nos detuvimos en Rosario a tomar un café y
continuamos a Montevideo, donde ingresamos a las 5:30 AM.
“Meu coração vagabundo, quer guardar o mundo em mim” (Caetano Veloso)
En la grabación de las escenas en
los puntos más altos, manifesté mi plena satisfacción por la altura alcanzada
sin haber sufrido mayores consecuencias, en nuestro primer intento de ascenso a
la montaña. Digo también que fue el “primer” intento, lo cual significa que con
seguridad seguirán otros. Nos han recomendado especialmente ascender al Volcán
Lanín -3780 msnm- por su espectacularidad y los paisajes que se disfrutan. Precisamente
nuestro “hermano de la montaña” Wilson Guillén, hizo ese ascenso durante la
misma semana. Después de la experiencia,
también nos quedan las opciones de intentar el ascenso a Vallecitos o al Plata,
y a Plaza de Mulas en el Aconcagua (aunque es bastante más “turístico”).
En lo inmediato, me vino muy bien
como experiencia pues a fines del mes de marzo, tengo junto a Dardo Parentini
el desafío Ultra Machu Picchu sobre 70 kilómetros, con largada a 3900 msnm,
subiendo al Salkantay hasta los 4700 msnm y posteriormente bajando, por el
camino (alternativo) al del Inca.
¿Qué nos mueve a intentar estas #AventurasConMuchoDeLocura?
Además de una apuesta por la vida sana y el ejercicio en pleno contacto con la
naturaleza, también hay un desafío hacia uno mismo, buscando permanentemente
superar nuestras limitaciones y demostrándonos que podemos. “Conquistadores de
lo inútil”, diría Lionel Terray, o “porque está ahí”, como señaló George
Mallory cuando le preguntaron por las razones para subir el Everest. Sin dudas
resulta muy atrevido pretender emular a estos “monstruos” de las montañas, pero
-a nuestra escala y con nuestras limitaciones- hacemos propios sus
razonamientos y motivaciones. Y por un tiempito, nos sentimos capaces de
encarar desafíos que a primera vista parecen imposibles.
“Mi corazón vagabundo, quiere guardar el mundo en mí”. Y en ese
mundo, tienen un lugar privilegiado nuestras familias y afectos, esos que a su
manera están con nosotros en cada paso que damos, y que nos acompañan en la más
absoluta soledad de la montaña, cobijando nuestros sueños y haciéndonos sentir
protegidos pese a las situaciones límites que a veces enfrentamos. Aunque no lo
crean, están permanentemente allí, en cada pensamiento, en cada respiración, en
cada latido, en cada instante mágico que disfrutamos. Gracias por la fortuna de
tenerlos.
6 comentarios:
Muy linda cronica muy disfrutable.
Anduvimos por el Nortechileno y el sur boliviano en alturas similares . No nos dio el tiempo para intentar el ascenso del Lanin , pero nuestros datos eran que su pico tiene 5600 mts con un campamento de aclimatacion a los 5000mts.
Perdon, me confundi con el Volcan Lascar , que es el que tiene la altitud que señalaba.
Que emocionante relato. felicitaciones a cada uno por disponerse a la Aventura en el mundo de las incertidumbres. Un placer conocerlos y compartir con ustedes la pasión por las Montañas. Les mando un saludo hermanos Uruguayos. Soy el guía Chileno de los "Vencedores de Peros". Las Montañas nos unen. Abrazos.
Gracias Mauricio. Un placer conocerte y haber compartido un rato de nuestras vidas. Ojalá volvamos a encontrarnos.
Muy bueno todo esto Jorge!! Nunca es tarde para empezar nuevas aventuras!! Abrazo grande
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