¿Alguna vez se te cruzó por la mente estar ocho
días trepando montañas? ¿O al menos caminar durante ocho días sucesivos, hasta
completar 268 kmts, con 16.310 metros de desnivel acumulado positivo (subir en
total esa distancia)? Eso es la Transalpine Run (TAR), un desafío que se corre en
equipos de dos personas, que deben enfrentar todos los riesgos imaginables
–además de los imprevistos-, con los cambios a nivel personal que
indudablemente se viven en esas circunstancias extremas. ¿Y para qué?, se
pregunta cualquier mortal. ¿Qué necesidad de salir de la zona de confort, en la
que nos sentimos tan bien? No piensen que yo no me lo pregunto.
“Paso a paso, disfrutando cada
momento y celebrando cada etapa cumplida como mecanismo de reforzamiento, con
el objetivo de cumplir el sueño largamente anhelado”, fue la premisa con la que
encaré este desafío. Y es indudable que cada etapa –por dura que sea (todas lo
fueron)- es solamente eso, apenas una etapa en un largo peregrinar por las
montañas, que no aporta mucho si se piensa en todo lo que falta, pero que en la
sumatoria con el transcurso de los días, nos va aproximando cada vez más a la
ansiada “misión cumplida”. La enorme sucesión de circunstancias que se viven en
ese largo enfrentamiento en las más variadas condiciones, pueden tirar por la
borda cualquier plan, meses de entrenamiento y de esfuerzos.
Temperaturas desde menos de cero
grado hasta más de 30, ascensos a 2900 msnm con los gemelos pidiendo clemencia
y descensos “criminales” que hacen sufrir mucho a los cuádriceps, terrenos de
los más variados, lluvia, granizo, barro, piedras, trillos de campo… y paisajes
increíbles. A ello se suman los “descansos” (por llamarlo de alguna manera) en campamentos, durmiendo en
gimnasios, escuelas o incluso en un bunker, lugares donde los ruidos –con
tantos corredores alojados en el mismo lugar- son permanentes, y los madrugones
(habitualmente a las 5:00 AM) son moneda corriente. ¿Ya nuevamente debemos
prepararnos para largar? ¿Otra vez la tortura? ¿Cómo estaré hoy del estómago,
que ya me “arde” más que doler, sin tener muy clara la razón? ¿Podré
alimentarme como es necesario? ¿Usaré nuevamente la misma remera, cuyos olores
me son tan familiares, o largo más abrigado y con protección por si llueve? ¿Y
el mismo calzado, esos Asics que me están provocando ampollas que me tienen a
mal traer? ¿Si nos esperan caminos con mucho barro, no me convendrá cambiarlos
y usar otros con más agarre y flexibilidad? Pero, ¿tendrá sentido correr el
riesgo de dañar un par tan nuevo, con lo que me costaron? Bueno, es hora de
recordar los motivos por los que encaré este sueño, y de que vine a disfrutar
de este desafío, así que ¡arriba! y vamos con los Salomon, por otra meta,
previa curación y protección del dedo afectado.
¿Cómo hago para engañar a mi cuerpo? ¿Cómo le digo que estoy entero, cuando sin dudas le miento? Alcanza con ver mi rostro, que día a día se desfigura. “La mente, Jorge, la mente que todo lo puede”, me repito. Nada como recordar algunas de las frases que he ido acuñando, y tener siempre presente a las personas que nos inspiran. Vinimos para estar dentro del 60% de equipos que completan todas las etapas, y si no conseguimos llegar dentro de los tiempos de corte, cumpliremos con los 268 kilómetros, aún descalificados.
¿Y cómo “controlo” a mi compañero
de equipo, más joven, fuerte y mejor entrenado que yo? ¿Qué puedo hacer para
frenar su ansiedad, sin que caigamos en un enfrentamiento inútil o en alguna
“puteada” que pueda hacer mella en nuestro trabajo? ¡Qué difícil resultan los
equilibrios en esas circunstancias! La montaña también nos pone a prueba, una
vez más. Y lo hace de un modo casi despiadado, mostrándonos a otros
competidores en situaciones críticas siendo atendidos por médicos en lo más
alto de la montaña, intentado estabilizarlos para poder bajarlos y ser
atendidos en algún hospital. ¿Qué error cometieron? ¿Estaré yo a punto de caer en la misma situación? ¿Será fruto del cansancio, de los dolores acumulados, de la altura y el escaso oxígeno en el aire?
En esas condiciones, muchas veces
“correr” es un lujo que no podemos darnos, salvo en las zonas de bajada.
Alcanza con hacer “trekking” a un ritmo sostenido, apenas “decoroso” (muchos dirían "lamentable"). Pero
además nos permite ahorrar energías en cada etapa, que con seguridad vamos a
necesitar a medida que vamos acumulando kilómetros y desnivel. “¿Cómo hacen para correr en montaña, si en Uruguay no las tienen?”, recuerdo la pregunta que muchos nos hacen. Pero así como la montaña puede ser muy cruel y no perdonar, también es una preciosa aliada que nos cobija y nos muestra la majestuosidad de la naturaleza, que por sí sola es un regalo para la vista y el alma. “Ocho días para llenar de dolor y gloria. Lo haremos”, reza la remera que nos entregaron con el kit de carrera, y vaya si la TAR nos lo recuerda a cada paso.
Ya a casi un mes de este sueño
cumplido, sigo disfrutando de estas inolvidables jornadas vividas en los Alpes.
Y en unos días, tendré el resultado de la colecta realizada con algunos de mis
compañeros de trabajo (“venta de kilómetros”), destinada a Máximo Gambaro, el
chiquito que está en un largo proceso de superación de una cardiopatía. Esa sí es una lucha que vale la pena, para la cual no hay zona de confort que valga. También de la solidaridad se obtiene la energía necesaria para desafiar a la
naturaleza y vivir a pleno.
4 comentarios:
impecable la crónica! así somos los corredores de fondo y "de aventura" como nos llamamos en nuestro país. Ya sean 10 km o 268 siempre es igual el impulso de decir "lo hice" y se disfruta al máximo ya sea con esfuerzo , dolor o sin él. Sólo los iniciados comprendemos y entendemos. Gracias por compartir tus experiencias y ser un ejemplo y motivación.
Jorge, es un lujo poder leer estos relatos de experiencias , de vivencias que al leerlas uno las vive de una manera especial. Si hay algo que me gusta de estos desafios de fondo , es ese "enfrentamiento" con uno mismo , contra el dolor , contra la mente que te repite una y otra vez lo que no quieres dar a lugar. Yo soy mas que un novato , recien voy a ir por mi primer "El Cruce Columbia" , pero en tus relatos y en el de otros aventureros de montaña, es donde encuentro un gran agente motivador mas para cada entreno que me lleve a estar en esa ansiada sensación de estar luchando contra todo , contra uno mismo , pero viviendo la vida activamente como un desafío. Mis felicitaciones Jorge! Un fuerte abrazo! Luis Nuñez
Muchísimas gracias Fernando y Luis. Éxitos y nos estaremos encontrando en alguna.
Un autentico GURU!!!
Abrazo JOTA
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